Cuando todos diseñan
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Cuando todos diseñan

Una introducción al diseño para la innovación social

Ezio Manzini, Eugenio Vega Pindado

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Cuando todos diseñan

Una introducción al diseño para la innovación social

Ezio Manzini, Eugenio Vega Pindado

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La innovación social se basa en el diseño y su relación con las personas. El diseño, entendido así, crea "puentes" y genera nuevas soluciones basadas en la tecnología y genera productos-servicios, que son la clave de todo esto. Cuando todos diseñan se ocupa del diseño y del profundo cambio social que tiene lugar en un mundo conectado e inmerso en una transición hacia la sostenibilidad: un mundo en el que todos, lo quieran o no, se ven en la necesidad de diseñar y rediseñar de forma continua su existencia. En un mundo en proceso de cambio permanente, todos diseñan: hacen uso de su innata creatividad y de su capacidad de innovación para definir y mejorar su proyecto de vida. Manzini distingue entre diseño difuso (que cualquiera puede llevar a cabo) y diseño experto (algo reservado a quienes se han formado como diseñadores) y describe la forma en que ambos interactúan para que los expertos en diseño puedan impulsar cambios sociales significativos. Este libro habla también de gente, organizaciones y encuentros colaborativos. Y de cómo conseguir que las cosas sucedan. En definitiva, esta obra habla de los diseñadores, de la capacidad y el saber proyectual, unida a la cultura, la sensibilidad y el análisis exhaustivo. El diseñador, para Manzini, es un "optimista profesional", un productor de ideas en todos los niveles, que da soluciones específicas pero significativas para hacer que las cosas sean diferentes.

