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Reflexiones sobre el género, el cuerpo y el poder
Cinco voces trans en diálogo con Judith Butler
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Reflexiones sobre el género, el cuerpo y el poder
Cinco voces trans en diálogo con Judith Butler
Descripción del libro
Este libro presenta cinco historias de vida de personas trans que valiente y generosamente narran sus experiencias de tránsito por los géneros. A partir de estas experiencias, y en diálogo con la feminista contemporánea norteamericana Judith Butler, revisamos algunos conceptos que atraviesan las teorías feministas como cuerpo, genero y sexo.
Este ejercicio no solo nos permite adentrarnos en las experiencias vitales MAIS, María Paula, Paola, Pocha y Ruby, sino que hace posible elaborar teoría a partir de las situaciones encarnadas por las/os protagonistas de los tránsitos, a la vez que nos lleva a explorar con especial detalle algunos de los alcances y limitaciones de los aportes teóricos de Butler sobre el poder, la subjetivación y la resistencia, que han influenciado fuertemente las reflexiones feministas contemporáneas.
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Información
Categoría
Social SciencesCategoría
Feminism & Feminist TheoryCAPÍTULO 1
HISTORIAS DE VIDA*
SOMOS LA RENDIJA EN LA PARED, POR AHÍ SE CUELA EL SOL TAMBIÉN
[…] no podemos seguir pensando en deconstruir el binario y seguir hablando en binario. […] no podemos seguir hablando tan solo de masculino y de femenino. […] ahí lo trans es la fuga, y yo me fugué con toda.
MaIs
Nací aquí en Bogotá, un sábado lluvioso de enero del 88. Sé que era lluvioso, porque mi mamá me contó; tengo una obsesión con eso de los días y sus climas. Mi mamá y mi papá y toda mi familia de ahí pa’ tras son nariñenses todos. Creo que de allá viene esa raíz profunda del sur que a uno lo une con Latinoamérica y toda su cultura. Mi abuela era maestra rural, de ahí viene la idea de lo rural, de la educación en lo rural. Mi abuelo era carpintero, agricultor, muchas cosas. Es el hombre más… ¿cómo le diré yo?..., el hombre más correcto que he conocido en la vida. Mi abuelo es como ese ejemplo de una masculinidad tranquila, amorosa, como que distinta a todo eso que uno se encuentra después en la vida.
Mi papá también es profesor. Mi papá y mi mamá se conocieron allá en Pasto. A mi abuela nunca le gustó esa relación, mandaba a mi abuelo a que cuidara a mi mamá, incluso cuando ya era muy grande, la recogía en la universidad y todo, mi mamá tenía como veintiún años. Mi abuela era una mujer de unos valores católicos muy sólidos, sin el fanatismo, sin esta cosa, sin la culpa que carga la religión, pero sí muy coherente con esta idea de la vida. Mi papá ya había estado casado, y obviamente eso para mi abuela era el pecado de su vida, entonces apenas mi abuela tuvo la oportunidad de mandar a mi mamá para Bogotá lo hizo, y así fue como mi mamá aterrizó acá. Mi mamá es enfermera, trabajó acá un montón de tiempo en el San Juan de Dios, esa fue su escuela en la época más dura. Y mi papá también resultó acá terminando de estudiar. Intentaron, pues, tener su casa y esas cosas que uno piensa cuando construye una casa, yo me imagino, pero entonces mi abuela se pilló ese asunto y ella también resultó acá.
Mi papá también tenía sus problemas con el trago, yo todo esto lo sé por cosas que me cuentan porque yo realmente no tengo una imagen de él a esa edad. Yo tendría como cuatro años. Entonces mi papá con sus problemas con el traguito, por ahí terminó con otra persona, se fue con esta persona. Mi mamá quedó conmigo, mis abuelos se habían venido a vivir acá a Bogotá un tiempo, terminó ella metida en la deuda de la casa que estaban pagando con mi papá. Entonces en medio de ese pleito, a mi abuela se le ocurrió buscar a otra persona de Nariño que también era profesor; había sido el director de uno de los colegios donde trabajó mi abuela, entonces ella lo conocía a él, conocía a su familia y a la familia de su familia, y sabía que era abogado, entonces lo buscó porque a mi mamá la iban a embargar, le iban a quitar todo, todo este rollo terrible, entonces él pues le ayudó a mi mamá con el pleito, y se quedó con mi mamá.
