En nombre de Alá
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En nombre de Alá

Conversaciones con yihadistas españoles y sus familias

Anna Teixidor

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En nombre de Alá

Conversaciones con yihadistas españoles y sus familias

Anna Teixidor

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¿Quiénes son esos jóvenes que dejaron España y se unieron a los grupos yihadistas de Al-Qaeda y Dáesh? ¿Y esos padres que se llevaron a sus familias? ¿Es posible su regreso? ¿Y el de sus hijos? ¿Por qué son proclives a morder el anzuelo de sus reclutadores hasta el punto de constituir una amenaza real para nuestra seguridad? ¿Cómo tienen que actuar los gobiernos europeos?Fruto de una intensa investigación, con casos reales y testimonios en primera persona, esta obra da voz a jóvenes que han vivido procesos de radicalización en nuestro país y que, en algunos casos, decidieron viajar a Siria: el combatiente que lleva varios años en lucha, la viuda conversa orgullosa de la decisión de su difunto marido mártir, la confidente de la policía, una de las familias españolas que han vivido en Raqqa y cuyo destino sigue siendo incierto...Los recientes atentados en Barcelona y Cambrils han sacado a la luz la cruda amenaza que supone el terrorismo yihadista también en la Península Ibérica. En nombre de Alá nos introduce de una forma excepcional en esta forma de extremismo violento en España, contado por aquellos que creen que la creencia en el islam no está reñida con el uso de la violencia.Sin embargo, nada más lejos de las intenciones de este libro que pretender justificar los planteamientos de los testimonios recogidos. Muy al contrario, el propósito de la obra es exponerlos a fin de contribuir a la elaboración de una contranarrativa que impida que su causa siga ganando adeptos. El periodismo consiste en eso. Recoger todas las palabras, incluso las del mismo diablo, a condición de contextualizarlas."Habrá que acostumbrarse a vivir con el terrorismo yihadista, pero sin dejar de contarlo y de combatirlo. A ese doble designio sirve este libro."Del prólogo de Ignacio Cembrero, periodista y escritor

