Territorios colectivos
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Territorios colectivos

Proceso de formación del Estado en el Pacífico colombiano (1993-2009)

Marta Domínguez Mejía

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Proceso de formación del Estado en el Pacífico colombiano (1993-2009)

Marta Domínguez Mejía

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Territorios colectivos propone pensar el proceso de formación del Estado en el Pacífico Colombiano a partir de una mirada etnográfica centrada en la cotidianidad de los actores que intervienen en las múltiples escalas de la acción estatal, tanto en la escala local, donde las comunidades negras se organizan según los parámetros que especifica la ley para poder titular colectivamente sus tierras, como en la escala "central", donde múltiples actores confluyen en la contienda por expedir leyes y decretos y por la operación de mecanismos formales e informales para volverlas efectivas y lograr sus intereses. En el fondo, este libro plantea la necesidad de pensar el Estado como un sistema complejo, de fronteras porosas, en el que confluyen múltiples actores, con intereses y capacidades políticas muy variadas, pero un Estado que, a su vez, logra establecer órdenes territoriales a escala local, involucrando a los ciudadanos en procesos de simplificación y legibilidad de población, territorio y recursos.

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1. Una reflexión teórica sobre el Estado a partir del proceso de titulación colectiva de tierras
La dificultad enteramente particular de la cuestión del Estado proviene del hecho de que la mayor parte de los escritos consagrados a este objeto, bajo la apariencia de pensarlo, participan, de manera más o menos eficaz y más o menos directa, en su construcción y, entonces, en su existencia misma
Pierre Bourdieu, “Rethinking the State: Genesis and Structure of the Bureaucratic Field”
En este capítulo examinaré teóricamente la propuesta de pensar el Estado desde lo cotidiano, enfocando múltiples actores como funcionarios, académicos y activistas que intervienen en el complejo mundo de las políticas de Estado. Retomo debates recientes que enfatizan el carácter desmembrado, incoherente y contradictorio de la acción estatal, y que subrayan los inconvenientes de definir el Estado como un actor. Estas propuestas abren nuevas posibilidades para explorar las formas en que opera el Estado y los múltiples actores que intervienen. También invitan a desdibujar las fronteras conceptuales entre Estado y sociedad. Las acciones de funcionarios estatales obedecen a intereses que se ubican por fuera del aparato estatal, los movimientos sociales adoptan en sus luchas parte del lenguaje con el cual el Estado los define, avanzando, en ocasiones insospechadamente, las líneas de acción trazadas por el Estado.
Parte de este lenguaje es, a su vez, adoptado del campo académico, sin que los actores que lo generan tengan necesariamente el control sobre las repercusiones políticas de sus investigaciones. Explorar las dificultades de delimitar conceptualmente el Estado resulta teóricamente prolífico. Sin embargo, enfocarnos exclusivamente en las observaciones de la multiplicidad de actores que intervienen, sus intereses contrapuestos y sus prácticas contradictorias, acarrea el riesgo de pensar que el Estado es “solo” una entidad incoherente. El énfasis en la incoherencia de la acción estatal nubla las relaciones de poder que existen al interior del Estado. No todos los actores tienen la misma capacidad de incidir. Los múltiples intereses en juego no se confrontan en condiciones de igualdad. Las prácticas, por más contradictorias que aparezcan bajo una mirada micro, tienden en su conjunto a favorecer sistemáticamente a unos más que a otros y a mantener, de maneras a veces insospechadas, el statu quo del poder político.
1.1. El Estado: una categoría recurrente y escurridiza en las ciencias sociales
Una primera mirada a la literatura sobre el Estado muestra cómo este ha constituido una de las categorías más omnipresentes en las ciencias sociales. Phillip Abrams, en los años setenta, presenta su influyente artículo “Notas sobre la dificultad de estudiar el Estado”.1 Theda Skocpol, en los ochenta, aboga por la necesidad de “traer al Estado de regreso”.2 En los noventa, Timothy Mitchell discute cómo en la “reciente proliferación de literatura al respecto, el Estado elude definición”.3 Para el cambio de milenio, Blom Hansen y Stepputat hacen nuevamente alusión al “resurgimiento de una preocupación por el Estado en las ciencias sociales”.4 Queda claro que incluso en las ciencias políticas norteamericanas de los años 40 y 50, cuando se aboga por abandonar la categoría de Estado en favor de esquemas analíticos “más amplios”, el Estado continúa generando inquietud.
