Paciencia con Dios
eBook - ePub

Paciencia con Dios

Cerca de los lejanos

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Paciencia con Dios

Cerca de los lejanos

Descripción del libro

Tomás Halík, uno de los autores religiosos más reconocidos internacionalmente en la actualidad, Premio Templeton (2014), plantea en esta obra su interesante posición ante el diálogo entre fe y ateísmo en la sociedad actual secularizada. Para Halík, la paciencia es la principal diferencia entre la fe y el ateísmo. La fe, la esperanza y la caridad son las tres formas que asume la paciencia con Dios, tres modos de hacer frente a la experiencia del silencio y el ocultamiento de Dios, que los ateos interpretan como "muerte de Dios" y los fundamentalistas religiosos no toman suficientemente en serio.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Paciencia con Dios de Halík, Tomáš en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theology & Religion y Religion. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2014
ISBN de la versión impresa
9788425433733
ISBN del libro electrónico
9788425433740
Categoría
Religion
III. Lejos de todos los soles
Al reflexionar sobre los marginados, sobre la solidaridad con los que dudan y sobre dónde está realmente el centro y dónde el margen de una sociedad tan peculiar como es la Iglesia, me acordé de una joven mujer, que escribió tiempo atrás en su diario estas palabras: «Mi vocación es ser el amor en el corazón de la Iglesia».
Durante muchos años, Santa Teresa de Lisieux estuvo completamente fuera de mi interés. Recuerdo que precisamente el día de su fiesta en el año 1972 –sin que ese día fuese elegido intencionalmente– inicié mi preparación sistemática al sacerdocio en la «Iglesia subterránea»; esperaba en la iglesia praguense de San Ignacio a una persona, a la que debía reconocer según una señal convenida y que después habría de acompañarme en ese camino una buena cantidad de años, hasta mi ordenación. Recuerdo bien lo que entonces pasaba, no solo en mi interior, sino también a mi alrededor... Y la conocida estatua de dudoso gusto de la santa con su pedestal de rosas, ante la cual –porque era el día de su fiesta– ardía en aquel momento una vela grande.
¿Qué sabía entonces de esa santa? La percibía solamente a través de aquella estatua empalagosa y de los cuadros que transpiraban la devoción del siglo XIX. Por entonces, supongo que habría tardado poco en pasar página a sus palabras sobre su misión en la Iglesia: ¡cuántas monjas devotas nos han dejado en sus diarios sentimentales suspiros de amor! Hoy tendemos en general a interpretar semejantes confesiones y gemidos mediante algo que en parte nos ha enseñado y en parte corrompido, la teoría freudiana de la sublimación de la libido.
Cuando leí por primera vez algo sobre el «caminito» o «camino de la infancia» que enseñaba esta santa, me topé con su idea –dicha en algún momento triste y desagradable, de los que al parecer tenía bastantes en el convento– de que le daba a Dios libertad de tratarla igual que un niño trata a su juguete: ¿puede el juguete reprochar al niño que no se ocupe constantemente de él, que lo haya olvidado momentáneamente en un rincón? Con eso tuve bastante. «Pero ¿es que somos juguetes en las manos de Dios? ¿Y, encima, Dios es un niño olvidadizo?» –dije, y disgustado devolví el libro, decidido a no perder tiempo con metáforas tan infantiles, y volví a mi ya manoseado Heidegger. Nada en contra de Heidegger, pero pasados algunos años me vino en algunas situaciones a la mente la frase de Teresa y me ayudó más que Sein und Zeit. Me di cuenta de cuánta autoironía contenía, cuánto sano humor, que ayuda a hacer frente en los reveses a la tentación de compadecerse a uno mismo, de especular en vano por qué Dios permitió esto o lo otro, por qué no protegió precisamente a una persona tan excelente como yo, y de echarle discretamente la culpa a todos los que me rodean, incluido el propio Dios.
