Libros contra el aburrimiento
eBook - ePub

Libros contra el aburrimiento

Luis Alberto de Cuenca, Luis Miguel Suárez, Luis Miguel Suárez

Share book
  1. 720 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (mobile friendly)
  4. Available on iOS & Android
eBook - ePub

Libros contra el aburrimiento

Luis Alberto de Cuenca, Luis Miguel Suárez, Luis Miguel Suárez

Book details
Book preview
Table of contents
Citations

About This Book

Durante las últimas décadas, Luis Alberto de Cuenca ha colaborado asiduamente como columnista y crítico literario del diario ABC. Juramentado contra el aburrimiento, sus gustos literarios saltan del clasicismo a lo popular: Homero y Virgilio caminan de la mano con el Príncipe Valiente y Shakespeare acude del brazo de Tarzán a ver la última película de Quentin Tarantino. Esa pasión por lo que otros han dado despectivamente en denominar literatura "de género" caracteriza una visión del mundo moderna y divertida, donde se invita al lector, a recorrer sendas que a él le han fascinado previamente.

Frequently asked questions

How do I cancel my subscription?
Simply head over to the account section in settings and click on “Cancel Subscription” - it’s as simple as that. After you cancel, your membership will stay active for the remainder of the time you’ve paid for. Learn more here.
Can/how do I download books?
At the moment all of our mobile-responsive ePub books are available to download via the app. Most of our PDFs are also available to download and we're working on making the final remaining ones downloadable now. Learn more here.
What is the difference between the pricing plans?
Both plans give you full access to the library and all of Perlego’s features. The only differences are the price and subscription period: With the annual plan you’ll save around 30% compared to 12 months on the monthly plan.
What is Perlego?
We are an online textbook subscription service, where you can get access to an entire online library for less than the price of a single book per month. With over 1 million books across 1000+ topics, we’ve got you covered! Learn more here.
Do you support text-to-speech?
Look out for the read-aloud symbol on your next book to see if you can listen to it. The read-aloud tool reads text aloud for you, highlighting the text as it is being read. You can pause it, speed it up and slow it down. Learn more here.
Is Libros contra el aburrimiento an online PDF/ePUB?
Yes, you can access Libros contra el aburrimiento by Luis Alberto de Cuenca, Luis Miguel Suárez, Luis Miguel Suárez in PDF and/or ePUB format, as well as other popular books in Littérature & Critique littéraire. We have over one million books available in our catalogue for you to explore.

