1.
UN JARDÍN DONDE COLOCAR AL HIJO: LA ALIANZA CON ADÁN
Lecturas recomendadas: Génesis 1 y 2
¿CUÁL ES EL SIGNIFICADO DE LA VIDA?
¿Cuál es el significado de la vida? ¿Verdad que es una pregunta a la que todo el mundo busca respuesta?
Cuando era adolescente, a mis amigos y a mí nos hacía muchísima gracia la Guía del autoestopista galáctico, la serie de novelas de Douglas Adams en las que el protagonista, Arthur Dent, descubre que el significado de la vida está en el «42»: una muestra de cinismo por parte del autor, porque Adams, ateo convencido, creía que la vida no tenía significado. Asignar un número aleatorio a la cuestión era una manera ingeniosa de declararlo. En aquella época, los libros de Adams me divertían porque yo era cristiano y no me los tomaba en serio. De haber pensado realmente que la mejor respuesta al significado de la vida es ese «42», no me habrían parecido tan divertidos, sino deprimentes.
La búsqueda del significado de la vida está relacionada con la búsqueda de nuestros orígenes. El «¿por qué estamos aquí?» va unido al «¿de dónde venimos?». A la gente siempre le han fascinado las genealogías... o, por lo menos, la propia. Recuerdo mi asombro cuando el mayor de mis tíos le pasó a mi familia una copia de la genealogía de los Bergsma elaborada por él mismo: un estrecho rollo de papel de más de un metro de largo en el que nuestros antepasados se iban remontando hasta unos lejanos granjeros y comerciantes holandeses del siglo XVIII con un nombre extraño. Existía incluso algún indicio de que nuestra sangre tenía algo en común con la de la familia real holandesa.
Hoy en día internet dispone de varias páginas que se hacen de oro ayudándote a trazar tu genealogía. ¿Por qué? ¿Por qué le preocupa a la gente quiénes fueron sus antepasados paternos y maternos?
De alguna manera, saber de dónde venimos nos ayuda a descifrar adónde deberíamos ir. Conocer a nuestros antepasados da sentido a nuestra vida aquí y ahora.
Quizá por eso la Biblia dedique tanto espacio a hablarnos de nuestro primer padre, Adán, y de su esposa Eva, nuestra primera madre. La Biblia es sumamente concreta acerca de los motivos por los que fue creado Adán y cuál iba a ser su misión en el universo. Es más: Adán fue y es nuestro modelo. El fin (o el significado) de su vida sigue siendo el fin de la vida de cada uno de nosotros.
Antes de echar una ojeada al fin (o fines) de la vida de Adán, permíteme que me detenga un momento a ofrecerte un esbozo del contexto. Al fin y al cabo, Adán no fue lo que Dios creó primero.
LA SEMANA DE LA CREACIÓN: LA CONSTRUCCIÓN DE UN TEMPLO
Todo el mundo ha oído hablar de los «seis días de la creación» que aparecen en el Génesis. Hoy en día es un tema que suele surgir en los debates entre el «creacionismo» y el «darwinismo»; o cuando la comunidad educativa de ámbito local o estatal tiene que fijar los libros de texto y los estándares de ciencias de las escuelas públicas. Es natural que la gente se pregunte: «¿Esos seis días son literales?»; «¿realmente es tan joven la tierra?»; o «¿cómo encaja ese relato en el Big Bang y la evolución?».
Buenas preguntas. Pero por el momento las dejaremos en suspenso, porque no son las principales preguntas a las que el autor del Génesis quiso dar respuesta. De hecho, lo que el autor inspirado quería era enseñarnos algo acerca del fin para el que Dios creó el mundo antes que nada. La Biblia empieza con una frase sucinta: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1). Y a continuación entra en los detalles del proceso.
El siguiente versículo dice así: «La tierra era caos y vacío, la tiniebla cubría la faz del abismo» (Gn 1, 2). La imagen que se nos ofrece es la de un mundo —o un universo— ya existente, pero aún no concluido, que presenta dos problemas: el «caos» y el «vacío».
El Génesis se escribió en hebreo, y en hebreo las palabras «caos y vacío» forman una expresión graciosa, «tohu wabohu»: dos términos que riman y describen una situación de caos similar a nuestro «patas arriba». Más concretamente, «tohu» significa «amorfo», es decir, «informe» o «sin forma». «Bohu», por su parte, significa «vacío» o «nulo».
Así pues, el cosmos al que Dios llama a la existencia presenta dos problemas: es amorfo y es vacío. Hay que darle forma y llenarlo. Y eso es lo que hace Dios a lo largo de esos seis días.
No es algo que cueste mucho plasmar sobre el papel. Los dibujos nos ayudan a recordar las cosas y a explicárselas a los demás: a tus hijos, en la catequesis o incluso a tu cónyuge (por cierto, si copias los dibujos de este libro, te recomiendo que lo hagas a lápiz para poder borrar, porque a veces las imágenes cambian a medida que las vamos completando).
Para ilustrar los días de la creación, vamos a trazar un rectángulo en vertical y a dividirlo en seis cuadrados. Hazlo bien grande, porque luego dibujaremos dentro de cada cuadrado:
Ahora numera los cuadrados del uno al seis empezando por el inferior izquierdo:
Los cuadrados de la izquierda (casillas 1—3) representan los tres primeros días de la creación, en los que Dios gestiona el «problema» de la ausencia de forma. Dios va a formar y va a dar forma a la creación el primer día, cuando crea la luz y la tiniebla, y llama a la primera «día» y a la segunda «noche».
Es fácil de dibujar. No tienes más que trazar una diagonal en el cuadrado número 1 y colorear la mitad inferior con el lápiz:
Muy bien. Acabas de ilustrar el primer día: la creación de la luz y la tiniebla, del día y la noche. Es la creación del «tiempo», así que escribe la palabra «tiempo» a un lado de la figura:
El segundo día Dios crea las grandes extensiones del espacio: los cielos y las aguas. ...