El Grial Cátaro
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El Grial Cátaro

Cristina Durán, David Barreras

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  1. 320 pages
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El Grial Cátaro

Cristina Durán, David Barreras

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Novela breve, thriller cuya trama principal transcurre en el año 2014 pero que, al mismo tiempo, tiene un trasfondo histórico: un relato paralelo ambientado en la Edad Media. Dos arqueólogos, Javier Claramunt y Mario Tejedor, descubren casualmente un pergamino medieval que narra la crónica de un enigmático personaje, Pedro de Pertusa, caballero cuya vida parece ligada a una importante reliquia de la cristiandad. A raíz de los hallazgos de los dos colegas alguien trata de evitar que puedan hacerse públicos, motivo por el cual comienzan a verse rodeados de misteriosos asesinatos.Octubre de 2014. Un guardia de seguridad aparece brutalmente degollado en el yacimiento arqueológico localizado en el lugar donde se desarrolló la batalla de El Puig en el siglo XIII, al tiempo que el asesino daña una de las antiguas piezas del lugar, una losa de piedra que contiene un texto medieval grabado, todavía no descifrado en su totalidad. Poco después, el director de la excavación, Javier Claramunt, y otro colega, Mario Tejedor, se verán envueltos en misteriosos acontecimientos relacionados con este crimen y con un enigmático y casual hallazgo: un pergamino medieval que parece revelar un secreto relacionado con una reliquia cristiana.La novela intercala la narración de los intrigantes acontecimientos protagonizados por el caballero Pedro de Pertusa, a modo de crónica medieval, con la investigación que a un ritmo trepidante los dos arqueólogos realizan en el presente en varias ciudades de Europa, de forma que en un recorrido por España, Turquía e Italia irán recopilando lo que parecen ser las diferentes piezas de una especie de puzzle. Esta búsqueda les acabará conduciendo hacia la verdad que encierra el pergamino…

