Prácticas lingüísticas y prácticas argumentativas
HUBERT MARRAUD
I
Las nociones de significado e inferencia están íntimamente ligadas. Por una parte, se puede intentar explicar la validez de ciertas inferencias en términos del significado de ciertos términos, ya se trate de partículas lógicas (inferencias formales) o de elementos léxicos (inferencias materiales). Por otra parte, se puede intentar explicar el significado de las expresiones lingüísticas y el contenido de los estados intencionales en términos de nuestras prácticas inferenciales. Por ello, la prioridad relativa del significado y la inferencia en el orden de la explicación semántica es objeto de discusión en la filosofía del lenguaje. A su vez, la noción de prácticas inferenciales está obviamente relacionada con la noción de argumentar, puesto que esas prácticas consisten en dar, pedir y recibir razones, y argumentar es una especie del género dar razones, y por tanto una práctica inferencial. Mi propósito en este artículo es, precisamente, esclarecer la naturaleza de la argumentación como práctica inferencial.
La comprensión de la argumentación como una práctica inferencial puede ser un paso preliminar en una reelaboración argumentativa de las propuestas inferencialistas. La versión argumentativa del inferencialismo –lo que podríamos bautizar como “argumentativismo”- mantendría que el contenido conceptual de un enunciado debe entenderse en términos de su papel en los intercambios argumentativos más que en términos del reconocimiento de lo que se sigue y lo que no se sigue de él. Dicho de otro modo, si el inferencialismo estándar mantiene que el contenido conceptual de una expresión es una función de su uso para hacer inferencias, el argumentativismo mantendría que es una función de su uso para construir argumentos.
El argumentativismo está emparentado con la tesis de la argumentatividad radical de Oswald Ducrot y Jean-Claude Anscombre: “el valor semántico de las frases consiste en permitir e imponer la adopción, de cara a los hechos, de puntos de vista argumentativos” (Ducrot y Anscombre, 1994, p. 207). Podría objetarse a la propuesta de una reformulación argumentativa del inferencialismo que esa empresa requiere una acepción de argumentar sui generis, alejada por completo de las acepciones al uso en teoría de la argumentación. El propio Ducrot (2008) postula una argumentación lingüística autónoma, que no tendría nada que ver ni con la persuasión ni con la justificación, que considera propias de lo que llama argumentación retórica. Por argumentación retórica entiende Ducrot “la práctica verbal que tiene por objetivo el hacer creer algo a alguien” (Op.cit., p. 26). Sin embargo, Ducrot señala que esta definición excluye deliberadamente las prácticas cuyo objetivo es hacer que alguien haga algo, de modo la noción lingüística de argumentar, a la que apela la argumentatividad radical, no se opone a lo que más adelante llamaré definiciones dialécticas de argumentar.
La asimilación de inferencialismo y argumentatividad radical requiere, además, una lectura expresivista de la tesis de Ducrot y Anscombre, facilitada en todo caso por pasajes como el siguiente. Hablando de la argumentación lingüística, escribe Ducrot:
¿Para qué sirve, pues, la cadena argumentativa? Desde luego no para justificar una afirmación a partir de otra que se presenta como previamente admitida, sino para calificar una cosa o una situación […] por el hecho de que sirve de apoyo a una argumentación determinada. El luego es un medio de describir y no de demostrar, justificar o hacer plausible (Ducrot, 2008, p. 31).
Compárese este pasaje de Ducrot con este otro de Brandom:
“… aquí se presenta una teoría expresiva de la lógica. Desde esta perspectiva, la importancia filosófica de la lógica no consiste en capacitar a los que dominan el uso de locuciones lógicas para probar una clase especial de afirmaciones, es decir de legitimarse a sí mismos para un tipo de compromiso en un estilo formal privilegiado. Más bien la importancia del vocabulario lógico consiste en lo que permite decir a aquellos que lo dominan, o sea en capacitarlos para expresar esta clase especial de afirmaciones. El vocabulario lógico dota a los participantes en la práctica lingüística del poder expresivo para hacer explícitos como contenidos de sus afirmaciones precisamente aquellos rasgos implícitos en la práctica lingüística que en primer lugar confieren contenido semántico a sus enunciados” (Brandom, 2005, pp. 25-26).
Una consecuencia del argumentativismo es que comprender un enunciado no consiste ya en saber de qué asev...