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Information

Year
2020
ISBN
9788418049309
1 Innovación, hacia una nueva civilización
Cuando los seres humanos afrontan nuevos problemas, tienden a usar su innata creatividad y su capacidad para el diseño con el fin de inventar y hacer realidad algo nuevo; en definitiva, lo que hacen es innovar. Aunque esto siempre haya sido así, estas innovaciones cotidianas adquieren formas sin precedentes, que se dejan sentir con mayor fuerza. Su difusión y carácter resultan de la combinación de dos factores principales: el primero es, lógicamente, la naturaleza de los problemas que tratan en diferentes escalas, incluida la experiencia cotidiana; el segundo es la difusión generalizada de las tecnologías de la comunicación y de la información y su aportación a las organizaciones existentes. En una situación así es probable que, ante cualquier problema, un número creciente de personas vea una oportunidad y encuentre una manera de resolverlo.
Sin embargo, tal vez lo que suceda vaya un poco más allá. Estas personas no solo pueden llegar a superar sus propias dificultades, sino que, con lo que hacen, pueden sentar las bases de una nueva civilización.
La innovación social
“En 2005 en Liuzhou, provincia de Guangxi (China), un grupo de sus habitantes se dieron cuenta de que no tenían acceso a alimentos saludables y seguros en los mercados habituales. Se fueron a las aldeas, a unas dos horas en coche de la ciudad, y vieron que los modelos tradicionales de agricultura sobrevivían aún en el campo, aunque con gran esfuerzo. Con la intención de ayudar a estos agricultores y desarrollar un canal para la distribución de alimentos orgánicos, fundaron una empresa social: una asociación de agricultores que se llama Ainonghui”. (1) Esta historia es una de las muchas recogidas por Fang Zhong para su tesis doctoral sobre servicios colaborativos en China que, por varias razones, me resulta particularmente reveladora: es un caso magnífico de innovación social en el que ciudadanos y agricultores imaginaron y pusieron en práctica una original manera de superar las dificultades y plantear nuevas alternativas (ejemplo 1.1).
Ejemplo 1.1
AINONGHUI, UN CASO DE AGRICULTURA SOSTENIDA POR LA COMUNIDAD, LIUZHOU (CHINA)
Ainonghui es una asociación de Liuzhou, en la provincia de Guangxi (China), que fue fundada por un grupo de agricultores y consumidores urbanos para producir y distribuir alimentos orgánicos. En la práctica se trata de una aplicación china de la idea de agricultura sostenida por la comunidad. “En la actualidad, además de la producción y la distribución de alimentos, la asociación Ainonghui gestiona cuatro restaurantes y una tienda comunitaria de comida orgánica. Con la venta de estos alimentos de origen local a la gente de la ciudad, difunden también lo que es la agricultura tradicional y orgánica y promueven un estilo de vida urbano sostenible. Gracias a Ainonghui y a los vínculos directos que ha creado entre la ciudad y los agricultores, los ingresos de estos últimos permiten sostener la agricultura de siempre y contribuyen a que puedan llevar una vida mejor y más respetable. Es más, varios agricultores han regresado al campo para unirse a la red de alimentos orgánicos”. (2) El interés de este ejemplo reside en la relación sin precedentes que se establece entre agricultores arraigados en su pueblo, que ponen en práctica sus conocimientos y su experiencia tradicional, y ciudadanos urbanos expuestos a las ideas que circulan en las redes globales y dotados de una particular capacidad para el diseño y para el emprendimiento. Al reconocer la naturaleza complementaria de sus motivaciones y capacidades, ambos grupos han sido capaces de cerrar la brecha cultural y superar mutuos prejuicios para generar una solución que, de lo contrario, no habría sido posible.
Pero, en mi opinión, este caso es también mucho más: es un ejemplo de que son posibles otra forma de producción y otro modelo económico. Su método, que parte de la idea de crear vínculos directos entre la producción (en este caso, la agricultura) y el consumo, implica la presencia de alguien conectado a escala local, pero abierto al flujo global de personas e ideas (que convierte esta iniciativa en un sistema distribuido de producción). (3) Este modelo opera en el marco de una nueva economía social que permite la coexistencia de diferentes economías y en el que “todos salen ganando”, (4) tanto la gente de la ciudad que dió el primer paso (y que ahora tiene la comida sana y con garantías que quería) como los agricultores involucrados en el proyecto.
Ainonghui es un excelente ejemplo del creciente número de iniciativas internacionales en el campo de los productos frescos, sanos y orgánicos y de sus vínculos con la agricultura, que van desde los mercados de los agricultores a las cooperativas de alimentos, a los alimentos de kilómetro cero y a la agricultura apoyada por la comunidad. Como ya hemos observado en relación a Ainonghui, lo que proponen todas estas experiencias no es solo una nueva forma de alimentación, sino otra manera de producir, otra relación entre la producción y el consumo, y, en definitiva, entre las ciudades y el campo que las rodea.
