Breviario del Nuevo Mundo
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Breviario del Nuevo Mundo

  1. 132 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Breviario del Nuevo Mundo

Descripción del libro

El breviario del Nuevo Mundo chronicles the author's encounter with the Indians of the Orinoco and trips to the Andean volcanoes, Colombia, Ecuador, Peru, and Mexico.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2014
ISBN de la versión impresa
9788490077771
ISBN del libro electrónico
9788490074756
Edición
1
Categoría
Historia
MONTAÑAS DE LA NUEVA ANDALUCÍA
Nuestra primera excursión a la península de Araya, fue seguida de otra más larga y más instructiva en lo interior de las montañas, a las misiones de los indios chaimas, donde varios objetos de interés llamaban nuestra atención. Entrábamos en un país cubierto de bosques, e íbamos a visitar un convento rodeado de palmeras y de helechos, situado en un valle ancho, donde, en el centro de la zona tórrida, se goza de un clima fresco y delicioso. Las montañas inmediatas contienen cavernas habitadas por millares de aves nocturnas; y lo que admira la imaginación más que todas las maravillas del mundo físico, es el encontrar al otro lado de aquellas montañas, un pueblo que poco ha era todavía errante, ajenas salido del estado de la naturaleza, salvaje sin ser bárbaro, y estúpido antes por ignorancia que por un largo embrutecimiento a este poderoso interés se mezclan involuntariamente varios recuerdos históricos.
En el promontorio de Paria fue donde Colon reconoció la primera tierra continental; en él terminan aquellos grandes valles devastados tan pronto por los Caribes guerreros y antropófagos, como los pueblos comerciantes y civilizados de Europa. A principios del siglo XVI, los infelices indios de las costas de Campano, de Macarapan y de Caracas, fueron tratados como lo han sido en nuestros días los habitantes de la costa de Guinea. El terreno de las Antillas era cultivado, se transplantaban a él las producciones del antiguo continente, mas Tierra Firme estuvo mucho tiempo sin un sistema regular de colonización; si los Españoles visitaban su litoral, era solo por procurarse esclavos, perlas, granos de oro, y palo de tinte, ya por medio del cambio ya por el de la violencia. Creyóse ennoblecer los motivos de tan insaciable avaricia, afectando un celo ardiente por la religión, pues cada pueblo tiene sus ideas y su carácter particular.
El comercio de los indígenas de color bronceado fue acompañado de los mismos actos de inhumanidad que el de los negros africanos: desde entonces fueron más frecuentes las guerras entre los indígenas; los prisioneros eran conducidos a las costas para ser vendidos a los blancos que los cargaban de cadenas en sus buques, sin embargo de que los españoles eran en aquella época y fueron todavía mucho tiempo después, una de las naciones más civilizadas de la Europa. El siglo brillante de León X fue señalado en el nuevo mundo por actos de crueldad que más parecen pertenecer a los tiempos de la mayor barbarie.
El comercio de esclavos había cesado en la Tierra Firme; mas los conquistadores, continuando sus excursiones, prolongaban aquel sistema de guerra que ha disminuido la populación americana, perpetuado los odios nacionales y sofocado por mucho tiempo el germen de la civilización. Por fin los misioneros protegidos por el brazo secular, hicieron resonar las palabras de paz: a la religión pertenecía consolar la humanidad de una parte de los males causados, bajo su nombre; ella ha abogado la causa de los indígenas ante los reyes, ha resistido a las violencias de los comendatarios, y ha reunido las tribus errantes en unas pequeñas comunidades que llaman misiones, y cuya existencia favorece los progresos de la agricultura.
De este modo se han formado insensiblemente, pero con una marcha uniforme y premeditada, aquellos vastos establecimientos monásticos y aquel régimen extraordinario que al paso que buscan el retiro y la soledad, pone bajo la dependencia de las órdenes religiosas unos países cuatro o cinco veces mayores que la Francia. Estas instituciones tan útiles para detener la efusión de sangre y para sentar las primeras bases de la sociedad, han sido después perjudiciales a sus progresos. Tales han sido los efectos de aquel sistema, que los indios han quedado en un estado poco diferente del que tenían cuando sus habitaciones esparcidas no estaban todavía reunidas en torno de la del misionero.
Su número ha aumentado considerablemente, pero no la esfera de sus ideas: han perdido progresivamente aquel vigor de carácter, y viveza natural, que en todos los estados del hombre, son los nobles frutos de la independencia: se les ha hecho estúpidos a fuerza de hacerlos obedientes y sometiendo a reglas invariables hasta las menores acciones de su vida doméstica. Su manutención está en general más asegurada, sus costumbres se han hecho más dóciles, pero reducidos a la opresión y a la triste monotonía del gobierno de las misiones, anuncian por un semblante sombrío y concentrado cuan a su pesar han sacrificado la libertad al reposo.
