Sentimientos de la nación / El sitio de Cuautla
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Sentimientos de la nación / El sitio de Cuautla

José María Morelos y Pavón, Heriberto Frías Alcocer, Rafael Ángel "Rapé" Pineda Peña

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Sentimientos de la nación / El sitio de Cuautla

José María Morelos y Pavón, Heriberto Frías Alcocer, Rafael Ángel "Rapé" Pineda Peña

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Documento clave de la Independencia, en él José María Morelos aboga por la absoluta soberanía de la patria; señala que el pueblo no debe pagar más obvenciones a la Iglesia que las de su devoción y ofrenda; proclama la igualdad para todos los hombres, suprimiendo las castas y la esclavitud; exige que se quiten los numerosos tributos; convoca a que se solemnice el 16 de septiembre como el día en que se levantó la voz de la independencia y de nuestra libertad.

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Information

Year
2020
ISBN
9786071667793

EL SITIO DE CUAUTLA

El sitio de Cuautla es legendariamente célebre no sólo en la historia guerrera de México, sino en la historia del mundo… Es una siniestra epopeya hermana de las que cantan los nombres de Cartago, Numancia, Jerusalén…
A través de los profundos horrores, que son las sombras que proyectan sobre los heroísmos los genios de las venganzas coléricas, en aquel combate sin tregua de 72 días esplende la aureola del águila del sur, iluminando con luz de belleza todos los dolores y todas las miserias de aquel pueblo ávido de libertad.
Hermosa profecía: Cuautla se llamaba aquella villa desde la época de la Conquista… y Cuautla viene del mexicano Cuautli, que significa águila… ¡la villa del águila!…
Morelos, Víctor y Nicolás Bravo y Hermenegildo Galeana, de vuelta de sus victoriosas expediciones por Taxco, Tenango y Tenancingo, entran a Cuautla el 9 de febrero de 1812. Sabiendo el caudillo que el terrible Calleja había sido recibido en la capital en triunfo, con su ejército del Centro —vencedor en Aculco, Guanajuato, Calderón y últimamente en Zitácuaro—, el día 5, y que, engrosado con poderosos refuerzos, tiene orden de aniquilar a los insurgentes en las montañas del sur, resuelve esperar el ataque en Cuautla.
Era esta población muy a propósito para resistir rudas acometidas y largo asedio, por la riqueza agrícola de las haciendas próximas, abundantes en provisiones de todo género, por su situación general a la entrada de la “Tierra Caliente”, el patriotismo y fidelidad de todos los habitantes de aquellos rumbos, decididos partidarios de la causa de la Independencia, adoradores entusiastas de Morelos, dispuestos a morir peleando y además por encontrarse en regiones conquistadas y por él muy conocidas.
Así fue que con todo brío continuaron los trabajos de fortificación y almacenamiento de víveres y municiones, construcción de armas y ejercicios militares emprendidos desde hacía tiempo por Leonardo Bravo, jefe de la plaza en ausencia de Morelos.
Cuautla se levanta ligeramente en una pintoresca meseta que domina los planos que la rodean, cubiertos de profusa vegetación, sembrados de caña de azúcar, y ciñendo al entonces humilde caserío espesas huertas, bosques y magníficos platanares. La villa se extendía de norte a sur en una longitud de media legua, atravesándola, como médula central, larga calle que enfilaba dos plazas y dos sólidos templos y conventos: San Diego y Santo Domingo. De oriente a poniente su anchura era de un cuarto de legua. Por el oriente corre el río que desagua en el Amacuzac, naciendo en las vertientes del Popocatépetl. De la hacienda de Buenavista, al extremo sur, asciende hasta la eminencia del Calvario, extremidad norte, una atarjea de mampostería, de vara y media de espesor, que se va elevando gradualmente para conducir el agua hacia aquella finca, cerrando por el poniente el recinto, defendido, como dijimos, por el barranco del río, en la parte oriental.