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Information

Publisher
Plataforma
Year
2017
ISBN
9788417002688

1. Tarek, el combatiente que sobrevive en Siria

Oí su nombre por primera vez con cierto distanciamiento. Era el 5 de junio del 2014. Un confidente de la policía me dio su alias y el nombre de la ciudad de Cataluña donde había crecido. Sabía que estaba en el punto de mira de los servicios de inteligencia del Estado, pero, aun así, quería saber qué pensaba, qué lo había llevado a dejarlo todo y viajar a Siria para hacer lo que él entendía como la yihad. Tardé casi un mes en encontrar las palabras adecuadas. Me intimidaban las fotografías que había colgado en Facebook, en las que se evidenciaba la transformación de aquel joven de aspecto occidental de veintidós años, que se había dejado barba, vestía de militar y miraba al objetivo de la cámara levantando el índice. Más adelante sabría que aquel gesto reiterativo con el que aparecía en todas las fotografías y que repetían con insistencia todos los que habían dado el mismo paso significaba «Dios es único».
Había otro elemento iconográfico de las imágenes que llamaba poderosamente mi atención: la bandera que agarraba con fuerza, levantándola. Aquel trozo de tela llevaba inscrita la shahada, el primer fundamento del islam, que consiste en repetir la frase: «Solo hay un Dios, Alá, y Mahoma es su profeta». Aquel símbolo ilustraba su lealtad con el profeta y lo utilizaba como estandarte en el momento de entrar en combate.
Después de algunas vacilaciones, le escribí seis mensajes, entre el 29 de junio y el 3 de agosto del 2014. Lo hice desde mi perfil de Facebook, consciente de que no podía ir ni con verdades a medias ni con subterfugios. Ninguna respuesta. Cuando ya lo daba por perdido, me contestó, cinco días después del último mensaje. Eran las diez y cuarto de la noche.
Tarek: Salam. Salam walaikum, ¿yihad? Hummm… OK. ¿Cómo estás? No tengo planes de regreso, pero sí que tengo planes para ayudar a través de gente como vosotros. Y creo que tal vez nos hayamos visto antes. No lo sé, pero si la de la foto eres tú, podría ser. ¿Y quién os ha dicho que estoy haciendo la yihad y que estoy en Siria?
Un cuarto de hora después añadía esto en otro mensaje:
Tarek: Respeto mucho el trabajo de una periodista y me gusta colaborar. No me gusta la fama, pero intentaré hacerlo a oscuras, si es posible.
A partir de esta primera intervención «a oscuras», como lo definió él, empezamos a hablar durante horas en cualquiera de los idiomas que él conoce. Se defiende en cuatro lenguas: castellano, catalán, árabe e inglés. El huso horario marca una hora menos en el sur de Europa. Normalmente, él ya ha cenado y rezado, aunque a veces hemos de interrumpir la conversación porque llega la plegaria de la medianoche.
Él asegura que, como buen musulmán, no da ningún paso sin consultarlo antes con Dios y con el Corán. Mantiene, convencido, que tiene el apoyo de Dios en todo lo que hace y defiende, y, cuando se queda sin argumentos, recorre a sus líderes religiosos para justificar ciertas acciones violentas, a pesar de que no siempre esté de acuerdo con ellas.
Tarek: Oye, si quieres saber más cosas de mí… ¿por qué no haces como han hecho otros periodistas y vienes aquí?
La propuesta me parece inviable. En este momento, la información ya ha muerto en Siria y los pocos periodistas occidentales que quedan en la zona están secuestrados y algunos han sido ejecutados. Por el contrario, sus condiciones para mantener nuestras conversaciones son claras: no acepta llamadas de teléfono ni conexiones por Skype, al menos de momento. Creo que, en el fondo, le intimida que sea una mujer, una periodista, su pasado en Europa, su realidad en medio de una guerra. En cambio, me ofrece una especie de visado virtual, que, según él, me eximirá de peligros.
Tarek: Pero si quieres venir aquí, puedo conseguirte lugar y entrevista con tu equipo. No tengas miedo.
Periodista: ¿Tú crees que podemos venir sin ningún peligro? Al último periodista español que entró lo secuestraron. Y el último occidental fue decapitado.
A Tarek, sin embargo, mi perfil también le genera dudas. Me pregunta cómo puede saber que no formo parte de un cuerpo policial. La red está llena de perfiles falsos tras los cuales se esconden confidentes, experimentados agentes de la policía y simpatizantes de todas las causas. Por eso, debo escoger bien las palabras y sumergirme totalmente en el papel de neófita de su causa. Descubrir poco a poco qué piensa, el porqué y cómo articula ideológicamente la realidad que tiene ante sus ojos. Transcurridos unos días desde su primer mensaje me dice: «Me fiaré de ti». Pero me advierte: «No quiero que mi familia sepa que hablamos». La familia y mantener el anonimato son casi una obsesión. En el fondo, quiere que tanto sus padres como sus hermanos se sientan orgullosos de él, aunque con el tiempo he visto claramente que la lectura familiar de su decisión es diametralmente opuesta.
Meses antes de su viaje, su madre le decía: «¿Por qué quieres ir? No vas a cambiar nada, y te matarán. Eso es asunto de los políticos». De hecho, el mismo Tarek admite que su madre no se esperaba que viajara, y asegura que cada vez que llama a su casa desde Siria ella se echa a llorar. Tarek justifica esta actitud porque él es el más pequeño de cinco hermanos.
