Cerebroflexia
eBook - ePub

Cerebroflexia

David Bueno i Torrens

Share book
  1. 280 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (mobile friendly)
  4. Available on iOS & Android
eBook - ePub

Cerebroflexia

David Bueno i Torrens

Book details
Book preview
Table of contents
Citations

About This Book

Para entender la construcción del cerebro y aprender a sacar provecho de ello Toda nuestra vida mental se gestiona en el cerebro, a partir de las conexiones que miles de millones de neuronas establecen entre sí. La neurociencia ha demostrado la extraordinaria plasticidad del cerebro, que permanentemente se construye y se reconstruye. ¿De qué manera lo hace? ¿En qué medida influye nuestro estilo de vida en su maleabilidad? ¿Cómo lo hacen nuestros pensamientos íntimos? ¿Qué le da forma y qué deja huella? ¿Es la biología, la sociedad, la educación, el azar, o es acaso una mezcla de todos estos factores? Y ¿qué provecho podemos obtener de esta información? Con un estilo claro y cercano, pero completamente riguroso, Cerebroflexia responde a estas y a muchas otras preguntas relacionadas con la forma y el funcionamiento de nuestro órgano rector. Y lo hace no solo para que nos documentemos, sino, especialmente, como un llamamiento a hacernos cargo de la construcción de nuestro propio cerebro y del de nuestros hijos; solo así formaremos individuos y sociedades dignos y felices.

Frequently asked questions

How do I cancel my subscription?
Simply head over to the account section in settings and click on “Cancel Subscription” - it’s as simple as that. After you cancel, your membership will stay active for the remainder of the time you’ve paid for. Learn more here.
Can/how do I download books?
At the moment all of our mobile-responsive ePub books are available to download via the app. Most of our PDFs are also available to download and we're working on making the final remaining ones downloadable now. Learn more here.
What is the difference between the pricing plans?
Both plans give you full access to the library and all of Perlego’s features. The only differences are the price and subscription period: With the annual plan you’ll save around 30% compared to 12 months on the monthly plan.
What is Perlego?
We are an online textbook subscription service, where you can get access to an entire online library for less than the price of a single book per month. With over 1 million books across 1000+ topics, we’ve got you covered! Learn more here.
Do you support text-to-speech?
Look out for the read-aloud symbol on your next book to see if you can listen to it. The read-aloud tool reads text aloud for you, highlighting the text as it is being read. You can pause it, speed it up and slow it down. Learn more here.
Is Cerebroflexia an online PDF/ePUB?
Yes, you can access Cerebroflexia by David Bueno i Torrens in PDF and/or ePUB format, as well as other popular books in Sciences biologiques & Anatomie humaine et physiologie. We have over one million books available in our catalogue for you to explore.

Information

PARTE II La plasticidad del cerebro: conexiones, redes neurales y ambiente (sobre todo mucho ambiente)

8. Con el cerebro en los dedos
(o con los dedos en el cerebro)

Ahora que empezamos la segunda parte del libro, tal vez sea un buen momento para cambiar por unos instantes el objeto de nuestra atención. No hemos dejado de hablar del cerebro, de las células que lo forman y de cómo funcionan, del origen evolutivo y embrionario de este órgano, de los genes que contribuyen a su formación y funcionamiento, etc. Pero, para poder para mantener la atención focalizada en un aspecto concreto durante mucho tiempo, resulta útil tomarse una pequeña distracción, un respiro, por así decir. Olvidemos por un momento el cerebro y centrémonos en la yema de los dedos y en la palma de la mano. Las personas nos distinguimos del resto de mamíferos por nuestras capacidades mentales, pero también por nuestras habilidades manuales. Si nos fijamos un poco más en la piel de la palma de las manos y de la yema de los dedos veremos los surcos y las crestas que las recorren. Las huellas dactilares, como las palmares, son únicas para cada individuo. Ni siquiera los gemelos idénticos presentan los mismos dibujos. Los gemelos idénticos, también denominados «monozigotos» o «univitelinos», proceden de un mismo embrión que, al inicio del desarrollo, antes de la conclusión de la primera semana después de la fecundación, se parte en dos y termina generando dos individuos distintos, aunque genéticamente idénticos. La historia de las huellas dactilares y palmares, llamadas también «dermatoglifos» –una palabra que significa literalmente «grabados en la piel»–, es francamente sorprendente, en especial porque encierra un gran paralelismo con la formación del cerebro y, al mismo tiempo, una diferencia radical. Hay quien ha intentado ver en estas marcas el futuro de las personas, incluso hay quien se gana la vida con la quiromancia, pero lo cierto es que reflejan el pasado, un pasado muy, pero que muy concreto. El cerebro también refleja nuestro pasado, pero nos permite vivir el presente y proyectarnos hacia el futuro.

