Los almogávares
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Los almogávares

David Agustí

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Los almogávares

David Agustí

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Los almogávares. La expansión mediterránea de la Corona de Aragón relata las vicisitudes de un principado, el catalán, que se encuentra en una difícil encrucijada: discernir si debe fomentar el comercio con tierras lejanas para enriquecerse rápidamente y desbancar a Génova y Venecia de la primacía mediterránea o, por el contrario, formar ejércitos y batirse en continuas luchas con el fin de conquistar los países vecinos para establecer un perdurable imperio en el mar Mediterráneo.La narración desgaja la expansión de la Corona catalano-aragonesa mediante las vivencias de los almogávares, temibles soldados mercenarios que lucharon por su rey y por su nación, y que devastaron y llenaron de terror las tierras que años atrás habían sido dominadas por personajes como Alejandro Magno y por el imperio romano. Su empuje les permite contemplar las esplendorosas murallas de Constantinopla, luchar contra los turcos, pasear su más feroz semblante por la morada de los dioses en el Monte Olimpo y convertirse en el mejor ejército conocido. Su bravura, la tenacidad y la estrategia de combate, así como su crueldad, son las principales características que llevan a los almogávares a conquistar Atenas y la casi totalidad de la Grecia clásica. Este libro muestra de una manera rápida, exhaustiva y casi novelesca, pero veraz, una época de grandes batallas, de traiciones y asesinatos, de conquistas y de derrotas. En definitiva, es la crónica de la mayor aventura que jamás haya realizado un ejército hispánico durante la alta edad media.

