CAPÍTULO 1
ÁFRICA
Angola: la reina Nzinga
Las sociedades indígenas que habitaban la actual zona de Angola recibieron la visita de los portugueses a finales del siglo XV.
El choque de culturas tan opuestas habitualmente generaba tensiones y conflictos armados, aunque en algunas ocasiones la diplomacia evitaba el derramamiento de sangre favoreciendo a ambas partes.
Nzinga nació alrededor del año 1580, y era la hija del ngola Mbandi Kiloanje (ngola era el título de la realeza, del que deriva el nombre del país). La relación con los portugueses no era ni mucho menos cordial en aquellos momentos. Los continuos enfrentamientos entre indígenas y colonos parecieron terminar en 1618, cuando los lusos finalmente conquistaron el reino de Ndongo.
A la muerte de su padre en 1620 heredó el trono Mbandi, hermano de Nzinga. Con el temor de posibles conspiraciones, no dudó en matar a todo aquel que pudiera cruzarse en su camino, incluido el hijo de Nzinga. No osbtante, para ganarse la confianza de sus defensores, mantuvo a Nzinga cerca del poder.
En 1622, Nzinga recibió la misión de entrevistarse en Luanda con el gobernador de la colonia João Correia de Sousa. El portugués le recibió altivo desde su trono sin que eso intimidase lo más mínimo a Nzinga. De hecho, la princesa reaccionó de una forma que sorprendió a todos los presentes. Ni corta ni perezosa, ordenó a uno de sus esclavos que se arrodillara. Con las cuatro extremidades en el suelo, Nzinga se sentó sobre la espalda del sirviente, haciéndole saber al gobernador que aún conservaba su estatus y poder a pesar de la colonización. Es más, según la leyenda que rodea al encuentro, Nzinga ordenó la posterior ejecución del esclavo, alegando que ella “no se sentaba dos veces en la misma silla”.
Fuera verdad o no, lo cierto es que Nzinga destacaba tanto por su inteligencia como por su gran temperamento, que a veces se tradujo en absoluta crueldad.
En un primer momento, Nzinga intentó usar a los portugueses para afianzar su liderazgo y conseguir apoyos para derrocar a su hermano. Para ello, no dudó incluso en convertirse al cristianismo, y fue de hecho bautizada como Doña Ana de Sousa.
Su ambición política la llevó a eliminar a su hermano y rey en 1624, y vengó la muerte de su hijo matando también a su sobrino. De esta forma, Nzinga se convirtió en ngola, reina de Ndongo.
Cansados de la hostilidad de la reina, los portugueses conquistaron el reino de Ndongo en 1626, refugiándose Nzinga en zonas del interior de la región. En venganza, Nzinga estableció acuerdos con diferentes pueblos indígenas, con el fin de entorpecer lo máximo posible el comercio de esclavos de los portugueses. En la década de 1630, Nzinga ya había conquistado el reino de Matamba y había reunido un ejército lo suficientemente importante como para inquietar a los portugueses, que tuvieron que acceder a negociar con ella.
En la década de 1640 confirmó acuerdos de colaboración con los holandeses, y los portugueses se vieron forzados a abandonar Luanda, la capital de la colonia. La guerra se prolongó hasta 1648. Pese a sufrir importantes derrotas, los portugueses pudieron rehacerse y conseguir finalmente la victoria, consolidando definitivamente su presencia en la zona.
En la década siguiente, los portugueses firmaron un tratado con la reina Nzinga que parecía cerrar definitivamente el conflicto. La reina acabó reconociendo el dominio portugués en la región, pero a cambio ella ocuparía un puesto de importancia en el negocio esclavista. Además de aceptar la evangelización de sus gentes, Nzinga tuvo que convertirse nuevamente al cristianismo (renunció a él cuando se desataron las primeras tensiones contra los portugueses).
Nzinga, pese a su ya avanzada edad, continuó colaborando con los portugueses en el comercio esclavista hasta su muerte en 1663, pero manteniendo la independencia de su reino.
En el siglo XX se recuperó la figura de la reina Nzonga, convertida ahora en símbolo del africanismo. Su imagen sirvió de ejemplo de la lucha indígena contra los colonos europeos. Eso sí, quedó en un discreto segundo plano su poligamia o su reconocido canibalismo y es que, según ella, debía llevar a cabo esas prácticas si quería ser respetada.
Cabo Verde: la primera colonia tropical europea
Dicen los locales que cuando Dios terminó la creación del mundo se frotó las manos, y las migas que cayeron formaron el archipiélago de Cabo Verde. Una bonita leyenda para unas islas de las que no tenemos evidencias históricas más allá del Renacimiento.
