PRIMERA PARTE
LA ĂTIL INUTILIDAD DE LA LITERATURA
Gavroche, en efecto, estaba en su casa. ÂĄOh, utilidad increĂble de lo inĂștil!
VICTOR HUGO,
Los miserables
1. «QUIEN NO HA NO ES»
En un relato autobiogrĂĄfico, Vincenzo Padulaâun clĂ©rigo revolucionario que viviĂł en un pueblo de Calabria entre 1819 y 1893ârecuerda la primera lecciĂłn de vida aprendida en familia, cuando todavĂa era un joven estudiante. Tras dar una respuesta insatisfactoria a una insidiosa pregunta de su padre («¿CĂłmo es que en el alfabeto de cualquier lengua la A va antes y la E despuĂ©s?»), el seminarista escucha con viva curiosidad la explicaciĂłn que le ofrece su progenitor: «En este mundo miserable el que ha es, y el que no ha no es»;* por eso la letra a precede siempre a la letra e. Pero hay algo mĂĄs: quienes no tienen constituyen «en la sociedad civil» la masa de las consonantes, «porque consuenan con la voz del rico y se conforman a sus actos, y el rico es la vocal, y sin ella no creo que la consonante pueda sonar».
A casi dos siglos de distancia, la imagen de una sociedad dicotĂłmica rĂgidamente diferenciada en amos y siervos, en ricos explotadores y pobres degradados a la condiciĂłn de animales, tal como la habĂa descrito Padula, no corresponde ya, o apenas, al retrato del mundo en el que vivimos. Persiste sin embargo, en formas muy distintas y mĂĄs sofisticadas, una supremacĂa del tener sobre el ser, una dictadura del beneficio y la posesiĂłn que domina cualquier ĂĄmbito del saber y todos nuestros comportamientos cotidianos. El aparentar cuenta mĂĄs que el ser: lo que se muestraâun automĂłvil de lujo o un reloj de marca, un cargo prestigioso o una posiciĂłn de poderâes mucho mĂĄs valioso que la cultura o el grado de instrucciĂłn.
2. ÂĄLOS SABERES SIN BENEFICIOS
SON INĂTILES!
No por azar en las Ășltimas dĂ©cadas a las disciplinas humanĂsticas se las considera inĂștiles, se las margina no sĂłlo en los programas escolares sino sobre todo en los capĂtulos de los presupuestos estatales y en los fondos de las entidades privadas y las fundaciones. ÂżPara quĂ© gastar dinero en un ĂĄmbito condenado a no generar beneficios? ÂżPor quĂ© destinar fondos a saberes que no aportan un rĂĄpido y tangible rendimiento econĂłmico?
En este contexto basado exclusivamente en la necesidad de pesar y medir con arreglo a criterios que privilegian la quantitas, la literatura (pero el mismo discurso, como veremos enseguida, podrĂa valer para otros saberes humanĂsticos, asĂ como para los saberes cientĂficos sin un propĂłsito utilitarista inmediato) puede por el contrario asumir una funciĂłn fundamental, importantĂsima: precisamente el hecho de ser inmune a toda aspiraciĂłn al beneficio podrĂa constituir, por sĂ mismo, una forma de resistencia a los egoĂsmos del presente, un antĂdoto contra la barbarie de lo Ăștil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos mĂĄs Ăntimos. Su existencia misma, en efecto, llama la atenciĂłn sobre la gratuidad y el desinterĂ©s, valores que hoy se consideran contracorriente y pasados de moda.
3. ÂżQUĂ ES EL AGUA?