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Information

Year
2013
ISBN
9788415930136
Topic
History
Edition
1
La venganza catalana
La ruptura del acuerdo de vasallaje
Los alanos y los griegos capturan a algunos soldados catalanes y la mayor parte de los caballos que pastan por los campos, pero los almogávares consiguen reorganizarse con rapidez. Una vez a salvo tras las murallas de Gallípoli, les llega la noticia de la muerte del césar y de sus acompañantes; los catalanes, enfurecidos, juran vengarse. La brutalidad de esta venganza nos llega hasta la actualidad, pues su recuerdo aún está presente en la historia de Grecia, donde todavía suenan frases como:
“Así caigas en manos de catalanes”.
Así pues, Berenguer de Entenza decide vengar la muerte de su viejo amigo. Reúne el consejo almogávar y, por mayoría, acuerdan que antes de iniciar la guerra contra Bizancio deben acusar formalmente al emperador de traición. La acusación es un formalismo puramente medieval en el que el vasallo, de forma pública, acusa y reta a su señor por el deshonor sufrido. Las relaciones entre señores feudales durante la Edad Media se basan en el vasallaje. Un señor busca la protección de otro más poderoso a cambio de fidelidad; el vasallo consigue, con este pacto, un feudo con el que procurarse sus rentas y la debida protección en caso de guerra. El proceso de vasallaje requiere un rito concreto, el “homenaje”: el señor de mayor rango pregunta al otro noble si quiere ser su vasallo. En caso afirmativo, el vasallo pone sus manos entre las de su señor y le besa para sellar el acuerdo, pasando a jurar fidelidad ante de un gran número de reliquias o frente a un altar. Para finalizar el ritual, el señor le entrega un poco de tierra del feudo que le otorga.
Un ejemplo de este proceso de vasallaje lo encontramos en la concesión de un feudo por parte del rey Alfonso el Casto a Guillem de Anglesola, en el año 1192:
“Yo, Alfonso, por la gracia de Dios rey de los aragoneses y conde de Barcelona, marqués de Provenza, te otorgo y te concedo a ti, Guillem de Anglesola, mi castillo de Mur para el servicio a mí y a mis sucesores”.
Este juramento de fidelidad es el que quieren revocar los almogávares al ver que el hasta entonces su señor, el emperador de Bizancio, les ha traicionado y ha permitido el asesinato de Roger de Flor.
El Consejo almogávar escoge a seis personas para que se dirijan a Constantinopla y hablen con el basileo. La comitiva esta formada por un caballero, dos representantes de los guerreros, un adalid y dos almogávares. El séquito debe presentarse ante el basileo en un acto público donde hayan sido convocados los representantes de la República de Venecia, del municipio de Pisa y de los genoveses de Pera.
Llegados a Constantinopla, los seis emisarios se dirigen al palacio de Blanquernas, donde solicitan audiencia a Andrónico en nombre del megaduque del Imperio. El basileo les abre las puertas de palacio, entran los almogávares en la sala del trono y allí, frente a las autoridades que tienen influencia en el imperio, exponen todas las acusaciones, entregan un documento público a todos los presentes y desafían al emperador. Acusan a Andrónico de permitir la muerte del césar y de actuar de mala fe en los últimos tiempos. Andrónico no ofrece ninguna resistencia a las reclamaciones de los catalanes y tan solo alza la voz para defender su buena fe en todos sus actos. Andrónico escucha y acepta el desafío. Concede a los catalanes una escolta para que no sufran ningún percance durante el regreso a Gallípoli y se dispone a la lucha. Pero la comitiva ignora que, cuando abandonan la ciudad, todos los catalanes residentes son asesinados, y tampoco sospechan que a ellos les acecha el infortunio.
Tras la partida de los almogávares, los bizantinos persiguen a todos los catalanes aposentados en los suburbios de la capital y los asesinan. Matan sin distinciones. Asesinan a Ferran de Ahonés, quien, tras abjurar de la religión de Roma, se había casado con una joven de una rica familia bizantina, ligada a los mismos Paleólogos. Las colonias catalanas establecidas cerca de la capital bizantina y todos sus mercaderes ven peligrar su vida y huyen hacia Gallípoli.
Mientras tanto, los seis representantes de los almogávares han llegado a Rodestión para embarcarse, pero son sorprendidos y detenidos por aquellos que tienen la orden de proteger sus vidas. Los catalanes claman por la nueva traición de Andrónico. Sin dejar apenas respirar a los prisioneros, los escoltas los matan y descuartizan, cogen sus restos y los cuelgan por toda la ciudad como símbolo de poder y sed de sangre.
La Armada catalana
Gallípoli se ha convertido en la plaza fuerte de los almogávares. Mercaderes y todo tipo de población catalana se establece en la ciudad para protegerse de sus enemigos. Realmente, la ciudad se convierte en un gran centro militar y un gran mercado. Berenguer de Entenza, como gran estratega militar, reforma toda la península y la convierte en una gran fortificación. Refuerza las murallas, establece torres defensivas cerca de ellas y au menta el número de guarniciones a lo largo de la costa para evitar los ataques por mar. Es decir, prepara Gallípoli para el asedio. Ordena almacenar el máximo de víveres, arma a la población y prepara todos los artilugios necesarios para repeler el asalto. El megaduque Entenza está dispuesto a enfrentarse al asedio, pero también se da cuenta de que las fuerzas catalanas no aguantarán mucho tiempo, ya que un cerco provoca desesperación, pero sobre todo hambre. También tiene claro que los almogávares son fuertes a campo abierto, donde pueden luchar con sus armas cortas y su gran fortaleza física, pero que no están habituados a sufrir un sitio.
