Ministerio con propósito para niños
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Ministerio con propósito para niños

Steven J. Adams

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Ministerio con propósito para niños

Steven J. Adams

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Muchos ministerios de niños son un frenesí de actividad, dirigidos por dedicados voluntarios y personal que emplean largas horas y duro trabajo para el bien de los niños y los padres a quienes sirven. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones, muchos ministerios de niños actualmente no son eficaces. Carecen de propósito e intencionalidad. Un veterano por veinticinco años del ministerio de niños en la iglesia local, el pastor Steve Adams, ha ministrado a familias en múltiples iglesias, desde congregaciones diminutas hasta su actual posición en la iglesia Saddleback. En este libro, Steve aplica las revolucionarias perspectivas de Una iglesia con propósito al ministerio de niños y guía a los lectores en un viaje de descubrimiento y alteración, mostrándoles cómo desarrollar un proceso ministerial intencional que dirija a los niños hacia la salud espiritual a la vez que edifica un ambiente ministerial saludable para quienes trabajan con niños. Aprenderás cómo hacer y responder cinco preguntas sencillas pero poderosas: • ¿Por qué estamos en este viaje? • ¿Qué necesitamos para cumplir nuestra misión? • ¿A quiénes intentamos alcanzar? • ¿Cómo movilizaremos a nuestros niños hacia la salud espiritual? • ¿Dónde estamos ahora y hacia dónde vamos? No hay una clave única para un ministerio de niños exitoso ni tampoco hay un solo camino que funcione para todo el mundo. Pero hay un proceso demostrado que se puede seguir, y Steve muestra cómo ministerios infantiles en todo el mundo están alcanzando el potencial que Dios les ha dado al descubrir su propósito bíblico, evitando las trampas de la frustración y el agotamiento.

