Canarios empresariales
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Canarios empresariales

Gary Sutton

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  1. 160 pages
  2. Spanish
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Canarios empresariales

Gary Sutton

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Los administradores están preocupados. Y deben estarlo. Las compañías Fortuna 500 despidieron más gente de la que contrataron en las últimas dos décadas. Las bancarrotas y los fraudes abundan. En el tumultuoso ambiente de los negocios de la actualidad, los administradores quieren una guía que sea apropiada y concisa, una metáfora única y memorable y que se salga de lo común. Precisamente eso es lo que Canarios empresariales conjuga.


Hay una escasez de libros de negocios que ofrecen esa guía. Se necesita un tema oportuno, una metáfora pegajosa y una mercadotecnia fuera de lo común. Eso es lo que Canarios empresariales presenta. El libro ofrece una guía práctica, alertándoles a los administradores cuando sus negocios están yéndose a pique.


Hace un siglo los mineros colgaban jaulas para canarios en sus túneles. Los pajaritos se callaban cuando un gas venenoso penetraba en la mina, dando a los trabajadores un aviso del peligro que se avecinaba. De la misma manera que los canarios protegían a los mineros, los conceptos de negocios en Canarios empresariales protegerán a los negocios alertando a los ejecutivos y a los administradores cuando sus negocios estén por enfrentar serios problemas.


El libro presenta cinco capítulos vitales que revelan cinco de los peligros más comunes en los negocios, y cada lección está acompañada por una historia basada en el abuelo del autor y su trabajo en la industria del carbón, junto con un « aviso preventivo de canario» aplicable para cada tema.

