La belleza de saber vivir
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La belleza de saber vivir

Bárbara Palacios

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La belleza de saber vivir

Bárbara Palacios

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¿Está usted preparada para responder positivamente a los desafíos más difíciles de la vida?
La belleza de saber vivir lo preparará para responder positivamente a los desafíos de la vida diaria y eliminar las malas actitudes. Los nueve pasos de Bárbara le guiarán y llenarán de poder para lograr resultados efectivos a nivel personal y profesional. Estos pasos están basados en la premisa de un cambio positivo de conducta interna, conectado con metas positivas y conducido por una actitud de iniciativa propia.

  • Acéptación: Enfrente sus fortalezas y limitaciones. Aprenda a transformar su debilidad en virtud.
  • Enfoque: Obtenga directrices claras en su vida.
  • Equilibrio: Encuentre el equilibrio entre su vida personal y profesional.
  • Liderazgo: A qué se asemeja un liderazgo autoguiado según usted.
  • Optimismo: Genere esperanza, disciplina y perseverancia.

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Information

Publisher
HarperEnfoque
Year
2011
ISBN
9781418562359
1

La aceptación
Para saber utilizar tu GPS interno debes comenzar por la aceptación. Aquí vas a girar totalmente hacia ti, como si estuvieras frente a un espejo y el único que está al frente eres tú.
1
Alguna vez te has preguntado si te aceptas o si has pasado mucho tiempo de tu vida pensando en cómo los demás te aceptarán? Eso es muy normal, no hay nada malo en ello, el problema es pensar solamente en que los demás nos tienen que aceptar.
Cuando eso pasa es como si quedáramos estacionados por días, meses y hasta años en un mismo sitio, viendo pasar al mundo frente a nosotros sin poder interactuar con él. Es como si algo nos impidiera acceder a la autopista en la que todos van más rápido y con mayor libertad.
La persona que solo espera ser aceptada se siente como si se quedara dentro de la ciudad tratando de llegar al mismo lugar a donde van los demás, pero dentro de un entorno lleno de semáfo-ros en rojo, con un tráfico pesado y sin saber siquiera si va a llegar a donde tiene que ir.
Así que el primer paso que tienes que dar antes de lograr la aceptación de los demás, es aceptarte tú mismo para seguir hacia adelan-te y llegar a tu destino. Tu GPS interno te servirá para saber cómo ubicarte en esta vida. Te permitirá distinguir el camino del bien y del mal, para así reconocer todos los recursos con los que naciste, y de esta forma encuentres las respuestas sobre qué camino seguir.
La primera vez que tuve noción de que estaba viva fue cuando tenía aproximadamente diez años. Me encontraba en un taxi con mi mamá en mi querida ciudad de Caracas, Venezuela. Ese día había mucho calor y el taxista se rehusaba a poner el aire acondicionado por economizar.
El calor era agobiante, recuerdo que el reloj del taxi apuntaba las dos de la tarde. A pesar del calor, era un día precioso. No sé en qué mes estábamos, pero en Caracas eso no importa mucho, ya que por lo general siempre tenemos el mismo clima, aunque varía un poco en la época de lluvias y en las fechas decembrinas.
Mi mamá tenía una cita con un fotógrafo de una revista muy reconocida por aquella época y las dos íbamos a estar retratadas en la portada de la próxima edición. Yo no estaba consciente del honor que eso significaba y de lo famosa que era mi madre. Para ese entonces ella era considerada una gran actriz y, debido a sus actuaciones, la reconocían como la mejor villana de la televisión venezolana.
Mi mamá representaba unos personajes muy complejos, con mucha interpretación. Cada uno requería de una actriz con mucho dominio, pasión y condiciones histriónicas. Ella las tenía, y vaya que las tenía, yo como nadie estaba consciente de que nació para actuar.
Siempre supe lo mucho que amó la actuación, eso fue su vida.
Dentro del taxi veía cuantas vueltas daba el chofer sin llegar al lugar de nuestra cita. Nos encontrábamos en el centro de Caracas y quien conozca esa zona hoy día pensará que cuando yo era niña no había tráfico, pero ese día había una gran congestión de automóviles. Recuerdo al señor del taxi cuando mencionaba las calles para desviarse del área de tráfico, pero todos sus intentos eran infructuosos porque nos íbamos trancando más y más.
Todo era un caos, mi mamá se sentía muy nerviosa porque pensaba que no llegaríamos a tiempo a nuestra cita y yo pensaba:
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A dónde iremos?
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Será importante ir a esa cita?
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Nos estarán esperando en verdad en ese lugar?
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Quién quería verme ese día?
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Me conocen o solo conocen a mi mamá? Y así me iba haciendo un número ilimitado de preguntas, pero algo me dejó pensando mucho y fue el motivo de que yo fuera.
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Por qué me querrán ver a mí?
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Por qué debo estar en esa fotografía?
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Será solo por el hecho de ser la hija de una mamá muy famosa?
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Me aceptarán por lo que soy o por quien soy?
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Me aceptarán? Esa fue la gran pregunta que por primera vez recuerdo que me hice a mí misma.
Lo menos que se imaginaría aquel taxista era que aquella niña estuviera en un profundo cuestionamiento de sí misma y del mundo a su alrededor, pensando si sería aceptada por los demás.
