Bioética global
Los orígenes
Como disciplina, la bioética surgió durante la segunda mitad del siglo XX, en respuesta al avance científico y técnico en medicina e investigación, motivada por unos hechos que se contraponían de manera manifiesta a los principios éticos de la práctica médica y asistencial. La investigación biomédica llevada a cabo en los campos de concentración durante el régimen nacionalsocialista de la Segunda Guerra Mundial, los experimentos de la escuela internado de Willowbrook (Nueva York) o el estudio Tuskegee (Alabama), por citar algunos ejemplos, utilizaron a seres humanos como sujetos de investigación, sin ningún cuestionamiento ético ni moral por parte de los investigadores. Después que estos casos salieron a la luz y la justicia resolviera a favor de las víctimas, se abrió un espacio de reflexión ética dentro de la práctica médica y asistencial. Mientras los juristas crearon legislación, médicos, filósofos y otros profesionales se volcaron a la discusión, reflexión y creación de cuerpos teóricos y metodológicos que abarcasen la profundidad y variedad de interrogantes que estos casos plantearon, por ejemplo: cómo delimitar una investigación, cómo seleccionar a sus participantes, cómo repartir los costes y beneficios de la investigación, entre otras cuestiones teóricas y prácticas. En concreto, se crearon herramientas clave para la toma de decisiones en la investigación biomédica: una de ellas, tras el Juicio de los Médicos, el 20 de agosto de 1947, es el Código de Núremberg, un decálogo de principios orientadores de la experimentación médica en seres humanos. Tras el caso Willowbrook, se promulgó la ley federal estadounidense de Derechos Civiles de las Personas Institucionalizadas (1980), y después de la suspensión del estudio de Tuskegee se estableció la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos en la Investigación Biomédica y de Comportamiento, redactores del mundialmente conocido «Informe Belmont» (o «Informe sobre los principios éticos y pautas para la protección de los seres humanos en la investigación») y se promulgó la Ley Nacional de Investigación de Estados Unidos.
En ese contexto de reflexión y creación de herramientas para proteger a los seres humanos en la investigación médica se gestó la bioética como disciplina, cuya conceptualización resulta ser una tarea compleja por la diversidad de ámbitos, tendencias y definiciones que involucra. Y aunque la porosidad del concepto y la movilidad de sus límites son algunas de sus principales características, es imperativo precisar aún más su definición para situar la cuestión.
El concepto de bioética y bioética global
Existen divergencias sobre el origen de la palabra «bioética». La versión más aceptada lo sitúa en Estados Unidos, en 1970, a partir de un doble acontecimiento: la publicación del artículo «Bioethics, the Science of Survival» del oncólogo Van Rensselaer Potter, que definió el término «bioética» como una interdisciplina «puente» entre ciencias y humanidades, generadora de conocimiento para el bien social; y la fundación del Joseph and Rose Kennedy Center for the Study of Human Reproduction and Bioethics, en la Universidad de Georgetown, bajo la dirección del ginecólogo André Helleger, que institucionalizó la bioética como una práctica dedicada a la investigación en salud.
Warren Reich, editor de la Encyclopedia of Bioethics (primer compendio sistemático de la disciplina), comparó las nociones de bioética de Potter y Helleger, destacando que ambos autores coincidían en un enfoque global, aunque inspirados por diferentes puntos de vista: mientras que para Potter el medio ambiente era un elemento clave a la hora de pensar la intersección entre ética y medicina, el modelo de Georgetown se ocuparía de los dilemas médicos, fundamentalmente en tres áreas: los derechos y deberes de pacientes y profesionales sanitarios, los derechos y deberes de los investigadores y los sujetos participantes de la investigación, y la formulación de lineamientos para las políticas públicas relacionadas con la atención clínica y la investigación biomédica.
El reconocimiento de Potter y Helleger como padres de la bioética, más allá de sus diferencias conceptuales y metodológicas, es un hecho aceptado en la disciplina. Siguiendo esta línea, tanto la Encyclopedia of Bioethics como la International Association of Bioethics (IAB) defienden la noción de bioética restringida a lo biológico-sanitario. Para la Encyclopedia, la bioética es «el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias biológicas y el cuidado de la salud por cuanto dicha conducta se examina a la luz de valores y principios morales», mientras que para la IAB se trata del «estudio de los aspectos éticos, sociales, legales, filosóficos o de otra índole relacionados con el ámbito de la salud y las ciencias biológicas».
