Una vida robada
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Una vida robada

Jaycee Dugard

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  1. 320 páginas
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Una vida robada

Jaycee Dugard

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Jaycee Dugard's New York Times bestselling memoir chronicles her raw and powerful story of being kidnapped in 1991 and held captive for more than eighteen years—and offers an extraordinary account of courage and resilience. En el verano de 1991, yo era una niña normal. Hacía cosas normales. Tenía amigos y una madre que me amaba. Era como tú. Hasta el día en que me robaron la vida.Durante dieciocho años fui una prisionera. Era un objeto que alguien usaba y abusaba. Durante dieciocho años no me permitieron decir mi propio nombre. Me hice madre y fui forzada a ser una hermana. Durante dieciocho años sobreviví una situación imposible.El 26 de agosto de 2009 reclamé mi nombre. Me llamo Jaycee Lee Dugard. No me veo como una víctima. Sobreviví. Una vida robada es mi historia, en mis propias palabras, de mi propia manera, tal y como la recuerdo.La piña es un símbolo que representa la semilla de un comienzo nuevo para mí. Para ayudar a facilitar comienzos nuevos, con el apoyo de la terapia asistida por animales, la J A Y C Foundation brinda apoyo y servicios para el tratamiento oportuno de familias recuperándose de un secuestro y las secuelas que dejan esas experiencias traumáticas —familias como la mía que necesitan aprender cómo sanarse. Además, J A Y C Foundation espera facilitar la conciencia dentro de las escuelas sobre lo importante que es cuidarse el uno al otro.Nuestro lema es: "Solo pídete a ti mismo que... ¡te importe!".