Recuerdo ese día muy bien, creo que todo lo que pensé me impresionó tanto que todavía tengo en mi mente los detalles de aquel momento. No olvido cuando me veía en el espejo retrovisor del taxi como si me viera por primera vez. Y en esos momentos me preguntaba:
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Por qué estaba allí?
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Para dónde iba?
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De dónde venía yo?
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Por qué y para qué nací?
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Quién era yo en verdad?
En ese taxi se me ocurrió hacerle una pregunta muy singular a mi mamá. La dejé muy impresionada, sobre todo por haber elegido aquel momento tan poco propicio. Adicionalmente, decidí hacerle una pregunta muy profunda, ajena a todo el contexto en el que nos encontrábamos.
Me le acerqué y le hice señas para hablarle por su oído bueno, el derecho, ya que no oía por el izquierdo y no quería que el taxista me escuchara. Fue entonces que, susurrándole, le pregunté:
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Mamá,
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de dónde vengo y para qué estoy viva?
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Alguien dijo que los niños siempre dicen la verdad, y diría que no solo lo hacen con sus palabras, sino también con sus actitudes. Con estas expresan sus sentimientos, dando a conocer quiénes son en realidad. No hay nada en sus mentes que distorsione su manera de sentir, son libres para expresarse y aunque tengan actitudes o reacciones erradas, manifiestan de manera verdadera quiénes son.
Los niños nos pueden hablar mucho más de quiénes son ellos y de sus sentimientos que los adultos, que ya han tenido suficiente tiempo para aprender en la vida. Los adultos casi siempre tienden a esconder su verdadero ser frente a los demás. Muchos de ellos, al carecer de la aceptación de sí mismos, pierden la oportunidad de lograr un constante crecimiento personal, lo cual les permitiría ser mejores seres humanos. Por el contrario, se conforman con aparentar ser otra persona frente al mundo y se mantienen así toda su vida.
Conocí a una niña que desde muy pequeña tuvo conciencia de su difícil entorno familiar. Había cosas sin sentido que percibía como erradas aunque no tenía experiencia para saber cómo deberían ser. Ella solo sentía y, más que eso, sabía que no debían ser así.
Su mundo estaba lleno de personas adultas que no vivían bien, no eran felices, nunca se habían aceptado ni habían aceptado a su entorno, no podían controlar sus emociones, ni mantener relaciones positivas con sus seres queridos.
Paradójicamente, con las personas extrañas intentaban establecer vínculos afectivos intensos, y para ello se revestían de otro ser en sí mismos, aun cuando en su intimidad sufrían por el vacío tan grande que les hacía sentir la falta de aceptación.
En la vida familiar de esa niña todo estaba distorsionado, todo estaba en descontrol y ella lo sabía. Yo estoy segura que su GPS interno se lo decía, señalándole que estaba viendo un camino inseguro, más bien, el camino a la destrucción.
El vacío de la aceptación puede provocar mucho descontrol en nuestras vidas, pero también puede ocasionar descontrol a la de otros que solo se convierten en víctimas de la no aceptación. Esas personas muchas veces no han contado con el tiempo para profundizar en el significado de esa palabra, por lo que no logran enriquecer sus vidas. Este es el caso de los niños cuando sus padres no han conseguido entender la importancia de la aceptación, y se convierten en víctimas de sí mismos, retrasando el momento de empezar a andar por ese camino.
La aceptación es realmente el primer paso para comenzar a dirigir nuestras vidas. Ella nos permite hacerlo de manera eficiente y por el camino seguro, y nos coloca a la altura de las exigencias que reclaman el hecho de vivir en este mundo.
Siempre pensamos que lo que nos sucede a nosotros no le ocurre a nadie más o, peor aun, creemos que en el pasado nuestras familias quizás no sufrieron lo que enfrentamos hoy.
Tal cosa está muy lejos de la realidad porque todos —desde la creación del mundo— atravesamos casi por los mismos conflictos personales, por los mismos desafíos y por todo lo que implica convertirse en un individuo estable internamente dentro de un mundo carente de estabilidad.
Recuerdo a mi querida e inolvidable abuela materna Carmela, conocida familiarmente en Tenerife, Islas Canarias, como Monte Carmelo. Así le decían con cariño a las personas de su pueblo, Chio, donde nació el 3 de marzo de 1920. Traigo a mi memoria que me contó que aun cuando en su carta de nacimiento le pusieron María del Carmen y fue bautizada con ese nombre, los habitantes de Chio la apodaron Monte Carmelo.
Mi abuela era agraciada físicamente, pero nunca lo creyó, siempre pensó que su hermana mayor era la poseedora de tales atributos. Tuvo seis hermanos, de los cuales dos eran mujeres, y siempre admiró la belleza de Teresa, que había heredado a su vez los atributos físicos de la madre de todos ellos, Doña Imelda, conocida como una de las mujeres más bellas de Chio, para finales del siglo diecinueve.
A pesar de no sentirse físicamente bonita, era muy segura de sí misma. Sentía desde muy joven una fuerza y un empuje heredados de sus antepasados, donde la lucha por saber vivir también fue una constante. Quizás en los cuentos y anécdotas que alguna o varias veces le relataron de pequeña, su madre y su abuela le transmitieron lo importante que era ser decidido y perseverante en la vida.
Ella me hablaba acerca de la importancia de aceptar las situaciones que se atravesaban en la vida. ¡Y vaya situaciones que atravesó! Podría escribir un best seller solo con las aventuras de mi abuela Carmela....

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