Al año nació mi hermana, después nació mi hermano. Pero pues la misma: este señor también era casado, se había casado por la iglesia en Pasto, mi abuela lo sabía, sabía quién era la esposa, toda esta historia familiar, la familia de su familia…, además aquí en Bogotá vivía con otra persona, pero pues termina quedándose con mi mamá, nacen mis hermanos, obviamente pues ellos se organizan su vida y mi abuela pues obviamente otra vez, por segunda vez en su historia, fue como: “¡No!”. Además este señor tenía un carácter complicado y tuvo cosas feas con mis abuelos, entonces pues se fueron de Bogotá y ahí se rompió como ese vínculo por muchos, muchos, muchos años. Y ya, ahí empezó como la vida; andar por esa parte de la vida.
Otra forma de ver el mundo
Yo siempre estudié en colegios públicos, donde hice la primaria antes era una escuelita, ahora es un colegio que agrupó la primaria con la secundaria. Un colegio que se llama Enrique Olaya Herrera, que queda al sur, cerca del Carrefour del 20 de Julio, que esa era como la referencia del colegio. Bueno, un tiempo también estudié con las monjas. Un buen día, cuando estaba en quinto de primaria, a mí me terminan sacando del colegio donde yo estaba estudiando la primaria, y terminé estudiando con ellas [las hijas de la actual pareja de su mamá] en un colegio de monjas, que además era educación para adultos. Yo estaba en una edad escolar normal, yo tenía diez años, estaba en quinto de primaria y yo termino estudiando con adultos, señoras de cincuenta, sesenta, setenta años. No sabían leer ni escribir, estaban en quinto de primaria… pues, uno como que lo ve después con el tiempo, y eso a la larga fue para mí muy lindo, yo crecí mucho como persona. Yo era la mascota del salón, obviamente, porque pues…
Nosotras estudiábamos en la tarde. Además era un colegio que queda también al sur, y era muy chistoso, porque en la mañana era el colegio típico privado de monjas donde van todas las niñas fifí. Es el colegio de las adoratrices. Y en la tarde era este colegio para mujeres adultas, y tenían un hogar de paso para niñas que rehabilitaba el Bienestar Familiar de prostitución y drogadicción. Entonces en la tarde, como esas niñas estaban desescolarizadas, ellas también tomaban clases en las tardes. ¡Claro! Yo ahí conocí muchas niñas que tenían quince, dieciséis años, que venían de prostituirse de otros lugares de Colombia, que terminaban escapándose del internado, pues, por la ansiedad, por el problema de la drogadicción, que volvían después, unas volvían, otras no volvían…
Yo jugaba fútbol con mi abuelo, siempre he jugado fútbol, y lo que yo más extrañaba del otro colegio era jugar fútbol con mis amigos, porque acá era: “¿Con quién voy a jugar fútbol, con la viejita de ochenta años?”. Pero fue muy chévere, porque además en la tarde no había uniforme, por la diversidad de edades este era un tema más relajado. Conocí gente muy valiosa, muchas mujeres hermosas que ahora recuerdo con mucho cariño. Que me mostraron también otra forma de ver el mundo, ¿no? Pues obviamente uno lo entiende ahora, en ese momento yo estaba en otro paseo, aprendiendo a bordar, porque las monjas siempre enseñan a bordar y a hacer tarjeticas en pergamino… Lo bueno fue que después encontré al hijo de la señora de la cooperativa y jugaba futbol conmigo, entonces fui feliz porque volví a jugar fútbol. Después la monja llamó a mi mamá a decirle que eso no era el comportamiento de una niña y que yo ¡cómo me vestía!… Yo siempre me he vestido así, esto soy yo, desde siempre, no me lo inventé ahora, no nació ayer. Entonces le dijo que esto era inaceptable en una niña, que me vestía como un niño y que jugaba fútbol con el hijo de la señora de la cooperativa, y que eso era un colegio de niñas. Pero para mi mamá esas cosas no eran raras, supongo que debió contestarle: “Ella siempre ha jugado fútbol”.
