La Ola Latina
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La Ola Latina

Como los Hispanos Estan Transformando la Politica en los Estados Unidos

Jorge Ramos

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Como los Hispanos Estan Transformando la Politica en los Estados Unidos

Jorge Ramos

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En las elecciones del 2004, hubo 3 millones más votantes hispanos que en el año 2000. Los hispanos pusieron al presidente George W. Bush en la Casa Blanca en el 2000 y luego lo reeligieron en el 2004. Es imposible ignorar una influencia tan grande y un voto tan importante. El cambio más dramático que está viviendo este país no tiene nada que ver con la guerra contra el terrorismo o con la economía; tiene que ver, simplemente, con la revolución demográfi ca impulsada por los latinos. Es la Ola Latina. Enel 2002 los latinos se convirtieron, ofi cialmente, en el grupo minoritario más grande de Estados Unidos, superando los 38 millones de habitantes, cosa que no se esperaba que ocurriera hasta dentro de una década más. Para el año 2125habrá más latinos que blancos (no hispanos) en Estados Unidos. Es decir, loshispanos pasarán de minoría a mayoría. Basándose en entrevistas con los másreconocidos expertos en temas latinos y con hispanos que viven a lo largo yancho de los Estados Unidos, Ramos intenta descifrar lo que signifi ca este sorprendentecambio demográfi co para todos los norteamericanos, hispanos o no, tanto en su vida diaria como en su cultura. Con el profesionalismo, precisión, y sensibilidad que lo caracteriza, Ramosnos muestra quienes son, exactamente, estos nuevos americanos, cuáles son susintereses políticos y por qué es importante que el resto del país se preocupe porentender lo que es la ""experiencia latina"". Quien ignore el reto de los latinos, corre el riesgo de darle la espalda al futuro de Estados Unidos.

