¿Deberían los robots sustituir al profesorado?
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¿Deberían los robots sustituir al profesorado?

La IA y el futuro de la educación

Neil Selwyn, Ana Valenzuela Gómez

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¿Deberían los robots sustituir al profesorado?

La IA y el futuro de la educación

Neil Selwyn, Ana Valenzuela Gómez

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El desarrollo de la Inteligencia Artificial, la robótica y los macrodatos (big data) están cambiando la naturaleza de la educación. Sin embargo, existe gran incertidumbre sobre las implicaciones de estas tecnologías en la profesión docente. Mientras que la mayoría del colectivo docente se mantiene en la convicción de que el profesorado debe ser humano, fuera de esta profesión crece la idea de una reinvención tecnológica en los modos de enseñanza y aprendizaje.A través de un análisis de los avances tecnológicos como las clases con robots autónomos, los sistemas de tutoría inteligentes, el aprendizaje analítico y la toma de decisiones automatizada, Neil SELWYN subraya la necesidad de establecer un debate riguroso sobre la capacidad de la IA para replicar las cualidades sociales, emocionales y cognitivas del profesorado. El autor nos empuja a reflexionar sobre la IA y la educación en el ámbito de los valores, los juicios, la cultura y la política, argumentando que la integración de cualquier tecnología en la sociedad debe presentarse como una opción más. No podemos saber lo que ocurrirá con exactitud, pero al menos debemos tener claro lo que preferiríamos que pasase. ¡Prepárate para tomar una decisión!Esta obra está recomendada para cualquier persona interesada en el futuro de la educación y en el trabajo en tiempos cada vez más automatizados.