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Información

Año
2012
ISBN
9781451676228

El secuestro

Es una mañana escolar como cualquier otra. Me desperté temprano esta mañana del 10 de junio de 1991. Estoy esperando que mi mamá pase por mi cuarto antes de irse al trabajo y me salude con un beso. La noche anterior me aseguré de recordarle que me diera un beso antes de irse.
Mientras estoy en la cama esperando, escucho la puerta de entrada cerrándose. Se ha ido. Se ha olvidado. Supongo que siempre queda esta noche cuando vuelva del trabajo para darle un beso y abrazo. Pero le voy a recordar que esta mañana se olvidó. Me quedo en cama por otro rato más hasta que mi despertador me dice que es hora de levantarse. Espero unos cinco minutos más y me obligo a pararme. Me doy cuenta de que me falta el anillo que había comprado en la feria artesanal el día anterior. ¡Caramba! Tenía muchas ganas de ponérmelo hoy para ir a la escuela. Busco alrededor de mi cama en vano. Si pierdo más tiempo, llegaré tarde al autobús y entonces Carl, mi padrastro, se enojará conmigo y entonces le tendría que pedir que me lleve. Ya piensa que siempre hago un lío de todo; no quiero darle otra excusa para no caerle bien. A veces siento que sólo está esperando encontrar otra razón para deshacerse de mí otra vez.
Abandono mi búsqueda y decido ponerme el anillo que me dio mi mamá hace cuatro años cuando cumplí siete años, antes de que conociera a Carl. Mi dedo de once años ya es demasiado grande para el anillo, así que no lo uso muy a menudo. Es de plata, muy pequeño y delicado, con forma de mariposa que hace juego con el lunar en la parte interior de mi brazo derecho casi al nivel de mi codo. El anillo también tiene un diamantito diminuto en el centro de la mariposa. Trato de ponérmelo, pero me queda muy ajustado en el dedo que lo solía usar, así que me lo pongo en el dedo meñique donde se siente mejor. Termino de vestirme. Decido usar mis calzas rosadas y mi camisa favorita con un gatito. Parece que hace frío afuera, así que me pongo mi impermeable rosado. Luego cruzo el pasillo y me asomo al cuarto de mi hermanita. Anoche mi mamá estaba doblando ropa en el cuarto de la bebita y yo la estaba medio ayudando mientras me recostaba sobre la cama. Utilicé el tiempo para tratar de convencer a mi mamá de lo mucho que necesitaba un perro; supongo que yo estaba un poco fastidiosa porque ella repetía una y otra vez “No”. Es que realmente deseaba mi propio perro. Hay cachorros en nuestra cuadra y cada vez que puedo, voy y los acaricio por entre las rejas. No sé por qué no puedo tener uno. El otro día tuve que escribir un ensayo en la escuela sobre “Si tuviera un solo deseo”. Mi deseo era mi propio perro. Lo llamaría Buddy, y me seguiría por todas partes y haría trucos y me amaría a mí más que a nadie. Realmente espero que mi mamá me deje tener un perro algún día.
Anoche le enseñé un truco nuevo a mi hermanita de dieci­ocho meses. Le enseñé cómo saltar súper alto en su cuna. La hizo reír tanto. Me encanta hacerla reír. Ya está casi lista para comenzar a salirse de su cuna sola, creo. Me asomo y veo que sigue durmiendo, así que me alejo silenciosamente.
Me siento un poco mal del estómago esta mañana y brevemente considero decirle a Carl que no me siento bien y que no puedo ir a la escuela hoy, pero cambio de parecer para evitar una discusión. La verdad es que en realidad no quiero quedarme todo el día encerrada en casa con él. En general me gusta la idea de ir a la escuela porque me brinda tiempo lejos de todas sus críticas. Quizá desayunar ayude a que mi pancita se sienta mejor. Voy a la cocina para hacerme el almuerzo y el desayuno. Decido comer avena instantánea con sabor a durazno y crema. El reloj del microondas dice 6:30. Sé que debo salir pronto para llegar a tomarme el autobús. Rápidamente como la avena. Estoy contenta de que Carl no esté aquí observándome mientras engullo mi avena. Él piensa que mi comportamiento en la mesa es atroz y aprovecha cada oportunidad para hacérmelo saber.
Una vez no le gustó la manera en que estaba comiendo mi cena, entonces me hizo ir al baño y sentarme frente al espejo para poder verme a mí misma comiendo. Creo que nunca le haría hacer eso a un hijo mío si fuera yo. Lo que no entiendo es por qué no le caigo bien. Me hago un sándwich de manteca de maní y mermelada para mi almuerzo y le agrego una manzana y un jugo, y me fijo una vez más si Shayna está despierta, pero no lo está, así que debo marcharme sin decirle adiós. No he visto a Carl durante toda la mañana. Pienso que debe estar afuera porque no está adentro, como de costumbre, viendo la tele. Veo a mi gato Monkey afuera en la terraza. Mi abuela Ninny me lo regaló antes de que nos fuéramos a Tahoe. Monkey es un Manx negro, lo cual quiere decir que no tiene cola. Yo lo quería llamar Sapphire* porque tenía los ojos súper azules, pero Carl pensó que ese era un nombre tonto y lo empezó a llamar Monkey. Al principio me enojé muchísimo y lo llamaba Sapphire cada vez que podía, pero ahora que ha crecido, el nombre Sapphire realmente no le va bien, y ahora yo también lo llamo Monkey. Es interesante cómo uno se puede acostumbrar a las cosas. Monkey en general se queda afuera, pero a la noche lo dejo entrar y duerme conmigo. No me gusta dejarlo afuera a la noche porque a Bridget, la gata de mi mamá, se la comió un animal salvaje luego de mudarnos aquí a Tahoe. Fue horrible. La habíamos estado buscando durante días y al final fui yo quien encontró lo que quedaba de ella, lo cual no era más que una pila de piel. Fue muy triste. Monkey se debe haber separado de su mamá de muy chiquito porque le encanta que lo arrulle en mi cobija afelpada. Creo que él cree que yo soy su mamá.