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Information

Publisher
HarperEnfoque
Year
2005
ISBN
9781418582289
Subtopic
Management
UNO
No podemos superar las pérdidas
OCHO DE MIS PRIMOS y yo estábamos sentados alrededor del abuelo, en cuclillas sobre el linóleo fregado y encerado. Atizaba las mazorcas de maíz que ardían en su hornilla.
“La suerte estaba conmigo”, dijo el abuelo, “así que le escribí a mi madre una carta feliz. Le dije que me habían dado once horas de trabajo, con un salario de dos dólares con veinte centavos, para que cada día me abriera paso por lo túneles, llevando paquetes de dinamita. El casero de mi mamá le leyó mis palabras, y ella sonrió ante mi buena fortuna”.
El abuelo Sutton había dejado Ballybunion, Irlanda, a la edad de catorce años. Encontró trabajo en una mina de carbón de Harlan, Kentucky.
Blaze (“El Bólido”) McTavish era el dueño del lugar. Daba de empujones, nunca hablaba con amabilidad y no sabía cómo mantenerse quieto. Instruía a los hombres cómo taladrar, dinamitar y palear, taladrar, dinamitar y palear, sin jamás desviarse o estudiar las paredes de las vetas. McTavish creía que si cavaban con mayor rapidez y en línea recta, al final descubrirían la mayor cantidad de carbón. A diferencia de otros mineros, él dinamitaba, removía la roca y la tierra con mayor rapidez, ignorando la calidad del mineral.
«Es el juego del azar de la naturaleza, muchachos», explicaba. «Ella pone vetas delgadas de carbón para engañarnos y esconde los depósitos más grandes en algún otro lugar en sus entrañas. El secreto es dinamitar y cavar por todos lados y rápido para dar en el blanco antes».
Cavaban. Dinamitaban. Taladraban. La mina de McTavish producía más roca y consumía más dinamita, brocas de barrena, picos, vías ferroviarias y vagones de mineral que todas las demás minas juntas en el condado de Harlan. McTavish encontraba justo la suficiente cantidad de carbón como para seguir cavando frenéticamente. Los obreros celebraron el Día de Acción de Gracias con un almuerzo subterráneo y un descanso de una hora completa. Con ojos centelleantes, el abuelo dijo que el muslo de su pavo se veía tan grande como una cachiporra. Se sentía agradecido, festejando a 200 metros debajo de la superficie de su nuevo país.
McTavish hacía trabajar duro a los mineros pero no ignoraba la seguridad. Jaulas con canarios colgaban de las elevadas vigas cada 50 pasos a lo largo de cada túnel. Los hombres sabían cómo echarles una mirada a las aves mientras pasaban. Si un canario caía de su percha, no gritaban la alarma. Todos corrían hacia el elevador, y subían hacia el aire fresco. La tolerancia de una avecilla al metano es menor que la nuestra, explicaba el abuelo. Estos salvavidas señalaban el peligro antes que cualquier minero cayera.
Los tres diablillos de la pólvora de McTavish, el abuelo, Liam y Charlie, se turnaban cargando y llevando la dinamita. Cada semana, el abuelo trabajaba en la carbonera los lunes y los jueves, abriéndose paso con dificultad través de los tiros los martes, miércoles, viernes y sábados.
«Así que cada tres días, nosotros, los diablillos de la pólvora, limpiábamos nuestros pulmones con aire fresco», explicaba el abuelo. «Pero el virus irlandés, ese bicho llamado whisky, infectó a Charlie. Muchas tardes se quedaba desmayado en su tienda».
ESCUCHE A LOS CANARIOS
Así como los canarios detectaban el gas venenoso, nuestro primer «canario» le advierte cuando su compañía trata de hacer más ventas para salir de las pérdidas. Ésta es la causa más común de fracasos comerciales. No soy inocente. Insté a Graphic Arts Center, nuestra subsidiaria, a que impulsara las ventas. Lo hicieron. Graphic Arts Center, la compañía de impresiones más grande en el lado oeste, «dinamitó y cavó» más negocios de impresiones de manera indiscriminada. Vendimos más. Comenzaron las pérdidas. Fue mi culpa.
Los días cuando Charlie se aparecía tarde y con resaca, el abuelo y Liam tomaban su lugar, trotando hacia los tiros en vez de caminar. McTavish nunca notó las ausencias de Charlie; simplemente sonreía ante el paso del abuelo y de Liam. Charlie siempre se escurría hacia las 7:00 a.m., 60 minutos tarde, y trabajaba una hora adicional para compensar, hasta las 8:00 p.m.
