Principios de la felicidad organizacional
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Principios de la felicidad organizacional

El BIENSER, una revolucionaria metodología para reinterpretar la felicidad

Víctor Manuel Gutiérrez Torres

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Principios de la felicidad organizacional

El BIENSER, una revolucionaria metodología para reinterpretar la felicidad

Víctor Manuel Gutiérrez Torres

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Las organizaciones y el mundo en general, están comenzando a re-conocer que la felicidad no se resumen en "hacer mucho para tener algo"; en este mundo globalizado las cosas parecieran estar mas accesibles para todos, desde un celular de última generación hasta un auto de lujo, sin embargo, la gente esta experimentando una satisfacción efímera haciéndolos sentir al final vulnerables, pues ahora su felicidad depende del "tener" objetos o posiciones sociales, por lo tanto, al pensar que la felicidad viene del reconocimiento de otros, las cosas que puedo poseer, el poder que puedo tener sobre otros o incluso del placer que puedo experimentar, por lo tanto la felicidad se vuelve frágil, pues ahora la felicidad esta "afuera" y no "adentro" de cada persona.

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Informations

Éditeur
Granica
Année
2019
ISBN
9786070089596
1. Epistemología del observador, fundamento de las narrativas humanas
Cuanto más creemos que sabemos, menos reflexionamos. No estoy hablando en contra del saber, sino que estoy hablando del apego que la certidumbre implica, porque si yo sé y miro de nuevo, es maravilloso, porque soy capaz de ver algo que no veía antes.
Humberto Maturana
Si te pidiera que tomaras una hoja y un lápiz y describieras ¿quién eres?, ¿qué harías? En mi experiencia, la gran mayoría de las personas escriben una breve reseña de su vida y muy pocas hacen algo que no tenga que ver con palabras que las describen.
Sin duda hemos encontrado en las palabras la mejor manera para entender y describir el mundo al que pertenecemos, así como las conexiones que establecemos con él.
La primera vez que escuché el término “observador” me imaginé un gran ojo justo detrás y sobre mi cabeza vigilando todo lo que hacía, decía y pensaba; ninguna de mis emociones quedaba oculta a su penetrante mirada; de modo que sentirme observado no fue precisamente una experiencia cómoda.
Pero poco a poco me fui reconciliando con ese gran “ojo” hasta que logré quitarle la connotación negativa y comencé a experimentar un estado de conciencia particular a través del cual era capaz de darme cuenta de lo que sucedía en mí y a mi alrededor.
A medida que me fui familiarizando con esta experiencia y con el concepto positivo de “observador”, se fue modificando la perspectiva que tenía de mí mismo. Comencé a encontrar cierta coherencia entre lo que veía como bueno y malo, entre lo que me gustaba y desagradaba, entre mis miedos y mis fortalezas, y entre lo que pensaba como posible e imposible. Es decir, me percaté de que aquello que yo aceptaba como verdad, afectaba mi manera de ser, de percibir e incluso mi manera de relacionarme. Para ser honesto, poder observar “mi verdad” me producía esa sensación parecida a que me quitaran el piso, convirtiendo entonces la certeza en incertidumbre, experimentando un desazón interior a consecuencia de esta nueva manera de observar.
Así fue como poco a poco integré esta nueva mirada, que en lo general se caracterizó por darme la sensación de estar estrenando un par de ojos ante mi vida, mis circunstancias, la gente con la que vivía, la cultura en la que crecí y me desarrollé, así como ante la manera en que buscaba que mis sueños se cumplieran.
Por lo tanto, la influencia del tema del observador en mi vida no fue menor; de hecho marcó un nuevo sitio desde donde fui capaz de observarme e interpretar mis relaciones, mis aspiraciones, es decir, mi vida en su totalidad.
Fue como despertar de un sueño profundo. Porque mientras no se sabe que uno está dentro del sueño, todo parece real (el peligro, lo mismo que el placer); sin embargo, estar consciente de que uno está soñando, permite ser menos vulnerable a los efectos de la experiencia onírica. De igual manera, redescubrir el concepto de “observador”, al cual le agregué técnicas de mindfulness y sistemas de atención, me permitió integrarme a mi “realidad” desde una perspectiva caracterizada por las infinitas posibilidades de ser, hacer y trascender.
a) La importancia del observador