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Yo, Monkey y Bugsy
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La casa de Tahoe en invierno
Salgo a la terraza y lo saludo con una caricia, él maúlla pidiendo comida, así que le doy un manojo de comida para gatos. También tengo una zanahoria para Bugsy, el conejo enano de color blanco y negro que en realidad no es tan pequeño. Carl ya tenía a Bugsy cuando lo conocí hace unos años. Creo que lo más lindo de Bugsy es su amor por el helado en palito sabor a uva. Yo estoy a cargo de limpiar su jaula, lo cual no es lo que más me gusta hacer. Realmente hace mucha caca. Una vez leí en un libro que los conejos se comen una caquita por noche. Es curioso como a veces los animales hacen cosas que no tienen sentido para la gente, pero pienso que deben tener una buena razón para hacerlas; simplemente no logro comprender cuál es.
Me dirijo hacia la puerta de entrada por el largo pasillo que lleva a las escaleras. Nuestra casa en Tahoe me recuerda a una cabaña de esquí. Está ubicada al pie de una colina. Hemos vivido aquí desde septiembre del año pasado. Antes vivíamos en Orange County. Entraron a robar nuestro apartamento y entonces mi mamá y Carl pensaron que sería más seguro si nos mudábamos a Tahoe. Ahora vivimos en un pueblo mucho más pequeño.
Yo crecí en Anaheim, California. Siempre he pensado que cuando nos mudamos con Carl, él convenció a mi mamá que era hora de que yo empezara a caminar a la escuela sola porque nunca lo había hecho antes. Creo que a mí mamá no le gustó mucho la idea, pero ella no me podía llevar porque tenía que ir al trabajo temprano, y eso significaba que Carl era el que me tenía que llevar y a veces lo hacía y a veces no llegaba, entonces yo tenía que caminar. Me dieron una llave del apartamento en el que vivíamos en aquel momento, y ese fue el primer año que volví sola de la escuela a casa caminando.
Una vez estaba caminando hacia casa desde Lampson Elementary, donde cursaba cuarto grado, cuando un auto con un grupo de muchachos me comenzaron a gritar y gesticular para que me acercara. Me largué a correr y me escondí en un arbusto hasta que pasó el auto, y entonces corrí a casa lo más rápido que pude y al entrar, cerré la puerta con llave. Después de eso, me daba miedo caminar a casa sola y lo hacía lo más rápido posible. A veces mi mamá o Carl me buscaban en la escuela. Esos días me gustaban. Tahoe no se siente en nada como Anaheim. Puedo andar en bicicleta por dondequiera y no siento miedo aquí.
Hay un perro en el vecindario llamado Ninja que algunas mañanas me acompaña mientras subo la colina. Cómo me encantaría tener un perro, uno que me acompañe por la colina todas las mañanas y luego me esté esperando al volver de la escuela. Pero el perro Ninja en realidad prefiere estar con Carl, y en general solo lo espera a él y sale a caminar con él durante los fines de semana.
Esta mañana deseaba tanto que Ninja caminara conmigo, pero al salir, no lo veo por ninguna parte. Mientras parto para la escuela, le grito a Carl que estoy saliendo colina arriba. No lo veo ni lo escucho responder, pero sí veo que tiene su furgoneta fuera del garaje, así que debe estar trabajando en ella. Comienzo a subir por el lado derecho de la colina y cuando comienza a dar una curva, me paso al otro lado. Tengo una semana más de escuela y luego empiezan las vacaciones de verano. He hecho planes con mi amiga de la escuela, Shawnee, para trabajar en una granja para turistas. Ella ama a los caballos y a veces me los dibuja. Me encanta como dibuja caballos. Me ha llevado a andar a caballo por una senda y me encantó. Es muy buena cabalgadora. Antes vivía con su madre en una granja, pero ahora vive a una milla de mi casa con su abuela Millie. Estoy tan emocionada con nuestros planes. Algún día quisiera ser tan buena cabalgando como ella. Todavía me tengo que animar a pedirles permiso a Carl y a mi mamá, pero espero que sea algo que me dejarán probar. Carl siempre está diciendo que necesito tener más tareas domésticas y que necesito aprender a ser más responsable, entonces ¿qué mejor manera de lograrlo que consiguiéndome un trabajo durante el verano? O por lo menos así será cómo le presentaré la idea a ver qué dice. La hermana de Carl, mi nueva tía M, tiene dos caballos. Una es una niña y el otro es su potrillito. Me encanta ir a visitarla. Es tan buena conmigo en comparación a Carl y su madre W. M actúa como si yo realmente le cayera bien. Me deja montar a caballo con ella y damos vueltas por el ruedo al paso. Es muy divertido. También tiene un Cocker Spaniel súper lindo que le encanta luchar. Me gusta visitarla; creo que realmente le caigo muy bien.
Cuando vivía en Orange County tomaba clases de jazz. En realidad no me gustaba tanto ir. En realidad quería tomar clases de ballet, pero cuando mi mamá me fue a inscribir, la clase de ballet estaba llena así que nos decidimos por la de jazz. Yo soy muy tímida, y bailar en frente de gente no es mi fuerte. Nos mudamos a Tahoe justo antes de mi último recital. Menos mal. Creo que hubiera hecho todo mal si hubiera tenido que bailar frente a un público. Y ponerme una malla tampoco era lo mío.
