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UN PROFETA PARA NUESTRO TIEMPO
El memorándum decía «ultrasecreto». Todas las personas que se encontraban en el Despacho Oval habían recibido la orden de llegar puntualmente a las 8 de la mañana. Nadie debía saber, mucho menos la CNN, que se había convocado al presidente de Estados Unidos, al vicepresidente, al Estado Mayor Conjunto, al Consejo de Seguridad Nacional, a los líderes del Congreso y a miembros seleccionados del gabinete para esta reunión informativa ejecutiva. El objetivo era escuchar un pronóstico futurista del auge y la caída de las principales naciones de nuestro mundo, y de sus líderes. No era una reunión sobre estrategia, sino la revelación del destino del mundo.
El presidente se mostró más serio que nunca. Se sentó frente a sus asesores, hombres y mujeres de aguda inteligencia a quienes había confiado decisiones que podían afectar a millones de personas. Con los dedos unidos debajo de su barbilla, parecía estar orando. Su actitud era comprensible en vista de la situación mundial. Cuando hizo una señal a un guardia armado, se abrió una puerta y un hombre entró. El individuo dudó por un momento y recorrió con su mirada la ilustre concurrencia de importantes militares y políticos. El presidente le señaló una silla frente al pulido escritorio ejecutivo. El hombre tomó su asiento frente a los asesores presidenciales de la nación más poderosa de la tierra.
El secretario de Estado se aclaró la garganta. El presidente del Estado Mayor Conjunto se secó la frente con nerviosismo. El secretario de defensa miró sus zapatos brillantes. La tensión era grande.
«Caballeros —dijo el presidente con sobriedad— están a punto de escuchar el futuro de nuestro mundo. Escuchen con atención, porque sus vidas están en juego».
¿QUIÉN ERA ESTE HOMBRE?
¿Es esta una situación imaginaria, o podría ocurrir algún día? Lo que hoy es ficción mañana podría convertirse fácilmente en realidad.
Esta escena ocurrió en otro país con diferentes actores. Un hombre, inspirado por Dios, profetizó con precisión el surgimiento y la caída de los imperios y sus gobernantes. Los eruditos se han burlado y los escépticos lo han desacreditado, pero la historia corrobora sus palabras y el futuro confirmará sus predicciones. Creer o no creer lo que este hombre profetizó podría cambiar nuestras vidas para siempre.
¿Quién fue este hombre? Algunos de sus críticos afirman que escribió su libro de profecías e historia después de ocurridos los hechos. Podrían compararlo con los miembros del contemporáneo Procrastinators Club [Club de los Postergadores], quienes predijeron el 1 de enero de 1992 que la guerra del golfo Pérsico terminaría en 1991, que Gorbachov caería y que la Unión Soviética se desintegraría. «Justo ahora encontramos el tiempo para hacer nuestras predicciones», expresó el presidente del club.
Este hombre fue Daniel. Sin embargo, por mucho que sus críticos han tratado de desacreditarlo y menospreciar su libro, han fracasado miserablemente. Sus nombres han quedado en el olvido, mientras que Daniel perdura como un hombre de gran integridad y profunda piedad.
No podemos verlo hoy simplemente como el hombre que estuvo en el foso de los leones o como un visionario de sueños surrealistas. Conocer a Daniel es aprender a vivir hoy y ver el futuro con confianza.
Su libro no es solo la biografía de alguien que debemos conocer, sino un resumen de nuestro futuro. No son las imágenes de una bola de cristal ni el balbuceo de un clarividente, sino la verdad contenida en la Biblia.
DANIEL EN EL ESTRADO DE LOS TESTIGOS
Los fiscales que acusan a Daniel son los eruditos liberales que se sienten incómodos con él y hacen todo lo posible por destruir su credibilidad. Su libro ha sido más atacado que el Génesis. Según sus críticos, la profecía es algo imposible. No se puede predecir lo que sucederá en el futuro; por lo tanto, un texto que contenga predicciones debe haber sido escrito después de ocurridos los hechos. Afirman que es un libro de ficción escrito como profecía para hacerlo más interesante a los lectores.
