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Una autobiografía

Bruce Dickinson

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Bruce Dickinson

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About This Book

La tan esperada biografía en español del multifacético, legendario y vocalista principal de Iron Maiden, una de las bandas de rock más exitosas, influyentes y duraderas de todos los tiempos.

Pionero de la escena naciente del rock y metal en Gran Bretaña a finales de la década de los 70, Iron Maiden irrumpió y se impuso hasta alcanzar la cumbre, en gran medida gracias a las presentaciones de alto octanaje, su estilo de canto operático, y la presencia en el escenario de su segundo cantante principal, parte de la banda el doble de tiempo, Bruce Dickinson. Como líder de Iron Maiden, primero de 1981 a 1993, y después desde 1999 hasta hoy, Dickinson ha sido, y sigue siendo, un hombre de leyenda.

Pero ser líder de OTT es tan solo uno de los muchos títulos que ostenta Bruce. Además de ser uno de los cantantes y compositores más notorios y respetados, es capitán de aerolínea, empresario de aviación, conferencista motivacional, cervecero, novelista, presentador de radio, y guionista de películas. También ha competido como esgrimista a nivel mundial. A menudo acreditado como un genuino polímata, en las propias palabras de Bruce (¡y de su puño y letra en primera instancia!), expone muchas observaciones personales garantizadas para inspirar a las almas curiosas y a los aficionados radicales por igual.

Dickinson enciende su creatividad, su pasión y su anárquico humor desenfrenados para revelar unas cuantas experiencias fascinantes de su vida, incluidos sus treinta años con Maiden, su carrera como solista, su infancia en el seno del excéntrico sistema escolar británico, sus primeras bandas, la paternidad y la familia, así como su reciente batalla con el cáncer.

Audaz, franca, inteligente y muy divertida, su biografía es una mirada de cerca a la vida, el corazón y la mente de uno de los hombres más singulares e interesantes del mundo; un verdadero icono del rock.