Cuando nos mudamos a Tahoe luego de que empezara la escuela, yo me sumé a una tropa de niñas exploradoras. Nuevamente, no fue mi idea. Es difícil hacer amistades, pero algunas de las niñas también están en mi clase, así que eso lo hace más fácil. A veces deseo no ser tan tímida. En general paso el tiempo con Shawnee, aunque ella no está en mi tropa. Pero las niñas son todas simpáticas y me gusta cuando hacemos cosas y vendemos galletas juntas. No soy buena para ir a la puerta de extraños y preguntarles si quieren comprar galletas de niñas exploradoras, pero soy muy buena comiéndomelas. Mis preferidas son Samoas y Thin Mints. Cuando me toca a mí ir hasta una puerta y vender, toco a la puerta y dejo que mi compañera hable. ¿Alguna vez podré vencer mi timidez? Tenemos una excursión con la clase a un parque acuático durante la última semana de la escuela. Quiero ir y divertirme, pero mi cuerpo está cambiando y estoy cohibida. La otra noche intenté hablar con mi mamá sobre afeitarme las axilas y las piernas. Me da vergüenza que me vean con todo ese pelo. Pero no sabía cómo empezar la conversación. Debo pensar en algo pronto; faltan solo unos días para el viaje.
Mientras camino colina arriba hacia el autobús escolar en este día fresco de junio, estoy pensando en cómo a veces mi vida pareciera estar dictada por algo o alguien más. Por ejemplo, cuando juego con mis Barbies, puedo planear sus vidas y hacer que hagan todo lo que yo quiero que hagan. A veces siento que eso es lo que me están haciendo a mí. Siento que mi vida ya está planeada. ¿Cómo? No lo sé, pero este día me siento como una marioneta colgada de un hilo, y no tengo idea de quién está del otro lado.
Estoy llegando a la parte de la colina donde me han enseñado que debo cruzar al otro lado. Carl y mi mamá me enseñaron esto cuando nos mudamos aquí y se decidió que yo caminaría a la parada para tomar el autobús escolar. Carl dijo que debía cruzar aquí para que el tráfico que viene en dirección contraria me pueda ver y yo también pueda ver qué viene hacia mí. Mientras cruzo la calle en la curva, me pierdo en mis pensamientos y comienzo a soñar con el verano. Camino por la parte pedregosa del arcén de la calle. No he visto ni un auto pasar esa mañana. Hay arbustos a mi izquierda. Mientras camino, escucho un auto detrás de mí. Miro hacia atrás esperando que el auto pase del otro lado calle arriba, pero para mi sorpresa el auto se estaciona a mi lado. Estaba tan perdida en mis pensamientos que el comportamiento extraño del conductor no me alarmó. Dejo de caminar mientras el conductor baja la ventana. Se inclina hacia fuera y comienza a pedirme indicaciones. Su mano sale disparada por la ventana tan velozmente que casi ni me doy cuenta de que tiene algo negro en la mano. Escucho un chisporroteo y me siento paralizada. Doy pasos hacia atrás aturdida; el miedo borra todo menos la necesidad de escapar. Mientras la puerta del auto se abre, yo caigo al piso y comienzo a empujarme hacia atrás con mis manos y mi trasero, hacia la seguridad de los arbustos. Escabullirme lo más rápido posible es mi única meta para llegar a los arbustos lejos de este hombre que viene a agarrarme. Mi mano se conecta con algo duro y pegajoso. ¿Qué es? No importa, debo mantenerlo sujetado. Alguien me está arrastrando y ahora me está levantando. Mis miembros parecen pesar una tonelada. Trato de resistirme y empujarme hacia los arbustos. La sensación paralizante vuelve acompañada por un sonido extraño de corriente eléctrica. Por alguna razón, no me puedo resistir. No comprendo por qué mi cuerpo no está funcionando. Me doy cuenta de que me he meado los pantalones. Extrañamente no me da vergüenza. “No, no, no”, lloro a gritos. Mi voz suena discordante a mis oídos. El hombre extraño me sube al asiento trasero de su auto, empujándome hacia el piso. Mi cerebro se siente confuso. No comprendo lo que está sucediendo. Quiero irme a casa. Quiero meterme de nuevo en mi cama. Quiero jugar con mi hermana. Quiero a mi mami. Quiero que el tiempo vuelva para atrás y me de otra oportunidad. Una manta me cae encima y siento mucho peso sobre mi espalda. Siento como si no pudiera respirar. Apenas escucho unas voces. El auto se está moviendo. Quiero salir del auto. Me retuerzo, pero algo me tiene clavada al piso. Comienzo a sentir pena por haberme hecho pis encima y me quiero levantar e ir a casa. Siento que no puedo pensar claramente. Sé que lo que me está pasando no está bien, pero no sé qué hacer. Tengo miedo y me siento indefensa. El auto se está moviendo y me siento mal. Necesito vomitar, pero me da miedo ahogarme y morirme si lo hago, así que resisto la sensación. Algo me dice que ellos no me ayudarían si lo hiciera. Tengo tanto calor. Siento que mi piel se está quemando. ¡Por favor, por favor, quítenme esta manta hirviendo, no puedo respirar! Tengo ganas de gritar, pero mi voz se siente seca y no sale nada. Me desmayo. Al despertar, escucho voces. El auto se ha detenido. ¿Dónde estamos? Escucho dos voces. Una es de hombre y la otra apenas la oigo, pero no suena como la voz de un hombre. La manta me sigue cubriendo, pero el peso ya no está. Escucho cómo se abre una puerta del auto y rápidamente se cierra de un portazo. La manta finalmente me la quitan de la cara y veo que la persona que había estado en el asiento trasero ahora está adelante, pero no puedo ver una cara. No es alguien grande, así que puede ser una mujer. El hombre que me metió al auto me ofrece un trago. Tengo tanto calor y mi boca está tan seca. Me dice que trajo una pajilla extra para mí, así no me tengo que preocupar por sus gérmenes. Estoy tan agradecida por ese trago —mi boca se siente tan seca, como si hubiera estado gritando por un rato largo, pero no recuerdo gritar nada. De repente lo escucho reír. Está diciendo algo sobre cómo no puede creer haberlo logrado. Le quiero decir que me quiero ir a casa, pero tengo tanto miedo, tengo miedo de enojarlo. ¿Qué debo hacer? Realmente no sé qué hacer. Ojalá supiera. Tengo tanto miedo. Me quiero ir a dormir y hacer de cuenta que esto no está sucediendo. ¿Por qué está sucediendo? ¿Quiénes son estas personas y qué quieren de mí?

