Participación cívica de los creyentes
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Participación cívica de los creyentes

Fernando Ruiz de la Rosa

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Participación cívica de los creyentes

Fernando Ruiz de la Rosa

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Ejemplos de encomiendas preponderantemente políticas tales como las desarrolladas por José el soñador al lado de Faraón, de Nehemías al lado del rey Artajerjes, de Daniel al lado de Nabucodonosor, de Darío y de Ciro de Persa, de Ester y Mardoqueo al lado del rey Asuero, de Isaías al lado del rey Uzías así como otros másm tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, permitirán conceder al lector, sustento escritural, pero emitir un juicio de mayor conciencia en este especto.

El objectivo del libro es concientizar a los lectores de la gran responsabilidad cívica y social que cada cristiano tiene.

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Information

Publisher
Grupo Nelson
Year
2014
ISBN
9780718024932
NTRODUCCIÓN
1
VISIÓN POLÍTICA DE HOMBRES BÍBLICOS
¿Qué, pues, diremos de la participación de creyentes en los medios y las funciones políticas? ¿Será escasa la información bíblica sobre este aspecto tan esencial? ¿Escondería Dios la dirección normativa que pudiera dar línea clara y segura a sus discípulos sobre esta materia?
La cultura moderna y el humanismo han separado lo secular de lo espiritual y, por ende, han puesto un candado al creyente para impedirle incursionar en la esfera secular.
SATANÁS HA USURPADO Y DISTORSIONADO TODO LO SECULAR
Debemos saber discernir el sentimiento de Dios quien está preparando a un pueblo de reyes (política) y sacerdotes (religión) cuyos propósitos no solo serán cúlticos, sino de administración de justicia y gobierno civil.
Al escudriñar la Escritura descubrimos que a quienes Dios más usó en el desarrollo de la humanidad fueron a dirigentes civiles y no a sacerdotes. Esos gobernantes de Dios establecieron sólidos fundamentos y cambiaron el mundo.
Por supuesto que, como institución, la iglesia debe mantenerse al margen de toda ingerencia en los asuntos políticos de la nación a fin de preservar y respetar la laicidad del estado latinoamericano.
Los primeros cinco libros de la Biblia hablan más del gobierno civil que de cualquier otra cosa. Y ha sido en este gran conjunto de leyes y normas jurídicas que se ha inspirado el Derecho moderno.
Todas estas leyes hablan de las tres grandes instituciones que el Señor estableció en la tierra: Familia, Sociedad civil y Estado (gobierno). Nosotros y la cultura moderna, así como el falso puritanismo, hemos tratado de mutilar estas columnas.
Sin embargo, la historia nos demuestra claramente que hay un vínculo estrecho y determinante entre muchos de los grandes profetas y hombres de Dios y los gobernantes y emperadores de su tiempo.
Además, pareciera que cada vez que el Señor se propuso realizar especial visitación a su pueblo, lo hizo relacionando a sus hombres con el monarca o gobernante de turno.
JOSÉ AL LADO DE FARAÓN
Mediante el acercamiento de José el soñador y Faraón, el pueblo de Israel recibió justamente la abundancia de Egipto, y no se suspendió la providencia divina sino hasta que se levantó un Faraón que no conocía a José. Es decir, mientras el hombre de Dios mantuvo buena relación con quien ostentaba el poder político en ese vasto imperio, las necesidades de Israel fueron suplidas.
Ese fue, precisamente, el propósito para lo cual Dios permitió que los hermanos de José lo vendieran a Egipto.
José mismo lo reconoce cuando se da a conocer a ellos: «Para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros» (Génesis 45:5). Y para «preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador de toda la tierra de Egipto» (Génesis 45.7 y 8).
Esos gobernantes de Dios establecieron sólidos fundamentos y cambiaron el mundo.
José no duda en reconocer que fue el Dios de los cielos el que hizo de él el asesor espiritual (padre) de Faraón, el que tomaba las decisiones de la familia real (señor), y el jefe ejecutivo (gobernador) en todo el imperio egipcio.
Mientras Faraón reinaba, José gobernaba. Su influencia quedó demostrada cuando Faraón le sugirió que hiciera venir a toda su parentela de Canaán, diciéndole: «Porque yo os daré lo bueno de la tierra de Egipto, y comeréis de la abundancia de la tierra… Y no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra» (Génesis 47.18-20).
Impropiamente la condición espiritual y económica en que actualmente vive el pueblo de Dios en nuestros países latinoamericanos dista mucho de la que vivió Israel en los tiempos de Faraón. Tenemos una endeble relación con el gobierno. No hay ni por asomo un «José» al lado del Presidente; al contrario, son otros seudo-religiosos quienes tienen acceso directo a sus oficinas. La abundancia de esta tierra la han disfrutado otros: desde el oro amarillo, saqueado por quienes nos «evangelizaron», hasta el oro negro aprovechado por los grandes consorcios transnacionales. Mientras tanto, los creyentes nos pasamos pregonando las penitencias de la pobreza y de la humildad.
