Lenguaje del cuerpo, El
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Lenguaje del cuerpo, El

Dinámica física de la estructura del carácter

Lowen, Alexander

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Lenguaje del cuerpo, El

Dinámica física de la estructura del carácter

Lowen, Alexander

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Información del libro

El lenguaje del cuerpo es una guía del bienestar físico y psíquico. Es una obra maestra de la psicología que ha puesto al descubierto las deficiencias del psicoanálisis tradicional. Ha servido de detonante al movimiento que ha hecho del lenguaje corporal el eje y el remedio de muchos problemas psicológicos. Millones de personas son víctimas de las tensiones producidas por el medio ambiente. En la lucha por la supervivencia, han perdido sensibilidad y sensualidad. Sus cuerpos los han traicionado y los siguen traicionando. El doctor Alexander Lowen demuestra brillantemente que el cuerpo es el espejo de la personalidad y la clave de los trastornos emocionales. Pionero en el campo del análisis bioenergético, en el que se han cosechado tan espectaculares éxitos, el autor explica este método terapéutico y documenta su obra con historias muy detalladas de multitud de caracteres personalizados. El resultado es la revelación de las relaciones, claras y sorprendentes, que existen entre el funcionamiento de la personalidad y las pautas de los movimientos corporales y de las tensiones musculares. Así se configura un retrato de la persona perturbada bajo los múltiples ropajes físicos que reviste. El lenguaje del cuerpo es mensaje innovador de salud, felicidad y vigor para las personas, ancladas en la tensión y la ansiedad de la vida moderna. El doctor Alexander Lowen, discípulo de Wilhelm Reich, ejerce como médico psicoanalista y es director del Instituto de análisis bioenergético de Nueva York. Dirige también seminarios en el Esalen Institute y ha escrito libros de tanto éxito como Love and Orgasm, The Betrayal of the Body y Pleasure.

