Hábitos para ser millonario
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Hábitos para ser millonario

Duplica o triplica tus ingresos con un poderoso método

Brian Tracy

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Hábitos para ser millonario

Duplica o triplica tus ingresos con un poderoso método

Brian Tracy

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Información del libro

¿Por qué algunas personas son más exitosas que otras? El 95 % de todo lo que piensas, sientes, haces y logras es resultado del hábito. Simplificando y organizando las ideas, Brian Tracy ha escrito magistralmente un libro de obligada lectura sobre hábitos

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Información

Año
2019
ISBN
9788429194999

Capítulo 1

Dónde se originan tus hábitos

Cualquier acción que se repite a menudo se
convierte en un hábito; un hábito permitido gana
fuerza regularmente. Al principio no es más que una
tela de araña, que se rompe fácilmente, pero
si resiste, pronto nos atará con cadenas de acero.
Tryon Edwards
¡Eres extraordinario! Has llegado a este mundo con más talentos y habilidades de los que puedes utilizar. Ni que vivieras cien vidas podrías agotar tu potencial.
Tu cerebro tiene cien mil millones de células, y cada una de ellas está conectada con otras veinte mil neuronas. Las combinaciones y permutaciones posibles de ideas, pensamientos y percepciones que puedes generar son el equivalente a un número seguido de ocho páginas de ceros. Según el experto en el cerebro humano, Tony Buzan, el número de pensamientos en los que puedes pensar es mayor que todas las moléculas del universo conocido. Esto quiere decir que cuanto has conseguido en tu vida hasta ahora es tan solo una pequeña fracción de lo que, verdaderamente, eres capaz de conseguir.
El psicólogo Abraham Maslow escribió: «La historia de la humanidad es la historia de los hombres y las mujeres vendiéndose barato». Una persona normal se conforma con mucho menos de lo que es capaz de conseguir. En comparación con lo que podrías hacer, todo lo que has conseguido por el momento no es más que una pequeña parte de lo que podrías hacer.
El problema es que uno llega al mundo con un cerebro increíble, y está rodeado de infinitas posibilidades de alcanzar el éxito y la felicidad, sin embargo, no tiene el manual de instrucciones. Por consiguiente, lo ha de inventar. La mayoría de la gente no lo hace. Pasa por la vida de la mejor manera que puede, pero no llega a ver de cerca lo que puede llegar a hacer, a tener y a ser.

Mi pasado

Empecé la vida con pocas ventajas. Mi padre no siempre tenía trabajo y mi familia parecía no tener nunca dinero. Empecé a trabajar y a pagarme mi propia ropa y mis gastos cuando tenía diez años, haciendo trabajos ocasionales en mi barrio. Segué hierba, repartí periódicos, podé jardines y barrí hojas. Más tarde, encontré un trabajo de lavaplatos en un pequeño hotel. Mi primera promoción en ese momento fue pasar de lavar ollas a lavar sartenes.
Dejé la secundaria sin graduarme y trabajé como obrero varios años. Trabajé en serrerías apilando leña y en los bosques re­cortando la maleza con una sierra eléctrica. Cavé zanjas y pozos. ­Trabajé en granjas y en ranchos, en fábricas y en obras. Durante un tiempo, trabajé en las cocinas de un carguero noruego en el Atlántico. Me ganaba la vida con el sudor de mi frente.
Cuando ya no encontré trabajo de obrero, conseguí un trabajo de vendedor a comisión haciendo visitas puerta a puerta y oficina a oficina. Durante mucho tiempo, estuve a una venta de quedarme en la calle. Si no conseguía una venta ese día y me pagaban inmediatamente la comisión para poder pagar mi habitación en una pensión, me quedaría en la calle. Esa no era la mejor manera de vivir.

La clave del éxito

Un día empecé a preguntarme: «¿Por qué hay gente más exitosa que otra?». En concreto: «¿Por qué hay vendedores más exitosos que otros?».
Buscando una respuesta a esta pregunta, hice algo que cambió mi vida y empecé la formación de un hábito que afectaría profundamente mi futuro. Le pregunté al vendedor más exitoso de mi compañía que hacía diferente a mí, y me lo dijo. Entonces, empecé a hacer lo que me había dicho y mis ventas incrementaron.
La Biblia dice: «Pedid y se os dará». Enseguida desarrollé el hábito de pedir a todo el mundo, de todas las maneras posibles, las respuestas que necesitaba para avanzar rápidamente. Empecé a leer libros sobre ventas y puse en práctica todo lo que aprendí. Escuché programas de audio mientras caminaba o paseaba. Asistí a todos los seminarios de ventas que pude. Y, continuamente, pedí consejo a los vendedores de éxito. Desarrollé el hábito de poner en práctica, inmediatamente, cualquier consejo o idea que me daban o que aprendía.
Como consecuencia, y no es de sorprender, empecé a vender más y más, y al final, superé a todos los vendedores de mi ­compañía. Enseguida, me hicieron director de ventas y me pidieron que me encargara de contratar y enseñar a otros vendedores las mismas técnicas que me habían ayudado a prosperar. Empecé a contratar vendedores poniendo anuncios en los periódicos, a enseñarles los métodos y las técnicas de venta que yo había aprendido, y a mandarles a visitar a clientes o posibles clientes. En muy poco tiempo, mis estudiantes empezaban a cerrar ventas y a avanzar en sus propias vidas. Muchos de estos jóvenes vendedores ahora son millonarios.

