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Descripción del libro
Los textos de seis décadas reunidos en este volumen muestran el maravilloso puente que realizó Viktor Frankl entre la psiquiatría, la filosofía y la psicología. Incluye un prólogo inédito de Alexander Batthyány. Entenderíamos mal su objetivo si no contempláramos en estos tres ámbitos la unidad inseparable que construye Frankl. Sin la inclusión de la dimensión filosófica del concepto que uno tiene del mundo, el esfuerzo psicoterapéutico seguirá siendo estéril. Estos estudios ayudarán a entender esta reivindicación desde su génesis para saber cómo tratar al hombre sufriente de nuestros días.
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Información
SEGUNDA PARTE
ELEMENTOS DEL ANÁLISIS EXISTENCIAL Y DE LA LOGOTERAPIA
ELEMENTOS DEL ANÁLISIS EXISTENCIAL Y DE LA LOGOTERAPIA
I. ANÁLISIS EXISTENCIAL COMO EXPLICACIÓN DE LA EXISTENCIA PERSONAL
A pesar de que la logoterapia y el análisis existencial parten de la praxis clínica, no se puede evitar que desemboquen en una teoría metaclínica como algo subyacente implícitamente a toda psicoterapia, y teoría quiere decir visión, es decir, visión de una imagen del hombre. De esta forma, se cierra el círculo tanto más cuanto la praxis clínica desde siempre está determinada e influenciada en un grado muy alto por una concepción del hombre que el médico sugiere a sus pacientes, por muy poco controlada y consciente que sea.
En efecto, cualquier psicoterapia se desarrolla bajo un horizonte apriorístico. Ya desde siempre tiene como base una concepción antropológica, por muy poco consciente que sea para la psicoterapia.
No hay ninguna psicoterapia sin una concepción del hombre y sin una visión del mundo. El mismo Paul Schilder afirma: «El psicoanálisis además de psicología es también filosofía. Siempre tenemos una cosmovisión, solo que no siempre lo sabemos o no queremos saberlo».1 Cuando un psicoanalista dice que se abstiene de cualquier valoración, incluso esta misma epokhe por su parte significa un juicio de valor. No dudamos en afirmar que una psicoterapia que se tiene por libre de valores, en realidad no es más que ciega a los valores.
Y es ciega a los valores si es carente de espíritu; pues así como antes hubo una psicología sin psique, hoy sigue existiendo una psicología sin espíritu. Pero precisamente la psicoterapia debe evitar este peligro, de lo contrario renuncia a una de sus armas más importantes en la lucha por la salud psíquica y la curación del paciente.
Es más, existe el peligro de que corrompamos al hombre, de que seamos cómplices de su nihilismo, profundizando de este modo su neurosis, si le sugerimos una concepción del hombre que no representa la concepción del hombre verdadero sino una caricatura en el fondo: ¡si hacemos del hombre un homunculus! El homunculus moderno no se produce en las cuevas y alambiques de los alquimistas sino allí donde presentamos al hombre como un autómata de reflejos o un conjunto de impulsos, como una marioneta de reacciones y de instintos, como un producto de impulsos, herencia y medio ambiente. En una palabra: allí donde sacamos conclusiones biologicistas de resultados de investigación biológica y conclusiones psicologicistas de resultados de investigación psicológica, etcétera. La biología se puede transformar fácilmente en biologismo, pero nunca resultará una praxis humanista de una teoría «homunculista».
Cualquier psicoterapia se basa en premisas antropológicas o, si no son conscientes, en implicaciones antropológicas. Entonces es tanto más grave: debemos a Sigmund Freud el conocer el peligro inherente a los contenidos psíquicos y, como podríamos decir, a las actitudes mentales, mientras estas permanezcan inconscientes. Así pues, el objetivo del análisis existencial como explicación antropológica de la existencia personal consiste en hacer consciente, en explicar, en desplegar, en desarrollar la concepción implícita, inconsciente, que la psicoterapia tiene del hombre, de la misma forma en que se revela una foto sacándola de un estado latente.
