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Descripción del libro
Este pequeño libro, profusamente ilustrado con imágenes en color, contiene las meditaciones escritas por el Papa Benedicto XVI durante la época en que fue arzobispo de Múnich. Los textos fueron redactados como sermones, artículos de prensa o intervenciones radiofónicas para un amplio público lector y oyente. Las láminas recorren el tema de la Navidad a lo largo de la historia de la pintura europea. Estas meditaciones muestran una vez más a Joseph Ratzinger como un hombre espiritual que sabe llegar con su mensaje tanto a la inteligencia como al corazón.
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Información
«La luz brilla en las tinieblas»

El primer cántico navideño de la historia, con el que se fijó para todos los tiempos el sonido interior de la Navidad, no proviene de seres humanos. San Lucas nos lo transmite como el cántico de los ángeles que fueron los «evangelistas» de la Nochebuena: gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres, objeto de su amor, a los hombres de buena voluntad.
La paz que proviene de la gloria de Dios
Este cántico establece un criterio, nos ayuda a entender de qué trata la Navidad. Contiene un término clave que, justamente en nuestro tiempo, mueve a los seres humanos como casi ningún otro: la paz. La palabra bíblica šalom, que traducimos de ese modo, dice mucho más que la mera ausencia de guerra: afirma el recto estado de los asuntos humanos, el estado de salvación: un mundo en el que reinen la confianza y la hermandad, en el que no haya temor ni carencias, ni insidias ni mendacidad. En la tierra paz: ése es el objetivo de la Navidad. Pero el cántico de los ángeles presupone un primer elemento sin el cual no puede haber una paz duradera: la gloria de Dios. Ésta es la doctrina de Belén sobre la paz: la paz entre los hombres proviene de la gloria de Dios. Quien esté interesado en los hombres y en su salvación debe preocuparse antes que nada por la gloria de Dios. La gloria de Dios no es un asunto privado con el que cada cual puede manejarse a voluntad sino una cuestión de orden público. Es un bien común, y cuando Dios no es glorificado entre los hombres, el hombre no puede permanecer en su propia «gloria», en su honor. La Navidad tiene que ver con la paz entre los hombres justamente porque en ella se restauró la gloria de Dios entre los hombres.
El tiempo nuevo de la libertad
En efecto, esto mismo se ha hecho visible ya desde el comienzo a través de la ubicación de este día festivo en el calendario. El 25 de diciembre era y sigue siendo en el calendario judío la fiesta de la hanukkah, la fiesta de las luces. La fiesta nos recuerda que, en ese día del año 165 a. C., Judas Macabeo quitó del templo de Jerusalén el altar dedicado a Zeus que la tradición designaba como la «abominación de la desolación en el lugar santo». En esa misma fecha, el rey sirio Antíoco, que se hacía venerar como Zeus, había hecho erigir la imagen idolátrica en el templo y había convertido ese día en su festividad. Con Judas Macabeo, esa fecha pasaba a ser el día de la purificación del templo, el día en que se reparaba el honor pisoteado de Dios y se iniciaba de nuevo la debida glorificación de Dios. Israel databa a partir de ese día su renacimiento: Israel había sido restaurado en el mismo momento en que pudo volver a servir a su Dios de forma apropiada.

Matthias Grünewald (1470/80-1528): Anunciación a María. Retablo de Isemheim (1512-1515), Colmar, Museo de Unterlinden
Como la semana del 25 al 31 de diciembre era al mismo tiempo la semana previa al año nuevo, la restauración adquirió un significado aún más profundo: era una representación del nuevo comienzo de la creación, del esperado tiempo de la libertad. Por eso, ya en el año 100 a. C. se esperaba el nacimiento del niño-Mesías para ese día. Pues del Mesías se esperaba que enseñara a los hombres cómo se puede dar correctamente gloria a Dios y que, con ello, diera inicio al nuevo tiempo de la libertad. Ya en tiempos de Jesús se celebraba esa fiesta como la fiesta de las luces, según la frase del profeta: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9,1).19
Lucas expuso en su relato de la infancia de Jesús una cronología de profundo significado simbólico a través de cuyas dataciones sitúa el nacimiento de Jesús justamente en la fiesta de hanukkah, en la noche de las luces, que se convirtió así en la fiesta cristiana de la Navidad.20 Con eso, Lucas quiere interpretar una vez más el significado del cántico de los ángeles: lo que Judas Macabeo sólo podía realizar de forma insuficiente fue llevado a cabo realmente por Cristo en su nacimiento. Él quitó del mundo las imágenes de los ídolos. Él construyó el templo de su cuerpo. Él restauró la gloria de Dios.
Todas las cosas tremendas que suceden en la historia universal parecen ser una única gran acusación contra Dios. Pero en el momento en que Dios aparece ante nosotros como niño, indefenso y con el único poder de su amor, todas las imágenes terribles de Dios quedan refutadas como ídolos. La condición humana del Hijo es la gloria del Padre. En el pesebre y en la cruz se erige la gloria de Dios en medio de este mundo. Allí donde haya hombres que sigan a ese Dios, comienza también una nueva humanidad y, aunque sea de manera fragmentaria, se inicia asimismo la paz sobre la tierra.
La fiesta de hanukkah era un día de reforma del culto y, a partir de allí, una fiesta de las luces. El nacimiento de Jesús es la verdadera reforma del culto, y toda reforma que hagamos de nuestra parte debe apuntar en última instancia a guardar correspondencia con la reforma de Jesús, con este verdadero nuevo comienzo. Nuestra preocupación ha de ser que Dios sea honrado, que sea glorificado en nuestra condición humana y en nuestra tierra. ¡Cuánta abominación de la desolación hay también entre nosotros! En los ídolos de la pornografía, en la profanación del hombre por la violencia se deshonra junto con el hombre también a Dios. Dios es deshonrado en el olvido de Dios, que es la peor forma de inconsideración.
Hombres de paz
Pero también tenemos que preguntar, en clave positiva: ¿cómo puede glorificarse a Dios y, de ese modo, prestarse servicio a la paz? La narración bíblica lo expresa a través de los hombres que fueron llamados a acudir al pesebre. Todos ellos son a su manera hombres que oran, hombres que esperan, justos, vinculados al templo.