Cuando estos fiscales presentan su caso ante el jurado, utilizan, se den cuenta de ello o no, las conclusiones de un hombre llamado Porfirio que vivió hacia el año 233 A. D. Porfirio escribió quince volúmenes cuyo revelador título era Contra los cristianos. Se convirtió en politeísta, lo que significa que abrazó muchos dioses y los adoró. Daniel fue uno de los principales objetivos de sus ataques. Hizo todo lo posible para demostrar que el Libro de Daniel se escribió alrededor del 165 A. C., y que todos los acontecimientos que en él se profetizaron se escribieron después de haber ocurrido.
TESTIMONIO DE LOS CONTEMPORÁNEOS DE DANIEL
Cuando Ezequiel sube al estrado de los testigos, está muy seguro de la existencia de Daniel y de sus escritos, pues fueron vecinos en Babilonia. Si los fiscales no creen a Daniel, entonces también tienen problemas con Ezequiel.
Si los fiscales no saben qué hacer con Daniel, tendrán que llamar también a Noé y a Job al estrado de los testigos.
En Ezequiel 28:3, Dios se dirige al rey de Tiro y le pregunta: «¿Acaso eres más sabio que Daniel?. . .». No menciona a Salomón, que generalmente se considera el hombre más sabio que ha vivido, sino que nombra a Daniel. Aquí se manifiesta lo que Dios pensaba de él.
EL TESTIMONIO DE LOS ARQUEÓLOGOS
Si los fiscales no pueden desacreditar al testigo, entonces buscan contradicciones en su testimonio. El primer y el segundo versículos de Daniel afirman que Nabucodonosor, el gobernante de Babilonia, se llevó algunos de los utensilios del templo de Jerusalén y los puso en el tesoro del templo de su dios.
«Nunca hemos oído hablar de eso —afirma la fiscalía— Es una costumbre completamente desconocida. No podemos encontrar ninguna referencia en la historia antigua a tal práctica».
De repente los arqueólogos irrumpen en la sala, sacuden la tierra de sus manos y colocan sus palas y tamices delante del juez. Descubrieron una inscripción que demuestra que Nabucodonosor siempre guardó su mejor botín en el templo de su dios. Era uno de los hábitos característicos del rey.
En el primer capítulo de Daniel hay una referencia a un individuo llamado Aspenaz, quien era jefe de los oficiales. La fiscalía afirma: «Nadie ha oído hablar de este tipo. Es solo otro personaje ficticio de la fantasía de Daniel».
Durante el último siglo, se ha encontrado el nombre de Aspenaz en monumentos de la antigua Babilonia. En las inscripciones se puede leer: «Aspenaz, jefe de los eunucos en la época de Nabucodonosor».
Si la fiscalía logra que el acusado se confunda con los detalles, puede poner en duda su credibilidad. A los opositores de la Palabra de Dios les encanta decir: «Pero la Biblia se contradice a sí misma».
En el capítulo 5 del Libro de Daniel se cuenta la historia de Belsasar, rey de Babilonia. Allí se dice que fue asesinado durante un banquete en el que bebió hasta emborracharse la noche que cayó la ciudad. La historia secular afirma que el rey de Babilonia en ese momento era Nabónido. ¿Quién tiene razón? Nadie sabía cómo conciliar estos dos relatos hasta que Sir Henry Rawlinson descubrió una inscripción en un cilindro encontrado en el río Éufrates. El hallazgo aclaró el problema. En esta etapa de la vida de Daniel hubo dos reyes de Babilonia, un padre y un hijo. Nabónido, que ocupaba una fortaleza en las afueras de la ciudad, tenía como corregente a su hijo mayor, Belsasar, y le permitía usar el título real. Belsasar fue asesinado mientras defendía la ciudad; a Nabónido se le perdonó la vida. Este detalle aclara lo expresado en Daniel 5:29: «Entonces Belsasar ordenó que se vistiera a Daniel de púrpura, que se le pusiera una cadena de oro en el cuello, y que se le nombrara tercer gobernante del reino».
Daniel fue nombrado tercer gobernante porque ya había otros dos, Nabónido y Belsasar. Entonces los fiscales regresan a sus asientos y buscan más pruebas incriminatorias para acusar a Daniel.
EL TESTIGO PRINCIPAL
Cuando esta persona sube al estrado, la fiscalía no sabe qué hacer. En Mateo 24:15, Jesús expresó: «Así que cuando vean en el lugar santo “la terrible abominación”, de la que habló el profeta Daniel».
Jesús afirma que el profeta Daniel escribió sobre la terrible abominación en las escrituras del Antiguo Testamento. Declara que Daniel fue real. Con ese testimonio, sé que puedo revisar el Libro de Daniel y descubrir su verdad con la plena confianza de que tengo la palabra de Dios en mis manos.
