Prisioneros de nuestros pensamientos
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Prisioneros de nuestros pensamientos

Los principios de Viktor E. Frankl para descubrir el sentido en la vida y en el trabajo

Alex Pattakos, Elaine Dundon

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Los principios de Viktor E. Frankl para descubrir el sentido en la vida y en el trabajo

Alex Pattakos, Elaine Dundon

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SIETE PRINCIPIOS PARA HALLAR EL SENTIDO EN LA VIDA Y EN EL TRABAJOEl hombre en busca de sentido, del psiquiatra de renombre mundial Viktor E. Frankl, es uno de los libros más importantes de la era moderna. La extraordinaria historia personal de Frankl, marcada por la búsqueda de sentido en medio de los horrores de los campos de concentración nazis, ha inspirado a millones de personas. Frankl demostró vívidamente que siempre tenemos la libertad última para elegir nuestra actitud: no tenemos por qué ser prisioneros de nuestros pensamientos.El doctor Alex Pattakos, a quien Frankl instó a escribirPrisioneros de nuestros pensamientos, y Elaine Dundon, un referente intelectual en la innovación personal y organizacional, nos muestran cómo la sabiduría de Frankl puede ayudar a los lectores a encontrar el sentido en cada momento de su vida. Inspirándose en toda la obra de Frankl, identifican siete "principios básicos" y demuestran cómo pueden aplicarse en la vida cotidiana y en el trabajo. Esta tercera edición revisada y ampliada incluye nuevas historias, ejercicios, aplicaciones e ideas del trabajo pionero de los autores en MEANINGology® (SENTIDOlogía).************"En esta edición recientemente revisada, Alex Pattakos y Elaine Dundon no solo hacen honor al legado de Viktor E. Frankl, sino que lo difunden presentando su obra a una nueva generación de lectores en busca de una vida más provista de sentido." Arianna Huffington, autora de La revolución del sueño (Plataforma Editorial, 2016) y cofundadora de The Huffington Post Media Group"Conforme leas este libro, te reto a que experimentes la libertad de elegir tu propia actitud, a que ejerzas tu voluntad de sentido [...]." Del prólogo de Stephen R. Covey