El régimen monástico arrebata al estado varios ciudadanos útiles, y los restringe en los muros de un claustro; a veces, puede servir a calmar las pasiones, a consolar las grandes penas y fomentar el espíritu de la meditación; pero transplantado a los bosques del nuevo mundo aplicado a la multitud de relaciones de la sociedad civil produce efectos tanto más funestos cuanto más dure su dominación. Entorpece el uso de las facultades intelectuales de una a otra generación, impide las comunicaciones entre los pueblos, y se opone a todo lo que engrandece el alma y eleva los conceptos. Por la reunión de todas estas causas diversas, los indígenas que habitan en las misiones, se mantienen en un estado de incultura que podríamos llamar estacionaria, sino fuera porque las sociedades siguen la misma marcha que el espíritu humano, es decir, sino retrocediesen siempre que cesan de adelantar.
El día 4 de septiembre a las cinco de la mañana, emprendimos nuestro viaje a las misiones de los indios chaimas, y al grupo de montañas elevadas que atraviesan la Nueva Andalucía. La mañana estaba fresca y deliciosa: el camino, o por mejor decir, la senda que va a Cumanacoa, sigue la orilla derecha del Manzanares, pasando por el hospicio de los capuchinos, situado en un pequeño bosque de guayacos y alcaparros2 arborescentes. Saliendo de Cumaná, desde lo alto de la colina de San Francisco, gozamos mientras la corta duración del crepúsculo, de una vista extendida sobre el mar, sobre la llanura cubierta de Beras de flor dorada3 y sobre las montañas del Brigantin.
En el hospicio de la Divina Pastora, se dirige el camino hacia el nordeste y atraviesa durante 2 leguas, un terreno desprovisto de árboles y nivelado antiguamente por las aguas. No solamente se hallan cacteros, copas de tribulus con hojas de ciste, y la hermosa euforbia purpúrea, cultivada en los jardines de La Habana bajo el raro nombre de Dictamno real, sino también la avicemnia, la alionia, el sesuvium, el thalinum, y la mayor parte de las portuláceas que crecen en los bordes del golfo de Curiaco. Esta distribución geográfica de las plantas parece designar los límites de la antigua costa, y probar, según hemos indicado, que las colinas, cuya falda meridional recorrimos, formaban antes un islote separado del continente por un brazo de mar.
Al cabo de dos horas de marcha, llegamos al pie de la alta cordillera del interior que se prolonga del este al oeste, desde el Brigantin al cerro de San Lorenzo: allí comienza un nuevo género de montañas y con ellas un nuevo aspecto de vegetación. Todo toma un carácter más majestuoso y pintoresco: el terreno está cortado en todas direcciones y regado con infinitos manantiales; en las hondonadas se elevan árboles de una altura gigantesca, y cubiertos de enredadera; un corteza negra y quemada por la acción del Sol y del oxigeno atmosférico, contrasta con la fresca verdura de los Pothos y de los Dracontium, cuyas correosas y lucientes hojas tienen a veces, muchos pies de largo. Diríase que los monocotiledones parásitos reemplazan, entre los trópicos, al musgo y a los líquenes de nuestra zona boreal. A medida que nos adelantábamos, las montañas de roca, tanto por la forma como por su enlace, nos representaban los sitios de la Suiza y del Tirol.
En aquellos Alpes de la América, vegetan, a unas alturas muy considerables, los heliconia, los cortus, los maranta, y otras plantas de la familia de las cañas de indias, que cerca de las costas solo prosperan en los terrenos bajos y húmedos; de manera que por una extraordinaria semejanza, tanto en la zona tórrida como en el norte de la Europa, bajo la influencia de un clima cargado de vapores, como sobre un suelo cubierto de nieves, ofrece la vegetación de las montañas todos los caracteres que marcan la vegetación de los terrenos pantanosos. Antes de dejar las llanuras de Cumaná, y el asperón o piedra arenisca y caliza que constituye el suelo del litoral, hablaremos de las diferentes capas de que se compone esta formación muy reciente, tal cual la hemos observado en las faldas de las colinas que circundan el castillo de San Antonio.
El asperón o piedra caliza es una formación local y parcial propia a la península de Araya, al litoral de Cumaná y al de Caracas: la hemos hallado también en el cabo blanco, al oeste del puerto de la Guaira, donde contiene fragmentos a veces angulosos de cuarzo y de gneis, y despojos de conchas y de madréporas. Cerca de Cumaná, se compone la formación del asperón; 1.° de una caliza compacta, gris blanquinosa, cuyas capas unas horizontales y otras inclinadas irregularmente, tienen 5 a 6 pulgadas de espesor: algunos bancos están casi sin mezcla de petrificaciones; en la mayor parte se encuentran con tal abundancia, los cardites, turbinites, ostracites y otras varias conchas de pequeñas dimensiones, que la masa caliza no forma sino un cimento por el cual están unidos los granos de cuarzo y los cuerpos orgánicos; 2.° de un asperón calcáreo, en el cual los granos de arena son mucho más frecuentes que las conchas petrificadas: otras capas forman un asperón enteramente desprovisto de despojos orgánicos, que hace poca efervescencia con los ácidos y que engasta, trozos de mina de yerro, oscura y compacta; 3.º de bancos de arcilla endurecida que contienen selenita o espejuelo, y hojas de gipse:4 estos últimos bancos ofrecen mucha analogía con la arcilla muriatífera de Punta Araya y aparecen siempre inferiores a las capas precedentes. Esta formación del Asperón o aglomerat del litoral, tiene una tintura blanca; luego se apoya contra la caliza de Cumanacoa que es gris azulada, siendo de notar, que en el contacto de las dos formaciones sobre dichas, los bancos de la ca...

