Bion y Lacan más allá de Freud
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Bion y Lacan más allá de Freud

Ideas, signos y "crucigramas" para un psicoanálisis en transformación

Carlos Amaral Dias, Carlos Barredo, Carlos Farate, Laura Ward da Rosa, Leonardo Francischelli, Luis Carlos Uchoa Junqueira Filho, Manuel dos Santos Jorge, Carlos Farate, Manuel dos Santos Jorge, Carlos Farate, Manuel dos Santos Jorge

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Bion y Lacan más allá de Freud

Ideas, signos y "crucigramas" para un psicoanálisis en transformación

Carlos Amaral Dias, Carlos Barredo, Carlos Farate, Laura Ward da Rosa, Leonardo Francischelli, Luis Carlos Uchoa Junqueira Filho, Manuel dos Santos Jorge, Carlos Farate, Manuel dos Santos Jorge, Carlos Farate, Manuel dos Santos Jorge

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Bion y Lacan, cada uno a su manera, han realizado aportes muy importantes al psicoanálisis tanto en lo que hace a la teoría científica como a la construcción de una epistemología suficientemente consistente. Ambos pensadores lograron eliminar las contradicciones internas que podrían surgir de la tentación de instituirlo como grado máximo de sabiduría o como una realización total (filosófica, científica o de otro tipo).De hecho, ambos se dedicaron a la tarea de pensar el psicoanálisis más allá del psicoanálisis, es decir, examinaron críticamente el núcleo de la formulación de los conceptos más importantes de la epistemología freudiana y produjeron a la vez revolucionarias innovaciones en la teoría y la clínica psicoanalíticas. En este libro presentamos a un conjunto de psicoanalistas que vienen pensando el psicoanálisis más allá de las balizas propias de cada escuela: Carkis Amaral Dias, Carlos Barredo, Carlos Farate, Laura Ward da Rosa, Leonardo Francischelli, Luiz Carlos Uchôa Filho, Manuel dos Santos Jorge y Ricardo Spector. Siempre en diálogo con las ideas y signos que Bion y Lacan nos legaron, estos autores reflexionan sobre el psicoanálisis más allá del psicoanálisis.

