Guillermo de Ockham, O.F.M.
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Guillermo de Ockham, O.F.M.

El nominalismo y su irrupción en la Universidad de París

Diego Alejandro, Gracia Ortiz

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Guillermo de Ockham, O.F.M.

El nominalismo y su irrupción en la Universidad de París

Diego Alejandro, Gracia Ortiz

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Lo interesante de la presente investigación del medievalista Diego Alejandro Gracia Ortiz es que no se centra en los problemas sobre la pobreza y la política, sino que su foco de atención es la relación del ockhamismo con la universidad, una de las creaciones medievales de mayor resonancia. -Qué significó la universidad en la cultura medieval? Libro en coedición con la Universidad de San Buenaventura.

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Información

Año
2011
ISBN
9789586653121
SEGUNDA PARTE
Vida y doctrina de Guillermo de Ockham
VIDA
De todos los filósofos del siglo XIV, ninguno ha ejercido tanta influencia, ya sea en su época, ya sea en los siglos subsiguientes, como el franciscano Guillermo de Ockham. Nació entre los años 1285 y 1290 en Ockham, al sur de Londres. En 1300 inicia sus estudios en la escuela eclesiástica del Condado. En aquel tiempo lo corriente era la enseñanza del latín, de la teología y de las matemáticas. Recibió el subdiaconado en 1306, y llevó a cabo sus estudios de teología entre los años 1310 y 1311, año en el que ingresó a la orden franciscana, que por aquel tiempo vivía un periodo de florecimiento intelectual.1 Autores como Roger Bacon, Duns Scoto, Thomas York, entre otros, desarrollaron una visión filosófica y teológica original frente a la de los frailes dominicos. Entre 1315 y 1319, Ockham se convirtió en lector bíblico, y luego de escribir los Comentarios a las Sentencias de Pedro Lombardo, obtuvo su diploma de bachiller y maestro en teología. Sin embargo, no pudo ejercer la función de Maestro adjunto entre los franciscanos de Oxford, debido a la oposición del Canciller de la Universidad, Juan Luterrell. Ockham continuó sus estudios en el Studium Generale de Londres (cf. Imbach 1986, 283-284),2 donde enseñó y escribió la totalidad de su obra no política, a la manera de otros comentaristas de Aristóteles: Categorías, Sobre la interpretación, Refutaciones sofísticas, Física, Quodlibeta y Suma de Lógica. En 1324 fue llamado a la corte papal de Avignon para responder acerca de 56 tesis de doctrina sospechosa que Luterrell había presentado al Papa. Esta fue la causa de que no se le otorgara el diploma de Doctor, aunque había completado el ciclo de estudios requeridos.
Dos años más tarde, la comisión encargada del examen declaró censurables 51 de sus Proposiciones, aunque ninguna hubiera sido condenada en el estricto sentido jurídico de la época. Durante su estadía en Avignon, Ockham se vio comprometido en la gran controversia del Papa con los franciscanos acerca de la plenitud del poder pontificio y la dependencia del orden temporal con respecto al espiritual, así como de la interpretación de la pobreza de Cristo y de sus apóstoles. Ockham había tomado partido por Miguel de Cesena, Bonagrazia de Bérgamo y Francisco de Áscoli, quienes, al haber sido excomulgados, huyeron de Avignon el 26 de mayo de 1328 para refugiarse en Pisa, bajo la protección del Emperador Luis de Baviera (1282-1347). En 1329 se trasladó a Munich, dando comienzo al periodo más fecundo de su vida, durante el cual redactó sus obras de carácter político-eclesiástico. Mantuvo su posición durante las largas disputas con Juan XXII y Clemente VI. Después de la muerte de Juan XXII en 1334, continuó su rebelión contra Benedicto XII, quien mantuvo la excomunión. En 1347, al morir su protector, la situación de Ockham se deterioró en Munich, y parece que trató de reconciliarse con la Iglesia, cuya fórmula de sumisión no es claro que haya sido firmada por el franciscano (cf. Gal 1982).3 Muere entre 1347 y 1349, durante la gran peste que asoló a toda Europa, aunque no fue ésta la causa de su deceso. Antes de la censura de 1328, que llevó a Ockham a consagrarse a las polémicas doctrinales, sobre todo contra el Papado y su gran poder jurídico, su obra estuvo dedicada fundamentalmente a explicar las relaciones entre la lógica, como arte práctico, y las disciplinas que tratan de los asuntos sagrados, es decir, la teología ‘propiamente dicha’ y la teología natural. Su interés se extiende tanto a la filosofía como a la epistemología.
DOCTRINA
CONOCIMIENTO INTUITIVO Y ABSTRACTIVO