Basta esta ligera descripción y la vista del plano respectivo para comprender las defensas naturales de la villa, a las que se unieron las creadas por el genio y la actividad de Morelos poderosamente secundado por sus soldados y por la mayor parte de los vecinos, que se pusieron a la obra con el mayor empeño, decididos a sepultarse bajo los escombros de su querido pueblo antes que entregarlo a los antiguos amos.
Se convirtieron en fortalezas las torres y conventos de San Diego y Santo Domingo, cuyos gruesos muros se aspilleraron con ingenio, lo mismo que las pocas casas de cal y canto que había entonces, pues la mayor parte eran chozas de techos de zacate y palma, unidas por cercas de toscas piedras. Practicáronse cortaduras y trampas en las aproximaciones de los lugares de fácil acceso; construyendo parapetos y trincheras, caminos de ronda, cuevas y subterráneos para bodegas y almacenes, garitones para centinelas y escuchas, reductos que debían combinar sus fuegos con los de las torres, sosteniéndose recíprocamente.
Mientras en el pueblo se trabajaba con todo brío, en los alrededores los comisionados de Morelos reclutaban gente brava, se hacían de caballos, armas y víveres que eran conducidos a Cuautla, donde llegaban aclamados con júbilo. El caudillo pudo llegar a tener 3 000 hombres de caballería y 1 000 infantes, todos valientes, ladinos y buenos manejadores de sus armas, duros para las fatigas, intrépidos para los asaltos y astutos en preparar emboscadas o fingir fugas para desconcertar a sus engreídos perseguidores con bruscas y súbitas acometidas. Eran la mayor parte costeños, negros, mulatos, mestizos y criollos acostumbrados al espectáculo grandioso de las montañas y al imponente panorama del mar… Inconscientemente amaban la libertad… ¡por ella habían de sucumbir, ensangrentados y épicos! ¡Oh!, valientes hijos del sur, merecéis bien de la patria, porque en vuestras sierras forjasteis los rayos de su independencia…
Se puso especial empeño en dejar lista la artillería compuesta de 16 cañones de varios calibres, entre ellos el Niño y una culebrina célebre por su trágica historia —fundida en Manila pasó al puerto de San Blas, de donde Hidalgo la hizo conducir a Guadalajara; Calleja la capturó en la batalla de Calderón, pasando a las fuerzas de Emparan, quien la llevó a Toluca, de donde la sacó Porlier, y los soldados de Morelos se la arrebataron en Tenancingo, conduciéndola a Cuautla, donde volvió a Calleja—.
Los Bravo, Galeana y el intrépido Matamoros se dividían las faenas de dirigir las obras de defensa, de almacenamiento e instrucción militar, animando con vibrantes palabras, con candente entusiasmo a sus tropas, infundiéndoles su espíritu revolucionario y bélico.
El plan del virrey comunicado a Calleja era tomar simultáneamente Cuautla y el pueblo de Izúcar para dividir las fuerzas de Morelos. Hacia este punto se dirigiría el brigadier Llano con las tropas de la guarnición de Puebla, reforzadas por el batallón Asturias de donde el ejército del Centro debía marchar a su turno hacia Cuautla, y una vez tomada ésta, la división de Puebla se ocuparía de la persecución de los fugitivos hasta aniquilarlos, en tanto que el ejército vencedor tornaría a México para lanzarlo a donde más urgiera.
El día 12 sale Calleja con el grueso de su ejército, y marcha a pequeñas jornadas, confiado en un triunfo completo, creyendo desbaratar a aquel temible Morelos que tanto le habían ponderado, pensando durante el camino en hacer terrible escarmiento como en Zitácuaro, la que, más feliz él que el derrotado Emparan, tomara a sangre y fuego, arrasándola hasta hacer pasar el arado sobre su antiguo recinto.
Llegó el 17 de febrero a la hacienda de Pasulco a dos leguas de Cuautla, acampando para disponer su ataque al día siguiente.
Al punto dispuso el jefe insurgente los aprestos para resistir, dando a Galeana el mando de la plaza y convento de San Diego —bien fortificados con fosos y trincheras— hacia el norte de la población; el de Santo Domingo a Leonardo Bravo, en el sur; y a Matamoros y Víctor Bravo los puso como jefes de la casa —hacienda de Buenavista y sus alrededores—; en lo alto de las torres y todos los puntos dominantes colocó atalayas y los mejores tiradores, lo mismo que en...

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