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Information

Year
2020
ISBN
9789871678990

1
Fundamentos epistemológicos en la obra de Bion

Carlos Amaral Dias
Me gustaría, en primer lugar, recordar a Pedro Luzes cuando en 1968 escribió que fue Bion, después de Freud, el analista que más se preocupó por los procesos de pensamiento y quizás el más fructífero al estudiar los esquemas psicoanalíticos más profundos. También fue, para seguir parafraseando a Luzes, el investigador del psicoanálisis que asumió dentro de la disciplina psicoanalítica una posición semejante a la que los físicos Heisenberg y Planck tuvieron en la Física y el mundo de la ciencia.
Según Luzes (1968, cit. en Amaral Dias & Luzes, 2006, p. 1361) “preveo que con la vuelta a la obra de Bion, como pasó en su momento con la vuelta a la de Freud o a la de Melanie Klein, el debate quedará abierto durante muchos años [...]. Las posibilidades de encarar una gama más abierta de posibilidades interpretativas se darían si abandonáramos cierto ‘realismo psicoanalítico’”.
Pasados ya casi cincuenta años del trabajo de Luzes, se estableció como punto de partida que el campo psicoanalítico se enriqueció y se alteró de una forma exponencial después de Bion. Intentaremos elaborar estos desarrollos en las siguientes líneas, aunque no lo haremos de forma académica sino como reorganización de las teorías bionianas centrales para comprender lo que iremos a explicar.
Comenzaré por describir la función continente () y su relación con el contenido (), aunque más no sea por haber dedicado a esta hipótesis de trabajo la mayor parte de un largo artículo publicado en la Revista Francesa de Psicoanálisis en 1994. Lo que me interesó fue la interacción (/) y su relectura tal como fue propuesta por Bion en el libro Atención e interpretación (1970). En esta obra, Bion nos propone una escucha sin memoria, deseo ni comprensión, o sea, desprovista de realismo en el sentido ingenuo que posee el término.
Epistemológicamente, la propuesta implica renunciar al método científico como forma de conocer la realidad; en este caso la realidad de la mente del analizando. El lector se preguntará: ¿qué pasaría con la epistemología si prescindiéramos del discurso científico? Pregunta que da en el punto más frágil y, al mismo tiempo, más valioso de la obra de Bion, es decir, la dimensión mística subyacente. Alrededor de esta dimensión hubo siempre un mal-entendido, aunque nuestra disciplina, el psicoanálisis, nunca fue construido sobre los bien-entendidos. Basta con leer a Freud para comprenderlo. La dimensión mística es, en sí misma, un mal-entendido. ¿Iría Bion a proponer pura y simplemente una fórmula que negase la regionalidad próxima al pensamiento científico? No. Iba a proponer una forma de escucha que en su génesis se puede inscribir en una discontinuidad esencial.
De hecho, “sin memoria, deseo o comprensión” no puede ser la base de un pensamiento regional, como pasa con toda la démarche científica, sino que se inscribe en un intento de comprensión de la totalidad de la mente del analizando. Es decir, percibimos la inserción de la fórmula de Bion no en las epistemologías de su tiempo sino en la mística. Se vuelve imposible no pensar en la propuesta de San Juan de la Cruz en su libro Subida al Monte Carmelo, ya que lo que nos queda es un acto de fe para permitir la ascensión a O (origen) en el interior del proceso psicoanalítico, es decir, aquello que en San Juan de la Cruz aparece como propuesta subyacente al conocimiento (hacer noche oscura para los sentidos). Las cualidades que derivan de dicha noche parecen eclipsar la conciencia, aunque se limitan a crear sólo de manera paradojal una conciencia máxima del otro. La cantidad objetal y la cantidad digna de respuesta del objeto no se engendran en la fórmula “relación de objeto” pero sí en la comunión, creando el sub-objeto. Esta forma de proceder del analista tendrá consecuencias tanto en la construcción del objeto psicoanalítico como en los sujetos involucrados en el campo psicoanalítico.
Es que, proponer una no actitud donde supuestamente deberíamos hablar de la actitud implica, como en la mística, una disciplina mental necesaria. Esta disciplina debería implicar el abandono de fórmulas infelizmente presentes en la mente del analista, del tipo “el próximo paciente es una mujer deprimida” o “faltan apenas ocho días para salir de vacaciones”. ¿Cuál sería aquí la memoria del analista y la manera como en él influenciaría la escucha? Por ejemplo, a partir de escuchar la fecha fijada para las vacaciones seguramente transforma a nuestros pacientes en perseguidores que no nos dejan gozar de las vacaciones sino de aquí a algún tiempo. ¿Y qué decir de la paciente deprimida que, acostada en el diván, nos cuenta la forma en que fue capaz, la noche pasada, de abrirse al deseo de un hombre?
Todo esto nos conduce a la teoría de los functors, o sea a una función que procura un argumento. Repito, procura pero no contiene. Si pensáramos según los términos propuestos por la Tabla, la mente del analista debería ser capaz de cumplir el precepto freudiano, o sea, la atención fluctuante, la cual no puede ser desviada por pensamientos míticos y oníricos personales. Esto implica propiciar una entrada en la Tabla que emerja catastróficamente (el cambio catastrófico sugerido por Bion y al cual dediqué alguna investigación).
