Hijos que prosperan
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Hijos que prosperan

12 principios para que tus hijos vivan mejor que tú

  1. 240 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Hijos que prosperan

12 principios para que tus hijos vivan mejor que tú

Descripción del libro

Sobre la base de la importancia de llevar a los hijos por el camino de la prosperidad integral, Andrés Pansiuk presenta una guía para los padres, y hace énfasis en que el trabajo debe comenzar desde la niñez.

Hijos que prosperan explica las 12 características que los hijos deben poseer para así alcanzar la prosperidad integral. Estas son: la responsabilidad personal, el amor al trabajo, la perseverancia, el orden, la moderación, el ahorro, el amor a la libertad, la humildad, la integridad personal, el respeto a Dios y al prójimo, la generosidad y, finalmente, la sabiduría y el crecimiento continuo.

Para explicar estas características, el autor sigue el mismo formato: presenta una historia ejemplificativa del tema que se va a tratar, hace preguntas para pensar en familia, presenta principios de vida, y al final coloca actividades prácticas para educar a nuestros hijos y enseñarlos a ser más sabios.

Por último, explica el concepto de prosperidad integral, que no se circunscribe a la esfera económica, sino a todas las áreas de la vida: el negocio, las finanzas, el trabajo, la relación de pareja, los hijos, etc.

Con la lectura de este libro, el lector obtendrá las herramientas para encauzar a sus hijos hacia la prosperidad integral, para animarlos a que tengan su Norte claro en cuanto a lo ético y moral, y a que se enfoquen en adquirir sabiduría por sobre la inteligencia.

Children Who Prosper

Based on the importance of leading children on the path to integral prosperity, Andrés Pansiuk presents a guide for parents, and emphasizes that the work must begin in childhood.

Children Who Prosper explains the 12 characteristics that children must possess in order to achieve integral prosperity. These are: personal responsibility, love of work, perseverance, order, moderation, thrift, love of freedom, humility, personal integrity, respect for God and neighbor, generosity, and finally, wisdom and continued growth.

To explain these characteristics, the author follows the same format: he presents an exemplary story of the subject to be treated, asks questions to think about family, presents principles of life, and at the end he places practical activities to educate our children and teach them to be wiser.

Finally, it explains the concept of integral prosperity, which is not limited to the economic sphere, but to all areas of life: business, finances, work, relationships, children, etc.

With the reading of this book, the reader will obtain the tools to channel his or her children towards integral prosperity, to encourage them to have their North clear as far as the ethical and moral aspects are concerned, and to focus on acquiring wisdom over intelligence.

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Información

Editorial
Grupo Nelson
Año
2021
ISBN del libro electrónico
9781602559349

CAPÍTULO 1

La responsabilidad personal

«Al final de cuentas, moldeamos nuestras propias vidas, y nos moldeamos a nosotros mismos. El proceso nunca termina hasta el día en el que morimos. Y las decisiones que tomamos son, en última instancia, nuestra propia responsabilidad».
ELEANOR ROOSEVELT1
Jack Canfield, el autor del famosísimo best seller Sopa de pollo para el alma, cuenta la historia de un señor que, en el medio de la noche, estaba arrodillado mirando hacia el suelo, bajo la lámpara de una calle de pueblo. En un momento dado, se le acerca un vecino y le dice:
—¡Hola vecino! ¿Qué le ha pasado?
—Estoy buscando las llaves de mi auto —contesta el penitente.
—¿Le puedo ayudar?
—¡Claro! . . .
Después de 15 o 20 minutos de buscar y buscar, finalmente el amigo pregunta:
—No veo nada . . . ¿Está seguro que se le cayeron por aquí?
—No. Se me cayeron adentro de mi casa.
—¿Cómo? . . . ¿Adentro de su casa? ¿Y por qué las está buscando aquí?
—¡Porque aquí hay más luz!2
Hay que dejar de buscar afuera de nosotros mismos la fuente de los problemas que tenemos y comenzar a mirar hacia adentro. Dejar de echarles la culpa a otros y asumir la responsabilidad personal por las acciones que hemos llevado a cabo. A veces, es más fácil buscar afuera, pero la solución se encuentra adentro.
La responsabilidad personal se encuentra en el fundamento mismo de una vida diferente. Si no asumimos una responsabilidad personal por nuestros actos y nuestro comportamiento, no hay manera de vivir una vida mejor.

