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Jordi Urbea

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Jordi Urbea

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¿Cuál es una de las capacidades más asombrosas del ser humano? La de crear. "Crear", del latín creare, significa producir algo de la nada, dar vida. ¿Y por qué el libro que tienes en tus manos se titula Recrear? Por su doble sentido: crear de forma repetida; y disfrutar esa capacidad, recrearse en ella, como cuando éramos niños y en la escuela esperábamos con entusiasmo el tiempo de jugar en el recreo. ¿Acaso no es la vida el juego por excelencia en el que todos participamos desde que nacemos? Si quieres vivir un intenso e irrepetible juego, donde poder RECREAR las diez áreas más importantes de la vida –yo, salud, pareja, entorno, relaciones, profesión, dinero, ocio, crisis y suerte–, este libro te orientará de forma práctica y sencilla.

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Information

Publisher
Plataforma
Year
2014
ISBN
9788416096459

1. Recrear tu yo

1.1. Mi identidad

La cena de los sabios

«Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada».
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY (1900-1944), escritor y aviador francés
Alguien está preparando una cena muy especial con un grupo de amigos entrañables. Dispone diez platos sobre un mantel, comprueba que la distancia entre uno y otro sea la correcta, alinea un par de cubiertos para cada comensal y alisa con esmero la tela. Antes de abandonar el comedor echa un último vistazo a la presentación. Elegante y sobria a la vez, piensa. Estupendo, pues.
Es una cena especial, decíamos. Más incluso que una relajada reunión para hablar de negocios alrededor de un buen carpaccio y un vino joven. O más que un cálido encuentro familiar para celebrar un aniversario con globos, regalos y que cumplas muchos más. Esta cena es algo diferente, única, y pretende sentar juntas algunas de las mentes más influyentes en la historia de la humanidad. De ahí la ilusión de quien la organiza, que ha conseguido sentar juntos a Sócrates, Buda, Jesús, Descartes, Pascal, Kant, Marie Curie, Einstein y Dawkins, que se saludan con afecto.
Buda, con actitud serena, empieza el encuentro preguntando:
–¿El insensato que reconoce su insensatez es un sabio?
A Sócrates le encanta ese inicio, ya que él mismo, en lugar de decir directamente lo que piensa, suele guiar a su interlocutor para que sea él quien aplique una lógica a su respuesta. Así, responde con otra cuestión:
–¿Crees, entonces, que la sabiduría significa conocerte a ti mismo?
Sócrates vincula sabiduría con experiencia. Si no, no existe. Ahí, Buda explica:
–Pero todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado.
Descartes se suma con ganas a la conversación:
–Amigos, ¿si existo es porque pienso?
El filósofo francés aporta su visión sobre una identidad corroborada por el hecho de contar con una actividad neuronal, pero una identidad que no se limita a unas simples acciones, sino que va ligada a la filosofía, a la neurociencia, a la fe y a diferentes mapas del territorio para interpretarse a uno mismo.
–Sólo sé que no sé nada –aprovecha para recordar Sócrates. El comensal griego, que en su tiempo rehuyó ser considerado el hombre más sabio, nos reta (y se reta) a potenciar nuestro autodominio, a ser humildes, a reconocer aquello que ignoramos más que a presumir de lo que ya dominamos.
Immanuel Kant, que lleva un rato disfrutando de la velada, toma una cucharilla y da dos leves, pero intensos, toquecitos en su copa:
–Es imposible discutir con un ignorante, pero es un placer hacerlo ante tanta sabiduría concentrada.
A lo que añade Sócrates:
–¿Quieres decir que alguien es sabio entre nosotros?
Kant, poniéndose de pie para dar más solemnidad y un toque de humor a sus palabras, dice:
–Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él.
A su lado, Jesús, que mira de reojo el pan y el vino –peculiar forma de compartir su mensaje–, explica su revolucionaria visión, la que enfatiza que él es, precisamente, el «yo soy», aunque eso parece topar con la aparente inconcreción de la falta de nombre. Pero no es así, insiste Jesús, ya que aparece como Jehová, como Yahvé (que, de hecho, significa tanto «Yo soy el que soy» como «El que no tiene nombre») o como el mismo Yo Soy.
–¿Pero cuál es, entonces, tu identidad? Me fascina el concepto de naturaleza divina en alguien que adopta un aspecto terrenal –le pregunta Kant.
–Siempre he usado metáforas para explicar mi mensaje y mi misión. Yo soy el pan de vida, la luz del mundo, el camino, el buen pastor, la puerta.
El zoólogo y etólogo Richard Dawkins escucha con mucha atención, pero pone encima de la mesa el dato que revela que todos los hombres y mujeres somos iguales en un 99,9 por ciento aunque la riqueza de los demás sabios se centra en el 0,1 por ciento distinto y personal, el que acaba de modelar nuestra identidad, nuestros valores y capacidades, así como nuestras limitaciones. Dice Dawkins:
–Creo que somos autómatas programados a ciegas para perpetuar la existencia de unos genes egoístas que albergamos en nuestras células. Somos máquinas de supervivencia.
Einstein, gesticulando con ganas de subrayar sus palabras, comenta:
–La más bella y profunda emoción que nos es dado sentir es la sensación de lo místico. Es la que genera toda verdadera ciencia. El hombre que la desconoce, que es incapaz de maravillarse, está prácticamente muerto.
Para complementar la idea de potenciar la curiosidad humana, toma la palabra la que fue la primera persona en recibir dos premios Nobel, Marie Curie:
–En mi laboratorio siempre me he sentido más que una técnica. Soy una niña colocada ante fenómenos naturales que me impresionan como un cuento de hadas. ¡Eso forma parte de mi yo, aunque siento más curiosidad por las ideas que por las personas!
Blaise Pascal, encantado por todo lo que se debate, pide su turno con la mirada:
–De acuerdo. ¿Por qué separar las cuestiones científicas de aquellas espirituales? Podemos unir razón y corazón como base del conocimiento de nuestro yo. Sin la fe no somos más que un caos.
Y así, entre plato y plato, esta fascinante cena de sabios continúa en busca de ideas con las que desarrollar el arte del diálogo y la reflexión a partir del amor y el respeto. Pero ¿quién es el verdadero protagonista del libro que tienes en tus manos? ¿Una aventurera, un detective, una arqueóloga, un científico? Ninguno de ellos y todos a la vez. De hecho, sólo depende de quién lea la historia, y nos gustaría presentarte al protagonista: tú. Eres alguien que cada mañana saludas en el espejo, mientras el contacto con el agua y el olor a café recién hecho te despierta. Cada amanecer, tras el descanso, reemprendes un viaje. Reemprender, reiniciar, revivir, resurgir. Sólo el hecho de salir a la calle ya te sirve para cruzarte con otros protagonistas, ya sea el dueño del bar que acaba de escribir su apetitoso menú con tiza en una pizarra, el padre que acompaña a sus hijos a la escuela o la vecina madrugadora que, cuando tú sales, ya regresa con una barra de pan y un periódico bajo el brazo. Y todos con su yo, con sus ilusiones y sus dudas, sus deseos y sus pasiones.
Todos tenemos la oportunidad de invitar a cenar a los sabios, de aprender, de crecer, de compartir, de reemprender, de recrear. Y recrearnos en recrear. Contamos con el potencial para experimentar el regalo de vivir. Al dar ese paso, tu yo salta de alegría y te guiña un ojo cuando te encuentras con él o con ella ante el espejo, con la oportunidad de dar la bienvenida a cada nuevo día y celebrarlo como un presente.

