Gente corriente con éxito

Francesc Assens

• Publisher: Plataforma
• Year: 2016
• ISBN:
  9788416620685
• Topic: Personal Development
• Subtopic: Self Improvement

Cómo cambiar nuestra vida y sacarle todo el partido Hay tantas formas de éxito como personas en el mundo. A través de relatos inspiradores sobre gente corriente este libro ofrece técnicas sencillas e imprescindibles para explorar nuestro potencial y alcanzar la excelencia en nuestras relaciones profesionales y personales. Su autor, socio fundador de Acrecentia Training, empresa que representa en España los cursos Dale Carnegie Training, aporta aquí toda su experiencia para descubrirnos cómo cambiar nuestra vida y sacarle todo el partido.

PRIMERA PARTE El éxito en el ámbito personal

1. ¿Aceptas las cosas que pasan?

«El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.»

WILLIAM SHAKESPEARE

En una ocasión, mientras realizábamos un curso, recibimos una lección magistral por parte de una participante, Gloria, que nos ilustró a la perfección la importancia de confiar en la vida cuando las cosas se hacen lo mejor que se puede.

Ella aseguraba que no confiaba en la suerte, sino en el trabajo bien hecho. Que debemos trabajar tan duro como podamos, hacer las cosas lo mejor que sepamos, y luego dejar que la vida actúe. Porque la vida siempre actúa, lo queramos o no lo queramos.

Cuando nos explicaba esto, Gloria tenía en las manos el libro Ligero de equipaje, de Carlos Vallés, y nos propuso leernos un cuento incluido en el texto que a ella le había servido mucho. Y como me pareció uno de los cuentos más excepcionales e inspiradores que he escuchado nunca, voy a compartirlo contigo para empezar este recorrido por las grandes historias de la gente corriente. Así que, sin más preámbulos, esto es lo que contó:

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?».

Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

El joven comprendió entonces que ni la desgracia ni la fortuna existen, que todo lo que pasa en la vida es relativo, y depende de cómo lo vea uno mismo. Y que, mientras tanto, lo único que hay que hacer es lo mejor que puede cada uno.1

LA VIDA ES UN CÚMULO DE EXPERIENCIAS

Cuando hacemos las cosas tan bien como podemos, las circunstancias pierden poder sobre nosotros. Porque mientras estemos orgullosos de nosotros mismos, mientras sepamos que nos hemos esforzado, podremos sentirnos tranquilos para afrontar lo que la vida decida traernos.

Las cosas que nos ocurren no son ni buenas ni malas, simplemente son cosas que suceden a lo largo del recorrido que tenemos en el mundo. Algo que parece ser malo puede llevar luego a algo bueno. Aunque se malogre, sabremos que hemos hecho lo que tocaba en cada momento y eso, sin duda, nos traerá otras cosas buenas en el futuro.

La vida es un cúmulo de experiencias. Puede que en el momento que nos ocurren nos generen rechazo o malestar y las califiquemos de negativas. Pero con la perspectiva que nos da el tiempo valoramos mejor nuestras vivencias. Apreciar la vida tal como viene, sin juzgar los acontecimientos, nos aporta paz y equilibrio, nos ayuda a vivirla intensamente, sea lo que sea lo que ocurra en cada momento.

Así que pregúntate…

¿aceptas la vida como venga?

2. ¿Cuál es tu éxito?

«El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar de lo que se tiene.»

RALPH WALDO EMERSON

Quizás una de las historias más inspiradoras con las que me he encontrado es la de Carlos, quien, al asistir a un curso, se encontró con la tarea de definir lo que era para él el éxito.

Las respuestas que los participantes compartieron con sus compañeros fueron variopintas: desde convertirse en grandes directivos de compañías internacionales, hasta ser mejores padres, madres o amigos. Cada persona buscaba su éxito particular, en el ámbito laboral o en el personal. Pero quizá la de Carlos fue una de las respuestas más inspiradoras porque había descubierto que lo que había considerado siempre como el éxito no tenía nada que ver con la felicidad.

Él había llegado a ser el presidente de una gran compañía, lo máximo del éxito profesional, lo que estaban deseando muchos de sus compañeros del curso. Durante cinco años, Carlos había sido el máximo responsable de su organización, y la había llevado a la gloria: en su primer año de presidencia, había conseguido que la facturación aumentara nada menos que un cuarenta por ciento. Ello le valió, durante ese año y los sucesivos, grandes honores, premios en metálico por parte de la central de Estados Unidos y la admiración de sus colegas.