Desde el inicio de los tiempos, nos hemos enfrentado en cierta etapa de nuestra vida a preguntas existenciales como: ¿quién soy?, ¿cuál es el verdadero propósito de mi vida? Y en otras tantas ocasiones nos hemos cuestionado también: ¿por qué tenemos la vida que tenemos?
Todas estas preguntas han sido abordadas desde la filosofía, la psicología, la biología, la astronomía y un sinfín de perspectivas más que buscan ayudarnos a responder tales incógnitas. Aunque ninguna de ellas ofrece la verdad absoluta, me parece que todas y cada una contribuyen a armar el rompecabezas que parece dibujar la incógnita de quiénes somos en realidad.
De este modo, podemos reflexionar en lo siguiente: la vida —al menos sobre la base de nuestras historias personales—, está compuesta por nuestro pasado (cultura e historia), nuestro presente (qué hacemos, dónde y con quién vivimos) y nuestro futuro (nuestras aspiraciones y metas personales y colectivas). E invariablemente, los sucesos más significativos se distinguen por dos características fundamentales: la interpretación del evento y su carga emocional. No solemos recordar lo que sentimos al tomar un rutinario café o al lavarnos los dientes; más bien acostumbramos recordar aquellos sucesos con una fuerte carga emocional que de alguna o muchas maneras fueron capaces de alterar sustancialmente la manera que teníamos de interpretar nuestro presente, pasado o futuro, así como la posibilidad de redefinirnos o reinventarnos.
Cuando era niño, recuerdo que mi madre evitaba que mi hermano y yo no nos mojáramos cuando llovía, pues podíamos enfermar. Muchos años de mi vida creí que mojarnos era igual a enfermarnos. Sin embargo, una tarde mientras jugábamos futbol, comenzó a caer tal aguacero que era imposible ver con claridad la portería contraria; el balón no corría, más bien parecía flotar en una inmensa alberca en donde las gotas brincaban como granos de maíz reventando al convertirse en palomitas de maiz. Todos los niños jugábamos felices con el balón sin importar si anotábamos o no, lo importante era sentir el placer de correr bajo la intensa lluvia que removía, además de las manchas de nuestra ropa, nuestros miedos y viejas creencias como aquella de poder enfermarnos. Eso no importaba en absoluto, la diversión era tal, que nada importaba más que jugar bajo la lluvia.
Ese día descubrimos que mojarnos bajo la lluvia era supremamente divertido, y que no nos enfermaríamos por jugar, gozar y reír (de hecho, nada mejor que mojarse bajo la lluvia, y si la lluvia era intensa, mucho mejor).
Son nuestros estados emocionales los que determinan las experiencias que llamamos significativas, frente a las que llamamos convencionales. Evidentemente algunas nos marcan de manera positiva y otras de manera negativa, pero no existe un evento que sea por naturaleza “negativo” o por naturaleza “positivo”, pues además de la fuerte carga emocional, para que un hecho nos deje huella, requiere de una poderosa interpretación.
Nuestros estados emocionales son como lentes de colores que nos hacen percibir la vida de acuerdo con los filtros. Por ejemplo, contemplar un atardecer al lado de la persona amada no produce el mismo recuerdo a la percepción que dejaría mirarlo luego de haber terminado esa relación sentimental.
Por eso a la realidad no siempre la miramos como realmente es, aun cuando afirmemos que existe como la percibimos. Entonces: si todo lo que veo está tamizado por mis interpretaciones y emociones, ¿qué es la realidad?
Cuando en México vivimos el terremoto de 1985, en medio del gran caos y dolor, también experimentamos una extraordinaria solidaridad. No sólo sufrimos la muerte de muchas personas y la pérdida de miles de hogares, sino que también descubrimos una espontánea solidaridad, entrega y compromiso incondicional de unos con otros. Es decir: mientras que por un lado aquello fue un desastre, por el otro vivimos el milagro de la unidad y solidaridad humana. Dos enfoques, dos realidades de entre miles de historias. ¿Cuál es el verdadero? No lo sé; lo que sé es que desde esa perspectiva viví el terremoto de 1985.
Para el doctor Deepak Chopra, en su libro Sincrodestino (1), existen dos ámbitos básicos de la existencia: el ámbito de lo físico y el ámbito de lo cuántico.
El ámbito de lo físico se refiere a todo lo que es visible para los sentidos y que llamamos mundo real, el cual está sujeto a las leyes elementales de la física clásica. Es de hecho esta comprensión del mundo material la que nos hace tener lo que llamamos “sentido común”.
Por otro lado, el ámbito de...

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