Information

Year
2011
ISBN
9788493921200

VI. Del Romanticismo a Foxá

El loco encanto de la fantasía

BUÑUEL, NO SIN SU DOSIS DE SARCASMO, le atribuyó a la burguesía en una de sus últimas películas un encanto discreto. Al fin y al cabo, desde 1789 todo lo que vale la pena ha procedido de esa clase social, y a Buñuel, que tampoco era comunista, no podía pasársele por alto ese detalle. La fantasía, en cambio, no se deja encerrar en una determinada época, ni comienza a reinar a partir de un momento dado. Nace cuando el hombre echó a andar en posición erguida, con unas dimensiones cerebrales inéditas hasta entonces y un sistema fisiológico suficiente para desarrollar la posibilidad del lenguaje. Borges ha identificado más de una vez la literatura en general con la literatura fantástica (pese a que ésta, en un principio, parecería un simple subgénero de aquélla). Y no le faltaban argumentos. Sin imaginación —y la fantasía no es otra cosa que la imaginación en armas— no existiría la escritura literaria. Tan fantásticos son Don Quijote o Fabricio del Dongo como Corum Jhaelen Irsei, el príncipe de la túnica escarlata de las trilogías de Moorcock. Pero no cabe duda de que, por mucho que podamos tildar de fantástica a toda la literatura, desde el Génesis bíblico a la última novela de Pérez-Reverte, lo fantastique reside en unas obras con más insistencia y continuidad que en otras, en la medida en que la fantasía, o sea, “la facultad de la mente de representarse cosas inexistentes o alejadas de la realidad”, impere en ellas con un mayor o un menor grado de absolutismo.
Sir Walter Scott, en alguna parte de su peregrino Ensayo sobre el uso de lo maravilloso en las novelas o romances (manejo una añeja traducción castellana de 1830), escribe: “Hay momentos en que la imaginación se extravía a pesar de la vigilancia de la razón, en que la realidad parece una sombra y las sombras parecen cuerpos, en que la barrera inmensa que separa la verdad de la ficción parece estar derribada, como si los ojos del alma pudiesen penetrar más allá de los límites del mundo. Yo prefiero este delirio, estas ilusiones de la imaginación errante por los espacios de la fantasía, a todas las tediosas y tristes realidades de la existencia.” No deja de ser pintoresco que sea el padre de la novela histórica moderna quien se exprese en estos términos. Lo que no choca nada, en cambio, es que uno de los maestros indiscutibles de la literatura fantástica stricto sensu, ni más ni menos que H. P. Lovecraft (cuyas obras, por cierto, no aparecen en la lista de autoridades del Oxford English Dictionary), escriba lo siguiente en sus Suggestions for Weird Story Writing: “Siempre existirán personas que alimenten una enorme curiosidad por el desconocido espacio exterior y un ardiente deseo por escapar de la prisión de lo conocido y lo real, para vagar por regiones encantadas llenas de fantásticas posibilidades que sólo los sueños son capaces de concretar: bosques arcaicos, torres maravillosas, llameantes crepúsculos.” Creo que estas dos citas nos han llevado por sí solas al mismísimo corazón de la fantasía literaria.
El propio Lovecraft esbozó una mínima pero interesantísima historia de la literatura fantástica en su librito Supernatural Horror in Literature, vertido al castellano por Francisco Torres Oliver (Alianza Editorial). Y Jean-Luc Steinmetz dedicó al tema un pequeño gran libro titulado La littérature fantastique (colección “Que sais-je?”, 1990). Por no hablar de teóricos como Roger Caillois, Pierre-Georges Castex, Tzvetan Todorov, Irène Bessière, Marcel Schneider o Louis Vax, imprescindibles a la hora de fijar conceptualmente el ámbito de lo fantástico en literatura. Ni de un irreverente ensayo de Rosemary Jackson, titulado en su traducción castellana Fantasy: literatura y subversión (Buenos Aires, 1986), que tengo ahora sobre la mesa. Con esos y otros muchos mimbres se ha fabricado el cesto teórico de la literatura fantástica, un cesto que, como la bolsa de Fortunato que aparece en el Peter Schlemihl de Chamisso, amenaza con no vaciarse nunca, a juzgar por el interés crítico que ha venido suscitando el asunto en los últimos cuarenta años.
¿En qué consiste el loco encanto de las letras fantásticas? Decía Francisco de Goya, en uno de sus Caprichos, que el sueño de la razón producía monstruos. De eso estamos seguros. Pero algunos —cada vez somos más, lo que resulta provechoso para las editoriales especializadas en el género fantástico— también estamos seguros de que necesitamos a esos monstruos a nuestro lado para que la pesadilla de la realidad no acabe sepultándonos en la infame tumba del adocenamiento cotidiano. Necesitamos a Lord Walpole y a su séquito gótico en la Inglaterra prerromántica: Mrs. Radcliffe, Miss Reeve, M. G. Lewis, Beckford y Maturin. Necesitamos, siempre dentro de la literatura anglosajona, a autores como Coleridge, E. A. Poe, Algernon Blackwood, Arthur Machen, H. P. Lovecraft, Henry James, M. R. James, Stevenson, Walter de la Mare, Sheridan Le Fanu, Kipling, Lord Dunsany, Shiel, Tolkien, C. S. Lewis, Mervyn Peake o Michael Moorcock. Necesitamos, dentro de la literatura alemana, a autores como Hoffmann, Novalis, Brentano, Achim von Arnim, Adelbert von Chamisso, Tieck, Kubin, Meyrink, Ewers o Storm, sin olvidar a Kafka ni a Ende. Necesitamos, en las letras francesas, a gente como Jacques Cazotte, Nerval, Nodier, Mérimée, Gautier, el gran Villiers de l’Isle-Adam, Maupassant o Jean Ray. A italianos como Calvino, Savinio y Buzzati, a españoles como Bécquer y Pedro Antonio de Alarcón, a hispanoamericanos como Borges, Bioy Casares y Cortázar, a latinos como Solino, Petronio y Apuleyo, a griegos como Flegonte de Tralles, a tantos otros nombres propios que ahora no acuden a mi mente. Al conde polaco Jan Potocki, autor de ese libro de libros que es Manuscrit trouvé à Saragosse, biblia fantástica por excelencia, honra y prez de las letras francesas de su tiempo y de todos los tiempos, manantial de perenne y loco encanto con que la fantasía nos rescata de la razón que nos encadena. No hay que olvidar, con Shakespeare, que “estamos tejidos con la misma tela que los sueños” y que “nuestra corta vida se cierra con un sueño”.
17 de diciembre de 2005