Sin embargo, lo que dijo a continuación sorprendió a todos:

Pero ahora, cada vez que me cruzo en el aeropuerto con esos jóvenes ejecutivos de traje, teléfono siempre al oído y portátil de última generación abierto sobre las piernas, siento lástima por ellos. Aunque lleven trajes caros, aunque viajen por todo el mundo, y aunque coman en restaurantes caros sin preocuparse por el precio. Aunque te miren por encima del hombro y crean que se están comiendo el mundo. Porque, en realidad, el mundo se los está comiendo a ellos. Me dan lástima porque los suyos son trabajos que desgastan, que te quitan horas al sueño y a la vida personal, a los valores y a tus principios. Te dejas la piel por el bien de tu empresa, en su nombre, hasta que ya no le interesas, te despide, y de repente se termina todo.

Carlos nos explicaba que ahora era mucho más feliz, aunque aparentemente no tuviera tanto éxito. Después de que lo cesaran en la multinacional, montó su propio negocio. Más pequeño, sin tanto prestigio y dinero, pero con cosas mucho más importantes al alcance de la mano: su hogar, su familia, sus amigos y la lealtad puesta en quien realmente lo vale. Carlos había descubierto que en la vida hay que ser coherente, que no hay que dejarse cegar por lo que nos dicen que es el éxito.

Para él, visto en retrospectiva, estaba claro: dejarse llevar por las mieles del poder, de la sensación de control, es peligroso. Porque puede hacerte creer que tú eres ese puesto, que tú eres ese poder y ese control, cuando en realidad solo lo estás ejerciendo por un tiempo. Que, al final, lo que te quedará es lo que hayas construido en tu interior y a tu alrededor gracias a la persona que eres. Por eso, para él, el éxito no es haber sido el presidente de la multinacional, sino haber sabido ver más allá de ello y conservar una vida personal. Eso, la felicidad, es el verdadero éxito que hay que buscar.

LA FELICIDAD ES SINGULAR

No debemos caer en la trampa de creernos a pies juntillas lo que los demás nos dicen sobre lo que son el éxito y la felicidad. Cuando quieras triunfar, pregúntate qué es para ti el éxito. Para ti, independientemente de lo que digan los demás.

Puede ser disfrutar de la vida con respeto al prójimo, a nuestro entorno y a nosotros mismos. Disfrutar de las pequeñas cosas, en cada momento. Si hacemos lo que nos gusta, de la manera que nos gusta, en el momento que nos gusta, si somos coherentes y estamos alineados con nuestros principios, nos daremos cuenta de que hemos alcanzado el éxito.

Cada vez que Ferran Adrià imparte una clase a futuros chefs, les recomienda que no busquen desesperadamente el éxito. Les recuerda que si buscan la felicidad, el éxito llegará por sí solo. Sin duda, un gran consejo y una gran verdad.

Así que pregúntate…

cuando quieras alcanzar el éxito, ¿en qué consistirá para ti?

3. ¿Sabes decir que no?

«Tienes que decidir cuál es tu máxima prioridad y tener el coraje de decir que no a otras cosas.»

STEPHEN COVEY

Roberto nos comentaba emocionado:

De joven, yo era una de esas personas a las que les cuesta mucho decir que no. Me avenía a todo, desde citas y encuentros que no me apetecían hasta dosis extra de trabajo que me robaban tiempo personal.

El problema es que, a base de intentar contentar a otros, te desgastas a ti mismo. Favoreces a los demás en tu propio detrimento, y al final eso repercute en la relación que mantienes con esas personas. Puedes crear un problema por no haber sabido poner unos límites.

Esto, en mi caso, tenía mucho que ver con la autoconfianza. No sabía defender mi postura o mi opinión ante jefes, compañeros de trabajo e, incluso, amigos. No sabía decir que no, cedía y tragaba con situaciones con las que no estaba de acuerdo. La incomodidad y la desazón que yo mismo me creaba hacían que me sintiera infeliz, y muchas veces también víctima de las circunstancias. Eso afectaba a mi autoestima, y hacía que me costara aún más decir que no cuando se presentaba otra situación parecida. ¿Os suena este pez que se muerde la cola?

La solución, sorprendentemente, me la dio mi buen amigo Miguel, con una explicación muy inspiradora:

–¿Te cuesta decir que no porque sientes que estás siendo negativo? –me preguntó.

–Sí, puede que sea por eso.

–Pues no es así. Para ser positivos, a veces tenemos que decir que no.

–¿Y eso? –le pregunté.

–Hace tiempo que aprendí que negarse es tan importante como afirmarse. Es la mejor manera de no perjudicar a nadie, sobre todo a uno mismo –me dijo.

–Creo que tienes razón –le contesté.

Y empecé a aplicar este principio, especialmente en el trabajo. Cuando un cliente pedía un descuento, y yo consideraba que no cabía lugar para ello, resolvía la situación con el diálogo. Me reuní...