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Information

Maldito cáncer

Seis semanas antes, yo mismo había llegado a la misma conclusión mediante el autodiagnóstico en la internet. Sabía que algo no iba bien en mi cuerpo. Sudaba bastante en la noche; quizá era por las sábanas del hotel.
Cuando me cepillaba los dientes, había salpicaduras de sangre a veces; quizá me cepillaba con demasiada fuerza.
Tenía la sensación de que iba a agarrar un resfriado, pero no fue así; bueno, era el mes de noviembre y había muchos virus en el aire.
Finalmente, una de las glándulas en mi cuello se inflamó (ver excusa anterior), pero de la parte trasera de mi garganta provenía un olor raro, como a queso podrido. Era bastante asqueroso.
Tecleé los síntomas en motores de búsqueda y, dada mi edad, llegué a un diagnóstico de carcinoma de células escamosas, probablemente relacionado con infección por VPH. Yo ignoraba eso entonces. Tenía un álbum en el que trabajar, estaba cantando bien y lo estaba pasando estupendamente. Lo último que necesitaba era un hipocondríaco en Google.
Sin embargo, el bulto en mi cuello aumentó de tamaño, y mis episodios de sudoración se producían ahora también durante el día. Cuando sonó la última nota en las mezclas terminadas del álbum, pedí a alguien en el estudio que llamara a un médico.
El médico francés era agudo, e incluso con su inglés limitado me dio un consejo claro: «Deben hacerle una tomografía computarizada de cabeza y cuello; deben hacerle rayos-X de pecho; y aquí tiene unos antibióticos para el improbable caso de que sea una infección».
Decidí hacer todo eso cuando regresara a Inglaterra.
Mi médico en Inglaterra palpó el bulto.
—¿Está perdiendo peso? —me preguntó.
—Sí, sí, eso me gustaría.
—Todos dicen eso —respondió ella con una sonrisa, y me envió al piso inferior para que hicieran un ultrasonido tras extraerme una brazada de sangre para hacer análisis. El tipo del ultrasonido indagó; su asistente era seguidor de Maiden.
—¿Qué tal se le dan las agujas? —preguntó—. Quiero examinar su bulto y extraer algunas células.
Eso fue el lunes, 8 de diciembre. El miércoles llegaron los resultados de los análisis de sangre, todos buenos, pero tuve la sensación, sabía, que había algo más.
El viernes tenía tres llamadas perdidas de la doctora.
—Tiene en su biopsia células escamosas, que son cancerosas.
Aquella tarde, estaba yo ante el especialista de cabeza y cuello, oído, nariz y garganta. Un año y medio antes me habían realizado un chequeo general de oído, nariz y garganta. Estaba tan fresco como una lechuga.
Era una sala gigantesca en la calle Harley con un escritorio inmenso, y una doctora con expresión distinguida. Ella abrió el informe.
—Aquí tengo un informe que afirma que tiene cáncer de cabeza y cuello —afirmó claramente. Yo quedé atónito ante la severidad del enfoque. Decidí responder de igual modo.
—Bien. ¿Y qué es? ¿Dónde está? ¿Por qué está ahí? ¿Y cómo lo eliminamos? —repliqué. Creo que a ella le gustó bastante el enfoque.
—Bueno, se lo está tomando bastante bien.
—Podría dar volteretas en la alfombra si eso le hace sentirse mejor, pero continuemos con esto.
—¿Tiene algún plan para los próximos días?
—Por ahora, mi único plan es librarme de esto, y mi único objetivo es conseguirlo. Si eso no funciona, entonces tendré que pensar en un nuevo plan.
El lunes estaba programada una resonancia magnética de mi cabeza y cuello con un tinte que hacía visible el cáncer y también te daba ganas de orinar. Lo siguiente eran rayos-X, y después de eso un día en el hospital bajo anestesia para hacer biopsias de mi lengua y otras partes.
Comenzaba a sentirme bastante importante, pero en medio de la bravuconería estaba la tentación de desesperarme. Durante unos tres días, lo único que observé fueron hospitales, iglesias y cementerios. Dios mío, Londres estaba infestado de las cosas sangrientas.
De camino hacia el pub, pensé en cómo me sentía con respecto a mi cáncer. Nadie podía responder a la pregunta: «¿Por qué yo?». En realidad, razonaba yo, probablemente es tan solo mala suerte de mierda. Nadie me la tenía jurada y mi cáncer era una aberración. Pensé en odiarlo, pero no se me da bien el odio a largo plazo; soy un tipo de momento, pura espuma cuando se trata de ira. Diría que la vida es demasiado corta para odiar el cáncer; traté mi cáncer como una visita no deseada, y lo echaría de mi casa de modo educado pero firme.