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Information

Publisher
Rayo
Year
2012
ISBN
9780062247803
CAPÍTULO UNO
HACIENDO HISTORIA: CÓMO LOS LATINOS DECIDIERON LAS ELECCIONES DEL 2000 Y DEL 2004
LOS HISPANOS REELIGIERON A BUSH
LA GRAN NOTICIA de las elecciones presidenciales del 2004 fue los más de nueve millones de electores hispanos que, con su voto, reeligieron a George W. Bush. No, la elección no se definió en Ohio. La elección se definió mucho antes en estados con altos porcentajes de población hispana: Florida, Arizona, Nevada, Colorado y Nuevo México. Bush ganó en esos cinco estados y así logró quedarse cuatro años más en la Casa Blanca.
Nunca antes habían votado tantos hispanos en una elección; fueron el 8 por ciento del total y tres millones más de votantes que en el año 2000. Y nunca antes un candidato Republicano había obtenido un porcentaje tan alto del voto latino; 44 por ciento (según cifras obtenidas en las encuestas realizadas a la salida de las urnas o exit polls). (Los resultados son de la encuesta realizada el 2 de noviembre de 2004 entre 13,110 votantes en 250 distritos electorales por Ediston Media Research y Mitofsky International para el consorcio de medios de comunicación conocido como National Election Pool. El consorcio estuvo compuesto por ABC News, NBC news, CBS News, CNN, Fox News y The Associated Press). Esto es un sorprendente aumento respecto al 31 por ciento del voto hispano que Bush obtuvo en el año 2000 (de acuerdo con el cálculo del diario The New York Times).
Esto quiere decir que muchos hispanos saltaron del partido Demócrata al partido Republicano en las elecciones del 2 de noviembre de 2004. Y ese salto explica la victoria de Bush. Esto también significaba que los Demócratas en esa elección empezaron a perder el control que por décadas habían tenido de los votantes hispanos.
John Kerry, el candidato Demócrata a la presidencia en el 2004, sólo obtuvo el 53 por ciento del voto hispano; mucho menos del 67 por ciento obtenido por Al Gore en el año 2000. ¿Qué pasó?
“Kerry no tenía una estrategia para ganar el voto latino,” me dijo Raúl Izaguirre, el presidente del Consejo Nacional de la Raza (National Council of La Raza) y uno de los líderes hispanos más respetados del país. “Kerry no conectó con los votantes latinos; en parte es por su personalidad y en parte es porque no tuvo una estrategia coherente desde el principio de su campaña para convencer a los hispanos de que votaran por él.”
Izaguirre, que representaba a una organización no partidista, consideró que Bush, en cambio, sí tuvo una “muy buena estrategia para conseguir el voto latino, con buenos anuncios de televisión—creativos, emocionales; el presidente sí logró conectar con el votante hispano.”
Los resultados estaban a la vista.
Si Kerry, por ejemplo, hubiera pasado más tiempo con los hispanos y con los votantes que hablan español en Colorado, Nevada y Nuevo México, hubiera ganado las elecciones presidenciales del 2004. Me explico:
El presidente Bush ganó Colorado con una ventaja de 107,000 votos, Nevada con 21,000 votos más que Kerry y Nuevo México con 6,000 votos más que el candidato Demócrata. Es decir, si 67,000 hispanos que votaron por Bush lo hubieran hecho por Kerry, el candidato Demócrata habría conseguido 19 votos electorales más (para un total de 271) y con eso habría ganado la Casa Blanca.
¿Cómo es posible que los Demócratas no se hubieran dado cuenta que dependían tanto del voto latino para ganar la Casa Blanca? Esos 67,000 votos hispanos—que eran menos del 1 por ciento del total del voto hispano—se hubieran podido conseguir con relativa facilidad con más entrevistas en español, con más anuncios en la radio y televisión hispana, y ligando la campaña de Kerry en Colorado con la del ahora senador hispano, Ken Salazar. Pero, por alguna razón, no lo hicieron. ¿Por qué?
Cuando Bush fue candidato a la presidencia en el 2000 otorgó más de 100 entrevistas a los medios de comunicación en español. Kerry debió haber hecho lo mismo o más en este 2004. Pero Kerry, en cambio, sólo dio 25 entrevistas a los medios hispanos. En otras palabras, Kerry se quedó corto, muy corto, y no pudo contrarrestar los mensajes directos e inequívocos que llegaban desde la Casa Blanca.
De alguna manera Kerry cometió el mismo error de Al Gore: Gore perdió en el 2000 por el voto hispano en la Florida; Kerry perdió en el 2004 por el voto hispano en Colorado, Nevada y Nuevo México, entre otros.
El partido Demócrata se confió y creyó que ganaría ampliamente el voto latino en el 2004. Por eso no se aplicó lo suficiente para garantizarlo. La prueba está en un memorándum que envió el 26 de julio de 2004 la organización Democracy Corps, cuyos miembros aconsejaron a la campaña de John Kerry.