Existe, sin embargo, un antecedente más remoto del termino bioética, que reivindica un dominio más extenso que lo biomédico. Su aparición se remonta a 1927, cuando el pastor protestante Fritz Jahr publicó su artículo «Bio-Ethics: A Review of the Ethical Relationships of Humans to Animals and Plants» en la revista científica alemana Kosmos. En él estableció que la diferencia moral entre los animales y los seres humanos era insostenible y que la filosofía necesitaba construir su propio sistema con base en las ideas de las ciencias naturales. Teniendo en cuenta que las ciencias naturales encuentran gradualmente más afinidades y puntos comunes entre el ser humano y los animales, especialmente desde la publicación de El origen de las especies de Darwin, Jahr reconoció la necesidad de que la responsabilidad moral humana vaya más allá de sus congéneres o cercanos, definiendo así a la bioética como «la aceptación de obligaciones morales hacia todos los seres vivos, no solo en relación con los humanos». En su artículo, Jahr sustenta esta responsabilidad moral tanto en la teoría como en prácticas de raigambre multicultural, aludiendo a referentes éticos, estéticos y religiosos tales como la exaltación de la naturaleza en la obra filosófica y literaria de Rousseau, las diferentes expresiones del Romanticismo europeo, el misticismo indio, la filosofía moral de Schopenhauer, el elogio estético wagneriano y las enseñanzas de san Francisco de Asís. Según el filósofo Hans-Martin Hass,
Jahr redefine las obligaciones morales hacia las formas de vida humanas y no humanas, delineando el concepto de la bioética como una disciplina académica, un principio y una virtud, donde la preocupación por la ética y la moralidad es propia de un contexto de cambios tecnológicos y culturales.
La bioética de Jahr es, entonces, un reclamo a la acción individual, un requerimiento formativo para las generaciones futuras y también un punto a considerar en la agenda de políticos y legisladores.
Aun teniendo en cuenta este énfasis en las responsabilidades sociales dentro de una agenda comunitaria —y por supuesto global— el concepto de bioética global de Potter está mayoritariamente centrado en el ser humano, considerándolo como único ser dotado de una entidad moralmente relevante. En su bioética global es necesario que el ser humano sea parte protagonista y responsable del cuidado del medio ambiente o de la biodiversidad global, motivado exclusivamente por su bienestar y supervivencia. Es en este punto donde considero necesario hacer una lectura crítica de la bioética de Potter para reivindicar el sentido originario propuesto por Jahr, con el objetivo de definir una bioética inclusiva y abierta a la reflexión sobre nuestra relación con los animales no humanos, pues la bioética global de Potter no logra dimensionar la magnitud de uno de los problemas morales más acuciantes que enfrentamos a nivel global: el tratamiento y la consideración moral que damos a los animales no humanos, que en cualquier orden son considerados herramientas o medios para mantener la supervivencia y el bienestar humano a corto, mediano y largo plazo.
Hoy en día es un hecho que la bioética ha extendido su ámbito a lo comunitario, lo social y lo global, siguiendo el desarrollo y la profundidad del concepto de Potter. Sin embargo, esa globalidad no logra convertirse en tal si se siguen dejando sin respuesta las cuestiones morales que a nivel individual, social y global nos plantean los animales no humanos. Por ello, para resituar una bioética inclusiva de los animales, debemos reflexionar sobre la bioética de corte antropocéntrico, con el fin de ampliar esa noción de salud, bienestar y entidad moral como cualidades y realidades extensibles a otros seres no humanos, una responsabilidad no solo individual sino también política. La crítica a la bioética representa un llamado a globalizar efectivamente la disciplina, lo que constituye un reclamo para reivindicar la importancia de promover bienes fundamentales como la salud de la población a nivel global —además de los individuos de la especie humana—, de buscar la justicia social, de procurar la vinculación efectiva de la bioética y la consideración moral de los otros animales. Es urgente resituar la bioética en el contexto político, al ser una disciplina que tiende un puente entre ciencia y sociedad, extenderla más allá del ámbito biomédico para estimular la reflexión interdisciplinar desde una perspectiva no confesional y vinculada al derecho como manera de resolver los conflictos entre valores, derechos y los límites jurídicos que definen a la sociedad y sus actividades científico-técnicas.
En esta genuina bioética amplia y global, los ciudadanos deben estar informados para que puedan tomar decisiones globales responsables, que incidirán en la dimensión política de la bioética, especialmente en lo relacionado con la consideración moral de los animales. Se suele argumentar que el uso de animales forma parte de una agenda de elecciones, preferencias y gustos personales («a quien no le gusten las corridas de toros, que no vaya a verlas, pero que no interfiera en los asuntos de los demás»). Sin embargo, como veremos a lo largo de este libro, existen diferentes motivos para considerar el...