Criaturas artificiales

EDITORIAL IMPEDIMENTA O ENRIQUE REDEL, que viene a ser lo mismo, estrena colección. Se llama “El Panteón Portátil de Impedimenta”, tiene un diseño gráfico —como era de esperar— muy elegante y se inicia con una antología de textos sobre autómatas llevada a cabo por Marta Peirano y cuidada, con estupendas introducciones parciales a cada una de las cuatro partes del libro, por ella misma y por Sonia Bueno Gómez-Tejedor. El plan de la obra no puede ser más sugestivo, y ello a pesar de que el tiernísimo monstruo del Dr. Frankenstein, sin duda el androide más famoso de las letras universales, no aparece en el libro (a no dudar, porque abundan las ediciones de Frankenstein en el mercado). Recuerden el apodo que da Mary W. Shelley al creador de su androide: El moderno Prometeo. Ya saben ustedes que el titán Prometeo se hizo célebre por crear a los hombres, modelándolos con arcilla, y por robar el fuego de los dioses para entregárselo a lo mortales. El Dr. Frankenstein era, en el sentir de su inventora, una especie de Prometeo que iba a dar paso, por el procedimiento de juntar desperdicios de cadáveres y electromagnetismo en abundancia, a una nueva generación de seres humanos (o algo por el estilo). Pues bien, la hiperromántica y postgótica novela de M. W. Shelley tuvo sus antecedentes y sus consecuentes. Prácticamente todos los que valen la pena constan en este delicioso florilegio de Impedimenta.
El pistoletazo de salida lo constituyen unos extractos del Tratado del Hombre de Descartes, que, junto con la voz “Androide” de la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert, la Relación sobre el mecanismo de un autómata de Vaucanson y unos fragmentos de El Hombre Máquina del materialista epicúreo Julien de la Mettrie, conforman la primera parte del libro, titulada “Las máquinas filosóficas”. La segunda parte está centrada en la figura del Turco, famosísimo autómata de madera tallada, tocado con turbante y vestido a la oriental, que había construido el artesano húngaro Wolfgang von Kempelen para entretener a la emperatriz austríaca María Teresa, pues el tal Turco jugaba al ajedrez de modo magistral y no había rival que lograra ganarle en el tablero. Los textos relacionados con el Turco los firman Walter Benjamin, Edgar Allan Poe y Ambrose Bierce; también se rememora, en párrafos inolvidables (páginas 123-126), la partida jugada por el autómata frente a Napoleón, con la imagen del tablero y de las piezas en la posición del jaque mate.
En la tercera parte comparece ni más ni menos que uno de los fundadores de las letras fantásticas europeas, el alemán —nacido en Königsberg, en la Prusia Oriental, hoy territorio ruso (mal que nos pese)— E. T. A. Hoffmann, ofreciéndose íntegro su cuento El hombre de la arena, protagonizado por Olimpia, la irresistible muñeca autómata. Junto a él, Sigmund Freud, de quien se presentan extractos de su fundamental ensayo Das Unheimliche, aquí traducido como Lo siniestro; el gran Villiers de l’Isle-Adam, con una selección de su novela La Eva futura, sobre la que tanto y tan bueno ha escrito Alicia Mariño, y la inefable Thea von Harbou, ferviente nazi y autora de Metrópolis, ficción que aparece aquí hábilmente extractada y sobre la que Fritz Lang, marido de Thea, realizó una de las mejores películas de la historia del cine.
La cuarta y última parte va de robots, con lo que no podía faltar el checo Karel Capek, que fue el primero en utilizar la palabra “robot” en su obra teatral R. U. R., de la que se ofrece, parcialmente, el acto I. Acompañan a Capek el autor de Erewhon, Samuel Butler (“Darwin entre las máquinas”), Isaac Asimov (“Las Tres Leyes de la Robótica”), el lógico, matemático y criptógrafo inglés A. M. Turing (“¿Puede pensar una máquina?”) y el estadounidense, nacido en Wisconsin en 1944, Vernor Vinge (“La Singularidad”). Permítanme que reproduzca un par de frases de este último trabajo: “Estamos en vísperas de un cambio comparable al surgimiento de la vida humana en la Tierra. La causa concreta de este cambio es la inminente creación, mediante la tecnología, de entidades con una inteligencia superior a la humana.” ¡Ahí queda eso!
El rival de Prometeo es más que una mera antología sobre autómatas: representa y asume una reflexión colectiva sobre criaturas artificiales que constituye una aportación de enorme interés a un tema tan atractivo. Felicito de corazón a sus autoras por tan valioso trabajo. Estoy convencido de que al mismísimo Dr. Frankenstein también le hubiese gustado mucho este libro, aun a pesar de que su androide no figure en sus páginas.
El rival de Prometeo. Vidas de autómatas ilustres.
Edición de Sonia Bueno y Marta Peirano.
Introducción de Patrick J. Gyger.
Madrid, Impedimenta, 2009.