La persona que actuaba como mi portero personal del cáncer era el director de oncología radiológica en el Hospital St Bartholomew en Londres. Me hicieron escáneres el lunes; y el viernes, día 19 de diciembre, estaba yo delante del doctor Amen Sibtain. Tenía dos tumores: uno de 3,5 centímetros de anchura (el tamaño de una pelota de golf) era el principal, situado en la base de mi lengua; y el otro, de 2,5 centímetros de anchura, era un tumor secundario en el ganglio linfático adyacente al primario.
El olor a podrido que procedía de mi garganta era por células cancerosas necróticas que goteaban desde el ganglio linfático. Muy bonito.
Los cánceres se clasifican según su tamaño y su extensión. La etapa o estadio 1 significa que el cáncer es pequeño y está contenido; en la etapa 2 es ligeramente mayor pero no se ha extendido; en la etapa 3 se ha extendido un poco; y la etapa 4 significa que el cáncer se ha extendido por el cuerpo.
Además, cada tumor tiene características únicas, y las células se agrupan en términos generales como: bien diferenciadas, moderadamente diferenciadas y mal diferenciadas. Traducción: bien unidas y fáciles de eliminar; moderadamente unidas y podrían deambular; mal unidas, son disidentes agresivos con la misión de causar estragos.
Normalmente, el ochenta por ciento de este tipo de cáncer era moderadamente diferenciado, y el mío no era diferente. Desde el momento en que habló Amen, de modo suave y amable, creí que me curaría.
Al principio lo lamenté por Amen. Qué horrible la tarea de dar a personas tan malas noticias, y a veces verlas morir. A medida que progresamos con el tratamiento, me di cuenta de que él disfrutaba de su trabajo, y comencé a especular un poco más sobre lo que impulsa a los oncólogos.
—Usted se parece un poco a una mezcla entre un francotirador y Sherlock Holmes —sugerí. Él sonrió. También era un fan del rock. Hasta que no estuve curado no me confesó que era Rush, y no Iron Maiden, el que hacía que su barca flotara.
—¿Fuma usted? —me preguntó.
—No. ¿Por qué? ¿Qué diferencia marca eso?
—Tengo un 20 por ciento más de probabilidad de eliminarlo, y hay un 20 por ciento menos de probabilidad de que regrese.
Mi tratamiento comenzó el 5 de enero. Antes de eso hubo una visita al dentista, ya que existía la posibilidad de que tuvieran que quitarme los dientes. La radiación y la mandíbula inferior no son felices compañeros de cama. El hueso queda afectado permanentemente, mientras que el tejido blando puede curarse en general con el paso del tiempo.
La conclusión fue que si en el futuro había que tratar alguno de mis dientes o quizá tuvieran que quitármelos, se haría inmediatamente.
No podía comenzar el tratamiento de radiación hasta que hubiera tenido lugar toda la curación. Mis glándulas salivares también era probable que resultaran afectadas por la radiación, aunque gracias a la nueva tecnología era posible que pudieran recuperar la mayoría de su funcionalidad. La saliva es también, desde luego, muy protectora para la dentadura.
Recientemente había perdido un molar en mitad de la gira. Se había fracturado una caries, y me pasé dos semanas con dolor a medida que los antibióticos fueron siendo ineficaces y la extracción era la única opción. En la parte de atrás había un molar solitario que se parecía a la roca en Masada.
—¿Estaba pensando en un implante? —me preguntó mi dentista.
—Bueno, lo había pensado. ¿Por qué?
—Bien, tendríamos que hacerlo y esperar hasta que se hubiera curado antes de . . .
—¿Se refiere a retrasar el tratamiento?
—Sí.
—Si no me hago un implante, ¿se parecerían los dientes de los lados a la Torre inclinada de Pisa?
Ella se rió.
—No, no funciona así.
—En ese caso, seguiremos así y nos quedaremos en el cáncer.
En otra visita a Amen, hice algunas preguntas más. Realmente, muchas preguntas. Como si el VPH era cáncer.
—Bueno, esperemos a tener todos los resultados.
Cuando la dentista de oncología dio luz verde, me hicieron otro escáner. Esta vez yo estaba atado a una camilla y crearon un molde termoplástico de cabeza y cuello, que sería mi hogar en cada tratamiento con radiación.
El único tatuaje que poseo se parece a una punta de bolígrafo en mi esternón. Las enfermeras lo hicieron para poder alinear mi cuerpo en fracciones de milímetro sobre la máquina de radiación.
Amen jugaba a un juego de video con mi cabeza en 3-D, disparando pulsos de radiación en diferentes ángulos e intensidades para matar los tumores, y también para radiar en otros lugares que podrían haber sido infiltrados sutilmente.