Si bien el Estado ha sido una constante preocupación en las diferentes disciplinas de las ciencias sociales, es significativo que cada nueva compilación se presente como el resurgimiento de un tema olvidado, rechazado o eludido. Empleándose principalmente como recurso retórico, este constante “resurgimiento” también refleja una persistente dificultad por definir, precisar y delimitar el concepto. Así, las nuevas aproximaciones empíricas a diferentes aspectos del Estado terminan por rechazar enfáticamente definiciones previas y plantear una nueva “esencia del asunto”.
¿Es el Estado el conjunto de instituciones centralizadas que ejerce control sobre un territorio y su población, según la fórmula clásica de Weber?5 ¿Es un “artefacto” que atribuye unidad moral e independencia a las disgregadas, amorales y dependientes prácticas de gobierno, como lo ha expuesto Abrams?6 ¿Se puede decir que el Estado no es una estructura en sí sino el efecto metafísico de las prácticas que hacen que esta estructura aparentemente exista, tal como lo ha señalado Mitchell?7 ¿Actúa el Estado sistemáticamente de acuerdo a los intereses de las clases dominantes, según Poulantzas?,8 o ¿es relativamente autónomo, presentando características de actor en el proceso de toma de decisiones, como lo ha entrevisto Skocpol?9 ¿Carece completamente de agencia unificada y de un proyecto medular, como lo plantea Nuijten?10
En esta reflexión, en primer lugar, nos abstendremos de realizar descalificaciones apresuradas de las diferentes propuestas de conceptualización del Estado, ya que estas abundan en la “nueva literatura sobre el Estado”. Estas constantes descalificaciones parecen ser más una herramienta de argumentación que el resultado de una reflexión minuciosa. Trataremos, en cambio, de explorar los presupuestos ontológicos que respaldan diferentes posiciones teóricas, desentrañando así lo verdaderamente “novedoso” de nuevas aproximaciones al estudio del Estado y lo efectivamente incompatible entre propuestas.
En general, argumentamos que muchas de las propuestas para estudiar el Estado no son tan diametralmente opuestas e incompatibles como quisiera plantearse retóricamente. Por un lado, quienes abogan por abandonar el estudio del Estado como un “objeto material” a favor del estudio de la “idea” del Estado parten de una distinción dicotómica engañosa entre lo “real” y lo “imaginario”, lo “material” y lo “socialmente construido”. El énfasis en esta distinción contradice lo que estos analistas procuran defender: la importancia de tomarse en serio la naturaleza construida de lo social. A su vez, se crean profundas ambigüedades sobre lo que se entiende como “lo material” del Estado.
Por lo general, este rechazo por el análisis de “aspectos materiales” deja por fuera elementos clave para comprender cómo opera el Estado, tales como la adjudicación y el manejo de recursos en las políticas públicas y las prácticas concretas de los funcionarios estatales. Por otro lado, las posiciones criticadas por proponer que el Estado sea pensado como un actor y, por lo tanto, como un objeto material, sí dan pistas para pensar la manera en que operan las jerarquías de poder entre actores al interior del Estado, un aspecto de crucial importancia y punto ciego para los partidarios de la “idea” del Estado.11
El objetivo de este capítulo es plantear cimientos fuertes para pensar teóricamente el Estado, utilizando como bastimento las observaciones que surgen de la investigación sobre la titulación colectiva de tierras en el Pacífico colombiano. Los debates teóricos y metodológicos contemporáneos en torno al Estado pueden clasificarse de acuerdo al enfoque —la filosofía política o de la sociología clásica— en el cual se originan los interrogantes.12
