Rimbaud en Java
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Rimbaud en Java

El viaje perdido

Jamie James, Pedro Rey

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  1. 160 pages
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Rimbaud en Java

El viaje perdido

Jamie James, Pedro Rey

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A la edad de dieciocho años, en Una temporada en el infierno, profetizó el resto de su vida. Dejaba Europa atrás. Escribió del aire de mar que le quemaría los pulmones, de la ráfaga solar que le broncearía el cuerpo entero. Tres años después, en 1876, se incorporó a la Armada Real de las Indias holandesas como infante y partió rumbo a Java. Desertaría muy pronto, en fuga hacia la selva. Es el pasaje más enigmático y misterioso de una vida llena de contradicciones y paradojas.En este libro dedicado al viaje perdido de Rimbaud a Asia, el crítico y novelista Jamie James pesquisa todos los hechos relacionados con el episodio. De este modo, y a partir de conjeturas acerca de lo que el poeta pudo haber hecho, reconstruye y recrea la vida durante el siglo XIX en Java. El libro termina con una inquisición exhaustiva acerca de lo que Oriente significó en la imaginación del poeta, en paralelo con la entretenida, por momentos escandalosa historia del orientalismo francés, siempre entre la pose decorativa y el exabrupto colonialista.Rimbaud en Java es una mezcla altamente concentrada de crítica, biografía y narrativa de viajes, que pone en foco y en perspectiva el encuentro extraordinario entre el gran poeta y un mundo extinguido.