Dicho de una manera epistemológicamente más consciente, “sin memoria, deseo o comprensión” no es una actitud sino una meta-actitud que sostiene una metateoría. Es esta metateoría la que permite considerar las teorías del analizando, es decir sus opiniones y lecturas del sufrimiento psíquico y del espacio de vida que le fue reservado, como capaces de generar la activación de las teorías científicas del analista, las cuales, justamente porque fueron colocadas en la fórmula “sin memoria, deseo o comprensión” emergen en un espacio vacío de expectativas en cierta forma análogas a las preconcepciones de las que Bion habla cuando nos propone la salida que va de las preconcepciones a las concepciones y, finalmente, a los conceptos. Idealmente, y no voy a escapar a mi neoplatonismo, deberíamos ser capaces de pasar de las preconcepciones a los conceptos sin necesitar de las concepciones, de modo de transformar el análisis en un lugar de significaciones, muchas de ellas imposibles de anticipar.
Incluso las características de desintoxicación, metabolizantes, a las que Bion dedicó una atención especial a nivel de la función continente, se encuentran ellas mismas garantizadas por las no-características que caracterizan la función continente. Hablamos, por ejemplo, de los fantasmas de muerte que, al no ser sometidos a hemodiálisis mental, pueden poblar la mente del analizando, o del bebé, impidiendo los procesos de transformación necesarios para el crecimiento mental.
Por otro lado, si el analista escucha de la manera que intentamos definir, opera en α-dream-work. Sólo así se puede transformar en un continente para las palabras, para las no-palabras, para los analizandos silenciosos, para los no-silenciosos y para los no-silencios del analizando, los cuales pueden presentarse como una condensación que ha de ser ampliada por el analista. Es por eso que la libre interpretación asume la forma, dentro del analista, de una asociación libre.
Debemos también percibir que el factor continente, para poder funcionar, implica “la pérdida de las capacidades que obstruyen la intuición” (Bion). Aquellas se presentan como “heridas” en la función α, o sea como obstáculos a la libertad alcanzada por la disciplina que nos permite, paso a paso, abandonar K (conocimiento) para caminar en dirección a O (origen). Cuanto más sea capaz de esa libertad, más confianza puede tener el analista en sus observaciones. El analista ha de ser capaz de tolerar la dispersión (PS), porque al mismo tiempo va sabiendo que la paz de la búsqueda del punto D, es decir de la unidad que emerge con la significación obtenida de este modo, es la trayectoria principal. Se torna evidente, entonces, que al analista sólo le queda la búsqueda siempre efímera de lo que resulta del encuentro psicoanalítico.
Es también verdad que la utilización excesiva de la memoria y del deseo vuelven al analista incapaz de escuchar en el aquí y ahora de la sesión analítica. Por la memoria se aferra el analizando al pasado y es de esa manera que el analista lo posee o, mejor aun, se apropia interiormente de su paciente. Por el deseo, el analizando es lo futuro y podría quedar atrapado en el deseo del analista, aun cuando éste parezca bien fundamentado para el analizando. Por ejemplo, si tuvieras una novia que consiguiese borrar los rastros dejados por una madre tóxica, mejor sería tu porvenir.
La propuesta “obliga” a ver más allá del principio del placer/displacer, facilitando la liberación de pensamientos falsos y de pseudointerpretaciones. Estas últimas, por otra parte, dificultan la aproximación a O (origen) y, sobre todo, al pasaje de K a O.
Es también evidente que la aptitud para el cambio catastrófico y su desencadenante se vuelve de esa manera inmanente/eminente y contribuye así a disminuir las barreras engañosas contra el miedo, la falta y lo desconocido, o incluso, la comunicación de un desacuerdo de la dupla analítica.
Conviene aquí recordar la vida cotidiana del analista, cuando éste se deja atravesar por los estímulos contenidos en la memoria o en el deseo, estímulos éstos que llevan a la creación de -K. Es justamente aquí donde el deseo de cura se ancla, habitualmente a través de imágenes visuales que vuelven puntualmente inaccesibles los objetos psíquicos del paciente, en tanto que aquel se transforma en un objeto peligrosamente accesible.
El insight que se obtiene por esta forma peculiar de escuchar queda próximo a lo que Bion definió como cambio catastrófico, a saber, el conjunto de acontecimientos que ocurren en el momento de surgimiento de una idea nueva. Es por eso que pensar el aforismo, o Koan, “sin memoria, deseo o comprensión”, nunca está demás ya que nunca está demás desconfiar del a priori (ideas viejas). Estas tienen, frecuentemente, la forma de modelos psicoanalíticos que aunque a veces parecen modernos no son más que pensamientos falsos, aunque más no sea por la forma como se presentan, no como preconcepciones activadas por el analizando sino como preconcepciones que obstruyen la función continente.
El ejercicio del psicoanálisis implica siempre la vigilia del psicoanalista, o sea la abstinencia de la simpatía/empatía, la cual debe dar lugar a la verdadera empatía, sobre todo cuando el analista se decide por la interpretación. Es importante saber crear una caesura entre teoría y paciente, aunque sean las teorías las que permitan el conocimiento (por ejemplo, sobre el Edipo, la represión, el inconsciente, etcétera). Designaría la mente del analista que trabaja de esta manera como una mente pre-catastrófica, es decir apta al cambio de sentido, o sea al cambio catastrófico y pos-catastrófico. La actividad del analista debería tener como tela de fondo la exposición permanente a lo desconocido y al encuentro de un estado emocional próximo a lo sin-nombre. Es por eso que la turbulencia genera la ansiedad necesaria al descubrimiento. “Ganar” una sesión, sentimiento que es común a los analistas, implica tolerar la turbulencia de la aproximación, la existencia de una conexión frágil y también la resistencia a una aproximación y a una conexión, ya sea por parte del analizando o por parte del analista. Todo cambio implica dolor psíquico.