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Información

Año
2014
ISBN
9788425431043
PREFACIO
«Los movimientos expresivos de la cara y del cuerpo… constituyen el primer medio de comunicación entre madre e hijo... Esta expresión da vivacidad y energía a nuestras palabras. Revela el pensamiento y las intenciones de los demás con mayor fidelidad que las palabras, que pueden ser falsas… La libre expresión de una emoción por medio de signos externos le da mayor intensidad. Por otra parte, la represión, hasta donde ello es posible, de estos signos externos suaviza nuestras emociones. Quien hace ademanes violentos aumenta su furor; quien no controla los signos de temor, lo experimenta en mayor grado; y quien permanece pasivo cuando se ve abrumado por el dolor, pierde la mejor oportunidad de recobrar la elasticidad mental.»
Charles Darwin,
The expression of Emotion in Man and Animals, 1872
Actualmente estamos siendo testigos de un ataque al psicoanálisis por parte de psiquiatras y otras personas que no niegan sus principios fundamentales. La crítica tiene su origen más bien en la decepción producida por la terapia psicoanalítica. Aun dejando de lado los graves problemas de tiempo, coste e inconvenientes, observamos que con frecuencia los esperados cambios en la personalidad no se materializan. Es verdad que a muchos pacientes les sirve de ayuda y que algunos mejoran. Pero resulta alarmante el número de los que pasan años sometidos al psicoanálisis o yendo de un analista a otro sin experimentar un cambio significativo en su dolencia, su insatisfacción o en sus problemas reales.
Precisamente el otro día acudió a mi consulta una joven que había estado cuatro años sometida a tratamiento psicoanalítico y más de un año a otro tipo de terapia. Sus comentarios acerca de la experiencia son típicos:
«La razón por la que fui no cambió realmente. Siempre pensé que mi capacidad sentimental era mayor de lo que yo experimentaba. Aunque el psicoanálisis me ayudó a comprender muchas cosas, dicha capacidad no aumentó. Ello me decepcionó.»
Ante esta situación, los psicoanalistas reaccionan de diversas maneras. Algunos ofrecen formulaciones más elaboradas mientras que otros abogan por el sentido común. Desgraciadamente, ninguno de los dos enfoques soluciona el problema. Tampoco se puede culpar a Freud si las grandes ideas que ofreció al mundo han resultado relativamente ineficaces para superar los graves trastornos emocionales que padecen muchos individuos. El propio Freud no prometió nunca que eso fuese a suceder. Conocía las limitaciones de su técnica.
La situación en que se encuentra el psicoanálisis hoy día es similar a la de tantas otras especialidades médicas recientes. ¿Podemos comparar los logros actuales de la cirugía con los de hace cien años? El progreso es producto de los cambios en la técnica, de una mejor comprensión de los problemas y de una mayor habilidad. Si de algo hay que culpar a los psicoanalistas de nuestros días es de su resistencia a modificar los procedimientos tradicionales.
La historia del psicoanálisis no está desprovista de pensadores y experimentadores. Mientras la mayor parte de ellos se han dedicado a hacer pequeñas ampliaciones de la teoría, algunos, en especial Ferenczi y Wilhelm Reich, han introducido importantes innovaciones en la técnica. La «técnica activa» o «análisis desde abajo» de Ferenczi supuso un intento de enfrentarse a los difíciles problemas del carácter, que ya entonces constituían un desafío al método psicoanalítico. La aportación de Reich será tratada con mayor detalle a lo largo del presente estudio.
El problema a que se enfrenta el psicoanálisis procede del hecho de que el analista trata los sentimientos y sensaciones corporales a un nivel verbal y mental, pues el objeto del análisis son los sentimientos y la conducta del individuo. La exploración de sus ideas, fantasías y sueños es sólo un medio para comprender y llegar a los sentimientos e influir en la conducta. ¿No es concebible que existan otros medios para transformar los sentimientos y las acciones? En una carta dirigida a W. Fliess en 1899 Freud manifestaba su constante interés por la cuestión:
«A veces, pienso que sería absolutamente indispensable una segunda parte del tratamiento que provocase los sentimientos de los pacientes, además de sus ideas.»
Si Freud no fue capaz de desarrollar un tratamiento acorde con esa idea, el fracaso ha de ser atribuido a las dificultades inherentes a la relación cuerpo-mente. En tanto el pensamiento esté influido por la visión dualista de la relación cuerpo-mente la dificultad resulta insuperable. Es de suponer que Freud luchó toda su vida con este problema. De esta lucha surgieron las claras formulaciones que constituyen la psicología del yo. El psicoanálisis de hoy se enfrenta al problema del mismo modo que lo hizo Freud.