1

Las huellas dactilares y palmares están formadas por crestas y surcos de la capa más externa de la piel, denominada «epidermis», que curiosamente tiene el mismo origen embrionario que el cerebro. Hablamos de ellos en el capítulo 6. Tanto las células nerviosas del cerebro como las de la epidermis proceden de la misma capa de tejido embrionario, denominada «ectodermo». Los dermatoglifos se forman en un momento muy concreto de desarrollo embrionario y fetal, desde el final del primer trimestre de gestación hasta casi el final del segundo, entre las semanas 10 y 26, coincidiendo precisamente con la formación de las diversas capas de neuronas que formarán la corteza cerebral. Sin embargo, a diferencia de esta estructura del cerebro, que es enormemente plástica y siempre cambiante, las huellas dactilares, una vez formadas al final del segundo trimestre de gestación, ya no cambiarán jamás. Por eso se dicen que son perennes, inmutables, diversiformes y originales. Son perennes porque una vez formadas permanecen indefectiblemente invariables en número, situación, forma y dirección.
También se afirma que son inmutables porque no se pueden modificar. Si se produce un corte o una abrasión poco profunda se regeneran exactamente tal como eran, y si la lesión es profunda y se forma una cicatriz permanente, esta se solapa a las crestas existentes sin alterar su forma. Y jamás reaparecen crestas con una forma distinta a la que tenían. Son diversiformes y originales, puesto que no se han hallado todavía dos impresiones idénticas producidas por dedos diferentes.
No todos los animales presentan huellas dactilares y palmares. Son exclusivas de un grupo muy específico de animales, los primates. Desde una perspectiva evolutiva, los dermatoglifos representan una adaptación a la vida arbórea. Según parece, fueron favorecidos por la selección natural, pues contribuyen a una mejor sujeción a las ramas y evitan los resbalones al proporcionar una superficie grabada. Como los surcos que recorren los neumáticos de los automóviles, para entendernos. ¿Hay alguna relación entre la formación de los dermatoglifos en los primates y la mayor capacidad cerebral que presenta esta familia de mamíferos, comparados con el resto? No lo sabemos a ciencia cierta, pero sin huellas dactilares nos sería mucho más difícil manipular objetos de forma precisa, porque resbalarían mucho más a menudo de nuestras manos, sobre todo si son pequeñas. En este sentido, la capacidad de manipular objetos de forma precisa, que podemos rastrear a través de las herramientas que nos dejaron nuestros antepasados, y la evolución del cerebro, en especial de la corteza cerebral, como también de la capacidad lingüística, han seguido caminos paralelos. Mucho más paralelos a nivel neuronal de lo que a priori uno pueda imaginar. Hablé un poco de ello cuando traté el tema de la evolución del cerebro, y retomaré este punto más adelante, en otro capítulo, cuando discuta la importancia de la manipulación manual para desarrollar las capacidades lingüísticas y, de paso, las creativas y el pensamiento racional. Lo que sí se sabe es que, por sorprendente que pueda parecer, los mismos factores que influyen en la formación del cerebro durante las etapas embrionarias lo hacen sobre el patrón de huellas dactilares y palmares, y la yema de los dedos es la zona donde se concentra un mayor número de terminaciones nerviosas, junto con los labios.