Pero esto fue solo el comienzo de mi aventura con Teresa. Progresivamente me fue cautivando cada vez más esta mujer, a la que Juan Pablo II había declarado «doctora de la Iglesia» (aunque, a diferencia de todos los grandes pensadores a los que fue reconocido este epitetum ornans, no dejó tras de sí ningún escrito teológico y su formación en este campo era más que dudosa). Leí varios de sus textos y sus biografías, y finalmente partí en peregrinación a su tumba; la fotografía de su rostro está siempre sobre mi mesa.
Tras terminar hace algunos años de escribir un libro en el que provocativamente defendía la «fe pequeña» frente a la «grande», «inconmovible» y segura de sí misma (volveré a esas ideas en la conclusión de este libro), fue para mí una gran lección de humildad enterarme más tarde de que no había descubierto en realidad con ello nada nuevo e inaudito. Eso que un día me decidió a encontrar mi hogar espiritual en el cristianismo y en la Iglesia Católica, a saber, que es una religión de paradojas –y también lo que había reflexionado y descrito de una manera tan complicada tras las huellas de Pascal, Kierkegaard, Chesterton o Graham Green–, ya antes lo había descubierto, vivido y descrito con su propio lenguaje y su propio estilo (desde luego completamente distintos de los míos) precisamente esta «florecilla». Era, de hecho, visto desde otro punto de vista, su «caminito» o camino de la infancia espiritual, que desde luego no tiene nada en común con el infantilismo, aunque suela ser frecuentemente interpretado y difundido así.
En una conferencia de hace unos cuantos años comparé provocativamente a esta «pequeña florecilla» con Friedrich Nietzsche y llamé hermanos espirituales a estos contemporáneos tan distintos entre sí; realmente, en aquel momento no tenía la menor idea de que no era el primero al que se le ocurría esa comparación, ni con mucho el único. (Por lo demás, en mi amor a las paradojas, descubrir a veces que se me ocurre de modo independiente algo que algún sabio pensó antes que yo me ocasiona una mezcla perfectamente paradójica de satisfacción y frustración, de orgullo y abajamiento simultáneos.)
Ambos –Nietzsche y Teresa– vivieron en el mundo del optimismo de la ciencia y el progreso del siglo XIX –del cual entonces pocos comprendían cuántas ilusiones e inocencia ocultaba y qué pronto sería superado– y al mismo tiempo en la época de una devoción que estaba llena, por una parte, de sentimentalismo dulzón y, por la otra, de una lúgubre moralización, de rigorismo, consecución de méritos, cultivo de las virtudes (esa piadosa versión del antiguo error pelagiano) y de una fascinación obsesivamente neurótica por el pecado. Y ambos le volvieron la espalda a estos rasgos de su tiempo, refinadas tentaciones en la atmósfera espiritual de su mundo, si bien de un modo muy distinto y en circunstancias diferentes.
La joven religiosa carmelita experimentó antes de su muerte grandes combates espirituales y oscuridad interior; en esa noche de la prueba, esta y la muerte que se acercaba se le mostraron una vez –como escribe literalmente– como noche de la nada. «No creo ya en la vida eterna. Me parece como si después de esta mortal no hubiese ya nada», escribe esta doctora de la Iglesia. «Es el razonamiento de los peores materialistas el que taladra mi espíritu», dice otra de sus frases auténticas. No solo se le hundió del todo el dulce mundo devoto en el que había pasado hasta entonces toda su vida, sino que hasta a la profunda experiencia anterior de la cercanía divina se la tragaron la niebla, la oscuridad y el vacío. Se encontró «lejos de todos los soles» –si se nos permite describir esta experiencia con las palabras con las que el loco de Nietzsche describe el estado del mundo en ese célebre pasaje sobre la muerte de Dios, con una cascada de sugestivas metáforas.1 Teresa describe cómo Cristo la lleva a un espacio oscuro «donde no brilla ya sol alguno».2