La verdad yo no tenía tampoco problema con la falda del colegio, aunque en mi cotidianidad no uso faldas, no me disgustan, solo que creo que hay unas que no se me ven bien y simplemente no me las pongo por eso. Pero si un día encuentro una falda que me parece linda, pues lo intento, me cuesta un poco porque no es un vestuario habitual en mí, pero lo intento.
Después volví al colegio de donde me habían sacado, de allá me gradué, estudié un semestre en la Distrital2 Biología, luego me presenté acá3 a Medicina, por qué, no sé, tenía una idea loquísima de la medicina… No sé, yo no conocí nunca la Sociología en ese tiempo, no la conocí, si la hubiera conocido yo hubiera acabado allá de cabeza. De pronto por eso no la conocí en ese momento. Conocía la Antropología, la Historia. Todo el mundo creía que yo iba a estudiar Literatura porque yo toda la vida como que he escrito algo de poesía y de cuento, y me ha gustado escribir y la gente creía que iba a estudiar Literatura. A mí me gusta la poesía, me gusta leer y me gusta escribir poesía, era mi género favorito, hasta que después un día me encontré con el cuento corto y me enamoré. Después no podía leer textos de más de una página, hasta que Truman Capote me salvó con A Sangre Fría, y pude volver a leer crónicas, y fue maravilloso.
Después me volví a presentar de la manera más insospechada e increíble a Veterinaria… además ni siquiera lo pensé mucho. Me había presentado a Medicina, no pasé, no sé qué, entonces estudié Biología, me presenté después a Veterinaria y pasé, y fui como de los primeros veinte puntajes de la carrera y toda la cosa. Además fue un día en el que ni siquiera iba pensando en el examen de la Nacional. Pasé en un momento muy importante, porque además en ese tiempo yo andaba con quien fue mi primera pareja desde el colegio, y ella en ese momento… bueno, nuestra relación venía muy mal hacía mucho tiempo desde el colegio, no sé qué. Y pasó que yo entré a la Distrital y ella no pasó a ninguna parte. Entonces eso fue ahí como una ruptura muy importante en ese momento de la vida, porque, pues claro, yo no podía como compartirle el tema de la universidad porque pues ella estaba dada a la pena, depresión y demás.
La historia de este primer amor puro y verdadero fue algo muy particular, marcado por un juego entre inocencia y coquetería
A esta chica la conocí desde octavo, en el colegio. Ella era la típica niña linda del salón que tiene novio gañán con pandilla detrás. Era la niña linda, pero también era la niña pila, entonces tenía dos cosas en su contra que la hacían muy odiada, porque ninguna chica la quería, ninguna, para todas era la más porquería de todas, y supongo que algo de razón tenían también. El caso es que empezamos a hablar, pero de una manera muy inocente. Yo en ese momento de mi vida ni siquiera sabía qué era una lesbiana. Que me gustan las mujeres lo he sabido toda la vida, pero que así como la categoría y la cosa, no. Y todo se dio muy chistoso, porque resultamos yendo a misa; me acuerdo tanto ese día, 10 de octubre de jmmmm… ¿qué año sería ese?, 10 de octubre del 2002, nos encontramos, y había misa de seis en la iglesia del barrio, y acabamos yendo a la misa. ¿Por qué acabamos yendo a la misa? No sé. Salimos de allí y tuvimos una conversación muy rara, fue como…: “A mí me duele que usted esté con ese man, ¿usted por qué está con ese tipo? Como que yo no puedo entender eso”. Y yo no sé, yo siempre hago un comentario suelto que casi siempre resulta en otras cosas. Yo creo que mi comentario suelto fue: “Usted debería estar conmigo”, algo así, yo me imagino porque realmente no tengo memoria de cuales fueron mis palabras, y ella me dijo: “¡Sí!, yo debería estar con usted” y ahí pasó todo, así pasó todo.