Cuando indagamos en busca de iniciativas parecidas, nos encontramos con una gran diversidad de casos interesantes: grupos de familias que deciden compartir algunos servicios para reducir los costes económicos y ambientales, pero también para crear nuevas formas de vecindad (como la covivienda y otras alternativas para compartir y ayudarse mututamente dentro de un bloque de viviendas o de un barrio); nuevas formas de interacción y trueque (desde simples iniciativas de intercambio hasta bancos de tiempo o la creación de una moneda local); servicios en los que los jóvenes y los ancianos se ayudan unos a otros y con los que promueven una nueva idea de bienestar (servicios sociales participativos); jardines vecinales creados y gestionados por los ciudadanos que mejoran la calidad de la ciudad y del tejido social (jardines de guerrilla, huertos comunitarios, tejados verdes); sistemas de movilidad alternativos a los coches particulares (coche compartido, redescubrir las posibilidades que ofrecen las bicicletas); nuevos modelos de producción con recursos y comunidades locales comprometidas (empresas sociales); o comercio justo y directo entre productores y consumidores (iniciativas de comercio justo).
La primera y más evidente característica de estas propuestas es que emergen de la recombinación creativa de los activos ya existentes (desde el capital social al patrimonio histórico, desde la artesanía tradicional a la tecnología avanzada y accesible) y cuyo objetivo consiste en alcanzar metas socialmente reconocidas pero de una manera completamente nueva. Este rasgo común también proporciona una primera definición de lo que es la innovación social y de por qué ha surgido.
Ideas que sirven para cumplir objetivos sociales (5)
“Definimos las innovaciones sociales como ideas (nuevos productos, servicios y modelos) que satisfacen las necesidades sociales y crean nuevas relaciones o formas de colaboración. En otras palabras, se trata de innovaciones que mejoran la capacidad de la sociedad para su funcionamiento”. (6) A partir de esta definición, damos por sentado que, en la actualidad y por diversas razones, se ha generalizado la práctica de la innovación social, que ha existido siempre, y ha asumido características sin precedentes: por un lado, las tecnologías de la información y la comunicación se han extendido del mismo modo que las prácticas sociales que las hacen posibles; por otro, un número creciente de personas en diferentes contextos, por diversas razones, han sentido la necesidad de reinventar sus vidas. Este es el quid de la cuestión: en muchos países occidentales (tradicionalmente ricos) la actual crisis económica ha forzado a un número creciente de personas a aprender a vivir, y si es posible, a vivir mejor, al tiempo que reducen su consumo y redefinen sus ideas sobre el bienestar (y el trabajo). De forma simultánea, la mayoría de la gente en las economías de rápido crecimiento se ve empujada a cambiar velozmente sus contextos socioeconómicos tradicionales por otros nuevos, a los que nos referiremos como contextos “modernos”: (7) todos ellos se sienten obligados a redefinir radicalmente la forma en que viven y sus ideas de bienestar.
En esta situación, millones de personas se ven forzadas por la pobreza, las guerras y los desastres ambientales a dejar sus aldeas y partir a las ciudades (aunque sería más correcto decir que tienen que dejar sus pueblos por suburbios, chabolas o favelas según cada zona) y a dejar su país de origen por otros (donde esperan encontrar una vida mejor y más segura). Todas estas dificultades representan desafíos para la sociedad en su conjunto y para las instituciones y organismos políticos, a cualquier escala, ya sea local o global. Cada una de ellas supone un inmenso problema social cuya solución no puede hallarse en los modelos económicos tradicionales ni en las iniciativas planteadas desde arriba (a pesar de que se necesitan de manera urgente). Las ONGs y otras asociaciones de la sociedad civil deben cumplir su papel, y lo que es más importante, los individuos, las familias y las comunidades tienen que participar de forma activa y cooperativa en estos procesos. Es ahí donde la innovación social puede ser útil. Por supuesto, la forma en que esto suceda es una incógnita, pero no hay duda de que, en todas partes y cada día más, millones de personas se ven obligadas a cambiar algo en su forma de vivir (y más que eso, en su forma de pensar y en su idea de bienestar). En tal contexto, la innovación social interviene como un potente y poderoso agente transformador en todo el sistema socio-técnico.
Soluciones a problemas insolubles
En los últimos años, la innovación social ha pasado de ser algo secundario a colocarse en el núcleo de la agenda política de muchos gobiernos y, de forma general, ha centrado los debates públicos. (8) Ello nos lleva a preguntarnos por qué ha sucedido así, del modo en que lo ha hecho.
Quizá, la primera respuesta a esta pregunta sea muy simple: la innovación social contribuye a la solución de problemas que hasta entonces parecían muy difíciles o, incluso, inabordables. “La razón principal”, escriben Murray, Caulier-Grice y Mulgan, “es que las estructuras y las políticas hasta ahora existentes eran incapaces de atajar algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo”. (9) Se refieren a asuntos tales como las epidemias provocadas por enfermedades crónicas, la creciente desigualdad, las sociedades envejecidas o los problemas de cohesión social en las sociedades multiculturales. Mulgan y sus colegas se refieren a ellos como problemas sociales inabordables, problemas para los que “las herramientas clásicas de las políticas estatales, por un lado, y las soluciones del mercado, por otro, se han mostrado claramente insuficientes”. (10) Sin embargo, la innovación social adquiere su verdadera relevancia al afrontar estas dificultades porque, como era de prever, señala maneras viables de afrontarlas con soluciones que rompen con los modelos económicos tradicionales y proponen otros nuevos, con las diversas motivaciones y expectativas de los actores implicados.