«Me escurría a través de los túneles», decía el abuelo, «y era martes. Mi amigo Liam cargaba nuestros chalecos». Charlie se aparecía a tiempo, explicaba el abuelo, así que el paso se mantenía constante, aunque era bastante duro porque hacia la media mañana todos ya tenían sus camisas empapadas de sudor. El abuelo se agachaba y arrastraba los explosivos al segundo túnel, luego al primero, al tercero, y de vuelta al segundo. Repetía varios ciclos antes del almuerzo, cada vez con unos cuantos cartuchos de explosivos, nunca llevando demasiados como para hacer colapsar toda la mina si su carga estallara accidentalmente. Cada canario gorjeaba o revoloteaba a su paso. La linterna del abuelo alumbraba una pared, luego la otra, un tramo del techo y el suelo.
Se agachaba y se esforzaba, mirando detenidamente hacia delante.
«Probablemente siempre había sido así», decía el abuelo, «pero mi cabezota recién notó algo ese martes en particular». Observó a McTavish mismo taladrando los agujeros al final de un túnel durante una de sus entregas. McTavish paleaba roca tarde el mismo día, luego de una explosión de dinamita, al final del Túnel Uno.
El abuelo quedó impresionado de ver a un propietario trabajar hombro con hombro con ellos, encargándose de cualquier trabajo en la mina. Pero el abuelo también notó varias vetas delgadas de carbón acordonando los Túneles Uno y Tres. Líneas más gruesas rodeaban al Túnel Dos.
Liam y el abuelo deliberaron acerca de este hallazgo en su pensión antes de quedarse dormidos. El abuelo yacía debajo de la cama, y Liam tomaba su turno sobre ella. Estas franjas de carbón les fascinaban, pero siguieron las instrucciones de McTavish, ignorando las paredes, taladrando en línea recta, dinamitando y cavando, esperando tropezarse con un filón principal.
Varios días después, Liam, Charlie y el abuelo volvieron a hablar de cómo el Túnel Dos mostraba franjas negras de carbón en varios lugares. Les parecía que estas vetas mostraban dónde debían existir los depósitos más grandes. Algunas eran rastros, apenas de un dedo de ancho. Una iba desde el punto medio en la pared del sur hacia el techo. Otra rodeaba todo el túnel sin ensancharse jamás más allá de los dos dedos. La tercera se extendía más ancha que una mano, rodeando todo el túnel. Lo que le parecía más interesante al abuelo es que todas se hacían más grandes en el lado sur.
Liam le recordó al abuelo que estaban haciendo tanto dinero que enviaban algo a casa cada semana, y McTavish entendía de minería mejor que ellos. El abuelo estuvo de acuerdo. Pero seguía pensando.
El abuelo hizo que Liam y Charlie le echaran un chaleco adicional en la mina, colocándolo en el contrapeso cada vez que la jaula tocaba fondo. De este modo podría entregar dos cargas con sólo una salida a la superficie. El abuelo trabajó duro. No podía hacer más en un día porque entregar demasiado rápido podría amenazar el empleo de Liam, y ciertamente amenazaría el de Charlie.
«El Bólido» McTavish lo notó. Una noche después del trabajo pasó un brazo húmedo alrededor de los hombros del abuelo, le dijo que grandes cosas les esperaban más adelante y lo invitó a cenar.
«Era seguro que ese momento vendría», dijo el abuelo, «y con McTavish viendo mis esfuerzos, en vez de ponerme a alar dear, me apreció mucho más».
Comieron en el comedor del hotel. El abuelo le dijo a McTavish acerca de las franjas de carbón en la pared sur del Túnel Dos, pidiendo si alguna vez había tratado de cavar en vez de dinamitar, simplemente siguiendo las vetas. McTavish le dio un golpecito al abuelo en el antebrazo, se aclaró la garganta y elogió su productividad.
Más tarde esa noche, el abuelo le dijo a Liam que le había mencionado las franjas de carbón a McTavish.
«Cuidado con lo que dices», le dijo Liam, «por favor, cuidado con lo que dices. McTavish nos paga magníficamente. No arriesgues las cosas».
La baja de la temperatura en noviembre tomó a Charlie por sorpresa. Le pidió a Liam y al abuelo si podían compartir su habitación con él, aunque Charlie no había ahorrado lo suficiente para pagar. Liam y el abuelo se sintieron incómodos. Charlie había faltado varios días el mes anterior, forzándolos a trabajar más duro para cubrir sus ausencias. No lo aceptaron, pero echaron mano de sus ahorros y compraron algunas frazadas viejas del hotel para la tienda de Charlie.
El abuelo continuó haciendo cargas dobles de dinamita, haciendo dos entregas en vez de una por cada viaje a la superficie. Trotaba ida y vuelta de la carbonera en la superficie. McTavish le dio un aumento de un centavo más la hora. Con orgullo le escribió a su madre, informándole de su aumento de salario, esperando de nuevo que su casero pudiera leerle la carta. Si no, con seguridad el Padre Sullivan lo haría.