Reflexión

Desde que regresé al mundo, me encuentro coleccionando piñas. Le pido a la gente que conozco que me traiga piñas cuando se va de viaje. Tengo piñas de Lake Placid, Maine y Oregon. Mi terapeuta y yo finalmente hemos resuelto mi obsesión. Una piña fue lo último que toqué antes de que me secuestrara Phillip. Una piña dura y pegajosa fue mi último manotazo a la libertad antes de los dieciocho años de cautiverio.

Robada

Siento que mi cabeza da vueltas. Me debo haber quedado dormida. Al despertar, nuevamente hemos parado. Todavía es de día. El hombre le dice al otro pasajero que hemos llegado a casa y luego le susurra algo que no oigo. Todavía no logro ver al otro pasajero, pero escucho a alguien salirse del auto. El hombre que me agarró me dice que me quede callada y así no me lastimará. Dice que debo quedarme muy callada o molestaré a sus muy agresivos perros. No quiero hacer nada que lo enoje ni a él ni a sus perros. En mis ojos, él se ve grande. Dice que me va a llevar a la casa y que debo permanecer callada y no emitir ni una palabra. Me tapa la cabeza con una manta y me lleva a alguna parte. Me quiero ir a casa. Mi cerebro se siente menos confuso que antes. Me digo que estoy soñando y que en cualquier momento me voy a despertar y mi mamá estará a mi lado para abrazarme y decirme que fue solo una pesadilla. Pero claro está que esto es una realidad y debo sobrevivir. No recuerdo haber tenido una pesadilla así de real. Por un tiempo le tuve miedo a E.T. después de ver la película E.T., el extraterrestre Pensaba que E.T. vendría a mi casa totalmente vestido como cuando la niñita en la película lo viste; en mi sueño, por alguna razón él estaba enojado conmigo por eso. Ese fue un sueño loquísimo, pero no tan aterrador como esto.
Una vez dentro de la casa extraña, él me quita la manta y me ordena sentarme en el sofá de mimbre. Es un hombre muy alto. Tiene ojos azules muy claros y pelo marrón algo escaso arriba. Su nariz es un poco larga y su piel tiene un color bronceado. Parece como si pasara demasiado tiempo al sol. No parece un tipo malo. Parece un tipo normal. Como cualquier otro tipo común y corriente que verías en tu día a día en la vida. ¡Pero no lo es! No lo puede ser… ¿o sí? Me muestra una cosa negra con puntas de metal que parecen afiladas. La llama una “pistola eléctrica” y dice que la volverá a usar si intento huir. La prende y escucho el sonido chispeante que oí antes cuando mi cuerpo no lograba funcionar. El sofá en el que estoy sentada está lleno de pelos de gato. Miro hacia arriba y veo un gato sentado sobre el lavarropas. El gato parece un Himalaya Persa pardo y hay otro que parece un gran gordo atigrado. Le pregunto si los puedo acariciar. Me dice que si ellos vienen hacia mí, entonces sí. Uno se acerca y lo acaricio. Su pelo se siente sedoso y real. Pienso ...

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