Religar o releer

«Entiendo por religión, no ya un conjunto de ritos y costumbres, sino lo que está en el origen de todas las religiones, poniéndonos cara a cara con el Creador».
MAHATMA GANDHI (1869-1948),
político y pensador indio
Investigar el significado y el origen de las palabras es todo un descubrimiento, pura arqueología para nuestro yo sobre la ancestral pregunta de quién soy. Es una misteriosa mirada hacia el interior, pero también una visión profunda hacia un exterior sazonado por el paso de los tiempos y de las culturas, con la religión como una de las grandes fuentes sobre la identidad de las personas. A un sistema compartido de creencias lo llamamos religión, pero lo más curioso del caso es que no está clara su procedencia, por lo que abrimos un diccionario para comprobarlo. Por un lado, Cicerón ya habló de religión para definir a quienes se interesan en las cosas relacionadas con el culto y las releen. Una etimología, pues, basada en la fidelidad que alguien religioso contrae con la divinidad. Otra, en cambio, nos lleva al verbo del latín religare, basado en el concepto de estar enlazado, conectado a Dios. Siglos más tarde, Ortega y Gasset le dio una vuelta de tuerca y volvió al significado original del sustantivo, basado en la idea de ser escrupuloso, de comportarse cuidadosamente.
Si para salir de dudas consultamos otro diccionario, descubrimos que opta por los dos afluentes: «Del sustantivo latino religio-onis, conciencia escrupulosa, veneración, culto; a partir del verbo religo, ato, sujeto».
En fin, que lo dejamos casi en un misterio por resolver, en un juego más para poder vestirnos de arqueólogos. Ah, por cierto, ¿qué significa diccionario? Quizás otro día…

¿Quién soy?

«Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente. Estoy loco por ella y algún día averiguaré su significado».
GROUCHO MARX (1890-1977),
actor cómico estadounidense
Un niño se acerca a otro por detrás. Con cautela, en silencio, convirtiendo de forma espontánea un momento cualquiera en un instante mágico. Tras un movimiento sutil e inesperado, le tapa los ojos. Durante un segundo piensa incluso en cómo impostar su voz para no ser reconocido de inmediato. El otro niño (para el que la vida también es pura diversión) espera la pregunta, el inicio del reto:
–¿Quién sooooy?
–Pueees… Según Dawkins, un genoma egoísta.
–¡No, hombre, no! ¿Cuál es mi nombre?
–¡Ah, eso! Para Aristóteles quizá no es más que un convencionalismo. El lenguaje como definición de la naturaleza humana frente a otras especies animales.
–A veeer, ¡ya sé que soy humano! Pero el juego consiste en que tú identifiques al humano que te tapa los ojos.
–¿Sabías que humano proviene de humus? Humus significa tierra. Acuérdate de cómo fue creado Adán, a partir del barro.
–No me lo puedo creer… ¡Sólo es un juego! ¡Eres un repelente!
Mosqueado, el primer niño retira las manos de los ojos de su amigo y, tomándole de los hombros, le da la vuelta y exclama:
–¡Soy yooo!
–¡Pues claro!

1.2. Sentido vital

Frankl y Vujicic

«Tu tiempo es limitado, de modo que no lo malgastes viviendo la vida de alguien distinto».
STEVE JOBS (1955-2011),
empresario e informático estadounidense
¿Qué me hace feliz? ¿Qué me llena? Descubrir cuáles son las reglas del juego de mi vida es un desafío, un apasionante cara a cara conmigo mismo para discernir cuál puede ser mi misión en la vida. Buscar sentido a la vida nos evoca, nos transporta quizá, a imágenes poéticas, cinematográficas. Nos traslada a una figura solitaria paseando por una playa vacía mientras el sol y el salitre acarician su rostro.
En 1946, el psiquiatra y neurólogo austríaco Viktor Frankl publicó El hombre en busca de sentido, un libro que se ha llegado a considerar como uno de los diez de mayor influencia en Estados Unidos. Ese hombre de mirada frágil soportó la dureza de tres años inhumanos de internamiento en campos de concentración nazis. Allí perdió a su familia, pero no su dignidad. Esa experiencia, de hecho, de horror y humillación deriva en el nacimiento de la logoterapia, una técnica psiquiátrica basada en el análisis existencial y que ayuda al hombre a crear el sentido de su vida y a afrontar la más ...

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