Gracias a Dios que ahora su Santo Espíritu nos ha abierto las Escrituras, mostrándonos que las riquezas del mundo así como su abundancia Él las tiene reservadas para los justos y para que su pueblo en el momento decretado las canalice hacia objetivos de justicia.
Como la nación de Israel, Latinoamérica ha sido un pueblo muy sufrido y sometido a una doble esclavitud avasallante: espiritual y económica. La diferencia es que el pueblo hebreo ha reaccionado correctamente invocando al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, aunque a veces lo ha hecho después de varios siglos de sufrimiento. Latinoamérica por su parte ha vivido en una ignorancia espiritual asfixiante. Primero, el oscurantismo indígena que duró milenios; después, la esperanza de libertad espiritual en la época de la conquista que quedó desvanecida al recibir un tipo de «evangelización» semejante a la de los indígenas: Nos cambiaron los ídolos toscos y morenos por los ídolos italianos.
Afortunadamente, ahora millones de latinos tenemos conocimiento del verdadero Dios y del verdadero Evangelio, y el tiempo se ha cumplido para la gran restauración. Para este gran levantamiento, el Señor está preparando hombres clave en todos los niveles.
NEHEMÍAS AL LADO DE ARTAJERJES
La información bíblica ejemplifica y confirma esta aseveración como la influencia sobresaliente que el gran líder Nehemías ejerció sobre Artajerjes, aquel poderoso gobernante del imperio medo-persa quien, con su influyente ayuda, defendió y financió la gran obra restauradora de este político y profeta.
Obviamente que los buenos deseos de Nehemías para con su pueblo y su amada Jerusalén hubieran quedado solo en planes si no es que de nuevo la providente mano de Dios se manifestó acercando a este valiente profeta con el terrenalmente poderoso Artajerjes.
Si observamos la parte medular de la oración intercesora y de arrepentimiento relatada en el capítulo 1 del libro de Nehemías, veremos en el último versículo que precisamente la petición se concentra en la relación del profeta con el monarca al solicitar los dirigentes del pueblo de Israel a Dios: «Concede buen éxito a tu siervo y dale gracia delante de aquel varón».
La oración de los dirigentes convocados a interceder se concreta en suplicar gracia y favor de Dios sobre el líder Nehemías en su relación política con el monarca Artajerjes.
Efectivamente, el Señor influye en el corazón de los reyes como Él quiere (Proverbios 21.1).
¡Y vaya si lo aprovecha Nehemías! Junto con la licencia de trabajo con goce de sueldo por tiempo indefinido, el rey le entrega, además de cartas de recomendación para varios gobernadores, guardaespaldas, «vales» para adquirir madera y demás materiales para construir el palacio, el muro de la ciudad y «la casa donde yo estaré».
Cuando se trata de restaurar, vitalizar o favorecer a la iglesia cristiana en cualquiera de sus aspectos, no tarda en producirse una reacción en el reino de las tinieblas, cuyos principados procuran, a toda costa, impedir cualquier avance que la beneficie.
«Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí» (Nehemíahs 2.8).
¿Qué pasaría si siervos de Dios en alguno de nuestros países recibieran dinero o su equivalente de manos del gobierno para alguna obra de beneficio común? La censura y la condenación vendrían con el ímpetu de un huracán contra ellos de parte de las «piadosas» esferas de la grey protestante.
El espíritu de Sanbalat y de Tobías (Nehemías 2.10-19) ha desanimado y debilitado a muchos líderes con buenas intenciones incluso en este nuevo milenio.
Cuando aquellos tipos supieron que el nuevo liderazgo de Nehemías invadía esferas que no le competían, se enardecieron en gran manera contra quienes deseaban llevar a cabo este propósito. Para ellos era inaceptable que se introdujeran aspectos dogmáticos de la fe israelita con la fuerza gubernamental del persuadido Artajerjes porque eso significaba que se acumularían esfuerzos para la rehabilitación de la deteriorada Jerusalén, principal lugar de adoración judía.
Cuando se trata de restaurar, vitalizar o favorecer a la iglesia cristiana en cualquiera de sus aspectos, no tarda en producirse una reacción en el reino de las tinieblas, cuyos principados procuran, a toda costa, impedir cualquier avance que la beneficie.
Nuestro adversario sabe que su gran peligro es una iglesia unida y restaurada en todas sus áreas, por cuya razón se afana por impedir cualquier relación de los hombres de Dios con las personas que están en eminencia, así como en deteriorar la unidad y fortaleza del cuerpo de Cristo.
Pero bien declaró el Señor Jesucristo: «Las puertas del Hades no prevalecerán contra la ella» (Mateo 16.18).