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Information

Publisher
Vida
Year
2018
ISBN
9780829765755
CAPÍTULO 1
Aproveche al máximo su oportunidad
Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos.
EFESIOS 5.15, 16, NTV
Nunca olvidaré unas vacaciones a las que fue mi familia cuando yo tenía ochos años. Crecí como un hijo de pastor en una iglesia de alrededor de 130 miembros. Yo estaba en la iglesia todos los domingos, sentado durante el servicio. Mi papá era un buen predicador, pero yo era un niño normal y a menudo me aburría o me distraía.
Un fin de semana en que mi familia salió del pueblo, terminamos visitando otra iglesia. Tan pronto como entramos por las puertas del frente yo supe que este lugar era diferente. Nuestros padres fueron al culto para adultos, y a nosotros nos enviaron a la iglesia para niños, un lugar diseñado especialmente para nosotros.
Cantamos canciones. Jugamos juegos. La maestra me cautivó y mantuvo mi atención. Pero con todo y lo maravilloso que era esto, lo que más me fascinó, más que cualquier otra cosa, fue la hora de las historias con los títeres. Cuando recuerdo esto no estoy seguro por qué me encantaron los títeres, pero desde ese momento en lo adelante yo supe que había descubierto el llamado para mi vida. Yo sería el «tipo de los títeres».
Ese día, de regreso a casa, yo no podía sacar mis ideas con suficiente rapidez. Estaba completamente inspirado, inundado de ideas creativas, y le pregunté a mi papá si podríamos tener una iglesia de niños en nuestra iglesia. Él me sonrió y me dijo que lo pensaría. Varios días más tarde volví a comentarle mi idea a papá y le supliqué que me nombrara el tipo de los títeres para nuestra iglesia. Mi padre me propuso un trato: si yo ganaba suficiente dinero para comprar los títeres, él me fabricaría un puesto para los títeres y reclutaría a un adulto voluntario que me ayudara a presentar nuestra propia versión de una iglesia para niños.
¡Yo estaba eufórico!
Más determinado que nunca corté la yerba de patio tras patio y me gané 38 dólares. Fui a la librería cristiana con el dinero ahorrado que había ganado con tanto esfuerzo y compré mi primer títere. Mi padre cumplió su promesa. Fabricó un estante de primera para los títeres, nombró a un adulto voluntario y oficialmente tuvimos nuestra primera iglesia para niños. No pasó mucho tiempo antes que yo empezara a dirigir la iglesia para niños, aunque solo era un muchacho de ocho años. Ordenaba los materiales necesarios, enseñaba lecciones y todos los domingos preparaba el salón. Pasaron los años y me vi en la escuela secundaria; no obstante, continuaba sirviendo en la iglesia para niños. De ninguna manera fue esto un impedimento para servir junto a mi novia de la secundaria, Stephanie, quien más adelante se convirtió en mi esposa.
Los momentos decisivos en la vida
Esa mañana, en que visitamos la iglesia, fue para mí más que unas vacaciones divertidas con la familia. Fue un momento decisivo en mi vida que fijó la trayectoria de mi vida. Cuento esto porque todos tenemos momentos decisivos. Tal vez en el momento no reconozcamos nada de esto como un punto decisivo. Pero estas ocasiones significantes, experimentadas en diferentes temporadas de la vida, tienen el potencial de transformarnos y lanzarnos a una nueva esfera de existencia.
He escuchado decir que lo que define quiénes somos no es lo que sucede en la vida, sino cómo respondemos a lo que nos sucede. O, dicho en otras palabras, lo que determina la dirección de nuestra vida no son las circunstancias, sino la decisión que hagamos. Pensar en esa aseveración me hace recordar otros momentos decisivos y cómo a menudo respondieron las personas de maneras que cambiarían para siempre la vida de las generaciones venideras. Considere a Adán y Eva. ¡Su elección alteró la historia del mundo para siempre! Ellos escogieron escuchar a la serpiente y morder el fruto prohibido. O considere a David y cómo su decisión de confiar en Dios y confrontar a Goliat cambió el curso de una nación. Él mató al gigante con una honda y una pequeña piedra. O piense en el impacto sobre el curso del evangelismo mundial cuando Jesús se le apareció a Saúl mientras este viajaba por un camino a Damasco. Saúl se convirtió en el apóstol Pablo y la trayectoria de su viaje cambió para siempre.