2

De hecho, todavía no sabemos a ciencia cierta cómo se termina estableciendo un patrón de figuras dermatoglíficas u otro, pero se ha visto que algunas de ellas muestran una cierta heredabilidad, lo que significa que en su determinación existe un componente genético. Sin embargo, también se ha establecido que el ambiente intrauterino en el que se generan –la alimentación de la madre, el estrés, el consumo de alcohol y otras sustancias tóxicas, así como el hecho de haber padecido alguna enfermedad durante este período, entre otros factores– deja su marca en los dermatoglifos. Y de la misma manera se ha visto que también dependen de procesos estocásticos, es decir, azarosos. Por todo ello los dermatoglifos constituyen una prueba «fosilizada» del ambiente en que se ha desarrollado esa persona en una época muy concreta, entre las semanas 10 y 26 de gestación. Por eso decía antes que reflejan el pasado, el del ambiente intrauterino. De hecho, es muy parecido a lo que sucede durante la formación del cerebro, que depende de una base genética combinada con el ambiente en el que se genera y con los azares de la vida.
Es más, algunos estudios recientes han sugerido que la presencia de determinadas figuras palmares, como el ángulo que se forma en la base de los dedos índice y mayor de la mano, se correlacionan con el grosor de determinadas zonas cerebrales, lo que indicaría que el ambiente intrauterino y tal vez algunos factores genéticos afectan de forma paralela a ambos procesos de desarrollo. Una de estas regiones, denominada «cíngulo posterior», se ha relacionado con la predisposición a padecer depresión, autismo o hiperactividad. Y otra, denominada «unión tempoparietal», parece estar asociada a los juicios morales y a la interpretación que hacemos de las creencias y los motivos de las acciones de las otras personas. Además, ambas zonas cerebrales también se ven afectadas por el estrés, como los dermatoglifos.

3

Hay, sin embargo, una diferencia radical: los dermatoglifos quedan fijados para siempre jamás al final de la semana 26 de desarrollo, y el cerebro se va construyendo y reconstruyendo constantemente, durante toda nuestra vida. Y esta construcción y reconstrucción sí influye, a veces sobremanera, en nuestra vida futura. Por ello es importante reflexionar con cerebro sobre nuestro propio cerebro. Y es tanto o más importante que el resultado final (aunque, de hecho, el resultado final depende de este proceso).
En los capítulos 4 y 5 he hablado de cómo los genes influyen en el funcionamiento y la configuración de nuestro cerebro, pero por norma general no determinan entre qué neuronas concretas se establece cada conexión. Y de estas conexiones individuales dependen muchos aspectos de nuestra vida mental. ¿Cómo se establecen? Abramos de par en par la puerta de la cerebroflexia.

9. La hormigueante historia de cómo el ambiente conecta nuestras neuronas

Los taxistas londineses son mundialmente famosos por el detallado conocimiento que tienen del complejo trazado de las más de 25.000 calles de esta gran urbe, y de la alternancia de direcciones únicas y tramos de doble sentido. Son capaces de llevar a un viajero de un sitio aleatorio de la ciudad a cualquier destino sin la ayuda de ningún callejero ni navegador. De hecho, para obtener la licencia se les exige una especie de examen que de forma coloquial se denomina «El Conocimiento» (The Knowledge), en el que se evalúa su habilidad para orientarse en las calles de Londres. De media, los conductores noveles necesitan unos dos años para absorber tal cantidad de información y superar el examen, que debe quedar necesariamente depositada en la denominada «memoria de trabajo» (o también «memoria operativa»). Esta memoria no es un mero «cajón de los recuerdos», sino que tiene una naturaleza activa, creadora o transformadora de la información, pues permite su manipulación «en línea» (es decir, al mismo tiempo que se va recuperando). Se sustenta en distintos grupos de neuronas, entre las que se incluyen zonas de la corteza prefrontal, implicadas en la anticipación de las acciones; el denominado «lóbulo temporal», que está implicado en funciones como la audición, el lenguaje y el recuerdo consciente de hechos y sucesos; el lóbulo occipital, donde se procesa la información visual, y el hipocampo, que es el centro gestor de la memoria (algo así como el centro de control de tránsito de una gran ciudad, desde donde se dirige la sincronización de los semáforos para evitar atascos).