Encontramos que aquellos investigadores que comienzan preguntándose por el Estado “desde el Estado”, es decir, desde las oficinas de gobierno y las acciones de sus funcionarios, examinan los procedimientos a través de los cuales estos toman decisiones y diseñan políticas. Estas investigaciones ilustran cómo un entretejido de intereses entra en el juego político para dar forma a “la política estatal”. Aparece, por lo tanto, como pregunta recurrente la relación entre este entretejido de intereses al interior del Estado y los intereses y poderes presentes en la sociedad en general. ¿Es la acción estatal simplemente un reflejo de los intereses presentes en la sociedad o puede el Estado actuar de manera relativamente autónoma de estos intereses? ¿Hasta qué punto el Estado presenta características de actor? Lo que está en discusión es la relación entre Estado y sociedad, y dónde fijar la línea que los separa.
Por otro lado, existe un creciente número de investigaciones que proponen mirar el Estado a partir de su irrupción en la vida cotidiana de los sujetos. Estas investigaciones plantean la importancia de una mirada desde el ámbito local, con estudios situados histórica y espacialmente que den un mayor énfasis a los aspectos subjetivos del Estado. Estas investigaciones abordan la manera en que el poder del Estado “crea” sujetos y cómo estos elaboran representaciones del Estado, que, a su vez, dan sentido a su acción política. Este tipo de miradas tienden a desdibujar la división entre Estado y sociedad, proponiendo una definición del Estado en términos más discursivos.
Mi interés por pensar teóricamente el Estado surge al estilo de muchas de las investigaciones de este segundo grupo: sin ser planteado desde un principio como objeto central de la investigación, el Estado surge empecinadamente como una suerte de “mano invisible” en las relaciones de poder local en el Pacífico colombiano y en las nuevas formas de organización que se pretenden investigar. La analogía a la metáfora con la cual Adam Smith describió el papel del mercado libre en la asignación de los bienes en la economía tiene su razón de ser. Como la mano invisible de Smith, el Estado, visto desde la vida cotidiana, tiene poderosos efectos sin que sus mecanismos sean del todo evidentes. Visto desde el ámbito local de las comunidades negras rurales del Pacífico, el Estado parece caótico y fragmentado, carente de coherencia y de un plan medular cuando se examinan las acciones de los funcionarios.
Si se estudian los planes de desarrollo, las políticas y proyectos en salud y educación, estos han sido aplicados, en el mejor de los casos, de manera heterodoxa. A su vez, al ver algunos de los efectos de registro y control que se logran a través de las políticas de titulación colectiva de tierras para comunidades negras, el Estado aparece omnipotente, como si se estuvieran cumpliendo los designios de una elaborada teoría de la conspiración. A través de los procedimientos para titular colectivamente las tierras, se reconfiguraron y homogenizaron las formas de organización local y se redujeron sustancialmente las ambigüedades en el mapa de la región.
Los pobladores del Pacífico, organizados en Consejos Comunitarios, demandaron del Estado la protección de sus territorios colectivos ante la agudización del conflicto armado en la región. Al deslindarse públicamente de los grupos armados presentes, las nuevas organizaciones comunitarias se ubicaron “del lado del orden estatal”, una posición que no era manifiesta antes de la aprobación de la ley de titulación colectiva. Así, aunque el Estado no logre el monopolio del uso de la fuerza en la región, sí es avalado por los pobladores como el único que podría legítimamente reivindicar este monopolio. En el contexto del conflicto armado colombiano esta no es una conquista menor.
¿Cómo se pueden entonces conjugar en una teoría del Estado reflexiones sobre lo fragmentado e incoherente de la acción estatal, en el ámbito local, con consideraciones de fines últimos que parecieran obedecer a un meticuloso plan maestro? Como veremos en detalle, una fracción de quienes estudian el Estado en el ámbito de la vida cotidiana procura una solución a este problema. Defienden que la aparente coherencia del Estado conspirador es, en resumen, una fantasía. Proponen entonces que los esfuerzos por estudiar el Estado se concentren en explorar la manera en que se construye esta fantasía de coherencia, de conspiración, y la forma como esta idea opera en la vida cotidiana.
Sin embargo, esta es una solución parcial. Si bien los sujetos construyen representaciones del Estado como unificado y conspirador, esto no significa que el Estado solo pueda definirse como una representación. Si la coherenc...

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