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Information

Year
2014
ISBN
9788415930372
Edition
1
PREFACIO
El Grial cátaro es una novela. Una novela en la que la trama principal se desarrolla en la época actual y entre la cual se entreteje una historia paralela ambientada en el Medievo. No busque el lector en esta obra poder desvelar los secretos de la herejía cátara que hasta ahora aún no han revelado los historiadores, tampoco persiga hallar toda la verdad sobre el Santo Grial o alcanzar un conocimiento arcano en relación con la temática ocultista que puede sugerirnos su título. Precisamente por ser una novela, a la cual podríamos calificar como novela histórica, en este libro conviven personajes históricos y de ficción, así como se suceden hechos que realmente tuvieron lugar en tiempos pretéritos, junto con relatos ficticios, pero a pesar de que nuestro relato es de ficción, no por ello hemos dejado de ser lo más fieles posible a la realidad, y por eso la mayor parte de las descripciones de los lugares citados en nuestra obra, así como los datos aportados en la misma, son verídicos. No obstante, en ciertas ocasiones el hilo de la narración nos ha exigido algún que otro cambio en relación con estos lugares y datos que puede llegar a distorsionar, aunque solamente sea de manera muy leve, la realidad, histórica y del presente, pero deseamos hacer hincapié en que ello tiene en esta obra carácter excepcional.
Por lo mencionado en el anterior párrafo, cierto es que el lector puede con esta novela conocer cómo se desarrolló la batalla de las Navas de Tolosa, qué fue la herejía catara, qué ocurrió durante la Cruzada albigense o cómo es posible que la inexpugnable Constantinopla cayera tras ser sometida a un breve asedio. Pero, sin embargo, el objetivo principal de este libro no es enseñar historia, sino que, básicamente, como cualquier otra novela, pretende simple y llanamente entretener al lector.
Hemos considerado que es preciso destacar antes de iniciar la lectura de esta obra que todos los personajes de la familia Pertusa que aparecen en la misma son ficticios, excepto el caballero Juan de Pertusa, que combatió junto al rey de Aragón, Jaime I, durante la conquista de Valencia, personaje histórico que sirvió para inspirarnos a la hora de crear esta familia de mesnaderos de los monarcas aragoneses a lo largo de la Baja Edad Media. Debido a ello, todos y cada uno de los hechos relacionados con los miembros del clan Pertusa que aparecen en la novela son mera ficción y carecen de cualquier tipo de base histórica.
Por otro lado, debemos comentar también que todas y cada una de las costumbres, creencias, doctrina, rituales y ceremonial cátaros descritos en la obra son reales, del mismo modo que lo son el proceso judicial, las torturas, las penurias sufridas en prisión, las sentencias, las ejecuciones y las penitencias impuestas por la Inquisición que se incluyen en la narración, información que, en este caso concreto, se ha basado en el contenido recogido en documentos reales del siglo XV pertenecientes al Tribunal del Santo Oficio. No obstante, es preciso decir con respecto a la trama de la novela que transcurre en época actual que los hechos descritos en la misma en los que pueda existir algún tipo de relación con el estamento eclesiástico, a excepción hecha de la descripción propiamente dicha que existe en la obra en relación con la Fiesta Anual del Santo Cáliz, son mera invención.
Madrugada del miércoles 8 al jueves 9 de octubre de 2014
En la localidad de El Puig la noche se presenta oscura, a pesar de que hay luna llena, dado que el cielo se halla completamente cubierto de nubes. La madrugada es además fría, un húmedo viento de Levante provoca que cualquiera se quede congelado, la sensación térmica se sitúa incluso unos cuantos grados centígrados por debajo de la temperatura real, algo muy común en el litoral valenciano.
En las proximidades de las ruinas del castillo medieval del municipio, los primeros volúmenes de tierra de lo que es una excavación arqueológica aparecen amontonados en un recinto rudimentariamente vallado que acota la zona de trabajo donde se pretende desenterrar más pistas sobre lo que realmente ocurrió allí a mediados de agosto de 1237. En esta localización tuvo lugar un sangriento combate que enfrentó a dos ejércitos muy diferentes: las huestes de la Cruz contra los infieles musulmanes. El campo de batalla se llenó aquel día de cadáveres. Se trataba sobre todo de jinetes islámicos, el grueso de la caballería de la taifa de Valencia, que allí yacieron incluso con sus cabalgaduras.
Y otro muerto más se añadiría a los ya presentes. Éste tardaría en llegar, pero llegaría, concretamente setecientos setenta y siete años después. Y moriría exactamente en ese mismo lugar, aunque en pleno siglo XXI. Caería en la zanja, abierta por el equipo de arqueólogos del yacimiento, sin yelmo, cota de malla, ni espada. En su lugar una gorra, un uniforme, una porra y una pistola que de poco le servirían.
Un extraño en la noche viste un grueso abrigo claro. Se trata de un individuo de aproximadamente cincuenta años de edad, alto, de unos ciento ochenta y cinco centímetros, y de complexión robusta. Pasea sigilosamente por las afueras del pueblo, bien protegido del frío ¿No lleva demasiada ropa si tenemos presente que estamos en octubre? Refresca, pero tampoco es como para ir cubierto hasta los tobillos ¿Es un abrigo? No, más bien parece un manto o túnica, es más, casi podría afirmarse que se trata de una especie de hábito.
Mientras tanto, Félix se enciende un cigarrillo que acaba de liar.
Me queda nada para acabar el turno debe pensar−. Con lo ciego que voy paso de hacer otra ronda más, no me tengo en pie ¡Y me estoy meando!estas dos últimas frases las pronuncia en voz alta.