El análisis existencial caracteriza y califica la esencia de la existencia en el sentido de que la existencia es una forma de ser, a saber, el ser humano, el ser específico del hombre, cuya particularidad consiste en que por lo que atañe al hombre no se trata de un ser de hecho sino de un ser facultativo, no de un deber ser así y no de otra forma —y en este sentido el hombre neurótico entiende mal su propia esencia—, sino más bien de un poder llegar a ser siempre también de otra forma.
«Ex-sistir» quiere decir salir de sí mismo y ponerse frente a sí mismo, de manera que el hombre sale del nivel de lo corporal psíquico y llega a sí mismo pasando por el ámbito de lo espiritual. La existencia acontece en el espíritu. El hombre sale al encuentro de sí mismo en la medida en que él en cuanto persona espiritual sale al encuentro de sí mismo en cuanto organismo psicofísico.

Figura 1
Este salir al encuentro puede realizarse mediante la excelente forma de hacer frente. Para demostrarlo con ayuda de una casuística clínica, el hombre, en cuanto persona espiritual, que sufre de una depresión endógena puede hacer frente a esta afección del organismo psicofísico y de esta forma mantenerse al margen del curso de la enfermedad orgánica. De hecho, en la depresión endógena se tiene que ver con una afección psicofísica; pues en esta lo psíquico y lo físico se hallan coordinados y sincronizados. A la depresión psíquica le acompañan anomalías somáticas de la menstruación, de la secreción de los jugos gástricos u otras cosas por el estilo. La persona está melancólica con el estómago, con todo su ser, en cuerpo y alma, pero no con el espíritu. Solo es afectado el organismo psicofísico, no la persona espiritual, que como tal, como espiritual, no podría ser afectada de ninguna forma. Ceteris paribus, que un hombre se distancie de su depresión endógena mientras que otro se deja caer en ella, no depende de la de presión endógena sino de la persona espiritual. Es decir, esta realidad espiritual —en otras palabras, la persona— lleva a cabo este auge existencial descrito más allá de sí mismo en virtud de lo que en el análisis existencial llamamos poder de obstinación del espíritu. Así vemos que al paralelismo psicofísico se opone un antagonismo psiconoético.
Solo que la logoterapia y el análisis existencial deben evitar un clinicismo y deben protegerse contra el hecho de ser interpretados incorrectamente. Salir al encuentro no quiere decir ni mucho menos hacer frente. Incluso frente a una psicosis, la confrontación de la persona espiritual con este curso de la enfermedad orgánica no debe realizarse en el sentido de hacer frente. Esta confrontación tiende más a una reconciliación.
El antagonismo psiconoético en contraposición al inevitable paralelismo psicofísico es un antagonismo facultativo. Según esto, el poder de obstinación del espíritu es una simple posibilidad y no una necesidad. Por cierto, obstinarse siempre es posible, pero no siempre le es necesario al hombre. El hombre siempre puede obstinarse pero no siempre debe. De ninguna manera el hombre debe hacer uso siempre de la obstinación del espíritu. No necesita siempre solicitar su ayuda. No debe porfiar siempre con sus instintos, con su herencia y con su medio ambiente por el simple hecho de que los necesita; pues el hombre se afirma en virtud de sus instintos, gracias a su herencia y a su medio ambiente por lo menos tantas veces como se afirma a pesar de sus instintos, de su herencia y de su medio ambiente.
Con anterioridad se ha hablado del autodistanciamiento del hombre de sí mismo. Este autodistanciamiento de sí mismo en cuanto organismo psicofísico al fin de cuentas es lo que constituye la persona espiritual como tal, como espiritual y a la vez circunscribe el ámbito de lo humano como ámbito espiritual. Solo cuando el hombre se confronta consigo mismo, lo espiritual y lo corporal-psíquico se separan. Pero no es que el hombre se componga de cuerpo, alma y espíritu. Sin embargo, la unidad antropológica del hombre solo se puede comprender, a pesar de la diversidad ontológica de lo corporal, de lo psíquico y de lo espiritual, en el sentido de una ontología dimensional.