Piense en estos momentos transformadores en la vida e historia de Estados Unidos. Cuando John F. Kennedy declaró que Estados Unidos pondría un hombre en la luna. Cuando Rosa Parks se sentó al frente de un ómnibus en lugar de sentarse atrás. Esos momentos cambiaron nuestra vida y aún hoy vivimos con los resultados. Los momentos decisivos pueden parecer insignificantes cuando suceden, pero sus efectos son duraderos.
Tome unos breves momentos para pensar en dónde está usted hoy y los sucesos o momentos que le trajeron hasta aquí. ¿Cuáles son los momentos decisivos en su vida? ¿Hay alguno que le han afectado su decisión de involucrarse en el ministerio para niños?
Los momentos decisivos crean oportunidades
Cada uno de nuestros momentos decisivos crean un juego de circunstancias llamado una oportunidad. Las oportunidades son regalos esperando que los desenvuelvan. Son el barro mojado que está esperando que le den forma y lo moldeen. Pero el barro no permanece mojado y moldeable para siempre. Para sacar el máximo de las oportunidades que tenemos, debemos tomar una acción decisiva.
La parábola de los talentos en Mateo 25.14–30 es un gran ejemplo de este principio. Esto siempre me resaltó porque muestra lo que sucede cuando decidimos actuar ante una oportunidad que se nos presenta, y también lo que sucede si no hacemos nada. En esta parábola un hombre rico se está preparando para irse del pueblo, y él reúne a tres de sus siervos para encomendarles una tarea especial. Él le confía a cada uno de los siervos una suma específica de dinero para invertir mientras él esté lejos. Al primer siervo le confía cinco bolsas de plata, al segundo le confía dos bolsas de plata y al tercero le confía una bolsa de plata. La parábola nos dice que tanto el siervo de las cinco bolsas de plata como el siervo con dos bolsas de plata invirtieron de inmediato la plata que les confiaron. Al siervo que le confiaron una bolsa de plata sencillamente cavó un hoyo en la tierra y allí enterró el dinero.
Cuando el amo regresó, se sintió satisfecho al descubrir que los dos primeros siervos, que habían invertido la plata, ganaron el doble de la cantidad de plata. Pero cuando supo que el tercer siervo no había hecho nada con la plata que él le había entregado, de inmediato tomó su bolsa de plata y se la entregó al primer siervo, diciéndole: «A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen» (Mateo 25.29, NTV).
¿Cuál fue el momento decisivo en esta parábola? Sucedió cuando el hombre rico le dio a sus tres siervos una oportunidad para aumentar sus inversiones. Él les dio los recursos para hacer esto y los animó para que usaran su creatividad, tomaran el riesgo y aumentaran lo que él les había dado. De estas historias podemos aprender lecciones de mucho valor acerca de las oportunidades que Dios nos ha dado. Aquí solo hay algunas a considerar:
También el reino del cielo puede ilustrarse mediante la historia de un hombre que tenía que emprender un largo viaje. Reunió a sus siervos y les confió su dinero mientras estuviera ausente. Lo dividió en proporción a las capacidades de cada uno. Al primero le dio cinco bolsas de plata; al segundo, dos bolsas de plata; al último, una bolsa de plata. Luego se fue de viaje.
MATEO 25.14, 15, NTV
Primero, vemos que a cada uno se le da oportunidades únicas. La primera lección que aprendemos aquí es que sea lo que usted sea, y sin que importe en qué capacidad usted sirve en el ministerio para niños, usted tiene una oportunidad. En la parábola, estas cantidades no estaban determinadas a la suerte. Se dieron como una evaluación intencional de la habilidad de cada siervo. Esto significa que Dios, de manera específica y estratégica, nos diseñó y nos dio un don a cada uno para que cumpliéramos la tarea que él nos ha confiado. Aquí está la parte asombrosa: Dios sabe lo que nosotros podemos o no podemos manejar. ¡Él es nuestro Creador! Él conoce nuestras limitaciones y nos prepara para que seamos la persona para lo cual nos creó.
Sí, el hombre rico pudo haber dividido las bolsas de plata con una cantidad igual para cada uno de los tres siervos. Pero como vemos en Mateo 25.15, el amo conocía la habilidad de cada uno de estos siervos y distribuyó su dinero de acuerdo a esta. Al saber lo que cada siervo podía manejar, él colocó intencionalmente a cada siervo en el mejor escenario posible para que tuviera éxito. Le dio a cada siervo un propósito y una oportunidad. Después, le correspondía a cada siervo escoger lo que haría.
El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo.
1 CORINTIOS 12.12, NTV