1

Por eso, estos profesionales se han convertido en un fecundo modelo para estudiar determinados aspectos sobre la relación entre las funciones mentales y la estructura cerebral. En el año 2000 un grupo de investigadores del University College de Londres se preguntaron si esta extraordinaria habilidad les dejaba alguna huella física tangible en el cerebro. Para responder a esta pregunta, compararon el volumen de distintas regiones cerebrales entre taxistas profesionales y otros conductores y observaron que el volumen del hipocampo, que como he dicho es el centro gestor de la memoria, era mucho mayor en los primeros. Cabe decir que la memoria no reside físicamente en el hipocampo; las neuronas de esta zona del cerebro gestionan el archivo de nuevos datos y conocimientos y el acceso a ellos. La memoria se extiende por otras muchas zonas del cerebro (seguiremos hablando de ello más adelante). Este trabajo, que llamó la atención de muchos medios de comunicación y enorgulleció a los taxistas de vocación, presentaba, sin embargo, un punto débil. Esta diferencia física tangible, ¿se debe al hecho de haber estudiado las calles o sencillamente las personas con un hipocampo más grande tienen más cualidades intrínsecas para convertirse en buenos taxistas?
Para resolver esta dicotomía era necesario un estudio a más largo plazo, que se publicó en 2011. En este nuevo trabajo se examinaron más de cien voluntarios, algunos de los cuales iban a iniciar el aprendizaje para obtener la licencia de taxista en Londres mientras que otros iban a continuar con su rutina diaria, eran conductores pero no taxistas. El objetivo era documentar los cambios que se producían en el cerebro durante este proceso. Antes de empezar la formación como taxistas, el hipocampo de todos los voluntarios era muy parecido, sin diferencias significativas. Cuatro años después, aquellos voluntarios que se habían entrenado para ser taxistas y que habían aprobado el examen correspondiente presentaban un hipocampo más grande que los conductores que jamás habían participado en este entrenamiento, y también mayor que los aspirantes a taxista que habían suspendido el examen (aproximadamente un 40 % de ellos). ¿Qué conclusiones podemos sacar de este resultado? En primer lugar, que el hecho de que el hipocampo sea más grande se debe al entrenamiento, al ejercicio de almacenar muchos datos en la memoria de trabajo, lo que significa que cualquier aprendizaje que realicemos altera físicamente la estructura neuronal del cerebro. Más adelante veremos otros ejemplos, relacionados con la música, el deporte, los videojuegos, los idiomas, etc. Y, en segundo lugar, este trabajo también indica que hay hipocampos más «predispuestos» que otros para gestionar este incremento en la memoria de trabajo. Es lo que en la primera parte del libro explicaba en relación con el sustrato biológico y genético que heredamos (el tamaño y demás características iniciales de la hoja de papel que nos ha tocado para hacer nuestra particular cerebroflexia).
Pero el estudio no terminó aquí. Sometieron a estos tres grupos de voluntarios (taxistas que habían aprobado, aspirantes a taxista que no habían superado la prueba y conductores corrientes y molientes) a otros test de memoria, y descubrieron que en otros aspectos, como por ejemplo en la discriminación visual compleja, los taxistas con licencia obtenían una puntuación menor que el resto. Dicho de otro modo, la alteración de la estructura del hipocampo que mejoraba su capacidad espacial dentro del entramado de las calles de Londres hacía disminuir su capacidad en otras tareas relacionadas con las mismas estructuras cerebrales. La estructura cerebral producto del aprendizaje sesga nuestras habilidades, tanto hacia un lado como hacia otro. Finalmente, comprobaron que este aumento de volumen del hipocampo no se debe a un aumento significativo del número de neuronas en esta zona, sino muy en especial a un gran incremento en el número de conexiones. Repito una vez más: las capacidades mentales dependen mucho más de la conectividad entre neuronas que de la cantidad (aunque por supuesto un cerebro con más neuronas tendrá más posibilidades de realizar más conexiones).