Cierto, no pocos creyentes, aun profundos, atraviesan a las puertas de la muerte pruebas parecidas; como si participaran en el doloroso misterio de la agonía de Jesús, de la que podemos tan solo suponer un poquito a partir de su grito «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»... Un grito que solo uno de los evangelistas tuvo el valor de registrar. Pero aquí se trata todavía de algo más. La madre Agnès, que tuvo la última conversación con Teresa agonizante y fue la primera redactora (y enérgica censora) de sus escritos, entendió el estado del alma de Teresa, en la tradición de la mística carmelita, como «noche oscura del alma» –estilizando, además, sus expresiones según ese modelo–, pero eso le impidió captar algo en lo que Teresa de Lisieux era verdaderamente original, nueva y única, y que comprensiblemente no encontramos ni en «Teresa la grande», la santa de Ávila, ni en Juan de la Cruz.
Un principio de «Teresita» era «por amor a Dios aceptar hasta los pensamientos más extravagantes». Y por ello es todavía más notable el modo en que Teresa aceptaba y comprendía su lucha con Dios, su oscuridad y su abandono interior, su experiencia de la ausencia de Dios, el eclipse de su fe. Lo aceptaba como una expresión de solidaridad con los no creyentes.
Esta muchacha, crecida en un ambiente provinciano, en un hogar no solo devoto, sino incluso beato, en un entorno del que no se libró ni marchándose al convento (al que fueron entrando una tras otra sus tres hermanas), seguramente nunca vio a un ateo de cerca en toda su vida. En su diario escribe que hasta la fatídica Semana Santa de 1896 –en la que comprendió durante su primer vómito de sangre el día de Viernes Santo que ella misma estaba ya clavada a la cruz de la enfermedad incurable y la muerte cercana–, no creyó que existiesen auténticos ateos, los tenía por gente que en realidad «solamente habla contra sus propias convicciones». (Por lo demás, así reaccionan hasta hoy fuera de la civilización occidental ante las noticias sobre los ateos millones de personas: no son capaces en absoluto de imaginarse que sea posible semejante visión del mundo.)
Pero luego –prosigue Teresa– Jesucristo le reveló que realmente hay personas que viven completamente sin fe. Y este hecho –que el ateísmo no es solo un «simulacro» o un pecaminoso autoengaño y engaño a los demás, que hay que tomarlo muy en serio– se le confirmó poco después al ser ella misma privada de cualquier seguridad de fe. Ya no puede deleitarse con sus experiencias religiosas anteriores, no puede disfrutar la luz y la alegría de la fe infantil. Uno de sus biógrafos apunta que la palabra jouissance, disfrute, que utiliza aquí, tiene en el francés de su tiempo el significado de poder disfrutar o usufructuar alguna propiedad, gozar de la posesión de alguna cosa; Teresa no tendrá ya fe, no poseerá su seguridad.3
Teresa declara que entiende a los no creyentes como sus hermanos, con los que se sienta a la mesa común y come el mismo pan, y pide a Jesús no ser alejada de esa mesa. Ella –a diferencia de ellos– es consciente de la amargura de ese pan, porque a diferencia de ellos ha probado la alegría de la cercanía de Dios (aunque acordarse de ella ahora solo ahonda su dolor), mientras que la gente indiferente hacia Dios en general no se da cuenta en absoluto del peso y la tragedia de su estado. En realidad, solo gracias a sus experiencias previas puede vivir con profundidad el auténtico drama del abandono de Dios, descubrir y experimentar en propia carne esa cara oculta del ateísmo, al que tantos se exponen con tan despreocupada naturalidad. (De modo semejante –como aún veremos– viene el loco de Nietzsche para desvelarles a quienes no creen en...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Página de créditos
  4. Índice
  5. Citas iniciales
  6. Prólogo
  7. El Evangelio sobre Zaqueo
  8. I. Dirigiéndose a Zaqueo
  9. II. Bienaventurados los alejados
  10. III. Lejos de todos los soles
  11. IV. Con los pies descalzos
  12. V. Debate sobre la belleza de Dulcinea del Toboso
  13. VI. Una carta
  14. VII. Un Dios desconocido, demasiado cercano
  15. VIII. El espejo de la Pascua
  16. IX. Tiempo de recoger piedras
  17. X. Tiempo de sanar
  18. XI. San Zaqueo
  19. XII. El Zaqueo eterno
  20. Lista de abreviaturas bíblicas
  21. Información adicional