La Biblia nos dice que cada uno de nosotros es una parte del cuerpo de Cristo. Es necesario que cada parte trabaje en conjunto para que el cuerpo funcione como fue diseñado y que así realmente prospere. De la misma forma que el hombre rico tenía conocimientos sobre las habilidades de sus siervos y distribuyó cada talento (o bolsa de plata) con toda intención, Dios, en su máxima sabiduría, distribuye las habilidades y oportunidades con el deliberado propósito de vernos a nosotros, el cuerpo de la iglesia, cumpliendo su voluntad. Es como dijo Pablo a los Corintios: «Pero nuestro cuerpo tiene muchas partes, y Dios ha puesto cada parte justo donde él quiere» (1 Corintios 12.18, NTV). ¿Comprendió la segunda mitad de este versículo que acabo de citar? «Dios ha puesto cada parte justo donde él quiere». En momentos en que siento la tentación de creer que Dios no me trajo oportunidades «correctas», yo debo recordarme a mí mismo que Dios es un Dios con intenciones. Él nos ha creado a cada uno de nosotros con propósito y nos coloca exactamente donde él nos quiere.
Considere lo que nos dice Isaías 45.9, 10: «¡Qué aflicción espera a los que discuten con su Creador! ¿Acaso discute la olla de barro con su hacedor? ¿Reprocha el barro al que le da forma diciéndole: “¡Detente, lo estás haciendo mal!”? ¿Exclama la olla: “¡Qué torpe eres!”? ¡Qué terrible sería si un recién nacido le dijera a su padre: “¿Por qué nací?” o le dijera a su madre: “¿Por qué me hiciste así?”!» (NTV). Isaías nos recuerda que Dios es el alfarero, y nosotros somos el barro. Dios es un artista hermoso, dotado y creativo, y sabe lo que está haciendo. Él nos ha colocado exactamente donde quiere que nosotros estemos.
No obstante, aunque yo sé que Dios me formó y sopló aliento de vida en mi cuerpo, a veces yo, el barro, me gusta discutir con el alfarero. En esos momentos dejo de recordar que Dios me creó y, por lo tanto, me conoce mejor de lo que yo mismo me conozco. Necesito recordar que Dios sabe lo que yo puedo manejar. Él me creó sabiendo y comprendiendo cabalmente cuáles son mis dones, mis pasiones y mi potencial.
Esto no significa que la vida será fácil o que nunca necesitaremos trabajar o cambiar. ¡Nada de esto! Constantemente tenemos que mejorar, crecer, cambiar, madurar y aprender nuevas cosas. Pero no estaremos tan dotados para algunas cosas como para otras. Hay dones y talentos que yo admiro mucho, pero no los tengo. En algunas ocasiones he resentido el hecho de no tener ciertos dones. Pero estoy descubriendo que el verdadero gozo, la alegría y la plenitud solo vienen cuando me esfuerzo en ser la persona que Dios destinó que yo fuera. Necesito trabajar fuerte para sacar el mejor provecho de los talentos que Dios me confió. Solo entonces me confiará más.
Dios, de su gran variedad de dones espirituales, les ha dado un don a cada uno de ustedes. Úsenlos bien para servirse los unos a los otros.
1 PEDRO 4.10, NTV
Segundo, una oportunidad solo dura un tiempo limitado. Lo que aprendemos de esta historia de los talentos es que el amo estuvo fuera durante un largo tiempo. Su regreso marcó el «día de expiración» para la oportunidad que le había dado a cada siervo. Antes dije que una oportunidad es como el barro mojado esperando que le den forma y lo moldeen. El barro no permanece suave y moldeable para siempre. Cada siervo tuvo su oportunidad, y el amo quería saber lo que cada uno había hecho con esa oportunidad que le dieron.
Después de mucho tiempo, el amo regresó de su viaje y los llamó para que rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero.
MATEO 25.19, NTV
Los primeros dos siervos se apoderaron de la oportunidad y tomaron acción, mientras que el tercer siervo se dejó paralizar por el temor y perdió la oportunidad. Note el lenguaje para describir sus respuestas:
Siervo 1: «comenzó» (de inmediato)
Siervo 2: «también salió a trabajar»
Siervo 3: «cavó un hoyo»
Cada uno de ellos estaba trabajando con algo, y cada uno tomó un paso de acción cuando el amo se fue. Pero solo los dos primeros dieron pasos adelante. El tercero dio un paso atrás. Aunque un momento decisivo presentará una oportunidad, usted y yo debemos tomar una acción decisiva, o de lo contrario perderemos o malgastaremos la oportunidad
Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos.
EFESIOS 5.15, 16, NTV
Tercero, esta parábola nos muestra que tenemos que ver la oportunidad para aprovecharla. Antes de poder ha...

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