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Information

Publisher
Plataforma
Year
2018
ISBN
9788417376611

1. La vida no solo nos sucede

«En última instancia, el hombre no debería preguntarse cuál es el sentido de su vida, sino comprender que es él el interrogado. En una palabra, cada hombre es interrogado por la vida; y solo puede responder a la vida respondiendo de su propia vida; únicamente puede responderle a la vida siendo responsable.»1 (V. Frankl)
Diríase que yo (Alex) he conocido a Viktor Frankl durante la mayor parte de mi vida. Mi primer contacto con su obra se remonta a finales de la década de 1960, cuando leí su libro clásico Man’s Search for Meaning (El hombre en busca de sentido). Durante mi servicio activo en el Ejército estadounidense, recibí formación profesional en el Hospital Militar Brooke, hoy llamado Centro Médico Militar Brooke, en Fort Sam Houston, en San Antonio, Texas, como especialista en trabajo social y psicología. Además de la oportunidad de trabajar codo con codo con algunos de los mejores profesionales de la salud mental en ese campo, esta excepcional experiencia formativa alimentó mi pasión por el estudio de diversas escuelas de pensamiento y práctica de psiquiatría y psicología. La obra de Frankl en particular ejerció una enorme influencia sobre mí por aquel entonces y acabó convirtiéndose en una parte integral de mi vida, tanto personal como profesional.
A lo largo de los años, he tenido numerosas oportunidades de aplicar las enseñanzas de Frankl a mi vida y a mi trabajo. En efecto, he probado sobre el terreno la validez y la fiabilidad de sus principios y técnicas fundamentales, a menudo en comparación con escuelas de pensamiento rivales y en situaciones que ponían a prueba los límites de mi resiliencia personal. No tardé mucho en percatarme de la eficacia de su filosofía y de su enfoque, y me convertí en un practicante de facto de la logoterapia mucho antes de que surgiese en mi mente la idea de este libro. Muchos momentos decisivos de mi vida, incluidas situaciones que afectaban a mi trabajo, podrían describirse fácilmente como turbulentos y desafiantes. Esos momentos vitales formidables y decisivos, aunque con frecuencia duraban mucho más de un momento, requerían una buena dosis de examen de conciencia en busca de respuestas. Recuerdo lo auténticamente desequilibrado —y, sí, incluso perdido— que me sentía en esos momentos cruciales. Muchos años atrás había aprendido de Thomas Moore, psicoterapeuta y autor del superventas Care of the Soul,b que nuestros momentos más conmovedores son aquellos en los que nos hallamos desequilibrados en lugar de equilibrados. Y era especialmente durante esos momentos de desequilibrio centrados en el sentido cuando me descubría a mí mismo poniendo en práctica la filosofía y el enfoque de Frankl.
Estaba particularmente desequilibrado a comienzos de mi veintena, tras graduarme en la universidad. Me estaba planteando la posibilidad de estudiar Derecho después de hacer el servicio militar. Mi padre, que era ingeniero, tenía previsto que un día trabajase para él como abogado especializado en derecho contractual. Con su ayuda y a instancias suyas, acepté un empleo para una gran empresa de ingeniería y construcción en Nueva Jersey. Sin embargo, no me veía a mí mismo como abogado corporativo. Impulsado por mi servicio activo en el Ejército estadounidense durante la época de Vietnam, solo me interesaba el derecho en la medida en que pudiera utilizarlo como un instrumento al servicio de las políticas y los cambios sociales. Esta perspectiva no presagiaba nada bueno para mi relación con mi padre ni con mi empleador.
Aunque me sentía atrapado, la obra de Frankl me recordó que mi forma de reaccionar ante la situación era responsabilidad mía. Sabía que tenía que mantener una actitud resiliente y positiva y que esta experiencia —una suerte de dilema existencial— me estaba brindando en realidad una oportunidad para clarificar y confirmar mis valores acerca del tipo de trabajo que deseaba hacer y no hacer. Esto implicaba dejar mi empleo relativamente seguro y, lo que era más duro aún, plantar cara a mi padre y entablar muchas discusiones acaloradas con él para poder declarar el camino que quería seguir. No obstante, a partir de esta experiencia personal y estresante, aprendí que el riesgo y el esfuerzo merecen la pena. Mi forma de afrontar esta difícil situación aumentó mi resiliencia personal para abordar otros retos con los que me he encontrado a lo largo de mi vida.
«Cabe decir que los instintos se transmiten mediante los genes y los valores se transmiten mediante las tradiciones, pero los sentidos, al ser únicos, son una cuestión de descubrimiento personal.»2 (V. Frankl)
Yo (Elaine) también me he enfrentado a muchas situaciones en las que me he sentido desequilibrada o, en ciertos casos, me sentía equilibrada pero creía que el resto del mundo no lo estaba. Un día, hace años, cuando yo tenía doce y estaba haciendo de canguro para la mujer que vivía al otro lado de la calle, esta se volvió hacia mí y me dijo: «Tu madre está viviendo un auténtico suplicio». La expresión de mi rostro debió de revelar confusión, pues ella añadió: «¡Oh, no! Tú no lo sabes». Estaba en lo cierto, no lo sabía. Yo no sabía que a mi madre le habían diagnosticado un cáncer de mama y que el pronóstico no era bueno. La supervivencia era rara por aquel entonces, sin los tratamientos médicos ni el apoyo psicológico de los que hoy por fortuna disponemos. Mis padres habían decidido no contárselo a ninguno de sus hijos, supongo que en un esfuerzo por protegernos de las malas noticias. En retrospectiva, me di cuenta de que puede que ellos tampoco supieran cómo reaccionar y necesitaran tiempo para afrontar sus propios temores. Sin embargo, su decisión de no hablar de la enfermedad no hacía sino acrecentar mi temor y mi sensación de soledad, pues no tenía a nadie con quien hablar de la situación.
De algún modo, todos nosotros pasamos la tormenta. Mi madre sobrevivió otros catorce años debido a su actitud positiva, sabedora de que necesitaba seguir viviendo para guiar a sus cuatro hijos. Practicó los principios de Frankl, especialmente los de la derreflexión (desplazando el foco de su enfermedad hacia cosas más importantes, como sus hijos) y el autodistanciamiento (contemplándose a sí misma desde una cierta distancia con un sentido de la perspectiva, incluido el mantenimiento de su sentido del humor). La recuerdo leyendo El hombre en busca de sentido, de Frankl, mientras yacía enferma en la cama. Recuerdo que un día le dije con lágrimas en los ojos: «No quiero que te mueras». Ella me tomó la mano y dijo bromeando: «Pero imagínate que nadie muriese jamás. Imagínate a la gente yendo por el mundo con quinientos o incluso con mil años. ¡Sería un mundo la mar de extraño!». A su manera, mi madre me estaba aleccionando acerca del viaje de la vida. Su coraje, su amor y su sabiduría me guiaron en efecto para poner en perspectiva los desafíos y para descubrir el sentido en cualquier situación, por trágica que fuera.