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Information

Year
2020
ISBN
9788418381157
CAPÍTULO III
TUTORÍAS INTELIGENTES Y ASISTENTES PEDAGÓGICOS
De momento, pocas personas tienen contacto diario con robots físicos. Sin embargo, muchos de nosotros nos estamos familiarizando con los asistentes virtuales, agentes artificiales y otras formas de “robots” de software. Los usuarios de ordenadores personales en las décadas de 1990 y 2000 recordarán al clip Clippy, que de vez en cuando aparecía para ayudar a los usuarios a navegar en los programas de Microsoft Office. Agentes parecidos a este nos ayudan ahora a realizar diversas gestiones en línea —desde hacer la compra hasta realizar la declaración de la renta. Millones de personas interactúan de forma frecuente con Siri, Alexa y otros asistentes de voz. Estas representaciones programadas de personas con conocimientos expertos están diseñadas específicamente para ayudar a la gente a conseguir cosas. Entonces, ¿si estos programas pueden ayudarnos a elegir las vacaciones o a escribir una carta, por qué no deberían también ayudarnos a aprender?
Este capítulo considera las implicaciones educativas de los tutores inteligentes y los agentes pedagógicos. En términos simples, los sistemas de tutoría inteligente son paquetes de sofisticados programas que guían a los estudiantes a lo largo de un recorrido de aprendizaje prediseñado. Estos sistemas están vinculados, con frecuencia, a agentes pedagógicos programados para permitir a los estudiantes interactuar con “personajes en pantalla que facilitan la instrucción”1. Muchos de los primeros trabajos en este campo derivaron de la animación por ordenador, donde se desarrollaban personajes animados que actuaban como interfaz entre los estudiantes y el contenido de aprendizaje digital. A esto siguió un creciente interés en la producción de profesores “virtuales humanos diseñados para parecer y comportarse como personas reales”2. Estos agentes están configurados de distintas formas para explicar, demostrar y probar el conocimiento, así como, algunas veces, tranquilizar, motivar o confundir a propósito a los estudiantes. Algunos agentes están programados con personalidades diferenciadas de “tutores” o “profesores”, mientras que otros están diseñados con enfoques educativos menos directos. Al final, millones de jóvenes y adultos alrededor del mundo tienen contacto hoy en día con este tipo de agentes.
EL NACIMIENTO DEL “TUTOR INTELIGENTE”
El interés en los agentes pedagógicos surge de la aparición de la instrucción asistida por ordenador (CAI, computer-aided instruction) durante los años sesenta. Esto está relacionado con la ambición que tienen desde hace tiempo en el campo de la IA de desarrollar programas inteligentes, de modo que un humano no sea capaz de diferenciarlos de una máquina (el llamado “Test de Turing”). Así, los primeros desarrolladores educativos estuvieron comprensiblemente inspirados por ideas de la IA, e interesados en el potencial dialógico de los “tutores informáticos”. A pesar de la tecnología informática rudimentaria de la época (que no estaba basada en IA per se), los informáticos se consideraban capaces de proporcionar, eventualmente, experiencias de aprendizaje comparables a las descritas por los antiguos filósofos griegos. Como afirmaba Patrick SUPPES:
Debemos tener en el año 2020, o poco tiempo después, cursos de instrucción asistida por ordenador que tengan las características que Sócrates consideró deseables tanto tiempo atrás. Lo que dijo Platón en el diálogo de Fedro sobre la enseñanza, debería ser cierto en el siglo XXI, pero ahora el diálogo íntimo entre estudiante y tutor será dirigido con un sofisticado tutor informático3.
El entusiasmo por los tutores informáticos continuó a lo largo de los años sesenta y setenta. Para principios de los setenta se había desarrollado un rango de programas de tutoría y coaching basados en la idea de presentar el material a los estudiantes y luego hacer las preguntas. Estos sistemas funcionaron basados en el componente de un “tutor” programado que podía monitorizar las interacciones entre el alumno y el sistema, y en consecuencia decidir cómo y cuándo intervenir. La mejora continua de las capacidades de la IA a lo largo de los años setenta vio emerger la “inteligencia CAI”. Una tecnología clave aquí fueron los Sistemas de Tutoría Inteligente (STI) —pensados como sistemas expertos capaces de proporcionar tutorías por ordenador sostenidas en el tiempo. El trabajo en los sistemas de tutoría inteligente estuvo fundado en desarrollos de la ciencia cognitiva, particularmente en las teorías de aprendizaje cognitivista. Los principios cognitivistas sustentan la idea de un sistema informático inteligente que acoja una serie de intercambios educativos con un individuo. Los sistemas inteligentes están diseñados para dar respuesta a un modelo de lo que el individuo debería hacer, idealmente, durante una tarea (conocido como el modelo “de dominio” o “de conocimiento experto”). El desempeño real del individuo se compara con el modelo experto y el sistema detecta en qué punto las acciones mentales del estudiante se desviaron. Tomando como base estas comparativas, el sistema puede proporcionar una retroalimentación inteligente para guiar al individuo en futuros intentos en tareas similares (el llamado “modelo tutor”).
El diseño de muchos sistemas contemporáneos de tutoría inteligente aún sigue formas similares de “resolución asistida de problemas”4. Estos sistemas ahora ofrecen una flexibilidad considerable en el orden en que las acciones se pueden llevar a cabo. Por ejemplo, muchos sistemas se basan en un enfoque de maestría, donde a los individuos se les permite avanzar después de dominar la mayor parte de una tarea determinada. En contraposición a las formas “tontas” de CAI (tales como los programas de repetición y práctica en los centros educativos durante los años ochenta), los sistemas de tutoría inteligente han sido siempre pensados para ayudar a la gente a aprender “haciendo” en lugar de a través de la instrucción. De esta forma, se considera que estos sistemas proporcionan formas de tutoría personal fiables y atractivas. Si bien no son del todo comparables a Sócrates, a estos tutores informáticos ciertamente se les considera igual de buenos que al tipo de enseñanza que la mayoría de la gente experimentará a lo largo de su vida.
LA PRIMERA OLA DE AGENTES PEDAGÓGICOS
Las capacidades informáticas gráficas, de sonido y sensoriales avanzaron de forma considerable durante los años noventa. Como resultado, los sistemas de tutoría empezaron a desarrollarse con interfaces cada vez más sofisticadas en forma de agentes de software que podían interactuar directamente con los alumnos. En la segunda mitad de la década de los noventa se vio una preponderancia de agentes pedagógicos, que con frecuencia tomaban forma de personajes animados en pantalla. Estos agentes estaban diseñados para motivar a los estudiantes proporcionando señales sociales mediante gestos, expresiones, voces y acciones. Aunque algunos agentes tomaron forma de animales, alienígenas o robots animados, muchos fueron programados para tener una apariencia humana realista. La idea de agentes hablando y comportándose como personas reales se percibe desde hace tiempo como una forma de aumentar la empatía y la implicación de los alumnos. Como lo explicó un desarrollador líder en el sector, los agentes de software que simulan a los humanos “añaden elementos sociales que los grandes maestros utilizan con frecuencia”5.
Desarrollar agentes pedagógicos convincentes es una tarea complicada. Además de los sofisticados modelos numéricos de “conocimiento experto” y de “conocimiento del estudiante”, el diseño de cualquier interfaz de los agentes requiere tomar varias decisiones acerca de “quién será” el agente6. Junto a la apariencia visual y sonora del agente, se plantean preguntas con matices sobre el carácter, la personalidad y el estado emocional. Por ejemplo, ¿qué tan competente debe ser el agente? ¿Debe dar la impresión de ser simpático o autoritario? También se presta mucha atención a las opciones del “diseño detallado” como la edad, el género, la etnia y el contexto personal del agente. A diferencia de lo que supone la d...

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