Estos nuevos y complejos modelos de organización desafían las tendencias tradicionales y van mucho más allá de las dicotomías convencionales entre lo público y lo privado, entre lo local y lo global, entre el consumidor y el productor o entre la necesidad y el deseo. Las soluciones que proponen son modelos que difuminan esas polaridades. Son, a un tiempo, locales (porque están enraizadas en un sitio) y globales (porque están conectadas internacionalmente con otros modelos similares), de forma que los papeles de productor y usuario tienden a solaparse (porque se inclinan por la participación activa); las motivaciones y los deseos personales tienden a coincidir con las necesidades en la medida que la gente participa porque quiere, pero también porque lo necesita. En concreto, por lo que respecta a esta polaridad, cambia el peso relativo de los deseos y las necesidades según el lugar y el momento. (11) Sin embargo, en todos los casos observados, las innovaciones sociales parecen tener lugar solo si hay al mismo tiempo necesidad y voluntad de hacer algo (esto es, una apropiada combinación de deseos y necesidades).
Una forma (radicalmente) distinta de hacer las cosas
Hemos visto que, en términos prácticos, lo que estas innovaciones sociales hacen es recombinar recursos y capacidades que ya existían para crear funciones y significados nuevos. Al hacerlo, introducen formas de pensamiento y estrategias para la solución de problemas que suponen discontinuidades con lo que ha sido la tendencia dominante, por ejemplo, de los modos de pensar y de hacer que se consideraban “normales” y que se aplicaban habitualmente en el contexto socio-técnico en que operaban (véase recuadro 1.1)
Por ejemplo, ante el problema generalizado de una población cada vez más envejecida, cabría preguntarse: “¿cómo podemos cuidar de todas estas personas mayores?”. En las sociedades industriales maduras y en los sectores más globalizados de las emergentes, es decir, en las sociedades avanzadas, la respuesta más habitual es que hace falta “crear servicios sociales profesionales dedicados a este asunto”. Sin embargo, la propuesta radicalmente innovadora sería otra: “Consideremos a los ancianos no solo como un problema, sino también como posibles agentes para su solución; apoyemos sus capacidades y su voluntad para participar activamente y optimizar el uso de sus redes sociales”. Este revolucionario primer paso que consiste en considerar a los ancianos no solo por lo que necesitan, sino también por lo que son capaces de hacer y por lo que están dispuestos a hacer, ha llevado a un relevante número de invenciones y mejoras; estas iniciativas van desde los círculos de atención y covivienda para ancianos (donde las personas de edad avanzada reciben apoyo en diferentes formas de ayuda mutua) a la simbiosis efectiva entre los mayores y los jóvenes (como en el caso del “alojamiento de estudiantes”, en el que los ancianos que viven en casas grandes ofrecen un espacio a estudiantes que están dispuestos a ayudarles), (12) hasta otros diversos modelos de viviendas intergeneracionales en las que residentes de diferentes edades llegan a acuerdos para ayudarse unos a otros.
Recuadro 1.1
Discontinuidades locales
¿Qué significa crear una discontinuidad en la actual forma de ser y de hacer? En términos generales, significa crear algo que rompe la rutina, proponer formas de comportamiento radicalmente nuevas. Sin embargo, cuando se trata de innovación social, ¿qué significa “radicalmente nuevo”? La primera y obvia respuesta es que no se puede definir en términos generales, porque una misma idea y una misma organización no son igual de novedosas en contextos diferentes. Por ejemplo, la ayuda mutua entre vecinos es la tendencia dominante en un pueblo de Rajastán, en la India, donde forma parte de la tradición, pero puede resultar algo nunca visto en un barrio de clase media en Londres o Milán. Que un agricultor venda sus productos en un mercado africano no es otra cosa que una expresión “normal” de la agricultura y la alimentación del sistema local, mientras que los agricultores que hacen lo mismo con sus frutas y verduras en el mercado de la Union Square Farmers de Nueva York representan una innovación radical en comparación con los sistemas alimentarios y agrícolas que son costumbre en los Estados Unidos.
Como estos ejemplos indican, determinar lo qué es “radicalmente nuevo” en estas organizaciones depende, en buena medida, de cada contexto. En otras palabras, la creación de una organización participativa basada en la ayuda mutua en Londres y Milán es algo innovador, a pesar de que pueda parecerse en muchos aspectos a lo que normalmente sucede en un pueblo de Rajastán. Lo mismo puede decirse del mercado de la Union Square de Nueva York en comparación con otro parecido de una aldea africana.
Consideramos estos casos de innovación radical porque, ante un problema que parece muy difícil (cuando no irresoluble) desde un punto de vista convencional, proponen un análisis alternativo (en este caso, al reconocer que la gente mayor no son...

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