ESCUCHE A LOS CANARIOS
McTavish buscaba el carbón a ciegas, así como algunas compañías buscan las ventas a ciegas. Indiscriminadamente. Mientras que los competidores trabajan con mayor inteligencia, EDS captó miles de millones de contratos que IBM dejó de lado. EDS sangra, despidiendo gerentes y empleados mientras que IBM reporta ganancias récord.
Sin embargo, Charlie faltó el lunes y el martes, y McTavish se dio cuenta. Cuando Charlie entró a rastras tarde el miércoles, le sugirió a McTavish que cavaran de lado, siguiendo las vetas. McTavish despidió a Charlie. Un tal James Wentworth, de Londres, fue contratado para tomar el lugar de Charlie. La partida de Charlie entristeció al abuelo. El que un británico reemplazara a su amigo lo inquietaba.
«Ese condenado reino, cuna cochina de Cromwell», refunfuñaba el abuelo, pues despreciaba a los británicos. Le enseñaron a Wentworth cómo empaquetar el chaleco de dinamita luego de llevarlo por dos días. Wentworth aprendió dónde colgaba cada jaula con canarios y cómo observarlos. Luego de varias semanas, trabajaban cómodamente como equipo. El abuelo nunca volvió a menospreciar a Inglaterra.
ESCUCHE A LOS CANARIOS
Así como Donald Trump ruge «estás despedido» en la TV, sus casinos quiebran una y otra vez.
Un domingo por la tarde, Wentworth invitó al abuelo y a Liam a observar una carrera de obstáculos. Asistió un grupo de mineros ingleses de una explotación minera más pequeña en el Condado de Harlan, la Mina Bixby. Wentworth se ocupó que los grupos se mezclaran cuidadosamente, se apostaba sólo un centavo a un caballo, se bebía sólo un vaso de cerveza cada uno y no más y se comparaban historias mineras.
«Seríauna lata trabajar para Bixby», dijo Liam después.
«Sí», respondió Wentworth, «aparentemente no hay un solo camino recto en el lugar».
«¿Pero notaron que sacan más carbón que nosotros?» preguntó el abuelo. «Y son la mitad de nosotros. Todos cavan, no dinamitan, sólo siguen las vetas». Se quedaron en silencio.
El lunes por la mañana, el abuelo empujó los cartuchos en los chalecos mientras que Liam y Wentworth trabajaban duro subiendo y bajando de la carbonera. Tan pronto como Liam se abría paso con dificultad de vuelta a la carbonera, el abuelo le alcanzaba un chaleco cargado. «El Bólido» McTavish pasaba corriendo, con la pala al hombro.
«Lo máximo de la mañana, señor McTavish», dijo el abuelo. McTavish dio media vuelta, saludó con la mano, sonrió y marchó hacia el tiro.
«Hemos dinamitado los tres túneles», añadió el abuelo.
McTavish hizo una pausa, levantó un puño al aire y gritó:«¡Ustedes son el orgullo de esa isla verde!» «¿Podría hablar con usted después del trabajo?», preguntó el abuelo. Liam palideció.
«Seguro, muchacho», respondió McTavish, siguiendo su camino.
«Oh, no», le dijo Liam al abuelo.?«Deja las cosas como están. Nos está haciendo bien. No vuelques el carro».
El abuelo respondió que quería ayudar a que le fuera mejor a McTavish. La diferencia, dijo, sería seguir las vetas, tal como lo hacía Bixby. «Con nuestro tamaño», dijo el abuelo, «podríamos llenar cinco camiones con el mineral negro cada día. Sin explosiones, sólo cavando».
Esa noche, McTavish y el abuelo se encontraron en el hotel y compartieron una cafetera. El abuelo le dijo a McTavish lo que había escuchado de los mineros de Bixby. McTavish frunció el ceño, se quedó mirando su taza y preguntó cuántos cartuchos se dinamitaron en sus propios túneles ese día. Respondió ante la respuesta, pero se detuvo cuando el abuelo sugirió que sus explosiones podrían no ser tan productivas como seguir las vetas. McTavish se fue sin decir palabra.
ESCUCHE A LOS CANARIOS
Si TimeLife hubiese entendido esta lección del canario, que no se pueden superar las pérdidas, la compañía jamás se hubiese fusionado con Warner Brothers. Y Time Warner no hubiese después adquirido CNN. Sólo en el 2002, después que Time Warner se fusionara con AOL, los accionistas perdieron $60 mil millones en valores de acciones. Crecer más no detiene las pérdidas. Cavar rocas con mayor rapidez no produce más carbón.
A la mañana siguiente, McTavish marchó a la carbonera seguido por un muchacho italiano. Le pagó al abuelo el salario de un día y lo despidió de la propiedad. McTavish dijo que un negocio sólo podía tener un líder, una política y una dirección. En tanto que «el Bólido» McTavish pagara los salarios de todos, dijo, entonces «el Bólido» McTavish estaría al mando. Las políticas eran s...

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