Erdera
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Gerardo Deniz

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Gerardo Deniz

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Información del libro

Renovador extremo de la dicción hispánica, esforzado labrador de disonancias perfectas, minero capaz de hallar un gesto poético donde no había una veta visible, Deniz presiona la sintaxis de cada verso al extremo de lograr un brinco semántico que resignifica la palabra y que es un volver a empezar.

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Información

Año
2015
ISBN
9786071632715
Categoría
Literatura
Categoría
Poesía

GROSSO MODO

(1988)

Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 1988.

Fosfenos

(SEPTIEMBRE-DICIEMBRE, 1987)
A Aurelio Asiain

ANTECEDENTES

—Futhark! —maldijo alegremente Rúnika, saltando de la mesa al suelo
(y en el calor que dejó de estar sentada,
el mapa de Asia Menor en fiesta
—insolentes jonios, líricos eolios; transverso,
el surco divinal de un Hermo pasmado bajo su cenit donde irradió
desde la tibia custodia del cielo lidio la más bella moneda rosácea y salobre). Pues bien,
yo decidí pacientar hasta el crepúsculo
y entonces lucir mi erudición a la violeta;
no pretendo que me naciese el propósito en cuanto conocí a Rúnika,
pero tampoco tardé casi. Por lo que respecta al estado del tiempo:
a las nubes oscuras que pasan, el sol les levanta por detrás el vestido
en cuyo torno fulge la orla luminosa de una enagua plateada
que por lo visto se compraron y estrenan hoy todas.
La brisa trae desde la parrilla humo y pavesas,
hincha el mantel retenido sólo por una vasija llena de salsa verde
y deberemos agradecer el filete mediocre aunque llegue en el momento más inoportuno.
Al fondo del jardín un túnel de dólmenes musgosos se hunde en el humus;
la zozobra de este día impedirá comer a gusto al aire libre.
Hasta hay quien apuesta que va a llover.

MATINAL

Por la mañana, si te callas, Rúnika,
oirás silbar sobre el fogón ardiente
las lágrimas de la portera neurasténica,
Cecilia, pero la llaman Clío
(la musa de la historia, dicho sea con perdón).
Algo más tarde, si te fijas, Rúnika,
congregados en torno del periódico
estudian en silencio
la foto que salió en primera página:
una fachada anodina y, pintada delante,
la flecha vertical de trazos gordos
que indica por dónde cayó el cuerpo.
La población ha votado que el mundo es plano, Rúnika.
Sólo queda aguantarse.

MITO

A n-us muir glan
don náoi broindig a tá Bran,
is Mag Meall co n-iumat scoth
damsa a carput dá roth.
Muchas estelas cortó Rúnika, muchas,
al surcar en bicicleta el Atlántico norte
describiendo vastas curvas
ante atardeceres interminables,
alejándose hasta ser una efervescencia imprecisa;
estelas dejadas por barcas de piedra navegantes
en las que ascetas ceñudos de Irlanda
buscaban riberas remotas, legendarias o no,
donde consumar austeridades inauditas
o cristianar geirfuglar y, en fin, ganar el cielo.
Pedaleaba Rúnika furiosa entre las aguas del kraken;
le salpicaban la espalda espumarajos dichosos, la nuca le salaban.
Entre el bullicio de su avance se la oía resoplar, escupir con ruido
el agua verde que le entraba en las narices,
renegar contra el frío, el oleaje, el manubrio,
contra el dios Njördhr, en quien creía apenas.
Contra todo. Una sombra corvina en el cielo la distrajo
y, estando en trance de ahogarse,
aquel mar obstinado se puso en pie y en seco
de un soplido gigante la aplacó sobre el muro.

SIGLO NONO

A furore Normannorum libera nos, Domine.
Hechos a la mar de nuevo,
los vikingos encienden hogueras de raspas en el centro de sus naves
y alrededor beben, fuman, practican anfetaminas, ríen soezmente
al leer en voz alta con gran befa
cartas robadas a los pobres monjes de establecimientos sitos en islas santas,
o al contarse unos a otros, exagerando siempre,
qué inscripciones obtusas y confusas dejaron grabadas en las Hébridas,
las Órcadas o cualquier otra pared disponible.
Tal ambiente circundó a Rúnika desde su nacimiento:
vio embarcar a una vikinga beoda
que vociferaría desde el púlpito en Clonmacnoise
(“nuestro partido nunca se equivoca”)
como una especie de Pasionaria madrugona;
aplaudió el saqueo de puertos carolingios
(pero admiró en silencio lo que se contaba de Roberto el Fuerte)
y jugó al infernáculo en Noruega y en sus tremedales
sintiendo un gran vacío en el espíritu,
pues era buena por naturaleza.

AGUASCALIENTES

And in his needy shop a tortoise hung,
An alligator stuff’d, and other skins
Of ill-shap’d fishes…
Desde el jardín de San Marcos
presidí una feria de igual nombre, que fue larga,
colgado de un tobillo entre las frondas,
cabeza abajo,
en ofrenda de mí mismo a mí mismo,
sjálfr sjálfum mér.
Acaso así y allí memoricé tal que cuál runa, no estoy muy seguro;
lo que sí recuerdo
es cómo reconocí a Rúnika, pese a su disfraz autóctono:
silbé que se acercase y le juré que aquello era por ella.
Sonaron los mariachis; la vi nada más mover la boca (respondiendo).
Luego volvió el olvido,
los pajarracos gritaban la noche entera.
Perdido el interés, cerré los ojos (o ya sería uno).
Por fin llegaron las lluvias,
la cuerda se rompió y caí en un s...

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