Spleen e Ideal
1
Bendición
Cuando, por un decreto de los sumos poderes,
aparece el Poeta en este hastiado mundo,
su madre, con terror y entre enormes blasfemias,
alza hacia Dios los puños, que la acoge apiadado.
«¿Por qué no pariría un nido de serpientes,
en vez de amamantar semejante irrisión?
¡Maldita sea la noche de efímeros placeres
en que mi propio vientre concibió su castigo!
Ya que me has elegido entre todas las hembras
para ser la desgracia de mi pobre marido,
y ya que no es posible lanzar entre las llamas,
cual billete de amor, a este monstruo esmirriado,
voy a hacer que se vuelque tu aversión que me abruma
sobre el vil instrumento de todas tus maldades;
retorceré este árbol mezquino de tal forma
que nunca serán ramas sus yemas pestilentes.»
Así se va tragando la espuma de su odio
y, como no comprende los eternos designios,
ella misma prepara al fondo de la Gehena
las piras que castigan los crímenes maternos.
Mas, bajo la tutela invisible de un Ángel,
el niño rechazado de sol se va embriagando,
y todo cuanto come y todo cuanto bebe
le parece que es néctar bermejo y ambrosía.
Retoza con el viento, dialoga con las nubes
y entonando el vía crucis de dolor se emborracha;
y el Ángel que camina, peregrino, a su lado,
llora al verle contento como un ave del bosque.
Los que adorar quisiera le observan con recelo
o bien, estimulados por su serenidad,
buscan a alguien que pueda arrancarle una queja
y demostrar con eso su gran ferocidad.
En el pan y en el vino que a su boca destinan
entremezclan cenizas e impuros salivazos;
hipócritas, rechazan cuanto tocan sus manos
y se acusan de hollar donde él antes pisara.
Su mujer va gritando por plazas y mercados:
«Pues me ve tan hermosa que adorarme desea,
cumpliré la función de un ídolo ancestral
y haré que a mí también me recubra de oro.
Y quiero emborracharme de mirra, incienso y nardo,
de viandas, de licores y de genuflexiones,
para saber, riendo, si a un pecho que me admira
soy capaz de arrancarle divinos homenajes.
Y cuando ya me aburran esas farsas impías
mi mano fuerte y frágil en su pecho pondré,
y mis uñas, parejas a las garras de arpías,
sab...