DOS HISTORIAS PARA COMPARTIR

Hace mucho tiempo existieron dos reyes en el Medio Oriente. Uno se llamaba Saúl y el otro se llamaba David. Uno perdería el reino. El otro sería un rey admirado por su gente a través de los milenios, aun hasta el día de hoy.
Una de las diferencias importantes entre el uno y el otro estaba en la disposición de asumir la responsabilidad personal por lo que hacían, aprender de la experiencia y corregirla.
Presta atención a esta historia del rey Saúl:
Un día, el famoso profeta Samuel le dijo a un joven llamado Saúl:
—Dios me envió para hacerte rey de su pueblo. Pero antes, él quiere castigar a la tribu de los amalecitas porque fueron malos con el pueblo de Israel cuando ellos venían de Egipto. Así que, ve a la guerra con ellos y destrúyelos completamente con todas sus posesiones.
Entonces Saúl reunió un ejército, los atacó y les ganó la guerra. Sin embargo, a pesar de haber destruido al ejército amalecita, no lo destruyó todo. Por ejemplo, tomaron prisionero a su rey, y además no mataron a las mejores ovejas ni los toros ni los terneros más gordos, ni destruyeron las cosas de valor, aunque sí destruyeron todo lo que era inútil y de poco valor.
A la mañana siguiente el profeta Samuel fue a donde estaba Saúl. Cuando Saúl lo vio, le dijo:
—¡Hola! ¡Dios te bendiga! Ya he cumplido la orden del Señor.
—¿En serio? . . . ¿Y qué significan entonces esos balidos de ovejas y esos bramidos de toros que estoy escuchando? —respondió Samuel.
—Los han traído de la ciudad de Amalec —contestó Saúl—, porque la gente ha conservado las mejores ovejas y los mejores toros para ofrecerlos en sacrificio al Señor tu Dios. Pero hemos destruido todo lo demás.
—¡Cállate la boca! —lo interrumpió Samuel. Dios te tomó de la nada y te hizo el rey de su pueblo. Entonces, si él te envió con la orden estricta de destruir todo, ¿por qué desobedeciste y te quedaste con las mejores cosas que tenía el enemigo?
Saúl contestó:
—Yo obedecí las órdenes del Señor y cumplí la misión que él me encomendó: traje prisionero a Agag, rey de Amalec, y destruí a los amalecitas. Pero la tropa se quedó con ovejas y toros, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción, para sacrificarlos en honor del Señor tu Dios en Guilgal.
Entonces Samuel dijo:
«Más le agrada al Señor que se le obedezca,
que las ofrendas que le des;
vale más obedecerlo y prestarle atención
que ofrecerle sacrificios.
Y como tú rechazaste sus mandatos,
ahora él te rechaza como rey».
Entonces Saúl le dijo a Samuel:
—Bueno . . . sí. Hice lo incorrecto. Pasé por alto la orden del Señor y tus instrucciones, porque tuve miedo de la gente y atendí su petición. Pero, por favor, perdóname y vuelve conmigo para adorar al Señor.
—No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—, porque tú rechazaste el mandato de Dios, ahora él te rechaza a ti como rey de Israel.
Samuel se volvió para marcharse, pero Saúl lo agarró por el borde de su capa y se la desgarró. Entonces Samuel le dijo a Saúl:
—De esta misma manera en la que has desgarrado mi manto, el Señor ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel. Te lo ha quitado para entregárselo a un compatriota tuyo que es mejor que tú.
—Yo he pecado —repitió Saúl—. Pero, por favor, ¿podrías todavía mostrarme respeto delante de los ancianos de Israel y delante de todo el pueblo? Esa es la razón por la que te pido que vengas conmigo para adorar.
Después de hacerlo, Samuel se fue a su casa y Saúl a la suya. Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque le causó mucha tristeza que Dios se hubiera arrepentido de haber hecho a Saúl rey de su pueblo.3
Sin lugar a duda, es una interesante historia. Este antiguo rey del Medio Oriente se comporta como nos comportamos muchas veces nosotros:
  1. Obedecemos a medias (solo la parte que nos conviene).
  2. Cuando nos descubren, negamos que hayamos hecho algo malo.