Berenguer establece entonces un plan: salir de la ciudad y llevar a cabo incursiones que les garanticen el paso hacia tierras abiertas donde establecerse y luchar, eso sí, manteniendo una fuerza en Gallípoli. Presenta su plan ante el consejo almogávar, pero éste es rechazado por Rocafort, puesto que seguir esta estrategia significa la división de las fuerzas. Después de muchas deliberaciones y discusiones entre los dos capitanes, se aprueba un ataque sor presa por mar, en dirección a Constantinopla. Se embarcarán en la aventura la mitad de los combatientes y el resto se quedará en Gallípoli bajo las órdenes de Muntaner y Rocafort.
Berenguer de Entenza embarca con unos mil quinientos hombres en cinco galeras, dos leños y diecisiete barcazas.
Durante la Edad Media, la marina catalana no representaba una gran fuer za militar, más destinada al comercio que a las guerras. Los logros militares eran pocos, a excepción de acciones de piratería ejercidas en las costas mediterráneas, sobre todo con Roger de Flor y Roger de Llúria al mando. Pero pese a esa carencia de estructura naval militar, la Corona catalano-aragonesa, en las batallas en las que participaba, solía salir triunfadora. La guerra por Sicilia demuestra que, poco a poco, durante la Edad Media, los medios militares de la Corona se hacen cada vez más poderosos. Este avance se debe, también, a la incorporación de grandes navegantes como Roger de Llúria, Vilamarí y Roger de Flor.
La flota catalana se compone de galeras, leños y barcazas. Las galeras son naves de costosa construcción. Suelen estar financiadas por ciudades o por la propia Corona, ya que su coste es tan elevado que los señores, los nobles, por sí solos son incapaces de sufragar su construcción. Además, no se suele tener un ejército naval fijo, sino que se construye un mayor número de naves en los momentos de conflictos. La galera se convierte en la nave principal de cual quier ejército y se utiliza desde el siglo XIII hasta ya avanzado el XVIII. Con el transcurso del tiempo, las naves modifican su armamento y sobre todo la estrategia durante los combates navales, en los que la galera predomina durante cinco siglos. Es un buque alargado y bajo, estrecho, con una falsa estructura que se coloca encima de la base del barco. Sobre esta falsa estructura se establece la cubierta, que queda dividida en dos partes; en una de ellas se encuentran los bancos para los remeros. La proa del buque finaliza en una plataforma, el castillo de combate, donde se sitúan los marineros preparados para el asalto, con un madero que sobresale y cuya finalidad es la de ayudar al abordaje en caso de entrar en combate con otro barco. En la popa se sitúa el castillo de mando, donde se emplazan, el timón, los fanales y el estandarte de la Corona; es muy usual que esta zona esté cubierta con una gran tela, de color verde en la Corona de Aragón, con la enseña de la corona. Las galeras poseen gran cantidad de remos, aunque normalmente navegan a vela. Ostentan dos grandes velas de tipo latino, en forma triangular. Los remos solo se utilizan para maniobras concretas de entrada y salida de puerto o para los asaltos durante las batallas. Los remeros van sentados en los laterales de la nave, en bancos colocados de manera oblicua al eje del barco. En cada banco se sientan tres remeros, cada uno de los cuales puede utilizar un remo. En las galeras de gran calado se encuentran treinta bancos por babor y treinta por estribor; en total, noventa hombres por lado, que suman ciento ochenta remeros. En este tipo de galeras, el aprendizaje de remo es importantísimo, ya que cada remero debe coordinar sus fuerzas con el de al lado para maniobrar con facilidad. Los remeros son marineros profesionales que tanto pueden realizar las labores típicas de un barco durante la travesía como remar o combatir en el momento que sea necesario. Son hombres libres. No es hasta los siglos XV y XVI cuando se utiliza a los prisioneros para ejercer de re meros. Además de los remeros, son necesarios otro tipo de hombres para el manejo y gobierno de la nave: el comandante, el subcomandante, un escribano, un barbero y la mayor cantidad posible de combatientes. Esto supone que han de convivir multitud de personas en un espacio reducido, pues una galera no supera los cincuenta metros de eslora. Durante las largas travesías, los hombres viven en cubierta, en los bancos de los remeros. Trabajan a plena luz del sol y sin ningún tipo de intimidad ni medidas de higiene. Estas naves, y prácticamente todas, son conocidas por el hedor que des prenden a causa de la concentración de personas que viajan en ellas.