Él me advirtió que perdería mucho peso, y que estaría muy cansado hacia el final del tratamiento, y que mi sistema inmunológico quedaría hecho polvo.
—Podría incorporar un tubo de alimentación antes de Navidad.
—¿Se refiere a hacerme un agujero?
—Sí. Es muy sencillo. La mayoría de las personas no pueden alimentarse por sí solas en las últimas etapas, y es muy importante que se mantenga alimentado.
—No me hará ningún agujero. Yo mismo me alimentaré. Si no puedo hacerlo, se lo haré saber y puede ponerme un tubo por la nariz.
No iba a convertirme en un residente de cama de hospital.
—¿Cuánto tiempo hasta que me recupere?
Amen pensó bastante para responder esa pregunta.
—Tuve sentado donde está usted ahora a un piloto de caza de la RAF, exactamente con el mismo tumor. Pasaron doce meses hasta que estuvo en forma, otra vez con peso y salud.
¿Doce meses? Eso era demasiado tiempo. Para entonces, yo estaría aburrido.
—Superaré eso —declaré.
Yo apenas había considerado la cuestión de si volvería a cantar, lo cual me sorprendió. Me di cuenta de que amaba la vida por encima de todo lo demás, y si cantar era el precio a pagar, entonces así sería. Amen era muy consciente de mi situación.
—He vuelto a planificar ya dos veces su tratamiento. Hay un plano natural anatómico, lo cual significa que rodearé su laringe con la radiación.
Golpéame con tu mejor disparo, como dice la canción.
Por supuesto, toda mi existencia era entonces obtener cada pizca de información sobre terapia de radiación, porcentajes de supervivencia y asistencia alternativa que pudiera ayudar. El problema dental me había asustado. Leí sobre terapia con oxígeno hiperbárico, que posiblemente era un modo de mitigar los daños en el hueso.
—Le preocupa esa muela en la parte trasera, ¿verdad? —preguntó sonriendo.
Yo asentí con la cabeza.
—Bueno, no se preocupe. Lo he rodeado con la radiación para evitar daños.
Dr. Amen Sibtain: un mago.
Se acercaba la Navidad. Yo estaba decidido a comer y beber como un cerdo y engordar todo lo posible antes del día 5 de enero, cuando comenzaría la quimioterapia y la radiación simultáneamente durante nueve semanas.
Tenía que poner mi casa en orden porque quería salir al otro lado luchando. Mis exámenes médicos de aviación en Reino Unido y Estados Unidos quedarían suspendidos en cuanto comenzara el tratamiento, y sería difícil recuperarlos. Sin embargo, mientras seguía teniendo exámenes médicos, renové mis licencias para 737 y 757 en el simulador los días 3 y 4 de enero.
Habría que aplazar la gira de Iron Maiden, y Rod quería decirle al mundo que yo tenía cáncer después de Año Nuevo.
—No querrás que esto salga descontrolado. Alguien seguro que te reconocerá cuando empieces tu tratamiento. Es mejor anunciarlo y controlarlo. Además, tenemos que decirles algo a los promotores.
Afortunadamente, la gira estaba organizada en su mayor parte pero no se había anunciado aún.
—Diles que las razones son demasiado tumorosas para mencionarlas —musité con pesimismo—. ¿Podemos esperar al menos hasta que haya terminado mi tratamiento?
Con renuencia, Rod estuvo de acuerdo.
Luchar contra el cáncer es un negocio solitario. No me refiero a ello en un sentido sensiblero, pero es un estado tan intensamente personal que a los demás les resulta difícil acercarse. Las únicas personas que pueden luchar contra el tumor son tú mismo y los médicos y enfermeras que te apoyan.
Mientras más investigación hacía, más me convencía de que cualquier información que pudiera obtener valía la pena para ganar la batalla. Exploré alternativas contra tumores, y el extracto de semilla de uva y un extracto de hongo shiitake llamado AHCC mostraban promesa en pruebas clínicas. El AHCC también había curado infecciones por VPH en seis de cada doce mujeres en un estudio de la Universidad de Texas.
Mi fármaco de quimioterapia era el cisplatino, uno de los principales fármacos en quimioterapia. Disminuye los tumores pero es muy tóxico para el resto del cuerpo. Yo me descargué el informe toxicológico del gobierno. Contenía la maravillosamente oscura frase: «el método por el cual está demostrado no ha sido aún totalmente dilucidado».
En otras palabras, nadie sabe aún cómo opera este fármaco, pero lo hace. La parte «platino» del cisplatino se refiere al metal platino, que yo estaba metiendo en mis células. Yo tenía muchos discos de platino, y ahora yo mismo me e...

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