Vittore Carpaccio (1455/56-1525/26) Ángel tocando el laúd. Venecia, Galería de la Academia
Allí está María, esbozada por Lucas como el arquetipo de la persona contemplativa. Allí está también José, a quien Mateo llama «justo», pero no con una justicia meramente legalista, que se impone por sí misma, sino con una justicia que puede escuchar y ver desde el interior. Allí están los pastores en la sencillez de sus corazones; están también los sabios que van en busca del verdadero Señor del mundo; allí están asimismo Simeón y Ana, que han vinculado sus vidas al templo. Todos ellos son seres humanos en cuyas vidas Dios desempeña un papel decisivo, y por eso mismo son también hombres y mujeres de paz.
¿Qué hemos de traerte?
Pero hay algo más que forma parte de la imagen de la Navidad: los regalos. Nuestras obras de teatro popular navideño ilustran ricamente cómo los pastores piensan cuál podría ser el obsequio que pueden llevar al Niño, y toman las diferentes alternativas posibles de la misma vida cotidiana de los hombres de nuestra tierra.
Un himno litúrgico de la Iglesia oriental se dedica al mismo tema pero le da mayor profundidad. Dice el himno: «¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo, que por nosotros has nacido hombre en esta tierra? Cada una de las criaturas, obra tuya, te trae en realidad el testimonio de su gratitud: los ángeles, su amor; el cielo, la estrella; los sabios, sus dones; los pastores, su asombro; la tierra, la gruta; el desierto, el pesebre. Pero nosotros, los hombres, te traemos una Madre Virgen».21
María es el regalo de los hombres a Cristo. Pero eso significa al mismo tiempo que el Señor no quiere de los hombres «algo», sino al hombre mismo. Dios no quiere que le demos porcentajes, sino nuestro corazón, nuestro ser. Él quiere nuestra fe y, a partir de la fe, la vida; después, de la vida, aquellos dones de los que se hablará en el juicio final: alimento y vestidos para los pobres, compasión y amor compartido, la palabra de consuelo y la compañía para los perseguidos, los encarcelados, los abandonados y los perdidos.
¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo? Seguramente te traemos demasiado poco cuando sólo intercambiamos entre nosotros regalos caros que ya no son expresión de nosotros mismos y de nuestra gratitud –sentimiento que habitualmente dejamos sin expresar–. Intentemos llevarle por regalo la fe, llevarnos a nosotros mismos, y aunque más no fuera en esta forma: ¡Creo, Señor, ayuda mi incredulidad! Y no olvidemos ese día a los muchos en quienes el Señor sufre sobre la tierra.
Un drama que se repite siempre
El icono de Navidad de las Iglesias orientales adquirió sustancialmente su forma ya en el siglo iv y reunió en ella todo el misterio de la Navidad.22 Ese icono expresa la profunda relación entre la Navidad y la Pascua, entre el pesebre y la cruz, la armonía entre el Antiguo ...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Índice
- Prefacio
- Al comienzo del Adviento. Una conversación de Adviento con enfermos
- La genealogía de Jesús
- El árbol de la vida
- El buey y el asno en el pesebre
- La nueva estrella
- «La luz brilla en las tinieblas»
- «Y la palabra se hizo carne»
- Apéndice
- Información adicional