ESTER Y MARDOQUEO, JUNTO AL REY ASUERO
Veamos ahora la no menos determinante influencia política de Mardoqueo y de Ester con el rey Asuero de Persia. Esta pareja, tío y sobrina, detuvieron la persecución y quizá la aniquilación de un Israel amenazado de muerte. La sorprendente sensibilidad política de Mardoqueo convierte a su sobrina en la Primera Dama del glorioso imperio medo-persa, en aras de poder cumplir el divino plan de liberación (Ester 4.14-16).
Este conocido testimonio del rey Asuero y su esposa creyente, quien había ocultado su identidad por razones meramente estratégicas, nos proporciona una rica aportación histórica, que refleja los propósitos divinos, cuando se trata de proteger a su pueblo.
Expresamente lo declara Mardoqueo a través de aquellos mensajes enviados a la reina Ester: «Si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos… ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» (Ester 4.14)
El Señor siempre provoca o permite las circunstancias con propósitos firmes y definidos, tal como les sucedió a José, a Moisés, a David y a tantos otros.
No en vano llegó Ester a esa altísima posición política. No fue para coronar y enriquecer su ego y sus sueños juveniles, ni para complacer simplemente los buenos deseos de un hombre justo como Mardoqueo, sino para que a través de ellos, una vez elevados al rango de la alta clase gobernante de su imperio, pudieran llegar a influir conforme al plan de Dios, para ser canal de bendición, protección y liberación a favor de todo un pueblo amenazado de muerte.
El urgente mensaje recibido de parte de su tío, escuetamente le advertía: «¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» Y la valiente y firme respuesta de Ester no deja lugar a dudas: «Intercederé a favor de mi pueblo y si perezco, que perezca».
Con cierta frecuencia ha sido posible ver a creyentes que han alcanzado altas posiciones en sus carreras políticas, y que lejos de levantar su voz a favor de sus hermanos necesitados y perseguidos, callan bajo la coraza del poder y de la arrogancia. Es lamentable decirlo pero es una triste realidad; por eso es que necesitamos políticos con el coraje y la sensibilidad de Ester y los otros que han sido mencionados; verdaderos defensores de los derechos, de la tolerancia y de la justicia.
Lo mismo nos confirma la historia de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego. Estos cuatro jóvenes penetraron tanto en las esferas políticas que pudieron superar la difícil experiencia de la transición gubernamental hasta en tres ocasiones.
Como ellos hay otros casos semejantes que la historia bíblica registra y de los que nos ocuparemos en su oportunidad.
Surge aquí la pregunta: ¿Hasta dónde la ética cristiana saludable permite la participación del creyente en la vida pública de una nación?
En la época contemporánea hemos visto que en algunos lugares las buenas relaciones de los líderes cristianos con las autoridades han redundado en beneficio claro, fuerte y directo a favor de la sociedad en general.
En países como Guatemala, Colombia, Perú, El Salvador, Corea del Sur, Argelia, Nigeria, Filipinas, y los tradicionalmente protestantes, la buena relación creyentes-gobierno ha sido siempre beneficiosa, la cual nos debe dar la pauta a seguir.
En décadas anteriores en México se presentaron oportunidades que permitían las condiciones para establecer una relación sana y respetuosa entre estas dos entidades (Gobierno-Cuerpo de Cristo); sin embargo, la cultura evangélica así como sus prejuicios doctrinales, defendiendo una falsa y ambigua idea de «no contaminación con el mundo» obligaron a los pastores y consejeros a presionar a los pocos creyentes que incursionaban en la función pública para que de inmediato la abandonaran.
A causa de este puritano proceder y de nuestros prejuicios socio-religiosos permitimos que en el influyente mundo de la política y el arte se enseñoreara con toda libertad y dominio el príncipe de las tinieblas.
Las trascendentales decisiones políticas se toman sin considerar el interés y el punto de vista de la voz cristiano-evangélica.
Además, sin duda que los planes redentores de Dios a favor de los que se mueven en este medio se han visto frustrados a causa de nuestra apatía y prejuiciosa indiferencia.
El Señor dijo: «Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa… así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5.14-16).
Además, sin duda que los planes redentores de Dios a favor de los que se mueven en este medio se han visto frustrados a causa de nuestra apatía y prejuiciosa indiferencia.
La primera reacción de nuestros dirigentes, cuando un político o un artista se convierte, es hacerlo que renuncie a su actividad profesional (quitarlo del candelero), ponerlo debajo de un almud (meterlo en el templo) y dotarlo de cultitis aguda.
El Señor nunca hizo renunciar a Samuel como juez ni a Davi...

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