«Estoy convencido de que, en última instancia, no existe ninguna situación que no contenga en su seno el germen de un sentido.»3 (V. Frankl)
El pensamiento de Frankl ha influido profundamente en nuestras vidas, incluidas nuestras situaciones laborales, a lo largo de los años. Este libro es fruto de nuestras investigaciones sobre las enseñanzas de Frankl, incluido su estímulo personal, así como de la combinación de nuestras experiencias de aplicación de estas enseñanzas en la vida cotidiana y en el trabajo, tanto para nosotros mismos como para otras personas.
En el capítulo 2 exploramos la trayectoria vital de Viktor Frankl. Como psiquiatra que sufrió la reclusión en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, Frankl descubrió el sentido a pesar de —y debido a— todo el sufrimiento que lo rodeaba. El trabajo de su vida desembocó en el enfoque terapéutico denominado logoterapia, que sembró el terreno para nuestro descubrimiento del sentido como fundamento de nuestra existencia. No obstante, Frankl se apresuró a afirmar que el sufrimiento traumático no es un prerrequisito para hallar sentido en nuestras vidas. Con ello quería decir que cada vez que sufrimos —independientemente de la gravedad de nuestro sufrimiento— poseemos la capacidad de encontrar sentido en la situación. También tenemos la capacidad de encontrar sentido en los buenos tiempos. Decidir encontrar el sentido, bajo cualquier circunstancia, constituye la senda hacia una vida significativa. Como mentor y como autor, y como creador de la logoterapia, Frankl ejerció un profundo impacto sobre muchas personas a lo largo de su vida. Sus enseñanzas continúan orientando e influyendo en la actualidad a personas del mundo entero.
Aunque Frankl produjo un voluminoso conjunto de obras, no sintetizó sus doctrinas en una lista de siete principios básicos. Nosotros hemos desarrollado los siete principios que mejor describen sus enseñanzas. A lo largo de este libro, exploramos uno a uno dichos principios, que son los siguientes:
PRINCIPIO 1. Ejerce la libertad de elegir tu actitud (capítulo 3)
Todos somos libres de elegir nuestra actitud hacia todo lo que nos sucede. Frankl nos ofrece la mejor descripción de este principio en su célebre cita de su libro El hombre en busca de sentido: «A un hombre se le puede arrebatar todo, salvo […] la última de las libertades humanas: la libertad de elegir su actitud en un conjunto dado de circunstancias, de escoger su camino».4
PRINCIPIO 2. Realiza tu voluntad de sentido (capítulo 4)
La logoterapia, según Frankl, «considera al hombre un ser cuya preocupación principal consiste en consumar un sentido y en hacer realidad los valores, más que en la mera gratificación y satisfacción de impulsos e instintos».5 En lugar de limitarnos a efectuar tareas para recibir recompensas tales como dinero, influencia, estatus o prestigio, podemos hacer realidad nuestra voluntad de un sentido más profundo estableciendo un compromiso consciente y auténtico con valores y objetivos significativos.
PRINCIPIO 3. Detecta el sentido de los momentos vitales (capítulo 5)
El sentido se nos revela en la vida cotidiana y en el trabajo, en todos los momentos vitales. La presunción fundamental es que solo como individuos podemos responder de nuestra propia vida, detectando en ella el sentido de cada momento y tejiendo el tapiz exclusivo de nuestra existencia.
PRINCIPIO 4. No trabajes en contra de ti mismo (capítulo 6)
A veces, nuestros deseos e intenciones más fervientes se ven frustrados por nuestra obsesión con los resultados.
Frankl designa esta forma de autosabotaje como hiperintención. En ciertos casos, en realidad obtenemos unos resultados exactamente opuestos a los esperados, lo cual se denomina intención paradójica. Podemos aprender a ver cómo estamos trabajando en contra de nosotros mismos y centrarnos en cambio en la creación de las condiciones que deseamos tener en nuestra vida y en nuestro trabajo.
PRINCIPIO 5. Obsérvate desde la distancia (capítulo 7)
Frankl observaba: «Solo el hombre posee la capacidad de distanciarse de sí mismo. De contemplarse a sí mismo con una cierta perspectiva o distancia».6 Esta noción de autodistanciamiento puede ayudarnos a relajarnos y no preocuparnos por pequeñeces. Esta capacidad incluye el rasgo exclusivamente humano conocido como sentido del humor. Frankl advertía que «ningún animal es capaz de reírse, y mucho menos de reírse de sí mismo».7 Podemos aprender a contemplarnos desde la distancia para mejorar nuestra comprensión y ganar perspectiva, ¡incluida la capacidad de reírnos de nosotros mismos!
PRINCIPIO 6. Desplaza tu foco de atención (capítulo 8)
Cuando Viktor Frankl estaba preso en los campos de concentración nazis, para hacer frente al estrés, el sufrimiento y los conflictos, aprendió a desplazar su atención de la situación dolorosa a otras circunstancias más atractivas. Podemos aprender a desplazar nuestro foco de atención en consecuencia cuando nos enfrentemos a situaciones difíciles.
PRINCIPIO 7. Extiéndete más allá de ti mismo (capítulo 9)
Frankl escribió: «El amor es el objetivo último y más elevado al que el hombre puede aspirar […] La salvación del hombre acontece mediante el amor y en el amor».8 Yendo más allá de nosotros mismos, conectando con los demás y siéndoles útiles, en cualquier situación o a cualquier escala, es donde puede consumarse nuestro sentido más profundo. La autotrascendencia, al relacionarnos con algo mayor que nosotros mismos y al dirigirnos hacia ello, ofrece un camino hacia el sentido último.
Estos siete principios básicos apuntalan el mensaje fundamental de Frankl de que siempre disponemos de la capacidad de responder a cualquier cosa que se nos presente en la vida ejerciendo nuestra facultad de hallar sentido. La vida no solo nos sucede; somos responsables de nuestra propia vida, y de nosotros depende encontrar activamente el sentido en nuestra vida, como Frankl fue capaz de hacer incluso en los campos de exterminio nazis. No podemos ser víctimas, no...

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