2

La conectividad neuronal es la esencia del funcionamiento del cerebro. Las neuronas se conectan unas con otras, formando redes de dimensiones impresionantes. No por su extensión, puesto que el tamaño del cerebro es limitado, sino por el número de conexiones y de neuronas implicadas. Imaginemos cualquier región de la Tierra, por ejemplo, el desierto del Sáhara. Si lo observamos a través de Google Earth, por ejemplo, veremos que es una extensión enorme, cruzada por muy pocas carreteras. Europa, sin embargo, con una extensión similar, está surcada por incontables vías de comunicación, desde grandes, rectas y rápidas autopistas hasta pequeñas carreteras llenas de curvas y encrucijadas. ¿En cuál de las dos regiones será más fácil desplazarse para llegar a cualquier rincón que deseemos?
Como decía en un capítulo anterior, cada neurona puede estar conectada con desde 1.000 hasta 10.000 neuronas más. Hemos visto que durante el desarrollo del cerebro las neuronas van estableciendo conexiones entre sí, bajo el guiado general de determinados programas genéticos. Pero ¿quién decide qué neuronas individuales y concretas terminan estando conectadas? En la inmensa mayoría de los casos, este nivel de concreción no lo dan los genes, lo que significa que no son conexiones deterministas e inevitables. Hay animales mucho más simples, como los gusanos y los insectos, en los que la mayor parte de conexiones, o incluso todas, vienen determinadas por sus genes. Sin embargo, no es el caso de los mamíferos, y menos aún de las personas. En este sentido, uno de los aspectos que diferencia la formación de nuestro cerebro del de los chimpancés, por ejemplo, es que los programas genéticos de nuestra especie son más flexibles en el cerebro. Los programas genéticos establecen qué zonas del cerebro deben conectarse y cuándo deben hacerlo, pero no determinan las conexiones concretas entre neuronas individuales. ¿Cómo decide cada neurona individual con qué otras debe establecer conexión? Las neuronas establecen sus conexiones de manera similar a como las hormigas buscan comida y la acarrean hasta su hormiguero.

3

De noche, las hormigas suelen estar dentro del hormiguero, protegidas del frío y la humedad. Con el amanecer salen, dispuestas a abastecerse. Al principio, no siguen ninguna dirección determinada, sino que se van esparciendo aleatoriamente por el campo, a la búsqueda de comida, siguiendo un patrón de dispersión exploratorio. Van en todas direcciones. ¿Seguro que van en todas direcciones? Pues no. Si, por ejemplo, cerca del hormiguero hay un río o un lodazal, no podrán cruzarlo, y cuando lleguen a la orilla cambiarán de dirección. La otra orilla les está vedada. En el cerebro sucede exactamente lo mismo. Cuando las neuronas reciben el impulso de empezar a buscar a quién conectarse, un estímulo que tiene su base en los programas genéticos de formación del cerebro y que se activa de forma preprogramada, empiezan a emitir prolongaciones, los axones. Vendría a ser el equivalente al amanecer en el hormiguero, cuando el estímulo de los rayos solares conmina a las hormigas a salir para buscar comida. Los axones van buscando por todo el cerebro a quién conectarse.
¿Seguro que van por todo el cerebro? Pues tampoco. Hay regiones que les están vedadas, no por barreras físicas, como el río de las hormigas, sino por barreras moleculares, unas zonas de exclusión que, al ser detectadas por el axón mediante la presencia de determinadas moléculas, hacen que cambie de dirección y se dirija hacia otra zona. Estas zonas de exclusión aseguran que en cada etapa del desarrollo se conecten unas zonas del cerebro u otras, siguiendo también unos programas genéticos preestablecidos que hacen que, en función de cada etapa del desarrollo (fetal, neonatal, infantil, juvenil, adulta), el cerebro y sus conexiones vayan madurando adecuadamente.
Volvamos a nuestras hormigas. Cuando una hormiga encuentra comida, evalúa la cantidad y la calidad nutritiva y regresa al hormiguero dejando un rastro químico tras de sí –una feromona–, cuya intensidad depende directamente del resultado de esa evaluación. Entonces, las hormigas cercanas detectan la presencia de esta feromona y la van siguiendo hasta la comida para transportarla al hormiguero, formándose así las famosas hileras de estos insectos. Cuantas más feromonas, más hormigas acuden a su llamada, lo que hace que la hilera sea mucho más compacta. Y si hay poca cantidad, la hilera es más laxa. En definitiva, esto permite aprovechar al máximo la comida sin desperdiciar ni una sola hormiga. Aumenta la eficiencia del proceso. ¿Y las neuronas? Volvamos ahora a ellas.
Estábamos en el momento en que las neuronas de una determinada zona del cerebro han ...

Table of contents