Ockham sigue a Aristóteles en lo concerniente a la reflexión acerca del conocimiento científico. Para que una proposición pueda ser conocida científicamente, es necesario que sea deducida de manera silogística a partir de proposiciones necesariamente verdaderas (cf. Weinberg 1963, 260). Esto indica que el conocimiento científico se compone de proposiciones que son verdaderas en cualquier mundo posible, es decir, que son tan necesarias como cualquier proposición matemática. Esto se aplica de la misma manera a las diversas proposiciones de carácter metafísico y teológico,4 por ejemplo, en las demostraciones acerca de la existencia al menos de un conservador del mundo, pruebas que serán desarrolladas ulteriormente. Si las proposiciones sobre un estado de cosas de nuestro mundo poseen un carácter contingente, el conocimiento humano puede producir proposiciones demostrativas. Este conocimiento comienza con la aprehensión de hechos singulares (por consiguiente todo el mundo es necesariamente singular), aprehensión llamada conocimiento intuitivo. Mediante este conocimiento se puede formular un juicio que afirma la existencia de la cosa, lo cual muestra que la facultad primaria de la operación intuitiva no es necesariamente la sensibilidad, sino el intelecto.5 Ockham sostiene además la posibilidad de que la omnipotencia divina pueda producir en el intelecto un conocimiento sin la presencia del objeto, caso en el cual el conocimiento se circunscribe al dominio de los acontecimientos no naturales. Ahora bien, cuando yo conozco algo sin que pueda pronunciarme sobre la existencia actual o no de un objeto, estoy llevando a cabo una abstracción, ya que mi desconocimiento acerca de la existencia o no del objeto constituye una operación abstractiva. Por otra parte, el concepto universal resulta de la comparación entre diversos conocimientos abstractivos de los singulares, concepto que es predicable él mismo de una pluralidad de singulares.
El problema de los universales adquiere así una nueva descripción. En efecto, Ockham aplica de manera estricta los principios de la lógica (cf. Flórez 1991, 75), en particular el de no contradicción, con el fin de mostrar la imposibilidad de sustentar que al concepto universal le corresponda algo en la realidad igualmente universal, ya que, si ello fuese así, no podría comprenderse cómo una misma naturaleza universal o común pueda hallarse presente simultáneamente ‘toda ella’ en diferentes individuos. Ockham acentúa el hecho de que en la realidad que se nos da por fuera del alma (extra animam) nada existe que no sea estrictamente singular, de modo que lo universal se halla en el intelecto, al ser únicamente un signo apto para ser predicado de diversos individuos.
TEORÍA DE LOS TÉRMINOS
Una vez que se poseen términos de conocimiento universal abstracto, se puede proceder a desarrollar las diferentes ciencias. La lógica es aquella ciencia que enseña cómo organizar esas nociones en proposiciones y argumentos sistemáticos con los cuales lograr una demostración. Como útil de trabajo científico, la lógica es una ciencia práctica; en su dominio se desarrolló el esfuerzo intelectual más importante de Guillermo de Ockham.
La lógica se divide en tres partes que estudian sucesivamente los términos, las proposiciones y los raciocinios. En cada una de estas divisiones se pueden distinguir tres niveles: el término mental (terminus conceptus o intentio animae), el término hablado (terminus prolatus) y el término escrito (terminus scriptus). Un término en el sentido más amplio es todo aquello que, no siendo él mismo una frase y al ser considerado significativamente, puede operar como sujeto o predicado de una proposición. De ahí que sea propio del término tener una función significativa que permite determinarlo como tal. Existen relaciones entre las diversas clases de términos, es decir, el mental, el hablado y el escrito. Los términos mentales significan de manera directa y natural al objeto significado, mientras que los términos hablados se instituyen para significar las mismas cosas significadas por los términos mentales, pero no porque signifiquen principalmente un concepto del alma, sino porque, de manera convencional, se ha establecido que el sentido sea el mismo del término mental. Sin esa operación de institución de sentido, el término respectivo del cual se habla no tendría sentido alguno. Así, al tener un sentido convencional, el término hablado puede cambiarlo mediante un acto de imposición. Si este sentido sufre alguna alteración, ella habrá de afectar al término hablado.
El término mental, por su parte, no significa de manera convencional, sino natural. No puede por lo tanto cambiar de sentido de manera arbitraria, sino que significa su objeto de manera necesaria. Entre los términos hablados y escritos se dan, de manera proporcional, las mismas relaciones que señalamos entre los términos mentales y hablados. Otra distinción corresponde a los términos categoremáticos y sincategoremáticos. Los sincategoremáticos son aquellos que tienen un significado determinado cuando se hallan asociados a un categorema. Así, por ejemplo, ‘todos’ no tiene un sentido definido por sí mismo, pero en la expresión ‘todos los hombres’ obtiene un sentido al hallarse unido al categorema ‘hombres’, y como tal posee un sentido determinado.