Su interés por lo que llama la yihad, sin embargo, viene de lejos. Años atrás ya había querido viajar a Afganistán para añadirse a la lucha contra los norteamericanos, a quienes tilda de «infieles e invasores», pero sus padres no se lo permitieron. En ese momento tenía dieciocho años. En realidad, la familia lo tomó por loco y refutaban sus argumentos diciéndole que eran los afganos los que venían a Europa y no los europeos los que iban a Afganistán. Tarek intenta justificarse a sí mismo la posición de sus padres y alega: «Ellos no son muy practicantes y no es fácil enviar un hijo a la guerra». E, inmediatamente, concreta las señales oníricas que lo impulsaron a dar el paso definitivo:
Tarek: Aquí no conocía a nadie, pero sé que este era mi camino. Lo consulté con Alá y tuve sueños. Un coche cruzando un puente con dos banderas de colores. Una del tawhid, blanca (que significa que «el único Dios es Alá»), y otra del Ejército Libre.
Periodista: ¿Tú consideras que estás haciendo la yihad?
Tarek: Sí, eso creo. Aquí la yihad es obligatoria.
Ha interiorizado la obligación de hacer lo que él entiende por la yihad. Está convencido de ello y, según parece, no hay nada ni nadie que pueda contradecirlo. Con este y con otros temas de los que hablamos nunca hay medias tintas. Él se siente predestinado a esa causa. Le insisto en que, según el profeta, un buen musulmán no puede ir a hacer la yihad sin el permiso de su padre y su madre, pero él responde que «ahora la yihad es obligatoria porque es defensa», y añade con resignación: «aunque los padres normalmente no lo acepten».
He leído un montón de textos intentando localizar la fuente de esta obligatoriedad y solo he encontrado el manual de reclutamiento de Al Qaeda, en el que asegura que si la yihad se considera obligatoria, no se necesita ninguna autorización.
El discurso de Tarek no es nuevo. Se trata de la misma interpretación particular y veleidosa que han hecho los combatientes de todo el mundo que han viajado a Siria e Irak, y que, antes, lo habían hecho a Afganistán, Bosnia o Chechenia. Convierten la obligación de defender a todo musulmán que sea atacado en un pretexto para cometer acciones violentas contra cualquier país. Por lo tanto, para ellos se trata de una guerra defensiva contra un enemigo muy superior y, en consecuencia, no consideran que sus acciones sean crímenes ni asesinatos, ya que creen que tienen el apoyo moral, espiritual y religioso de la comunidad musulmana.
La convicción de Tarek sobre lo que él entiende como yihad está estrechamente relacionada con su recia voluntad de conseguir que yo me convierta al islam. La mayoría de los diálogos que mantenemos los dirige hacia mi conversión, y en cada frase pide un paso más. Pocos días después de conocernos, añade una nueva cláusula para seguir las conversaciones.
Tarek: Como muslim no podría hablar contigo, aunque fueses musulmana. Que Alá me perdone. Si quieres que siga hablando contigo, lo haré, pero con una única condición. Quiero que cada vez que hablemos hayas leído una sura del Corán. ¿Lo harás? ¿Qué?
Periodista: «Los que se niegan a creer son como una llamada al rama…». Segunda sura de la Vaca. Tengo el Corán a mi lado. Versículos 168-172.
Tarek: ¿Qué opinas del Corán?
Periodista: Lo estoy leyendo. Me recuerda mucho a la Biblia. He buscado los puntos en los que se habla de la yihad para entender, sobre todo, por qué los musulmanes se matan entre ellos.
Para argumentar su decisión me cita la segunda sura, versículos 190-186: «Combatid en el camino de Alá a aquellos que combaten contra vosotros», y me recuerda la primera vez que los musulmanes lucharon en La Meca para defenderse de los que mataban a los seguidores del profeta. De aquí que cuando le pregunto por qué ha querido hacer lo que él entiende como la yihad contesta sin eufemismos, de manera directa y clara.
Tarek: Estaba harto de la violencia. Este mundo está hecho a base de mentiras y guerras. Dime por qué nadie protege al pueblo siriano.
Se siente llamado a defender al pueblo de Siria y concentra su odio contra el dictador, Bashar al-Ásad, que sucedió a su padre, Hafez al-Asad, tras su muerte en el año 2000. Bashar, de confesión alauita, una rama del islam chiita muy minoritaria en Siria, llegó a la presidencia de la República después de haber ganado de forma clamorosa, con el 97,62 % de los votos, en un supuesto referéndum legal. Había prometido impulsar reformas económicas y políticas y, en última instancia, democratizar el país. Una democratización que no ha llegado nunca.
Las palabras de Tarek revelan un hombre tocado, superado por lo que ya ha vivido durante estos tres años y pico de guerra. Asegura, con un cierto tono dramático, que algún día espera abrir los ojos y no ver a mujeres agredidas sexualmente o a niños gritando y pidiendo auxilio en las cárceles. La imagen que Tarek tiene de las prisiones del régimen es dantesca, y las situaciones que relata, dice, lo persiguen allá donde va: «Esto me rompe el corazón. Antes de venir casi me volví loco. No podía ni dormir».
Lo dice, pero, de repente, añade casi de inmediato, para que no haya ningún malentendido: «No jugaré contigo. Es tu trabajo y esta es mi vida privada y la de mis hermanos aquí. No puedo darte información sin avisar a mi jefe».