Índice

  1. Créditos
  2. Presentación
  3. ESCENARIO DE UN MUNDO INMENSO
  4. MONTAÑAS DE LA NUEVA ANDALUCÍA
  5. FILIACIÓN DE PUEBLOS
  6. HOMBRES DE MAÍZ
  7. GRAN CORRIENTE DE ROTACIÓN O GULF-STREAM
  8. CARACAS
  9. LOS PUEBLOS PINTADOS
  10. LA VIDA NOCTURNA DE LOS ANIMALES EN LAS SELVAS PRIMITIVAS
  11. SOBRE LAS CATARATAS DEL ORINOCO, CERCA DE ATURES Y MAIPURES
  12. ACLARACIONES Y ADICIONES DE HUMBOLDT
  13. MOSQUITOS DEL MAGDALENA Y APOTEOSIS DE BOGOTÁ
  14. ALTURAS DEL CHIMBORAZO
  15. A G. DE HUMBOLDT
  16. POR LOS CAMINOS INCAS
  17. EL ÚLTIMO INCA
  18. PANORAMA DEL PACÍFICO
  19. EN LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE. MONUMENTOS MEXICANOS
  20. LOS INDIOS TRISTES
  21. RIQUEZAS Y ESCLAVOS
  22. LA (MALA) MEMORIA DE AMÉRICA
  23. SENTIDO DE LA EMANCIPACIÓN
  24. LIBROS A LA CARTA