UNA ANĂCDOTA DE FOSTER WALLACE
Por este motivo al inicio de cada año acadĂ©mico me gusta leer a mis alumnos un pasaje de un discurso pronunciado por David Foster Wallace ante los graduandos del Kenyon College, en Estados Unidos. El escritorâmuerto trĂĄgicamente en 2008, a los cuarenta y seis añosâse dirige el 21 de mayo de 2005 a sus estudiantes refiriendo una breve historia que ilustra de manera magistral el papel y la funciĂłn de la cultura:
HabĂa una vez dos peces jĂłvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mĂĄs viejo que nadaba en direcciĂłn contraria; el pez mĂĄs viejo los saludĂł con la cabeza y les dijo: «Buenos dĂas, chicos. ÂżCĂłmo estĂĄ el agua?». Los dos peces jĂłvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos mirĂł al otro y le dijo: «¿QuĂ© demonios es el agua?».
El mismo autor nos brinda la clave de lectura de su relato:
El sentido inmediato de la historia de los peces no es mĂĄs que el hecho de que las realidades mĂĄs obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que mĂĄs cuesta ver y las mĂĄs difĂciles de explicar.
Como les sucede a los dos peces mĂĄs jĂłvenes, no nos damos cuenta de quĂ© es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanĂsticos, la cultura y la enseñanza constituyen el lĂquido amniĂłtico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crĂtica, tolerancia, solidaridad, bien comĂșn, pueden experimentar un vigoroso desarrollo.
4. LOS PESCADITOS DE ORO
DEL CORONEL BUENDĂA
PermĂtaseme detenerme un momento en una novela que ha hecho soñar a varias generaciones de lectores. Pienso en Cien años de soledad de Gabriel GarcĂa MĂĄrquez. QuizĂĄ sea posible reencontrar en la lĂșcida locura de Aureliano BuendĂa la fecunda inutilidad de la literatura. Encerrado en su taller secreto el coronel revolucionario fabrica pescaditos de oro a cambio de monedas de oro que despuĂ©s se funden para producir de nuevo otros pescaditos. CĂrculo vicioso que no escapa a las crĂticas de Ărsula, a la mirada afectuosa de la madre que se preocupa por el futuro del hijo:
Con su terrible sentido prĂĄctico, ella [Ărsula] no podĂa entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertĂa las monedas de oro en pescaditos, y asĂ sucesivamente, de modo que tenĂa que trabajar cada vez mĂĄs a medida que mĂĄs vendĂa, para satisfacer un cĂrculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a Ă©l no era el negocio sino el trabajo (p. 184).
Por lo demĂĄs, el coronel mismo confiesa que «sus Ășnicos instantes felices, desde la tarde remota en que su padre lo llevĂł a conocer el hielo, habĂan transcurrido en el taller de platerĂa, donde se le iba el tiempo armando pescaditos de oro»:
HabĂa tenido que promover treinta y dos guerrasâsigue aclarando GarcĂa MĂĄrquezâ, y habĂa tenido que violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad (p. 158).
Es probable que el acto creativo que da vida a lo que denominamos literatura se base precisamente en esta simplicidad, motivada tan sĂłlo por un autĂ©ntico gozo y ajena a cualquier aspiraciĂłn al beneficio. Un acto gratuito, exento de finalidad precisa. Capaz de eludir cualquier lĂłgica comercial. InĂștil, por lo tanto, porque no puede ser monetizado. Pero necesario para expresar con su misma existencia un valor alternativo a la supremacĂa de las leyes del mercado y el lucro.
5. DANTE Y PETRARCA: LA LITERATURA
NO DEBE SOMETERSE AL LUCRO
Sobre estos temas, por lo demĂĄs, se habĂan expresado ya con claridad tambiĂ©n algunos padres fundadores de la literatura occidental. Por citar sĂłlo un ilustre ejemplo, Dante condena en el Convite a aquellos pseudo-literatos que no «adquieren las letras para su uso» sino sĂłlo para servirse de ellas con ĂĄnimo de lucro:
Y como reproche de ellos afirmo que no deben ser llamados letrados, porque no adquieren las letras para su uso, sino para ganar dineros o dignidades con ellas; de la misma manera que no debe ser llamado citarista quien tiene la cĂtara en casa para prestarla a cambio de dinero y no para usarla tocando.
Las «...