Bueno, después ya pues entré a Veterinaria, me encontré con todo este mundo maravilloso de la Nacional. Yo ya conocía la Nacional desde antes. No sé cómo pasé once, si yo me la pasaba acá metida, tomando tinto ahí en Derecho, era como el plan, decíamos de pronto: “Está haciendo como mamera ir al colegio, hay clase de ética ¿no?, el profesor de ética es una boleta total”, “Oiga, ¿nos vamos a tomar tinto en la Nacional?”, “Camine” y nos veníamos con una compañera mía muy querida, de esas cómplices de toda la vida, que quería estudiar Derecho acá. Sí, mis capadas de clase eran esto, o sea, venir acá a tomar tinto, o irme a la casa de Poesía Silva a escuchar poesía toda la tarde, o irme a la Luis Ángel4 a leer cosas. Nadie se cree eso, pero es real.
Mi vida siempre ha estado llena de mujeres
Mi carrera todo el tiempo ha sido muy feliz. Ya desde la Distrital me había encontrado con muchos parceros del movimiento estudiantil. Gente que volví a ver acá5, con la que compartimos otros escenarios aquí también, y así empezó toda esta época del activismo estudiantil. Conocí el feminismo, bueno, reconocí el feminismo, porque pues yo ya venía enterándome del tema desde los dieciséis años, yo creo que eso es como si uno nace gay o se hace gay; pasan ambas cosas, uno nace y también se hace, yo creo que la mayoría de la gente no se hace, pero todo el mundo lo es de alguna manera. Hay gente que no se hace, y eso está bien. Yo creo que, no sé, que el amor no tiene género, y entonces cuando uno empieza a ponerle género y categorías, y sobre eso prejuicios y cosas…. La gente dejó de pensárselo de una manera más infinita, ¿no?, como infinitas posibilidades, finalmente, uno elige lo que está bien, bueno, no lo que está bien o está mal porque eso no existe tampoco, pero pues elige, solamente eso, solamente elige cosas que le gustan o no, cosas que cree que son parte de usted.
Yo le contaba la otra vez aquí a mi amiga que mi vida siempre ha estado llena de mujeres. ¡Toda mi vida!, entonces acá me empiezo a encontrar con un montón de chicas, y ¡claro!, eso me distrajo mucho de la veterinaria, mucho tiempo, he ahí la razón de mi promedio, 3.8, yo hice muchas otras cosas, muchas, y no me arrepiento de ninguna, muchas, mucho activismo. Ah… bueno, ahí empezó a unirse el tema del feminismo con los derechos humanos, el tema de los derechos humanos con la diversidad sexual, pues en ese año yo ya tenía dieciocho años, entonces fue como: “¡Eh! no, ahora sí voy a ir a un bar gay”, yo tenía un amigo gay desde el colegio, un chico que adoro muchísimo, que ahora está en Alemania, y quien me llevó por primera vez a Chapinero.
De manera simultánea al reencuentro del feminismo y las luchas feministas, vivo la lucha estudiantil, y en ese camino mis raíces emergen de nuevo, pero vistas ahora desde una perspectiva muy diferente. Por ejemplo, Dios ahora ocupa un lugar muy importante en mi vida, y también lo ocupa porque hubo allí una reconciliación muy bonita. Sí, o sea, aunque estuviese presente desde siempre en mi educación y en toda mi vida, y en mi casa, el tema de Dios casi siempre fue muy marginal para mí. Yo sabía que Dios existía, estaba ahí, como que: “Eh, tú sabes quién soy yo, yo sé que tú existes ¡todo bien!”, y claro, pues las oraciones y todo eso, pero en mi casa lo que ha sido lindo es eso, que nunca ha sido una cosa del fanatismo, jamás se nos ha dicho: “Tienen que ir a la iglesia el domingo porque si no se van a condenar”. Jamás. Creo que en ese sentido mi familia ha entendido muy bien esa idea de Dios, porque Dios también le deja a uno elegir. Dios está ahí, si usted no lo quiere elegir, ese es su problema. Es una opción también, ¿no?, y creo que es bonito también. Finalmente, lo que Jesús hizo fue eso, darle a la gente la opción.