Es entonces cuando se quita hasta el cinturón, lo deja por ahí tirado y se marcha hacia un montículo de tierra, lugar que no le queda demasiado lejos. Menos mal, pues su estado de embriaguez no le permite caminar demasiado. En esos momentos comienza a orinar para dar salida a las cervezas que todavía no ha evacuado. Tiene la boca seca después de tanto porro de marihuana y, en el fondo, es normal que haya bebido algo. En el estado en el que está no es de extrañar que no llegue a escuchar nada cuando alguien se le aproxima por la espalda y le corta la garganta con un afilado cuchillo. No obstante, antes de caer a la zanja ensangrentado y prácticamente sin vida este hombretón de más de cien kilos de peso aún tiene tiempo para aferrarse con fuerza a una de las mangas de la extraña indumentaria del asesino, la cual finalmente se desgarra y cae junto a Félix en su improvisada tumba. Un silencio sepulcral rodea la excavación y al municipio entero. Nadie ha reparado en lo que le ha pasado al desgraciado Félix ¡Era un buen día para dejar de fumar! Al menos podría haber evitado meterse en el cuerpo esos “cigarritos de la risa” que hacen que uno no esté en lo que tiene que estar.
Dan las cuatro y media de la mañana.
Javier Claramunt se despierta entonces. Se trata de un personaje atípico, alguien extremadamente reservado, muy celoso por guardar para sí no sólo cuestiones relacionadas con su vida privada, sino que, además, también incluso habla muy poco acerca de su trabajo con los que le rodean. Básicamente es una persona que, en condiciones normales, realiza poco o ningún uso de la dialéctica, excepto cuando debe de hablar en público por cuestiones relacionadas con su profesión, menester en el que entonces demuestra ser extremadamente resuelto.
Pero sin duda, el aspecto que más caracteriza a Javier Claramunt es ser un hombre feliz. Eso es lo que piensa todo el mundo y como él mismo afirma sentirse. Feliz porque se dedica a lo que ha sido su pasión desde niño. Es arqueólogo y a sus cuarenta y dos años acaba de iniciar el que puede ser el proyecto de su vida, una excavación que está desenterrando más pistas sobre la conocida como batalla de El Puig, un enfrentamiento bélico medieval cuyo desenlace resultaría decisivo a la hora de despejar el camino hacia la capital del reino de Valencia para los ejércitos del rey de Aragón, Jaime I.
Javier dedica cuerpo y alma a la historia y la arqueología, tanto es así que es soltero y no tiene demasiadas relaciones personales, a excepción de las estrictamente laborales, aunque incluso en estos casos trata siempre de no establecer vínculos demasiado estrechos con sus colegas. Admira profundamente a aquellos con los que comparte profesión, pero no a todos, solamente a los que, a su entender, contribuyen de manera decisiva a reconstruir nuestro pasado. Para Javier hay demasiados historiadores que se aferran a verdades consideradas como absolutas, que no admiten discusión, y que no están en absoluto dispuestos a mancharse las manos para escudriñar más en nuestro pasado y tratar de dar respuesta a múltiples cuestiones que aún quedan en el aire sobre los tiempos pretéritos. Por todo ello, Javier prácticamente ignora a la mayoría de los mortales que le rodean, y casi podría afirmarse que no es capaz de apreciar el trabajo desarrollado por los demás. Podría decirse de él que vive encerrado en su propio mundo, todo un universo de piedra, metales corroídos, trozos de vasijas, restos humanos, mucha tierra y polvo, bibliotecas y también libros, muchos libros de historia y arqueología, con los que, en la mayoría de ocasiones, se muestra no poco crítico. Y es que Javier, esbelto y apuesto, se halla inmerso cuasi constantemente en nuestro pasado, en un tiempo que le hace rememorar no sólo los acontecimientos históricos fundamentales del Medievo, sino que también incluso le conduce a evocar escenas cotidianas que debieron formar parte de la vida más mundana de personajes anónimos, tales como bien pudiera ser un sencillo campesino, un simple fraile o un minucioso cantero. A Javier, además, le interesa más saber todo lo posible acerca de aquellos hombres y mujeres que llevan ya muchos siglos muertos que conocer, aunque sólo sea mínimamente, a la gente que le rodea e incluso le aprecia, y no sólo por su trabajo, sino por sus valores humanos, pues aunque sea en lo más profundo de su ser, Javier, como el resto de las personas, también los posee.
Javier Claramunt, todo un personaje que sería diagnosticado por cualquier psicólogo de padecer fobia social, se levanta siempre al alba. Acto seguido se asea con extremada rapidez, básicamente se lava la cara, mal peina su espeso pelo rubio y se viste en un santiamén, siempre de manera informal. Todos los días elige para ello ropa limpia pero, sin embargo, solamente puede lucirla el tiempo que transcurre entre que sale de casa y se toma el primer café, momento en el que, frecuentemente, ya se ha manchado con su frugal desayuno express, lamparón que no tarda en ser adornado con otros más cuando al poco comienza a manipular sucias muestras de la excavación.
El rostro de Javier Claramunt es bastante lampiño pero a medida que avanza la semana se va poblando de una especie de barba de adolescente que parece como si fuera comiéndose sus grandes ojos azules, y la cual, además, únicamente se afeita los viernes por la mañana, independientemente de que su agenda, de la que no puede separarse jamás, le indique que debe acudir a un acto importante o de que sepa de cualquier otro motivo que merezca del máximo decoro. En definitiva, cuida poco su imagen, siempre anda desaliñado, lo que a buen seguro le facilita las cosas para que tan sólo transcurridos unos diez minutos desde que se despierta parta ya en coche hacia su puesto de trabajo en la excavación, lugar al que es el primero en llegar de todos sus compañeros, incluso antes que los peones.
Hoy, 9 de octubre, salta de la cama todavía más temprano que de costumbre, ya que ni tan siquiera ha amanecido. Porque Javier es así, puro nervio. Es un día especial, es festivo en la Comunidad Valenciana, se conmemora el día en el que el rey Jaime I el Conquistador entró triunfal en la ciudad del Turia en 1238, poniendo fin a cinco siglos de predominio musulmán en esta urbe. Por ello nadie acudirá hoy a la excavación, están todos disfrutando del día de asueto. Aunque Javier, que este día se encuentra radiante como consecuencia de los actos que se conmemoran, sí que asiste al lugar, para realizar...

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