No pretendo dar respuesta a tan importante cuestión en este prefacio. Más bien quiero exponer la teoría que sirve de fundamento a este estudio y que indica el camino a seguir para resolver el problema. Los psicoanalistas conocen la estrecha relación existente entre muchos procesos somáticos y ciertos fenómenos psicológicos. En el campo de la medicina psicosomática abundan las referencias al respecto. Dicha relación lleva implícito el concepto de que el organismo se expresa más claramente a través del movimiento que por medio de palabras. ¡Pero no sólo a través del movimiento! Las posturas, actitudes y gestos constituyen un lenguaje que procede y trasciende a la expresión verbal. Es más, existen numerosos estudios en los que se relaciona específicamente la estructura corporal con las actitudes emocionales. Éstas pueden ser objeto de la técnica psicoanalítica en la misma medida que los sueños, los lapsus linguae y los resultados de la libre asociación.
Si la estructura corporal y el temperamento están relacionados, como puede determinar cualquiera que estudie la naturaleza humana, la pregunta es: ¿Podemos cambiar el carácter de un individuo sin producir algún cambio en su estructura corporal o en su motilidad funcional? Y viceversa: Si podemos cambiar la estructura y mejorar la motilidad, ¿no podremos producir aquellos cambios en el temperamento que el paciente requiere?
La expresión emocional del individuo constituye una unidad. No es la mente la que se encoleriza y el cuerpo el que golpea. Es el individuo quien se expresa. Nosotros estudiamos cómo se expresa un individuo concreto, cuál es el alcance de sus emociones y cuáles sus límites. Se trata de estudiar la motilidad del organismo, ya que la emoción se basa en la capacidad de «con-moverse».
He aquí un indicio del relativo fracaso del psicoanálisis: comparativamente ayuda poco a comprender por qué uno se comporta como lo hace. El individuo temeroso de sumergirse en el agua sabe perfectamente que no quiere recibir un daño. Hemos de comprender y aprender a superar el temor al movimiento.
Si los determinantes de la personalidad y el carácter están estructurados físicamente, ¿no ha de dirigirse el esfuerzo terapéutico también a lo físico? El conocimiento no es más que el preludio de la acción. Para ser más eficaz, la terapia psicoanalítica debería proporcionar conocimiento y movimiento. Los principios teóricos y técnicos que forman el marco de este nuevo método constituyen lo que nosotros llamamos análisis y terapia bioenergéticos.
El principal responsable de la ampliación de la perspectiva de la teoría psicoanalítica hasta incluir la expresión y la actividad físicas del paciente fue Wilhelm Reich. Más de uno no estará de acuerdo con que la última parte de su obra constituye una de las principales contribuciones a la psiquiatría. Mi deuda con Wilhelm Reich, del que fui alumno, está expresada en las amplias referencias a sus obras contenidas en este volumen. Por otra parte, la terapia bioenergética es independiente de Reich y de sus seguidores y difiere de sus teorías y técnicas en muchos aspectos importantes, algunos de los cuales se exponen en esta obra.
Es interesante señalar las diferencias entre la terapia bioenergética y las técnicas tradicionales del psicoanálisis. En primer lugar, el estudio del paciente es unitario. El terapeuta bioenergético no sólo analiza el problema psicológico como cualquier otro psicoanalista, sino que además analiza la expresión física de dicho problema tal como se manifiesta en la estructura corporal y en el movimiento del paciente. En segundo lugar, este tratamiento intenta de manera sistemática liberar la tensión física de los músculos crónicamente contraídos y en estado espasmódico. En tercer lugar, la relación entre el terapeuta y el paciente posee una dimensión adicional con respecto al psicoanálisis: como el trabajo, además de a nivel verbal, se realiza a nivel físico, el analista queda más comprometido en la actividad resultante que cuando emplea las técnicas convencionales.
¿Qué ocurre en semejante situación en lo que a transferencia y contratransferencia se refiere? Éstas son el puente por el que fluyen las ideas y sentimientos entre dos individuos. En la terapia bioenergética el contacto físico hace que la transferencia y la contratransferencia pasen a ocupar un primer plano. Ello facilita la parte afectiva del trabajo analítico. No obstante, requiere una mayor habilidad por parte del analista para manejar las tensiones emocionales resultantes. Si carece de ella, es que su formación aún es incompleta. Sólo con humildad y franqueza es posible enfrentarse al manantial de sentimientos que fluye de todo ser humano.
Esta obra no pretende ser una exposición exhaustiva de las teorías y técnicas del análisis y la terapia bioenergéticos. El campo es tan .»tenso como la vida misma. Como introducción al tema ha de servir para salvar el vacío existente entre el psicoanálisis y el tratamiento físico de los trastornos emocionales. Hay otros estudios en marcha sobre los aspectos teóricos y prácticos de este método.
He de expresar mi agradecimiento a mi colega el Dr. John C. Pierrakos, U.S.N.R., por su inapreciable colaboración en la formulación de las ideas recogidas en este volumen, así como al Dr. Joel Shor por su paciente revisión crítica del manuscrito. También quiero agradecer a los miembros del seminario sobre dinámica de la estructura del carácter sus sugerencias y críticas. Vaya también mi agradecimiento para la señorita Dora Akchim, quien amablemente mecanografió el manuscrito.