Empiezo a entender a Jesús de otra forma. Ese Jesús revolucionario, que va hasta la gente, un Jesús muy humano
Yo tengo dos momentos con Dios muy importantes, bueno tres — no me gustan los pares, entonces siempre tengo que inventarme la otra cosa—. El primero es que pasa todo esto, Dios está ahí, “Yo sé que tú existes, tu sabes de mí, fin. ¡Todo bien! Bacano”. Yo no soy de rezar todo los días, ni de la iglesia, ni de la penitencia ni del pecado, esto de que me gusten las chicas nunca lo he sentido un pecado, cosa que me parece absolutamente maravillosa porque conozco relatos donde sí existe la idea del pecado y ese tema ha sido muy, muy difícil de resignificar. Entonces como que ese no fue mi caso. En mi casa no hubo ninguna imposición frente a cómo vivir la religión. El primer momento con Dios es cuando yo llegó acá, me encuentro, obviamente, a don Camilo Torres Restrepo6 y digo “¡Wuash! Teología de la liberación, años sesenta, toda esta gente, este discurso tan coherente”. Además que Camilo todo el tiempo habla del amor, el amor efectivo, el que va hasta el otro, el que recupera esa confianza, solidario. Yo me volví camilista7, me volví camilista, y si hoy me lo preguntan, fue a la única cosa que yo dije sí, soy esto. Y me junté con gente camilista, la Red Revuelta. Y camellé ahí un buen tiempo, compartí esa idea de la revuelta, además yo siempre he creído que la vida es una revuelta, entonces ¡ah…! Poesía pura, la revolución, el amor, todo esto. Entonces ahí me encuentro con eso, y empiezo a entender a Jesús de otra forma. Ese Jesús revolucionario, que va hasta la gente, como un Jesús muy humano. Hasta ahí.
Después pasa una cosa muy dolorosa, pero muy importante. Definitivamente el dolor es el maestro que nadie ignora. Se muere mi abuelo, y que él se muriera sin que yo pudiera volver a verlo fue una cosa que a mí me cambió la vida. De ahí para allá, yo todos los días en lo único que pensaba era en volver a ver a mi abuela. Estaba terminando el colegio, tenía qué… diecisiete, dieciséis años, y dije: “Apenas sea mayor de edad la primera cosa que voy a hacer es ir a ver a mi abuela”. Además estaba el tema de mi padrastro, que se iba a oponer a la cosa, mi mamá tampoco estaba muy convencida de volver, pues la relación de ellas también había sido complicada. Entonces dije: “Así se parta el mundo en dos, pero yo me voy a ver a mi abuela por encima de todo”, y así pasó, tuve dieciocho años, terminé semestre, terminé segundo semestre acá, y me fui para Pasto. Me reencuentro con mi abuela, y mi abuela me muestra el otro lado de Dios, el Dios espiritual, porque yo había estado con el Dios humano, el Jesús humano, el de carne y hueso, el revoltoso que sacó los fariseos del templo. Además todo está lleno de poesía, todo lo entiendo a través de la poesía, por eso, por favor, no dejen de construir metáforas, todo está así, todo está escrito de esa manera.
Entonces claro, mi abuela me reconcilia con ese otro Dios, con el Dios espiritual. Tampoco me lo impone, jamás, jamás es una cosa impuesta. Mi abuela me lo muestra simplemente: “Este es el Dios en el que yo creo, este es el Dios que está en el mundo”, sin proponérselo tampoco. Digamos, mi abuela ya en su vejez se dedicó a leer muchos religiosos, muchos libros de muchas cosas, pero religiosos principalmente, muchas oraciones, muchas vidas de santos, empezamos a hablar de las cualidades humanas de los santos, teníamos unas conversaciones bien bonitas respecto a eso, y listo; todo eso es lo humano, pero lo espiritual está acá también. Como que Dios es todo, es una cosa más grande. Entonces ahí yo me reconcilio también con esa idea y empiezo a hablar de Dios.
Ahí aparece también otra persona que es muy importante, que no sé si sea el amor de mi vida, pero por lo menos ...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Página legal
- CONTENIDO
- Agradecimientos
- Introducción
- CAPÍTULO 1: Historias de vida
- CAPÍTULO 2: Cinco voces trans en diálogo con Judith Butler
- CAPÍTULO 3: Consideraciones finales
- Referencias
- Las autoras
- Índice temático
- Índice onomástico
- Índice toponímico
- Cubierta posterior