El memorándum, dirigido a todos aquellos Demócratas involucrados con la búsqueda del voto latino, advertía que el partido Republicano tenía como una de sus más altas prioridades aumentar el porcentaje de votantes hispanos a favor del presidente Bush. De hecho, en una entrevista el 17 de julio de 2004 con el conductor Tim Russert de la cadena NBC, el entrevistador del presidente Bush, Mathew Dowd, dijo inequívocamente que uno de los principales objetivos de la campaña Republicana era que Bush obtuviera alrededor del 40 por ciento del voto latino o más. Eso no era ningún secreto. Lo que resulta sorprendente es que el partido Demócrata, a pesar de saber esto, no haya actuado con más energía para, al menos, mantener sus porcentajes tradicionales entre los electores hispanos.
El memorándum enviado por el entrevistador de Kerry, Stan Greenberg—uno de los dos socios de Democracy Corps; el otro era James Carville—establecía que el presidente Bush “no sólo está fracasando en alcanzar ese objetivo, sino que está cayendo por debajo de lo que obtuvo en la pasada elección—su apoyo entre la comunidad latina ha caído al 30 por ciento.” El reporte, en un tono triunfalista, aseguraba que Bush estaba perdiendo apoyo entre los hispanos en la Florida y en los estados del suroeste, como Nevada y Nuevo México.
La información del memorándum de Democracy Corps estaba basada en una encuesta realizada para el partido Demócrata que indicaba que el 61 por ciento de los hispanos votaría por Kerry y un 30 por ciento por Bush. Añadían que “los niveles de aprobación de Bush habían sufrido una caída sustancial en los últimos cinco meses” y que incluso si Kerry fuera atacado por sus posturas respecto al aborto y al matrimonio entre homosexuales “su apoyo entre los hispanos no caería ni un solo punto porcentual.”
Sin embargo, ya en el verano los Demócratas sospechaban que Bush y los Republicanos podrían convencer a muchos votantes hispanos de votar a favor del presidente por sus valores morales conservadores. “Los votantes hispanos son socialmente conservadores y podrían sentirse incómodos con asuntos como el aborto y el matrimonio entre homosexuales”, auguró el reporte del Democracy Corps. Y eso es exactamente lo que ocurriría poco después sin que el partido Demócrata pudiera hacer nada efectivo para contrarrestar los mensajes Republicanos. Los Demócratas vieron el peligro de perder el voto hispano cuatro meses antes de las elecciones pero, aparentemente, no lo tomaron con la seriedad debida.
El análisis del Democracy Corps parecía estar apoyado por otras dos encuestas independientes: una hecha por el diario The Washington Post, la cadena Univision y el Instituto Tomás Rivera con 1,605 encuestados entre el 6 y el 16 de julio, y la otra realizada del primero al 21 de julio por la escuela Annenberg (National Annenberg Election Survey) entre 3,715 hispanos registrados para votar. La primera encuesta no le daba al presidente Bush más del 30 por ciento de la intención del voto entre los hispanos y la segunda aseguraba que el número de votantes hispanos que se identificaban como latinos había aumentado un 6 por ciento comparado con el año 2000.
Eran buenas noticias para los Demócratas. Pero en lugar de reforzar el apoyo que tenían entre los hispanos, lo dejaron escapar.
Este memorándum fue fundamental dentro de la campaña de John Kerry. Algunos de sus asesores creyeron equivocadamente que el voto latino estaba asegurado y decidieron no hacer un esfuerzo extra para conseguir más votantes hispanos. Gravísimo error. Esta forma de pensar permeó la campaña Demócrata y, a la larga, explica la derrota de Kerry.
Lo que medían las encuestas en julio fue muy distinto a lo que dijeron los electores en noviembre. ¿Por qué? Para empezar porque hubo tres millones más de votantes hispanos en el 2004 que en el 2000 y era muy difícil para los encuestadores saber quiénes eran y dónde estaban. Segundo, contrario al partido Demócrata, la campaña Republicana no dependía de grupos externos para planear, producir, ejecutar y distribuir su publicidad para la comunidad latina; eso les dio mayor efectividad y control del mensaje. Y tercero, los votantes latinos (en su mayoría nacidos en Estados Unidos) no eran tan distintos al resto de la población y reaccionaron favorablemente a los mensajes cargados de patriotismo y de valores morales conservadores del partido Republicano.
La organización que más ayudó al partido Demócrata a tratar de captar el voto hispano fue la New Democratic Network (NDN). Fundada en 1996, la NDN creó un proyecto hispano en la primavera del 2002 cuyo objetivo era “comunicar el mensaje de que, con una agenda democrática, los hispanos en todos lados tendrían una vida mejor.” La NDN se gastó seis millones de dólares en anuncios, mensajes y conferencias para llegar a los votantes hispanos en las elecciones presidenciales del 2004, mucho más que cualquiera de los dos partidos políticos. Pero, al final de la campaña, se notaba su frustración.
En un correo electrónico enviado 10 días después de las elecciones presidenciales del 2 de noviembre por el fundador del NDN, Simon Rosenberg, y por sus colaboradores María Cardona, Sergio Bendixen y Joe García, hay una fuerte crítica a la campaña de John Kerry y el partido Demócrata:
“Es nuestra conclusión que la campaña coordinada de Kerry y el partido Demócrata nunca tomó el voto hispano con suficiente seriedad. Ahora sabemos que hubo pláticas a los níveles de la campaña de que Bush no mejoraría sus cifras del año 2000 (un 35% del voto hispano) y que, por lo tanto, se podría dedicar muy poco dinero y atención para hablarle a los hispanos. Por lo que nosotros vimos, a pesar de tener un talentoso equipo hispano, quienes tomaron las decisiones en la campaña no se gastaron el dinero ni hicieron los compromisos necesarios para ganar este voto, permitiendo que se les escaparan estados como Nevada y Nuevo México.”
Hubo muchas voces—¡muchísimas!—que durante los meses que precedieron a las elecciones presidenciales señalaron que éstas serían decididas por los votantes latinos. Y quienes no escucharon, perdieron. “Estos resultados se explican, en parte, por lo que Kerry dejó de hacer,” resumió Raúl Izaguirre, del Consejo Nacional de la Raza, coincidiendo con las conclusiones del NDN.
Y, también, por lo que Bush sí hizo. Los Republicanos entendieron muy bien que los hispanos suelen tener valores muy conservadores, particularmente en lo que se refiere al aborto, a la religión y a los matrimonios entre homosexuales. El 80 por ciento de los electores, indicaron las encuestas o exit polls, votaron pensando en los “valores morales” y prefirieron a Bush frente a Kerry. Y los hispanos no fueron la excepción.
Ralph Nader, el candidato independiente, y su candidato a la vicepresidencia, Peter Camejo, de origen venezolano, se llevaron el 2 por ciento del voto latino.
Después que se asentaron las cenizas electorales y los ánimos se calmaron, Kerry y los Demócratas se dieron cuenta de que los hispanos fueron, realmente, quienes decidieron las votaciones presidenciales del 2004. Pero para Kerry y los Demócratas ya era demasiado tarde.
Así comenzó la guerra por conseguir el voto hispano:
Sin perder tiempo y a principios del 2004, el miércoles 7 de enero, el presidente Bush propuso un programa de trabajadores temporales que beneficiaría por unos años a millones de inmigrantes indocumentados. Era la primera iniciativa de la Casa Blanca destinada a ganar el voto hispano en las elecciones de ese mes de noviembre.
En un discurso desde la Casa Blanca el presidente reconoció que el actual sistema migratorio no funcionaba y habló extensamente de las enormes aportaciones de los inmigrantes a la historia, a la cultura y a la economía de Estados Unidos. Bush dijo también que Estados Unidos necesitaba de mano de obra extranjera para seguir creciendo y que, por razones humanitarias y de seguridad nacional, él estaba dispuesto a legalizar de manera temporal a millones de trabajadores. El objetivo, dijo, era unir a trabajadores que buscaban empleos con empleadores que no conseguían a trabajadores norteamericanos. Pocas veces un político Republicano había hablado de esa manera.
El problema con la propuesta migratoria de Bush es que era poco realista ya que sólo ofrecía una legalización temporal a los trabajadores indocumentados y a sus familias. ¿Qué pasaría luego de que se venciera esa visa especial y no hubiera posibilidad de renovarla? Eso no estaba claro. Bush dejó los detalles en el aire.
Era de una ingenuidad casi infantil el pensar que los inmigrantes que trabajaran legalmente por unos años en Estados Unidos se iban a regresar a su país de origen al vencerse su visa. Eso no iba a ocurrir. Cualquier propuesta migratoria seria debería incluir la posibilidad de convertirse en residente legal y luego en ciudadano norteamericano. Pero esa posibilidad no estaba especificada en la propuesta de Bush.
La propuesta de Bush era unilateral. La anunció él solito en la Casa Blanca. Bush no consultó con ninguno de los miembros de la Comisión Hispana del Congreso (Hispanic Caucus)—que son los que más han hecho para proteger a los inmigrantes y los que más saben sobre el tema—ni con ninguno de sus vecinos. El presidente de México, Vicente Fox, se podía dar todo el crédito que quisiera por la propuesta de Bush pero la realidad es que el mandatario norteamericano habló 15 minutos por teléfono con Fox en la mañana del anuncio y sólo le adelantó lo que iba a decir. No hubo ningún tipo de negociación con México antes de anunciar la propuesta. Por eso estaba tan coja.
La propuesta de Bush no resolvía, tampoco, el problema de la inmigración indocumentada a largo plazo. Por el contrario, sólo lo retrasaba y lo complicaba. Bajo el plan de Bush, millones de indocumentados dejarían de serlo por un tiempo—tres años, quizás seis—para, después, volver a ser indocumentados al término de sus visas. Eso no resolvía nada.
La legalización temporal, también, podría convertirse en una trampa. Estos trabajadores temporales—como los braceros en los años 40 y 50—podrían ser fácilmente explotados y manipulados por los empleadores que patrocinan sus solicitudes migrato...

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