Vine Comentario temático: Cristo
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Vine Comentario temático: Cristo

W. E. Vine

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Vine Comentario temático: Cristo

W. E. Vine

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Disfrute los comentarios completos de W. E. Vine sobre la persona y obra de Cristo en un volumen.

William Edwy Vine, autor del celebrado Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo, fue uno de los grandes eruditos bíblicos evangélicos del siglo XX. Trajo a todas sus obras un nivel de cuidado y precisión exegética raro en cualquier siglo, asegurándose que sus escritos aún hablen a esta generación y las futuras.

Vine Comentario temático: Cristo presenta las obras de Vine sobre la vida y enseñanzas de Cristo.

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Information

Publisher
Grupo Nelson
Year
2011
ISBN
9781602556836



SECCIÓN1

LA
PERSONA Y
OBRA
DE CRISTO
EL HIJO DE DIOS
En el Evangelio de Juan, el escritor hace énfasis en su declaración de que Jesús es tanto eterno como igual con Dios Padre. Padre e Hijo son uno y, sin embargo, distintos. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres seres separados; cada uno posee los atributos de Deidad. El que hay un solo Dios sigue siendo una doctrina esencial de la fe cristiana. Este énfasis se enfoca con más precisión en el prólogo de Juan. No solo hay asombrosos enunciados teológicos en cuanto a Jesucristo y su relación con el Padre, sino también afirmaciones muy prácticas en cuanto a sus cualidades y características, muchas de las cuales se pueden ver en el griego original, algo que usted leerá a continuación.
EL VERBO ETERNO
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn 1.1). El primero de estos enunciados declara su preexistencia. Cualquiera que sea la manera en que se entienda la frase «en el principio» (probablemente se refiere a la creación del universo), el hecho primordial es que él, el Verbo, existía antes de eso. Fuera cuando fuese el principio de la creación, él ya estaba allí. No hubo principio para su ser.
El segundo enunciado declara lo distintivo de su persona. Él estaba «con Dios». La preposición no es sun, que significa «acompañamiento», ni meta, que sugiere acompañamiento con interés mutuo, sino pros, que expresa una actitud personal hacia y ocupación con Aquel cuya presencia se está experimentando.
El tercer enunciado proclama su Deidad, su unidad en la Deidad con Aquel a quien el segundo enunciado mencionó como Dios. Las tres declaraciones recalcan la naturaleza personal de Aquel que es el Verbo. El que esto implique la existencia de dos dioses queda refutado por este mismo Evangelio, que declara que el Padre y el Hijo son uno, y por otros pasajes bíblicos que proclaman que hay solo un Dios.1
SIGNIFICADO DE LAS REPETICIONES
A estos enunciados iniciales les sigue una repetición del primero y del segundo, con énfasis en el pronombre demostrativo: «Éste» (o, más bien, «Éste uno») era en el principio con Dios». Pero, ¿por qué esta repetición? No hay repeticiones vanas en las Escrituras. A veces, un enunciado que se repite es confirmación de lo que se ha dicho; a veces también es introducción de lo que sigue de inmediato. Este es el caso aquí, porque, justo después del enunciado repetido de que el Verbo estaba en el principio con Dios, se le atribuye el origen de la existencia del Universo. «Todas las cosas por él fueron hechas».
Se reitera y amplía de nuevo: «Y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Esto tampoco es una simple repetición. Es una preparación para la declaración de que él es el autor de la vida: la vida, que existe en él esencialmente, es concedida por medio de él a sus criaturas. «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». La dependencia de sus criaturas en él y para la vida descansa sobre el hecho de que en él la vida es sin origen y esencial. El orden de la vida y la luz es significativo. En la naturaleza, la vida en su plena actividad depende de la luz; la luz es la vida de la creación física animada. En los asuntos espirituales, la posición se invierte. La Vida es la luz. No recibimos vida espiritual simplemente porque Cristo es la luz. Él trae luz a nuestras tinieblas porque él trae vida, la vida que llega a ser nuestra cuando nacemos de Dios, es decir, cuando recibimos a Cristo por fe (v. 12).