La historia conocida de Cabo Verde empieza a mediados del siglo XV con la colonización portuguesa del archipiélago. Es muy posible que otros pueblos en la antigüedad llegaran a las islas, tales como fenicios, árabes y otros grupos africanos. Sin embargo, su estancia en ellas debió ser muy breve, pues no han dejado restos ni evidencias de su paso.
Cuando las islas fueron redescubiertas en el siglo XV estaban totalmente deshabitadas. Fueron navegantes de origen portugués como Diogo Gomes y Diogo Alonso, e italiano como Alvise Cadamosto y Antonio da Noli quienes llegaron al archipiélago entre 1456 y 1461.
Era la gran época de la navegación, cuando los grandes avances técnicos permitieron a portugueses y castellanos lanzarse al Atlántico y buscar nuevas rutas hacia las Indias.
Curiosamente, el archipiélago fue bautizado como Cabo Verde no por la existencia de ningún accidente geográfico ni por su especial vegetación. El cabo Verde estaba situado en la actual Senegal, y era el punto más occidental del continente africano. Los portugueses habían llegado a ese punto décadas antes, y eligieron ese nombre para el archipiélago únicamente porque estaban en una latitud parecida. Podemos decir, con total tranquilidad, que las islas de Cabo Verde están a más de 500 kilómetros del original cabo Verde.
En 1462 comenzó la colonización portuguesa del archipiélago, y se levantó el primer emplazamiento en la isla de Santiago. La ciudad fe bautizada como Ribeira Grande (hoy Ciudad Vieja) y se convirtió en la primera colonia estable europea en zona tropical.
En un primer momento, los portugueses intentaron el cultivo de azúcar como hacían en Madeira, pero el clima era más seco y no se consiguieron los rendimientos esperados.
El motor económico del archipiélago no fue por tanto la agricultura, sino el comercio. El gobierno portugués pronto se dio cuenta de la importancia estratégica de las islas, y concedió ventajas económicas a sus colonos para conseguir el desarrollo de la colonia. Con la llegada de españoles y portugueses a América, Cabo Verde se convirtió en un importante punto de redistribución de esclavos africanos, de oro, de marfil, de tejidos y de armas de fuego. Todo ello supuso el rápido auge económico del archipiélago.
Pero Cabo Verde también fue importante por otro motivo.
El antisemitismo extendido por la península Ibérica forzó a los judíos a elegir entre convertirse al cristianismo o el exilio.
La corona de Portugal vio en Cabo Verde el lugar perfecto para todos los judíos que no quisieron convertirse.
Aunque algunos viajaron por propia voluntad, la gran mayoría de judíos llegaron a Cabo Verde forzados por el rey Manuel I. En las islas siguieron viviendo del comercio, aunque adaptado a las nuevas particularidades del lugar, haciéndose con el comercio esclavista de la región.
Su importancia en las islas creció durante el siglo XVI, pero se vio truncada cuando una rama de la Inquisición se instaló en Cabo Verde en 1672.
La población judía de Cabo Verde se fue mezclando con el resto hasta desaparecer como tal. No obstante, han dejado un valioso patrimonio histórico y una indudable huella en la sociedad caboverdiana actual, donde la gran mayoría cuenta con antepasados judíos.
Camerún: el rey Njoya, reinventando la cultura
Bamum fue el nombre de un reino africano independiente que ocupó la zona oeste de Camerún durante casi quinientos años, desde el siglo XIV hasta finales del XIX.
Aunque el reino sigue existiendo en la actualidad —si bien simbólicamente—, perdió su independencia de forma voluntaria en la década de 1880, cuando sus habitantes decidieron formar parte del Camerún alemán.
Ibrahim Njoya fue el decimoséptimo rey de Bamum. Subió al trono tras la muerte en batalla de su padre aunque, debido a su edad, su madre actuó como regente del reino.
Fue un rey sensato e inteligente que entendía perfectamente su responsabilidad al frente de su pueblo. Era consciente de la especial situación que estaba viviendo su reino en ese periodo y de los cambios que inevitablemente debían suceder por la presencia de los colonos alemanes.
Por ello, a la vez que hizo grandes esfuerzos por preservar las costumbres y creencias de su pueblo, intentó aplicar una serie de cambios que le permitiesen convivir con los europeos de forma pacífica. Sabía que la única manera de mantener su tradición era introduciendo cambios que facilitasen la relación con las autoridades coloniales.
El rey Njoya estudió profundamente el cristianismo y el islam, lo que le llevó a introducir una serie de innovaciones en la religión autóctona de Bamum.
Uno de sus principales logros, sino el mayor, fue la creación de un si...