Por el contrario, las bodegas de estos buques son pequeñas, obligando a las naves a realizar constantes escalas en busca de comida y agua para los agotados marineros.
Los leños son embarcaciones de menor tamaño que las galeras y se utilizan como naves auxiliares en caso de conflicto. Su longitud es menor, pero son más anchas, lo que permite que sea una nave tanto de uso militar como comercial. Posee un solo palo mayor con una gran vela latina. La diferencia es que el número de bancos para remeros es notablemente inferior al de las galeras. Los leños pueden dar cabida a un máximo de veinticinco filas de bancos para los remeros por lado.
La barca o barcaza, por su parte, es aun menor que el leño, con un único palo mayor, y solo puede acoger quince filas de remeros en una fila única que va de babor a estribor.
Estas dos embarcaciones se utilizan principalmente para exploraciones por lugares donde las galeras, por su gran calado, no pueden acceder, o de auxilio en caso de batalla.
La captura de Entenza
Estas son las naves con las que Berenguer de Entenza parte de Gallípoli y con las que realiza incursiones hasta llegar a Constantinopla. La flota almogávar zarpa y se dirige a Heraclea y Regium, cruzando por zonas bien conocidas por los catalanes, como Artaki y Cízico. Durante la travesía se convierten en excelentes piratas, interceptan todas las naves que encuentran, las asaltan y roban todos los alimentos y riquezas que llevan a bordo. No utilizan el abordaje como estrategia de lucha, sino que se acercan a las naves hasta encontrarse a una distancia prudencial y, desde el castillo de proa, las acribillan con todo tipo de dardos y flechas. Una vez mermadas las fuerzas contrarias, abordan la nave y se enfrentan cuerpo a cuerpo, como si estuvieran en campo abierto, utilizando las maneras de lucha que les caracterizan.
Los ataques en tierra firme no son menos espeluznantes. En su medio natural, dejan que la venganza y la rabia surjan sin freno; atacan, roban, asesinan, violan a todas las mujeres y queman aldeas enteras. Siembran el terror por donde pasan. Se pasean por todo el litoral de la Tracia y llegan a escasos veinte kilómetros de la capital de la región, a Regium, a finales de mayo del año 1305.
Andrónico, asustado y consciente de que tiene la mayor parte de su ejército ocupada en el sitio de Gallípoli, lanza un pequeño contingente contra Entenza, capitaneado por su segundo hijo y superior en número a los almogávares. Los catalanes, cubiertos de pesado botín, afrontan con la misma rabia el ataque de Andrónico. En poco tiempo, las tropas imperiales regresan absolutamente derrotadas a Constantinopla. El basileo, solo y asustado, arma a la población civil de la capital para rechazar un posible ataque de Entenza a la ciudad, pero sorprendentemente éste da media vuelta y se dirige a Gallípoli cargado con un gran botín.
Durante la navegación divisan en el horizonte un gran número de galeras genovesas. Oficialmente, catalanes y genoveses no son enemigos… y como amigo se presenta el capitán genovés, Eduardo Doria, a Berenguer de Entenza y le ofrece un gran banquete en su barco. El almogávar acepta encantado sin sospechar que en realidad está cayendo en una trampa. La cordialidad reina durante el festín, pero antes de que Berenguer pueda volver a su galera es hecho prisionero. Luego, las naves catalanas son sor prendidas y, aunque los almogávares se defienden con ferocidad hasta el final, reaccionan demasiado tarde y las naves son destruidas. Mueren más de doscientos hombres, entre ellos Berenguer de Vilamarí, capitán de la galera en la que viaja Entenza, a quien los genoveses pretenden encarcelar para pedir un suculento rescate u ofrecerlo al emperador Andrónico a cambio de un buen precio. Finalmente, trasladan al prisionero a Trebisonda para evitar que el emperador lo capture sin pagar el rescate.
De camino a Génova, las galeras genovesas pasan por delante de Gallípoli, donde Muntaner aprovecha la ocasión para ofrecer a Doria dinero a cambio de su capitán encarcelado. Los genoveses no aceptan el trato y Muntaner se ve obligado a abandonar a su amigo, aunque le proporciona una gran cantidad de dinero para que se pueda mantener durante el cautiverio. Antes de partir, Ramón Muntaner promete a su capitán que su cautiverio será protestado y denunciado ante el propio monarca catalán, Jaume II.
Una nueva república
Desde la traición de Miguel Paleólogo, los almogávares han perdido a sus tres principales capitanes: Roger de Flor, Ferran de Aonés, el gran almirante, y por último a Berenguer de Entenza. Ahora solo quedan Muntaner y Rocafort para dirigir una compañía mermada de efectivos en la que apenas quedan doscientos hombres a caballo, unos mil doscientos de infantería, cuatro galeras y doce leños armados. Un contingente demasiado pequeño para albergar esperanzas de victoria en las batallas o para mantener durante mucho tiempo la defensa de la ciudad.
El Consejo almogávar se reúne para afrontar la nueva situación. Rocafort se convierte en el líder natural de la Compañía, pero, prudente, espera la decisión de sus compañeros. Algunos miembros del Consejo opinan que la mejor opción es em...

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