Los hermanos Moor

SI FRIEDRICH VON SCHILLER (1759-1805) no hubiese escrito una línea, probablemente nunca habría sido amigo de Goethe, y entonces éste jamás hubiera dicho, a su muerte temprana a los cuarenta y cinco años de edad, aquello de que había perdido a un amigo y, con él, la mitad de su alma. Si Horacio no hubiese llamado a Virgilio animae dimidium meae en una de sus odas, a Goethe no se le habría ocurrido llamar al fallecido Schiller die Hälfte seines Daseins. Pero Schiller sí escribió muchas líneas, y Horacio sí utilizó esa fórmula tan hiperbólica para aludir al autor de la Eneida, de modo que mis what if? no pasan de ser una broma literaria para iniciados, ahora que contamos con una nueva traducción castellana de una de las piezas dramáticas más hermosas y mejor construidas de la historia del teatro europeo.
Me refiero, cómo no, a Die Räuber, un drama publicado por primera vez anónimamente en 1781, pero adscrito a partir de las siguientes impresiones a un jovencísimo Federico Schiller. Éste había empezado a trabajar en Los bandidos cuando tenía diecisiete años, a raíz de la lectura de un breve relato de Christian Friedrich Daniel Schubart titulado Zur Geschichte des menschlichen Herzens (Sobre la historia del corazón humano) y en plena efervescencia del Sturm und Drang, movimiento prerromántico que, partiendo del título de una obra teatral de Friedrich Maximilian Klinger aparecida en 1776 (“Tempestad y empuje” viene a ser lo que significa en castellano), inflamó las mentes alemanas mejor dotadas de la época. La completaría a los veintiuno, dando un ejemplo verdaderamente sublime de lo que puede dar de sí en lo más alto de la creación literaria un muchacho tan joven.
Los hermanos Moor son muy distintos. El mayor, Karl, es noble y generoso, y acaba capitaneando una banda de ladrones y de asesinos. El menor, Franz, es un amasijo de perversidades y logra que su hermano, a quien odia por ser el mayorazgo, se despeñe por la pendiente de la marginación merced a las insidias que despliega ante el alelado padre de ambos, el viejo Conde Moor. Hay, cómo no, una chica maravillosa, Amalia von Edelreich, que ama a Karl y es deseada torpemente por Franz, y confluyen en la trama todos los aderezos pasionales que uno es capaz de imaginar dentro de un drama plenamente romántico. Permítanme recordar algo que dice Karl a Spiegelberg en la escena segunda del acto primero: “Ponme al frente de un ejército de hombres como yo, y Alemania será una república que hará que a su lado Roma y Esparta parezcan conventos de monjas.” Una obra que contiene una frase así es de lectura inexcusable.
Friedrich von Schiller, Los bandidos.
Edición de Berta Raposo Fernández.
Madrid, Cátedra, 2006.

El nuevo Manuscrito de Potocki

LA REVELACIÓN DE MANUSCRIT TROUVÉ À SARAGOSSE de Jan (o Jean) Potocki (pronúnciese Pototski), uno de los escritores más inquietantes del prerromanticismo europeo, no llegaría hasta 1958, año en que Roger Caillois publicó una edición incompleta (aproximadamente una cuarta parte) de la novela. José Bianco tradujo al castellano la edición de Caillois y su prefacio a la misma (Buenos Aires, Minotauro, 1967). En España, José Luis Cano traduciría esa misma edición en 1970, pero esta vez con un prólogo, delicioso, de Julio Caro Baroja (Madrid, Alianza). En 1989 vio la luz la primera edición íntegra de la obra a cargo de René Radrizzani (París, Librería José Corti). Trece años después, en 2002, Dominique Triaire y François Rosset, dos investigadores que han consagrado su vida académica a perseguir las huellas del excéntrico conde polaco (1761-1815), descubrieron seis testimonios textuales del Manuscrit mal clasificados en los archivos de Poznan (Polonia). El estudio minucioso de esos documentos los llevó a certificar un hecho increíble: no existe sólo una, sino dos versiones —por lo menos— de la obra maestra potockiana.
La estructura de Manuscrito encontrado en Zaragoza, común a ambas versiones, es la de Las mil y una noches. El itinerario iniciático de Alfonso van Worden, oficial de la guardia Valona, es el motivo que enmarca una serie de historias (relatos dentro del relato-marco) que a su vez son el marco de otras historias que a su vez lo son de otras, como esos receptáculos que al abrirse exhiben dentro de sí segundos recipientes, y éstos terceros, y así hasta siete u ocho, a la manera de las muñecas rusas. Y todas las historias resultan, a la postre, conectadas entre sí, produciendo en...

Table of contents