Nueva York
Alexander Lowen
PARTE PRIMERA
1
DESARROLLO DE LAS TÉCNICAS PSICOANALÍTICAS
El desarrollo de las técnicas y conceptos psicoanalíticos es una historia llena de fracasos terapéuticos. Lo mismo ha sucedido en todos los campos de la ciencia, la psiquiatría y sus disciplinas afines no son una excepción. Todo avance ha sido el resultado de reconocer el fracaso de anteriores métodos de pensamiento y tratamiento para comprender y resolver algún problema.
El psicoanálisis tuvo su origen en una situación de este tipo. Todos sabemos que Freud estuvo largo tiempo interesado por la neurología y las enfermedades nerviosas antes de crear el método de investigación y tratamiento por el que se le conoce. El problema específico al que dedicó su atención en el momento decisivo de su carrera fue el de la histeria, con anterioridad se había dedicado a la «terapia física», encontrándose totalmente impotente tras los decepcionantes resultados obtenidos mediante la electroterapia de Erb. Posteriormente, como sabemos, empleó la hipnosis, en especial «el tratamiento por sugestión durante la hipnosis profunda» aprendido de Liebault y Bernheim. Más tarde declaró no estar satisfecho de este sistema ya que el hipnotizador se enojaba frecuentemente con el paciente que se «resistía» a sus sugerencias. Pero Freud conocía otros métodos para tratar la histeria.
En su artículo El mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos (1893, p. 24)[1], publicado en colaboración con Breuer, sentó las bases para el estudio científico de los fenómenos mentales. Ciertamente, el método empleado era la hipnosis, pero el enfoque analítico fue sustituido por la sugestión directa. Freud lo describe del modo siguiente: «Suscitar, bajo hipnosis, recuerdos relativos a la época en que el síntoma apareció por primera vez.»
La hipnosis tenía ciertas limitaciones. No todos los pacientes podían ser hipnotizados. Además, a Freud no le gustaba disminuir la conciencia del paciente. Cuando amplió sus conocimientos, sustituyó la hipnosis por la libre asociación como método para llegar al inconsciente y más tarde la complementó con la interpretación de los sueños como fuente de información acerca del inconsciente.
Estas nuevas técnicas hicieron posible una mejor comprensión de la dinámica de las funciones psíquicas pues pusieron de relieve dos fenómenos que la hipnosis ocultaba. En 1914, en su artículo Historia del movimiento psicoanalítico (p. 298), escribe: «La teoría del psicoanálisis constituye un intento de explicar dos hechos que le sorprenden a uno inesperadamente cuando trata de hallar los orígenes de los síntomas de un neurótico en su vida pasada: la resistencia y la transferencia.» El método psicoanalítico, por lo tanto, «se inició con una nueva técnica que prescindía de la hipnosis.»
La importancia de la transferencia y la resistencia para el método psicoanalítico es tal que Freud (1914, p. 291) llegó a afirmar que «cualquier investigación que, sea cual sea su orientación, admita estos dos factores y los tome como punto de partida puede llamarse psicoanalítica, aunque sus resultados sean distintos a los obtenidos por mí». Llegados a este punto, trataremos de dar una definición de dichos términos y de explicar el uso que de los mismos se hace en la terapia.
En una conferencia sobre psicoterapia, Freud (1904b, p. 261) definió la resistencia del siguiente modo: «El descubrimiento del inconsciente y su introducción en la conciencia se produce en contra de una continua resistencia por parte del paciente. El proceso de sacar a la luz los datos del inconsciente va acompañado de “malestar” (Unlust), por lo que el paciente lo rechaza una y otra vez.» Ya entonces consideraba Freud el psicoanálisis como un proceso de reeducación en el que el médico persuadía al paciente para que venciese dicha resistencia y aceptase los hechos reprimidos.
Si nos preguntamos acerca de la naturaleza de dicho malestar (Unlust) descubrimos que se trata de la expresión de un proceso físico y psíquico. En el artículo El método psicoanalítico de Freud (1904a, p. 267), la experiencia de un recuerdo reprimido es descrita como una sensación de «verdadero malestar». Freud observó que el paciente se sentía inquieto, se agitaba y daba señales de mayor o menor desasosiego.
En una conferencia pronunciada en 1910 (p. 286) manifestó que el sistema curativo del psicoanálisis se basaba en dos métodos. Uno de ellos es la interpretación: «Nosotros damos al paciente una idea consciente de lo que puede esperar descubrir, y la semejanza de ésta con lo reprimido inconscientemente le hace descubrirlo por sí mismo.» El segundo, «más eficaz, (consiste) en el empleo de la transferencia». Más adelante estudiaremos este problema con mayor detalle. Es interesante destacar, no obstante, que ya en 1910 (p. 288) definía Freud la labor terapéutica como el análisis de la resistencia: «Nuestro trabajo aspira descubrir y vencer las resistencias.» En un artículo sobre la interpretación de los sueños...

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