La Madre Teresa:
Conversación
En esta entrevista la Madre Teresa habla sincera mente sobre la congregación que fundó, so-bre su trabajo en el mundo con los «más pobres de los pobres» y sobre su fe. Estos textos están toma-dos de algunas de las conversaciones que mantuvie-ron la Madre Teresa y José Luis Bonzales Balado.
Madre Teresa, ¿le resulta fácil hacer su trabajo entre los pobres?
No sería fácil sin una intensa vida de oración y un espíritu de sacrificio. Tampoco sería fácil si no viéramos en los pobres a Cristo, que continúa sufriendo los tormentos de Su pasión. A veces nos sentiríamos felices si lográramos que los pobres vivieran en paz entre ellos. Es muy difícil para las personas que han estado privadas de lo más elemental vivir en armonía y apoyar a su prójimo sin considerarlo un peligroso competidor, capaz de empeorar aún más su estado de pobreza. Por eso no podemos ofrecerles otra cosa que nuestro testimonio de amor, ver en cada uno de ellos al propio Cristo, por desagradables que nos parezcan.
¿Cómo consigue tantas vocaciones?
Es Dios quien las envía. Vienen a ver. A veces vienen de muy lejos. Muchas de ellas han sabido de nosotras a través de los periódicos.
Con las hermanas que tiene, ¿consigue hacerlo todo?
Lamentablemente las necesidades son siempre mayores que nuestra capacidad para satisfacerlas.
Madre Teresa, ¿qué la impulsa a abrir nuevas casas?
Si Dios continúa enviándonos tantas vocaciones, no será para tenerlas escondidas en los conventos. Lo que Él quiere es multiplicar el trabajo de ayuda a los más pobres de los pobres.
¿Cuál es su criterio para abrir nuevas casas en la India y en el extranjero?
Jamás abrimos una casa sin haber sido previamente invitadas por el obispo local. De hecho, las actuales peticiones de ayuda sobrepasan con mucho nuestra capacidad de atenderlas. Por lo general, y basándonos en nuestra Constitución, cuando recibimos una invitación para abrir una nueva casa, primero vamos a investigar las condiciones de vida de los pobres de esa región. Jamás decidimos abrir una casa por un motivo que no sea el de servirles a ellos. Normalmente la decisión de abrir una nueva casa se toma después de realizadas estas investigaciones, a excepción de los casos de necesidad muy extrema.
¿Qué importancia le da a la apariencia externa?
Muy poca o ninguna. En cuanto al hábito, aunque el sari forma parte de nuestra forma normal de vestirnos, estaríamos dispuestas a modificarlo o a dejarlo si viéramos que no íbamos a ser aceptadas por nuestra manera de vestir. Adoptaríamos cualquier otro vestido si supiéramos que va a ser mejor aceptado por los pobres dondequiera que nos sintiéramos llamadas a realizar nuestro trabajo.
¿Qué le da la fuerza para realizar su trabajo?
Desde el primer momento se nos enseña a descubrir a Cristo bajo el penoso disfraz de los pobres, los enfermos y marginados. Cristo se presenta bajo todos los disfraces: los moribundos, los paralíticos, los leprosos, los inválidos, los huérfanos. Es la fe la que hace fácil o más soportable nuestro trabajo, el cual exige tanto una preparación especial como una vocación especial. Sin la fe, nuestro trabajo podría ser un obstáculo para nuestra vida religiosa, ya que en todo momento nos enfrentamos a la blasfemia, la maldad y el ateísmo.
¿Qué importancia da a los temas religiosos en su trabajo?
No somos simples asistentas sociales, sino misioneras. Sin embargo, tratamos de evangelizar exclusivamente mediante nuestro trabajo, dejando que Dios se manifieste en él. A los niños les enseñamos el catecismo en nuestros orfanatos. Con los adultos sólo tomamos la iniciativa cuando ellos piden instrucción o cuando nos hacen preguntas sobre el tema. Todas las hermanas reciben una buena formación religiosa durante el noviciado y también después. No nos gusta ocupar el lugar de personas más competentes que nosotras en algunos temas. Por ejemplo, cuando alguien nos hace preguntas más difíciles las enviamos a los sacerdotes, o a aquellos que están obviamente relacionados con su ministerio. En cuanto al criterio para ofrecer nuestra asistencia, jamás nos basamos en las creencias religiosas de los necesitados, sino en la propia necesidad. No nos importan las creencias religiosas de las personas a las que ayudamos, sólo la urgencia de su necesidad.