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Information

Year
2020
ISBN
9789871739486
III
MISTERIO ORIENTAL
¡Java! País magnífico y siniestro, donde las flores más admirables esconden los reptiles más odiosos, donde los frutos más brillantes contienen sutiles venenos, en el que crecen árboles espléndidos cuya verdadera sombra es la muerte, donde el gigante murciélago vampiro extrae la sangre de sus víctimas, de manera constante, mientras les prolonga el sueño envolviéndolas en un aire fresco y perfumado, porque ningún abanico se agita tan rápido como las enormes, almizcladas alas de este monstruo.
EUGÈNE SUE, El judío errante
La Danza de las Lanzas
La Danza de las Lanzas, Java, de Le Tour du Monde, 1879.
CUANTO MÁS SE HURGA EN ELLA, más puede parecer la vida de Rimbaud un acróstico resuelto a medias, en que cada nueva respuesta arroja dudas sobre lo que se anotó provisoriamente. Porque, después de todo, decir: “Es imposible saber con certeza la ruta por la que Rimbaud volvió a Charleville desde Java, en 1876” no es muy diferente a decir: “Es imposible saber con certeza qué significa ‘El barco ebrio’”.
Así y todo, puede sostenerse con confianza que hay un aspecto del viaje de Rimbaud a Java que tuvo en su vida un impacto indeleble: fue su primera experiencia en una tierra predominantemente musulmana. No fue su primera experiencia con el Islam per se. Su padre, Frédéric Rimbaud, había oficiado la mayor parte de su vida adulta, antes del nacimiento de Arthur, como director de la oficina de asuntos árabes en Argelia, y tradujo el Corán al francés. Cuando Rimbaud vivía en Abisinia, su madre le envió el manuscrito de la traducción realizada por su padre para que lo ayudara en su propio estudio del Corán. Existe otro rompecabezas insoluble: ¿se convirtió Rimbaud al Islam en África? El objeto más persuasivo para indicar que podría haberlo hecho es un sello de oro en el que hizo grabar la divisa “ABDO RINBO”, una abreviatura de “Abdallah Rimbaud”, que se traduce normalmente como “Rimbaud, sirviente de Allah”. Se convirtiera o no, no quedan dudas de que el Islam le causaba fascinación.
En tiempos de Rimbaud, Java se parecía en al menos un aspecto al África musulmana: aunque predominaba el Islam, no solo coexistía con otras religiones sino que, según se lo practicaba localmente, estaba fuertemente adulterado por antiguas prácticas mágicas. De niño, Rimbaud leyó muchos textos arcanos de magia europea y había soñado con crear un sistema místico basado en el poder transformativo de las palabras, con él mismo presidiendo como mago. La biografía de Enid Starkie promovió la imagen de Rimbaud como aprendiz de brujo, impregnado de saber hermético. La biógrafa discernía en muchos de sus poemas un detallado programa alquímico, especialmente en el famoso soneto “Vocales”, que les asigna colores a los sonidos de las cinco vocales basándose en la alquimia, con evocaciones visionarias de sus poderes innatos.
A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
Algún día diré vuestros latentes nacimientos:
A, negro corsé velludo de moscas resplandecientes,
Que zumban en torno a crueles pestilencias,
Golfos de sombra; E, candores de vapores y de tiendas,
Lanzas de hielos fieros, reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpuras, sangre escupida, risa de bellos labios
En cólera o en la ebriedad penitentes;
U, ciclos, vibraciones divinas de los verdosos mares,
Paz de los pastos sembrados de animales, paz de las arrugas
Que la alquimia imprime en las grandes frentes estudiosas;
O, supremo Clarín lleno de extrañas estridencias,
Silencios cruzados por Mundos y Ángeles:
–¡O, la Omega, rayo violeta de Sus Ojos!
Cuando en 1884 Verlaine publicó Los poetas malditos, “Vocales” fue el poema que inauguraba la sección dedicada a Rimbaud, haciendo realidad su sueño de convertirse en genio literario mucho después de que esa clase de cosas hubieran dejado de interesarle. En 1887, un corresponsal de Le Temps, Paul Bourde, le escribió a África para contarle sobre la creación del primero de los muchos cultos rimbaldianos: “Algunos jóvenes, a los que personalmente considero algo ingenuos, han tratado de fundar un sistema basado en su ‘Soneto de las vocales’. Este grupo lo llama a usted su maestro”.
En 1876, había pocos lugares sobre la Tierra donde la magia jugara un papel más conspicuo que en Java. Maldiciones y encantamientos amorosos, goona-goona, eran lugares comunes, como lo son en la Java contemporánea. En 1900, Louis Couperus publicó la única novela sobre las Indias Orientales que puede ser verosímilmente colocada junto a las de Joseph Conrad, y que es un clásico de la literatura moderna holandesa. La fuerza oculta es una narración gótica sobre una familia colonial en pleno deterioro faulkneresco, pero su tema real es “el misticismo de las cosas concretas en aquella isla de misterio llamada Java”. Theo van Oudijck, el residente holandés de la ficticia ciudad de Labuwangi, se ve arrastrado a un conflicto con el regente, el títere real javanés de la administración colonial, y sufre el asalto de fenómenos inexplicables, como ruidos y golpes, y visitas de espíritus. Sobre la neoclásica residencia solariega de Van Oudijck llueven piedras. Su segunda mujer (que se acuesta con el hijo de él) aparece en el baño, cubierta de jugo de betel, que le escupieron bocas que no se dejaron ver. Las almas de niños muertos sollozan y gimotean en las ramas de un baniano.
Couperus produce un giro revolucionario en el abordaje de estos hechos, al identificarlos como expresiones del alma nativa: “Bajo toda esa apariencia de cosas tangibles, amenaza la esencia de aquel misticismo silencioso, como un subterráneo fuego que arde lentamente, como odio y misterio en el corazón”. En su introducción a la edición de la Biblioteca de las Indias de La fuerza oculta, E.M. Beekman cita escrupulosamente estudios académicos sobre fenómenos de espíritus en Java, pero pocos extranjeros que hayan vivido durante un largo período en el archipiélago, por racionalista que haya sido su educación, se muestran categóricamente escépticos sobre los hechos sobrenaturales del lugar.