De España a Al Qaeda

Tarek es más bien bajo. Tal vez mide un metro sesenta. Ha ejercitado el cuerpo como un deportista y es bastante musculoso. No hace mucho que le crece el pelo de la barba y todavía la tiene poco espesa. El 26 de julio del 2015 cumplió veinticuatro años. Había marchado de Cataluña hacía casi tres años, a mediados de octubre del 2012. Durante este tiempo ha vivido una película tan intensa que ni siquiera es capaz de recordar si llegó a Siria a mediados de septiembre o en octubre: «Ya ni me acuerdo de si fue quince días antes o después del Ramadán». En aquel momento la prensa internacional anunciaba una caída casi inminente del dictador ante la fuerza creciente del Ejército Libre Sirio, y solo se hablaba esporádicamente de los combatientes extranjeros que llegaban procedentes, mayoritariamente, de los países del Golfo. De hecho, el grupo Jabhat al-Nusra, la sucursal siria de Al Qaeda, había emitido, el 8 de septiembre, un vídeo en fórums de Internet en el que se homenajeaba a los que habían protagonizado acciones suicidas y se instaba a los musulmanes residentes en otros países a unirse a sus filas. Unos meses atrás habían llegado a Siria los primeros españoles, de origen ceutí, que se inmolarían en pocas semanas, aunque estos detalles se harían públicos mucho más tarde. Ignoro si Tarek conocía estos otros viajes de españoles antes de tomar su decisión. El único hecho objetivo es que él también decidió viajar allí.
Han pasado más de tres años y cuando le pregunto cómo ha podido sobrevivir durante todo este tiempo, me contesta con rotundidad: «No he sobrevivido. He vivido los mejores años de mi vida. Y no quiero volver a la esclavitud nunca más». A pesar de su respuesta, insisto, a costa de qué ha sobrevivido.
Periodista: ¿No lamentas no formar parte de la vida de tu familia ni conocer su día a día?
Tarek: Alá esté con ellos. Sé que en España están cómodos. Es suficiente. Algún día nos veremos, si no en esta vida, en la otra. Estamos más cerca de lo que te imaginas.
Pero ¿por qué lo dejó todo y emprendió un viaje que tal vez sería el definitivo? ¿Qué o quién influyó en él para que diera este paso? El primer argumento que Tarek plantea es el político, y lo vincula estrechamente con la religión, hasta el punto de que los mezcla y no sabes dónde empieza uno y dónde acaba el otro. En este sentido, centra su argumentación en la represión del dictador Bashar al-Ásad contra los manifestantes tras el alzamiento popular, que desencadenó una guerra civil sangrante a la que no se le ve el final.
Tarek: ¿Que no has visto los centenares de niños que fueron víctimas de los bombardeos con armas químicas? Es una buena razón para venir. Ahora bien, todo...

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