Ontología dimensional
Si proyecto un vaso en el plano de la mesa en la que se encuentra, se representa en el plano horizontal como círculo, mientras que en el plano vertical se representaría como un rectángulo. Ahora bien, estas proyecciones son inconmensurables. A pesar de ello son compatibles en cuanto se entienden como proyecciones. De la misma forma como no se nos ocurre afirmar que un vaso se compone de un círculo y de un rectángulo, asimismo el hombre no se compone de cuerpo, alma y espíritu. Más bien se trata, por lo que se refiere a lo corporal, a lo psíquico y a lo espiritual, de dimensiones del hombre.
Lo espiritual no es solo una dimensión propia del hombre sino que es la dimensión específica de este. Aunque la dimensión espiritual representa la dimensión específica del hombre, sin embargo no se trata, por lo que a ella se refiere, de la única dimensión del hombre, puesto que el hombre es una unidad y una totalidad corporal psíquica y espiritual.
La persona es un individuo: la persona es algo indivisible, no se puede subdividir ni escindir precisamente porque es una unidad. Pero la persona no es solamente in-dividuum sino también in-summabile; esto significa que no es solo indivisible sino que tampoco se puede fundir y esto no se puede hacer porque no es solo unidad sino también totalidad.
Aunque lo psíquico y lo físico, o sea lo somático, llegan a formar una unidad íntima, esto no quiere decir que la unidad es idéntica a la mismidad, es decir, que lo psíquico y lo somático son una misma y única realidad. Más allá de lo físico, de lo fisiológico o biológico y de lo psicológico, el psicologismo no acepta como válido ningún otro ámbito del ser. Frente a cualquier habladuría de la totalidad corporal psíquica del hombre, esta misma totalidad en general empieza precisamente allí donde —más allá de la unidad corporal psíquica— se añade lo espiritual como tercera realidad: tertium datur. Ninguna unidad psicosomática en el hombre por muy íntima que sea consigue constituir su totalidad; a esta última pertenece esencialmente lo noético, lo espiritual, en la medida en que el hombre representa un ser, por cierto no solo espiritual, pero sí en su esencia y en la medida en que la dimensión espiritual para él es constitutiva, en cuanto que esta representa la dimensión, ciertamente no la única, pero sí la específica, de su existencia, sea que se considere lo espiritual en el hombre de manera fenomenológica como su personalidad o de manera antropológica como su existencialidad.
La relación de los diferentes ámbitos del ser entre sí se ha interpretado o en el sentido de una construcción de grados o en el sentido de una estructura de estratos. La primera concepción la representa N. Hartmann (que sin embargo emplea la expresión de «estratos»); la segunda la representa M. Scheler quien introdujo en la construcción del ser el principio de individuación en cuanto que, según él, lo espiritual en el hombre es individuado, situándose alrededor de un centro espiritual de acción, es decir, la persona del hombre como su estrato central.

Figura 2
Una forma de pensar dimensional que concibe lo fisiológico, lo psicológico y lo noológico precisamente como dimensiones del hombre unitario-total, debería ser superior a la teoría de la construcción de grados y a la de la construcción de estratos.2 Pues de la misma manera como estos tres momentos son fundamentalmente diferentes y por consiguiente hay que separarlos desde el punto de vista ontológico, también se pertenecen por principio unos a otros, por lo que se refiere al hombre, siendo inseparables desde el punto de vista antropológico.
Solo por analogía podemos acercarnos al ser idéntico que se articula en los tres momentos mencionados. En especial, nuestra forma de pensar dimensional significa un intento de acercamiento more geométrico. Por cierto: no nos parece claro todavía, si de verdad aquí se trata solo de un procedimiento analógico, es decir, de un procedimiento en analogía con las matemáticas, o si por el contrario las dimensiones matemáticas representan simples especif...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Índice
- Prefacio a la nueva edición
- Prefacio a la primera edición
- Primera parte. Textos de seis décadas
- Segunda parte. Elementos del análisis existencial y de la logoterapia
- Índice de las fuentes (por capítulo)
- Otras obras de Viktor Frankl
- Información adicional