Estos temas, el Verbo, la Vida y la Luz, según se presentan en los versículos 4-13, llevan a un retorno al título «el Verbo» en el versículo 14, y a la afirmación «y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros». La Versión Revisada en inglés ha traducido correctamente «se hizo» en lugar de «fue hecho».2 La afirmación de que él «se hizo carne» declara lo voluntario, de parte de Aquel que es el Verbo, del hecho de su encarnación. Más adelante en el Evangelio, como también en la Primera Epístola de Juan, aprendemos que este acto voluntario fue igualmente el envío por parte del Padre. Los consejos de la gracia fueron diseñados y puesto en práctica en forma mutua; esto también es cierto respecto al Espíritu Santo, cuya parte en la encarnación se declara en Mateo 1.18-20 y Lucas 1.35.
OMISIÓN DEL ARTÍCULO DEFINIDO
El apóstol da testimonio por sí mismo y por sus colegas apóstoles de que «vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre». Hay ciertos hechos a subrayar en esta fraseología. El artículo definido está ausente en el original antes de «unigénito» y de «Padre». De acuerdo con un bien conocido principio sobre el artículo definido griego, su omisión antes de ciertas descripciones de personas u objetos sirve para recalcar el rasgo o carácter particular mencionado en esa descripción; por otro lado, la inserción del artículo definido simplemente dirige al lector a la persona u objeto como algo bien conocido, o algo que hay que reconocer. De este modo, si se hubieran usado artículos definidos aquí, el apóstol simplemente habría estado señalando (como suele ser) que las dos personas a quienes ha mencionado eran bien conocidas para sus lectores como «el unigénito» y «el Padre». Pero este no es el caso, porque está dando una descripción de la clase particular de gloria que él y sus colegas apóstoles habían visto. La naturaleza de la descripción, entonces, muestra que los artículos definidos se omitieron a propósito para recalcar las características particulares del primero como Unigénito y del otro como Padre.
EL SIGNIFICADO DE «GLORIA»
Podemos notar aquí el significado en las Escrituras de la palabra «gloria», según se usa para Dios y Cristo. Por lo que se dice en los pasajes en donde se halla la palabra, entendemos que gloria, en este sentido, es la manifestación de características o carácter. Por ejemplo, cuando en el capítulo 2 leemos: «Este principio de señales [una señal es un milagro con un significado o mensaje] hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria», la gloria que él reveló en su obra misericordiosa en las bodas fue la expresión tanto de su poder como de su carácter.
Así pues, la gloria que los apóstoles presenciaron en Cristo era la expresión visible de lo que se indica en la relación de «un unigénito del Padre».
Es más, la Versión Revisada ha traducido con acierto la preposición «desde» y no «de». La palabra en el original es pará, que significa, en la construcción, «desde la presencia de», «desde con [una persona]». La misma preposición se usa en las propias palabras del Señor en 7.29: «de él procedo, y él me envió».
Esta preposición «de», junto con lo que ya se ha establecido respecto a la gloria como la del unigénito del Padre, indica que el que se hizo carne fue él mismo, en virtud de la relación previamente existente, el único y perfecto representante y manifestación del ser y carácter del Padre, desde cuya presencia vino. En otras palabras, la gloria a la que Juan se refiere fue el resplandor de una calidad de Hijo Unigénito, único y eterno.3
EL TÉRMINO «UNIGÉNITO»
El término «unigénito», usado en el versículo en conexión con el artículo definido, es una palabra que, con referencia a Cristo, se halla solo en los escritos del apóstol Juan, y, como hemos visto en el ejemplo anterior en el versículo 14, el término no se refiere a que su humanidad se generase. Hay otras declaraciones relativas a su calidad de Hijo que no contienen el título «unigénito» y que de hecho se refieren a su encarnación; pero ese no es el caso de monogenés, «unigénito». Se refiere a una relación como Hijo en el cual él está solo, coigual y eterno con el Padre, y es sin embargo distinto en personalidad como Hijo.
De nuevo, según se usa para la relación del Hijo con el Padre en los afectos ideales e íntimos incluidos en el mismo, este término se debe distinguir del de generación al aplicárselo a seres humanos. La frase «generación eterna» no halla nada que corresponda con ello en las Escrituras. No sirve para explicar la doctrina de las relaciones personales eternas en la Deidad. Las limitaciones humanas impiden una comprensión completa de lo eterno. Y, sin embargo, en su gracia, Dios ha presentado los hechos relativos a sí mismo con un léxico y expresiones que podemos entender, aunque los hechos en sí mismos están más allá del alcance del concepto humano.