La división más importante entre los términos categoremáticos es aquella que se refiere a los términos absolutos y connotativos: los absolutos significan lo que significan de una manera única, mientras que los connotativos lo hacen significando de manera indirecta algo adicional. Por ejemplo, ‘hombre’ es un término absoluto porque sólo significa a cada uno de los seres humanos, mientras que ‘blanco’ significa la cosa que es blanca y además la blancura (el color), es decir, la cualidad, y de ahí su carácter connotativo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ‘blancura’ es un término absoluto, porque sólo significa la cualidad, sin connotar algo adicional. Los elementos primarios de nuestro conocimiento nos son dados por los términos absolutos que son el resultado del contacto inmediato entre el intelecto y los actos de abstracción. De ahí que los términos absolutos puedan recibir una definición real que expresa la naturaleza de las cosas, mientras que los términos connotativos sólo pueden recibir una definición nominal que explica aquello que se pretende significar con la palabra.
De esta manera Ockham establece una distinción en los términos hablados y escritos, entre los que son de primera y de segunda imposición, entendiendo imposición como el acto de asignar un sentido a una palabra. Los términos de primera imposición son aquellos cuyo sentido difiere de las palabras mismas. Los términos de segunda imposición son aquellos cuyo sentido es del dominio del lenguaje. Así, por ejemplo, ‘hombre’ y ‘blanco’ son términos de primera imposición, mientras que ‘sustantivo’ y ‘adjetivo’ son términos de segunda imposición porque su sentido se aplica a otras palabras. De ahí que los términos de segunda imposición signifiquen siempre términos de primera imposición. Cabe señalar que, si bien esta división es propia de los términos hablados y escritos, ella corresponde también a los términos mentales. No todas las distinciones gramaticales tienen una contrapartida conceptual como la que tienen la conjugación y la declinación, y algunas son comunes a ambos dominios, como el sustantivo y el verbo. Así, en estricto sentido, los términos de primera imposición corresponden únicamente al dominio del lenguaje hablado o escrito, mientras que los términos de segunda imposición en un sentido amplio pueden encontrarse también en el lenguaje conceptual. Una distinción semejante puede establecerse en el nivel de las distinciones del alma, de modo que, junto a las intenciones o conceptos que no significan otras intenciones, es decir, las intenciones primeras o primae intentionis, tenemos las intenciones o conceptos que significan otras intenciones o conceptos, es decir, las intenciones segundas o secundae intentionis. Estas últimas significan siempre intenciones primeras. Ahora bien, los términos del lenguaje hablado o escrito que corresponden a estas intenciones son llamados de manera abreviada términos de primera o de segunda intención, pero es importante no olvidar que estos términos son ante todo de primera imposición. Ejemplos de los primeros son términos como ‘Sócrates’, ‘blancura’, etc.; y de los segundos, ‘género’, ‘especie’, ‘universal’, etc. Con la significación de los términos la suposición se entrelaza de manera compleja, tal como lo esbozaremos de manera muy general.
La teoría de la suposición investiga qué es aquello por lo cual un término puede darse o no en una proposición. La suposición es una propiedad que corresponde a los términos, pero únicamente en el interior de la proposición, distinguiéndose así de la significación, la cual no tiene necesidad de un contexto proposicional para darse. Ahora bien, el contexto proposicional es necesario, porque un término supone únicamente con referencia a su contrapartida proposicional, es decir, cuando el sujeto supone por alguna razón, se denota que el predicado se predica del sujeto como tal, o del pronombre que lo muestra; cuando el predicado supone por alguna razón, se denota que el sujeto opera como sujeto en lo que le concierne, o del pronombre que lo muestra. Por la suposición, como referencia recíproca entre el sujeto y el predicado, la proposición adquiere una unidad interna suficiente para fundamentar una teoría. La suposición puede ser de tres tipos: personal (suppositio personalis), simple (suppositio simplex) y material (suppositio materialis).
Aclaremos mediante ejemplos lo que acabamos de exponer. La suposición es personal cuando tomamos un término por el significado que él supone de acuerdo con su sentido, sin importar cuál pueda ser. Así, en la proposición ‘el hombre corre’, el término ‘hombre’ representa a un individuo determinado, y por ello posee una suposición de carácter personal. En cambio, en la proposición ‘el hombre es una especie’, el término ‘hombre’ representa a todos los hombres, y es por lo tanto una suposición simple. La suposición material se da cuando no tomamos un término por su significado, sino que ella supone un signo hablado o escrito. Así, por ejemplo en las proposiciones ‘hombre es un sustantivo’ u ‘hombre tiene dos sílabas’, el término ‘hombre’ posee una suposición material.
Si tomamos el término ‘hombre’, éste mismo puede ejercer cualquiera de las funciones mencionadas anteriormente, pero la ejerce únicamente dentro de una proposición. Una vez más, la suposición es “una propiedad que pertenece al término, pero únicamente en una proposición”. Cualquier término, ya sea mental, hablado o escrito, puede tener esos tres tipos de suposición, aunque debe precisarse que si el predicado no tiene suposición...

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