¿Tienen alguna preferencia las Misioneras de la Caridad entre las personas a quienes asisten?
Si hay alguna, es para los más pobres de los pobres, los más abandonados, aquellos que no tienen a nadie que cuide de ellos, los huérfanos, los moribundos, los leprosos.
Según algunos, el trabajo de las Misioneras de la Caridad en las casas para los indigentes moribundos sólo sirve para prolongar el sufrimiento de estas personas, ya que los que recuperan la salud vuelven a las calles, donde encuentran los mismos problemas de enfermedad y pobreza. ¿ Qué tiene que decir a eso?
Siempre que nos es posible, procuramos no limitar nuestra atención sólo al cuidado médico. Tratamos de conseguir la reinserción humana y social de los que recuperan la salud. Es cierto que en muchos casos estas personas que se recuperan prefieren la libertad de las calles a los espacios cerrados de nuestros entornos, pero eso es algo que no podemos impedir. Actuamos con la convicción de que cada vez que alimentamos a un pobre ofrecemos comida al propio Cristo. Siempre que vestimos a un ser humano desnudo vestimos a Cristo. Siempre que ofrecemos techo a un moribundo albergamos al propio Cristo.
Hay quienes aseguran que la formación médica de las Misioneras de la Caridad es demasiado rudimentaria para cuidar a los enfermos graves.
Eso lo sé. Nuestra formación médica es limitada, pero tratamos de ofrecer asistencia y cuidado a aquellos que, en la mayoría de los casos, no tienen a nadie que les ofrezca ni siquiera la atención médica más elemental.
También se ha dicho que la atención que ofrecen en esos casos tan extremos sería mejor aplicarla a aquellos que tienen más posibilidades de sobrevivir.
Tratamos de asistir a las personas que necesitan atención, y con prioridad a aquellos que tienen la mayor necesidad de ayuda. No le volvemos la espalda a nadie.
Nadie queda fuera de nuestra voluntad de servir. En cada hermano enfermo vemos la imagen de Cristo que sufre en él. Aun cuando tengamos que limitar nuestra atención a unos pocos, debido a la necesidad o a los recursos tan reducidos con que contamos, nuestro deseo es expandir la caridad.
A veces no es mucho lo que ustedes hacen o pueden hacer por los moribundos, ¿verdad?
Al menos les dejamos la impresión de que hay personas que los aman de verdad, porque los moribundos también son hijos de Dios y se merecen ser amados tanto o tal vez incluso más que cualquier otra persona.
¿Alguna vez siente repugnancia ante tanta sordidez?
Sí, realizamos nuestro trabajo principalmente entre los moribundos, los ancianos indigentes, los pobres, los huérfanos y los leprosos. No podemos negar que en muchos casos el trabajo nos resulta difícil. No siempre lo hacemos en condiciones aceptables. Pero todas nos sentimos mejor trabajando entre los pobres que entre los ricos. Este es el trabajo de nuestra vida. Durante el noviciado, que dura dos años, dedicamos la mitad del día a hacer nuestro trabajo entre los pobres. Las novicias trabajan bajo la supervisión de hermanas mayores. Después, antes de hacer los votos finales, pasamos varios años más sirviendo a los pobres. El trabajo casi se nos con-vierte en hábito, lo cual lo hace más fácil, instintivo y natural, sin ser mecánico.
¿Qué importancia atribuye a su misión de asistencia?
Nuestro servicio no se limita a un simple alivio material. Queremos ofrecer cuanto sea necesario para que los más pobres de los pobres no se sientan abandonados y para que comprendan que hay personas que los quieren y que se preocupan de ellos. Queremos que nuestro trabajo consiga lo que un funcionario de nuestro país les dijo una vez a las hermanas: «Es Cristo que vuelve a andar entre nosotros haciendo el bien en favor de los hombres».
¿Qué hacen ustedes por los leprosos?
Sólo en Calcuta ofrecemos asistencia a más de ve...