El término, como es frecuente en las Escrituras, significa aquí tanto unicidad como cariño. Así, en Hebreos 11.17, el escritor, citando Génesis 22.2 de la Septuaginta, en lugar del hebreo traducible como «tu hijo, tu único hijo, el que amas, el mismo Isaac», dice que Abraham ofrecía (lit., «estaba ofreciendo») «su unigénito».
Por consiguiente, está claro que unigénito equivale en ese pasaje a «único». Ahora bien, en cuanto al parentesco en sí, Isaac no era el único hijo de Abraham. Ismael había nacido antes, pero Isaac ocupaba una relación única con Abraham y un lugar de cariño especial.
El significado de la palabra «unigénito», en un sentido totalmente aparte del de nacimiento, tiene ejemplos contundentes en dos pasajes de Salmos. En la parte del Salmo 22 que predice las expresiones del Señor en la cruz se apela: «Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida». Según el hebreo y el griego, la palabra traducida como «vida» es «unigénito». Lo mismo sucede en el Salmo 35.17, cuya traducción al español dice: «Rescata mi alma de sus destrucciones, mi vida de los leones». Desde luego, no puede haber aquí una conexión con la relación natural de padre e hijo; lo que se insinúa es esa parte del ser que se menciona en la posición de precioso y único. Lo mismo ocurre con el uso del término respecto a la relación infinita y sin origen entre el Padre y el Hijo.
Además del pensamiento de unicidad y cariño, el término, cuando va junto a la palabra «Hijo», conlleva la idea de representación completa, el Hijo manifestando en plena expresión las características del Padre. Esto lo establece lo que leemos también en Juan 1.18.
EN EL SENO DEL PADRE
La clara implicación de la calidad preexistente de Hijo de Cristo se confirma en el versículo por la descripción del Hijo como aquel que está «en el seno del Padre». En su expresión se emplea el artículo definido con el participio presente del verbo «ser»; lit., «el [un] ser en el seno». Esta forma de redacción nos da prácticamente una descripción titular, que se debe distinguir del uso del pronombre relativo con el tiempo presente del verbo ser («quien está»). Si hubiera sido la intención del escritor indicar que el Hijo está en el presente en el seno del Padre, en contraste con un tiempo del pasado en el que no estaba en esa posición y relación, se habría usado la cláusula relativa, es decir, el pronombre relativo con el tiempo presente (i.e., jos estí, «quien está»). La construcción en participio (el artículo definido con el participio presente «estando») no está limitada, de este modo, en un punto del tiempo. Aquí, la construcción conlleva una descripción eterna, expresando una condición y características de relación, esencial y no originada.
La frase «en el seno del Padre» implica la idea de afecto, y es indicativa de la intimidad y amor inefables esencialmente existentes entre el Padre y el Hijo, en la que el Hijo participa en todos los consejos del Padre y es siempre objeto de su amor.
La preposición eis («en») expresa algo más que la preposición similar en.4
No solo se sugiere «en» indicando la unión esencial del Hijo con el Padre, sino también la idea de su absoluta competencia para responder al amor del Padre. De ningún otro se podría decir eso. No se gana nada al traducir la preposición con «entre», como si fuera un sentido más literal.
Por tanto, el uso del artículo definido en esta construcción señala la naturaleza única y esencial tanto de la posición como de la relación de Cristo.
Así como en los versículos 1-14 las doctrinas relativas a él como el Verbo culminan en la declaración de su encarnación, «el Verbo se hizo carne», así ahora en el versículo 18, recordando la descripción de «unigénito» del versículo 14, y distinguiendo al Hijo mediante esa designación, conduce, al terminarse el prólogo, al testimonio de Juan el Bautista. Lo introduce la partícula «y» que conecta el versículo 19 con el versículo 18. Este testimonio trae ante nosotros la verdad culminante de Cristo como Cordero de Dios (v. 29).
ILUSTRACIONES ADICIONALES DEL ARTÍCULO OMITIDO
El principio de recalcar el carácter o descripción de una persona mediante la omisión del artículo, como se ejemplifica en la cláusula «un unigénito del Padre», queda bien ilustrado en ciertos pasajes de la Epístola a los Hebreos en conexión con la calidad de Hijo que posee Cristo.
HEBREOS 1.1, 2
En las palabras iniciales de la epístola, «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo», la inserción de la palabra «su» en cursiva es suficiente indicación de que no hay artículo definido en el original. Así pues, el enunciado dice literalmente: «nos ha al fin de los días hablado en un Hijo». El énfasis se pone en la relación personal. Aquel ...

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