Además, la tolerancia al cambio catastrófico es lo que permite a un analista ser un analista (no me refiero, evidentemente, a los criterios burocráticos de la admisión y de pertenencia a sociedades psicoanalíticas). El miedo a la turbulencia asociado a lo que parece científico pero no lo es, da a las discusiones entre los analistas el carácter propio de una conversación entre sordos. Si imaginásemos lo contrario, lo habitual sería la emergencia de ideas nuevas/modelos nuevos, a saber, una catástrofe susceptible de desintegrar la noósfera conceptual. Los analistas se comportan a veces como guardianes del edificio psicoanalítico, en vez de hacerlo crecer.
*
Los caminos espinosos y complejos establecidos por la conexión entre los vínculos (L, H y K) y el trabajo analítico deben estar idealmente en la función continente. Espinosos, porque sabemos cómo se encuentra el empedrado atravesado por –L, es decir cómo se oculta la verdad psíquica, don (terrible don) que busca la mente del analista.
A nivel contratransferencial, la presencia de –L y de –K depende de la conjunción epistemológica y teórica/técnica, o mejor, de su naturaleza. Me refiero, por ejemplo, a la tentación de mantener el psicoanálisis como un mundo aparte dentro del mundo de las ideas, o sea el mundo filosófico. Como afirma Bion, la relación entre filosofía y psicoanálisis es de la misma naturaleza que existe entre matemática pura y matemática aplicada. Claro que en un análisis la interrogación sobre el hombre, el lugar del Homo sapiens-sapiens, es en primer lugar un interrogante sobre un hombre. Aunque sabemos que el encuentro analítico entre el y el debe dar lugar a la creación de un tercero, el cual a su vez alimenta a y y también lo alimenta a él (mismo). Dicho de otra manera, el conocimiento obtenido en / va a tener influencia en la manera cómo el analista escucha, en la manera como el analizando mira el análisis y, a fortiori, sobre el crecimiento del conocimiento en cuanto tal.
Conviene no olvidar que la mente del analista es análoga a un catalizador y por eso está presente durante la reacción, debiendo evitar, sin embargo, estar presente en el producto final. Sólo así el analista ayuda a crear la tolerancia al cambio catastrófico y también sólo así el analista continúa transformándose como analista. Sabemos que el miedo a las turbulencias asociadas al conocimiento científico acompaña la emergencia de ideas nuevas. Los modelos nuevos son temidos como si ellos pudiesen provocar una catástrofe susceptible de desintegrar nuestra atmósfera conceptual, o incluso hacer desaparecer el edificio psicoanalítico. Felizmente ya Freud, padre del psicoanálisis, antes de Bion, nos había obligado a verificar que sin temor a la pérdida y sin asumir ese temor, no hubiéramos sido capaces de hacer emerger ese mundo oscuro aunque paradojalmente portador de luz, al que Freud llamó el inconsciente y al que Bion añade el O, en tanto realidad última a la que podemos acceder: de una forma O, la forma edípica a través de la cual se deletrea “Yo soy Edipo”, y de la que se puede resumir la frase “Yo soy Dios”. Es decir, el camino hacia O me lleva al camino de Edipo, en tanto el camino a Dios es el camino de la creencia en la omnipotencia y la omnisciencia.
Al colocar su radical analítico en la óptica de ser O, la reflexión bioniana se aparta decididamente del intento adaptativo proveniente de la psicología del Yo, así como las tentaciones paranoides-causalistas. Esta posición es fundamental en la creación de la capacidad de realización negativa. Ahí, de nuevo, el “sin memoria, deseo o comprensión” coloca al analista distante de cualquier militancia y lo aproxima a la dimensión del retículo vacío.
La cultura de lo extraño al interior del ser humano torna posible la propensión a O y también el amor a la verdad, organizador epistémico de las endociencias. Dicho de otra manera, el analista que se afirma en / teme mucho menos al cambio catrastrófico y a las turbulencias. La dispersión pasa a ser parte de la búsqueda del O y de la verdad, aunque sepamos que el ser humano es capaz de la verdad. Sin embargo, los instrumentos que posee (L, K, H) solo permiten transformarla, no permiten conocerla.
El analista que aumenta la tolerancia a la dispersión aumenta también la capacidad de transformación de β en α, de alguna manera las condiciones necesarias al pensar en análisis implican un uso de la dimensión PSD. En otros términos, el analista tiene que ser capaz de dejarse impregnar por la dimensión positiva (el nivel de la identificación proyectiva presente en la comunicación / sin dejar, sin embargo, de descubrir el análisis como realización negativa. Aquí, la función del rêverie es esencial. Identificación proyectiva y función de rêverie constituyen dos polos técnicos de la función α del analista en el análisis. Su utilización es gradual y compuesta, variando de análisis a análisis, de sesión a sesión y, probablemente, de segundo a segundo. Es evidente que los recursos necesarios para la elucidación de la función de rêverie son de un orden completamente diferente de los que están presentes en el contacto con la identificación proyectiva.
La función de rêverie se basa en la función materna de rêverie pero la supera, como ya Green tuvo oportunidad de explicar. La función de r...

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