La defensa ha terminado su alegato.
EL TEMA DE DANIEL
Cuando Dios quiere que se haga Su trabajo, recurre a Sus hijos. Jesús dijo: «Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (Mt 5:16).
A la mayoría de nosotros nos gustan los elogios. Exhibimos en la pared nuestros trofeos, premios y condecoraciones. Nos encanta el aplauso del público. No hay nada malo en ello. Pero eso me recuerda a Corrie ten Boom, a quien le costaba trabajo aceptar toda la adulación que recibió después del éxito de sus libros y la película sobre su vida. Entonces oró al respecto, y «el Señor le mostró una hermosa manera de usar los homenajes y los elogios: cada uno representaba una hermosa flor, y luego, por la noche, los agrupaba todos en un hermoso ramo y se los devolvía a Jesús, con estas palabras: “¡Mira, Señor, a ti te pertenecen!”».1
Tampoco Daniel buscó reconocimiento personal, aunque era inteligente, perceptivo, fuerte y sensible. Su libro revela mucho de su carácter, pero el tema no es su grandeza, sino que «el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere» (Dn 4:25).
El Libro de Daniel tiene una visión muy elevada de la soberanía de Dios. El tema es que hay un Dios en el cielo. El libro reitera que es el gran Dios, es el Dios de los dioses, el Rey del cielo. Cuando entendemos ese tema predominante, podemos ver cómo Dios usa a algunas personas para Sus propósitos, incluso cuando no son Sus propios hijos. Por ejemplo, en Daniel 1:1-2 leemos: «En el año tercero del reinado del rey Joacim de Judá, el rey Nabucodonosor de Babilonia vino a Jerusalén y la sitió. El Señor permitió que Joacim cayera en manos de Nabucodonosor».
Nabucodonosor pensó que había capturado la ciudad. El Diario de Babilonia probablemente publicó en primera plana: «Nabucodonosor conquista al rey de Judá». Pero no, no lo hizo. Dios le dio esa victoria.
Cuando Daniel interpretó el sueño de Nabucodonosor, expresó: «Su Majestad es rey entre los reyes; el Dios del cielo le ha dado el reino, el poder, la majestad y la gloria» (Dn 2:37). ¿Cómo llegó Nabucodonosor, un rey malvado y despótico, al trono de Babilonia? Es sencillo. El Dios del cielo le dio ese puesto.
Luego, cuando Daniel habló con Belsasar, le dijo: «El Dios Altísimo dio al rey Nabucodonosor, padre de usted, grandeza, gloria, majestad y esplendor» (Dn 5:18). Dios a veces usa incluso a los peores hombres para llevar a cabo Su voluntad. Más adelante conoceremos a Ciro, rey de Persia, otro hombre corrupto que también fue una herramienta de Dios (ver también Is 44:28).
Daniel alabó al Dios del cielo y manifestó:
¡Alabado sea por siempre el nombre de Dios!
Suyos son la sabiduría y el poder.
Él cambia los tiempos y las épocas,
pone y depone reyes.
A los sabios da sabiduría,
y a los inteligentes, discernimiento. (Dn 2:20-21)
Escribo este libro durante un año de elecciones en Estados Unidos. Muchas personas trabajarán duro para que su candidato sea elegido a un cargo local, estatal o nacional. Si es elegido, pueden celebrar la victoria y gritar: «¡Lo logramos! ¡Ganamos!». No ganaron. Dios puso a esa persona en ese cargo. No siempre entiendo cómo Dios lo hace, pero sé que Él rige en las salas del gobierno hoy, como lo ha hecho en el pasado y lo hará en el futuro.
Lo que Daniel nos enseñará, si se lo permitimos, es que los reinos de este mundo van desapareciendo y que el reino de los cielos está llegando. Cuando veo este viejo mundo tambalearse, me siento más motivado que nunca a proclamar lo que Dios ha profetizado, sobre todo a través de Su profeta, Daniel.
Los cristianos deben ser las personas más tranquilas del mundo. No tenemos derecho a correr de un lado a otro frenéticamente, ni a permanecer despiertos en la noche preguntándonos qué va a pasar. En el cielo, Dios gobierna los reinos de los hombres.
POR ENCIMA DE LA MULTITUD
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