  3. Cuando ya no podemos esconder la metida de pata, les echamos la culpa a los demás.
  4. Cuando ni siquiera podemos echarle la culpa a otros, tratamos de salvar nuestra imagen.
Solo hay que sentarse a ver un partido de fútbol para ver ejemplos claros de este comportamiento: al pobre Messi un defensor contrario lo barre con todo lo que tiene y, cuando el árbitro marca la infame falta, el jugador que lo barrió como un demonio ahora parece ser un ángel recién venido del cielo, ¡inocente como una paloma!
Nosotros sonreímos mientras el árbitro hace cumplir fielmente la ley en el campo de juego y sanciona la falta, a veces, hasta con una tarjeta amarilla. Si uno, como árbitro, se dejara llevar por la defensa armada por el agresor y sus compañeros de equipo, quizás terminaría de rodillas pidiendo perdón por la «injusticia» cometida.
Pero eso solamente es un juego de fútbol. Es teatro. No es la vida. En la vida, y especialmente la económica, las cosas son diferentes.
El dinero es un privilegio y una prueba.
Dios le iba a dar el privilegio a Saúl de tener riquezas y ser el rey de su pueblo. Por eso, primero vino la prueba. En esa prueba, él falló miserablemente y por eso la familia más querida del pueblo de Israel es la de David y no la de Saúl.
Ahora viene la historia de éxito: la del rey David.
Había una vez en la tierra de Palestina un rey que se llamaba David. Era un rey poderoso y famoso entre su gente. También era muy religioso y se llevaba muy bien con Dios.
Un día, David se sentía un poco orgulloso de todos sus logros y decidió hacer algo que a Dios no le gustó nada: contar cuánta gente había en su reino.
Así que, una mañana, le ordenó a Joab, el jefe de su ejército, que viajara por todo el país y contara a la gente.
Joab se preocupó y le respondió al rey:
—Que el Señor, el Dios de Su Majestad, aumente su pueblo cien veces más de lo que es ahora y que Su Majestad viva para verlo; pero, ¿para qué desea Su Majestad hacer un censo?
Joab sabía que Dios no quería que se contara a la gente. Sin embargo, la orden del rey se impuso a Joab y a los jefes del ejército y, por lo tanto, Joab y los jefes del ejército se retiraron de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel.
Cuando el ejército terminó de hacer el censo, el general Joab entregó al rey las cifras de la población, y resultó que había en Israel ochocientos mil hombres aptos para la guerra y quinientos mil en la provincia de Judá.
En ese momento, David se sintió culpable por haber hecho el censo de la población, se dio cuenta de que había hecho mal y, entonces, lo confesó al Señor:
—He cometido un grave pecado al hacer esto. Pero te ruego, Señor, que perdones ahora el pecado de este siervo tuyo, pues me he portado como un necio.
Fue entonces cuando un profeta de Dios llamado Gad fue a ver a David, y le preguntó:
—¿Qué prefieres: siete años de hambre en el país, tres meses huyendo tú de la persecución de tus enemigos o tres días de peste en toda la nación?
Entonces, el rey David contestó al profeta Gad:
—¡Es tan difícil elegir! A mí me parece que prefiero caer en las manos de Dios y no de la gente, porque Dios tiene un corazón muy grande y va a tener misericordia de nosotros.
Entonces Dios man...

Índice

  1. Cubrir
  2. Pagina del titulo
  3. Derechos de autor
  4. Contenido
  5. Una carta personal . . .
  6. Historias de pobres y ricos
  7. Mentalidad de pobreza y mentalidad de abundancia
  8. Una cultura que abraza la prosperidad
  9. 1. La responsabilidad personal
  10. 2. El amor al trabajo
  11. 3. La perseverancia
  12. 4. El orden
  13. 5. La moderación
  14. 6. El ahorro
  15. 7. El amor a la libertad
  16. 8. La humildad
  17. 9. La integridad personal
  18. 10. El respeto a Dios y al prójimo
  19. 11. La generosidad
  20. 12. La sabiduría y el crecimiento continuo
  21. Comenzando con el final en mente
  22. Notas
  23. Agradecimientos
  24. Acerca del autor