Una de las manifestaciones más peculiares de magia javanesa se encontraba en su punto más alto cuando Rimbaud anduvo por la zona. En los campos cercanos a Ponorogo, predominaban brujos místicos llamados warok, que alcanzaban un estado de invulnerabilidad por medio de la meditación. Para apoyar su misticismo, los warok seguían una forma de ascetismo excepcionalmente laxa, al rechazar la profana distracción del sexo con mujeres mediante la adopción de chicos a los que se consentía y acicalaba, llamados gemblak, con edades que iban de diez a quince años. Sin embargo, los gemblak no eran juguetes sexuales como las “mascotas” de los aldeanos sinoman; eran objeto de contemplación mística, a los que la adoradora mirada de los warok transformaba en encarnación de la perfección del universo. Los muchachos oficiaban de mandalas carnales, sus encantos físicos se volvían, en sentido literal, encantos mágicos.
Paralelos con este tipo de culto de la juventud pueden encontrarse en las tradiciones de pederastia de corte religioso practicadas por otras órdenes marciales. El samurái de Japón seguía el shudo, el Camino del Muchacho, en el que un guerrero adulto tomaba a un adolescente joven como discípulo y amante; las sectas sufis en Persia practicaban Shahedbazi, la “contemplación de los lampiños”, que llevaba al adepto a la unión con Dios a través de la contemplación de la belleza trascendental de un muchacho preadolescente. A esta tradición de alcanzar la trascendencia espiritual a través de medios carnales aberrantes se le puede encontrar una afinidad conceptual indirecta con la visión mística de Rimbaud de la poesía tal cual la expresa en la Carta del vidente: “Llegar a lo desconocido por medio del desorden de todos los sentidos”.
El legado preislámico es un tapiz de fondo cultural en Java. El mayor templo del archipiélago es Borobudur, cincuenta kilómetros al sudoeste de Salatiga, un inmenso monumento de piedra recubierto de bajorrelieves exquisitamente esculpidos que describen escenas de la vida de Buda. En El archipiélago malayo, Wallace se jactaba de Borobudur: “La cantidad de trabajo humano y habilidad utilizada en las Grandes Pirámides de Egipto se torna insignificante cuando se la compara con la que se requiere para completar este templo serrano esculpido en el interior de Java”.
Los antiguos templos hindúes surgen por todas partes, a veces en medio de arrozales. Candi Sukuh es un extraño, misterioso templo en las laderas del Lawu, un volcán situado a treinta y cinco kilómetros al este de Solo. Sukuh (candi en sánscrito significa “templo”) era el último gran templo hindú de Java, construido como refugio para un culto dedicado a Bima a mediados del siglo XV, cuando la mayor parte de la isla se encontraba en camino de abrazar el Islam. Bima es una encarnación de Shiva, un guerrero invencible que juega un papel heroico en muchos dramas de la wayang kulit, el teatro de sombras javanés. La principal estructura es una pirámide de piedra escalonada que tiene un extraño parecido con una pirámide maya. Sukuh es excepcional en Java por su explícita imaginería sexual. En su cima se levantaba un falo de piedra de casi dos metros de alto, que en la actualidad se encuentra guardado bajo llave en un armario del Museo Nacional de Yakarta, otro extravagante ejemplo de la inexplicable obsesión por los rituales de fertilidad en un país en que la vida de todo tipo florece sin parar.
Sukuh es, en realidad, extraña y misteriosa, e irradia la sobrecargada, ligeramente tóxica atmósfera que empapa los mejores trabajos alucinados de Rimbaud. Un notable relieve muestra a Ganesha, la deidad con cabeza de elefante usualmente descripta en contemplativa pose sedente, bailando con abandono, su órgano sexual sacudiéndose, mientras balancea un perro por la cola. Nadie sabe por qué. Es probable que exista una relación entre Sukuh y los cultos tántricos del Tibet, pero no ha sobrevivido ningún registro de los rituales que se representaban en el templo.
La afinidad entre Rimbaud y Sukuh es mi propia fantasía; es un lugar que me gustaría, en vano, que hubiera visto, como si se tratara de un amigo de mi país que visita Indonesia durante las vacaciones. Aun así, en su subrepticio paso por Java, Rimbaud estaba inmerso en un paisaje dominado por el Islam. Era un viaje que, como estaba bien al tanto, seguía una tradición inaugurada por poetas franceses anteriores a él. El orientalismo tiene ahora mala reputación, gracias principalmente al libro de ese título de Edward Said, publicado en 1978, que tiene como premisa básica: “Oriente fue casi una invención europea, y ha sido desde la antigüedad un sitio de aventura, de seres exóticos, memorias y paisajes evocadores, experiencias notables”. Said argumenta que este mundo de fantasía fue creado para justificar las pretensiones europeas de superioridad cultural y hegemonía política. En la literatura europea, Oriente era un lugar mágico, más próximo al mundo de Odiseo que al mundo real, moderno.
Ninguna nación estaba más infatuada con este Oriente de ensueño que los apasionados franceses. Las traducciones que Antoine Galland hizo de Las mil y una noches, comenzando en 1701 por “La historia de Simbad el Marino”, disfrutaron de un éxito enorme y en los días de Rimbaud continuaban encarnando la imagen popular del mundo islámico. Que el chico al que cuando creciera llamarían “Rimbald el Marino” leyó “las joyas y las magias de Galland”, en la frase de Borges, es casi tan seguro como que leyó la Biblia. La influencia en Rimbaud de Las mil...

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