La regla de oro del universo

Lo que aprendí de esa experiencia es la ley fundamental de la causa y el efecto. Esta es el principio fundacional de la filosofía occidental y del pensamiento moderno. Dice que para cada causa hay un efecto; que todo ocurre por una razón, que nada ocurre por accidente. Esta ley dice que, aunque no sepas cuál es la razón por la que algo ocurre, siempre hay una explicación.
Este es uno de los principios más importantes del éxito: si haces lo que otras personas exitosas hacen, acabarás obteniendo los mismos resultados. Y si no lo haces, no.
La naturaleza es neutral. La naturaleza no está a favor de unas personas o de otras. La Biblia dice: «Dios hace llover sobre justos e injustos». Si haces las cosas que hace la gente de éxito, una y otra vez, acabarás obteniendo los mismos resultados. No es cuestión de suerte o accidente. Es una cuestión de ley.
Fue una idea extraordinaria para mí. Incluso ahora, me sorprendo por la inmensidad y el poder de este simple principio. Si quieres ser feliz, próspero, sano, popular, positivo y confiado, mira simplemente qué hacen otras personas que gozan de estos beneficios y haz las mismas cosas que ellas. Y, tan cierto como que dos más dos son cuatro, obtendrás los mismos resultados. No es un milagro.

Todo se puede aprender

He trabajado en una gran variedad de empresas e industrias. He viajado a 120 países, he aprendido diferentes idiomas y he desarrollado distintas habilidades. A los treinta años hice la secundaria y me licencié en empresariales en una universidad prestigiosa. En cada trabajo y en cada situación, empezaba preguntándome: «¿Cuáles son las normas o principios para el éxito en esta área?» Después, leía libros, asistía a cursos y pedía ideas y opiniones a todos.
Cuando me hicieron director de ventas, leí todos los libros y artículos que encontré sobre la dirección de ventas, y apliqué las ideas y principios que aprendí para desarrollar y dirigir a un equipo de ventas exitoso. Cuando entré en el mundo inmobiliario leí decenas de libros sobre este tema. Al cabo de un año, habiendo empezado sin dinero ni contactos, había conseguido desarrollar y construir un centro comercial de tres millones de dólares y acabé siendo propietario del 25 %.
Cuando entré en la importación y distribución de automóviles japoneses, volví a leer libros sobre el tema, hablé con expertos e investigué para averiguar cómo crear una red de concesionarios. En cuatro años conseguí establecer 65 concesionarios e importé y vendí más de 100 millones de dólares en coches.
En los últimos 35 años, en mi trabajo con más de mil grandes empresas, mi centro de atención ha sido siempre descubrir las razones de las ventas, de los ingresos y de los beneficios en cada empresa o industria, y a partir de ahí, determinar cómo se podrían utilizar mejor esos principios para conseguir los resultados de las empresas más exitosas.
Cuando alguien me halaga por mis éxitos, me gusta compartir con él lo que he aprendido. Le digo que él también puede aprender todo lo que necesita aprender para alcanzar cualquier objetivo que se haya marcado. Lo único que debe hacer es averiguar las relaciones causa-efecto en el área en el que tenga su objetivo y, después, aplicarlas a sus propias actividades. Si lo hace, enseguida conseguirá los mismos resultados que otras personas exitosas.

Toma el control de tu vida

Mucha gente, en lugar de seguir este consejo, asiente, sonríe y lo aprueba, pero después continúa con sus rutinas. Empieza a trabajar lo más tarde posible, pierde gran parte del día en conversaciones superfluas con sus compañeros, leyendo correos electrónicos, mirando las redes sociales y trabajando en asuntos personales, sale del trabajo lo antes posible y, después, pasa las tardes socializando o mirando la televisión.
En mi frustración, empecé a estudiar psicología y metafísica. Aprendí que hay una serie de principios universales y verdades intemporales que explican gran parte de los éxitos y fracasos humanos. Estos principios explican la felicidad y la infelicidad, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, las buenas y las malas relaciones. Explican por qué hay personas con vidas maravillosas y hay otras que no.

La ley del control

La primera ley que descubrí fue la ley del control. Esta ley establece: «Te sientes feliz en la medida en que sientes que tienes el control de tu propia vida. Te sientes infeliz en la medida en que sientes que no tienes el control de tu propia vida».
La psicología moderna lo denomina «locus de la teoría de control». Los psicólogos diferencian entre el locus de control interno y el externo. Tu locus de control es donde sientes que el control existe en cada ámbito de tu vida, y este lugar determina tu felicidad o infelicidad más que ningún otro factor.
Por ejemplo, si sientes que eres la principal fuerza creativa en tu propia vida, que tomas tus propias decisiones, y que todo lo que te ocurre es una consecuencia de ti y de tus propios comportamientos, tienes un locus de control interno sólido. Y, por consiguiente, te sientes fuerte, confiado y feliz. Piensas con mayor claridad y actúas mejor que la gente normal.
Por otro lado, si sientes que tu vida está controlada por otros factores y por otras personas —por tu trabajo, tu jefe, tus experiencias de la infancia, tus facturas, tu salud, tu familia o cualquier otra cosa— tendrás el locus de control externo. Te sentirás como una víctima, como una marioneta en manos del destino. Pronto desarrollarás lo que el Dr. Martin Seligman de la universidad de Pensilvania denomina «indefensión aprendida». Sentirás que eres incapaz de cambiar o mejorar tu situación y pronto desarrollarás el hábito de culpar a los demás y de crear excusas a tus problemas. Este tipo de pensamiento te llevará inevitablemente a la ira, a la frustración y al fracaso. Hablaremos sobre ello más adelante.

El poder de las creencias

La siguiente ley que descubrí fue la ley de las creencias. Este es el principio básico en el que se basa la mayoría de las religiones, psicologías, filosofías y metafísicas. Esta ley dice: «Todo lo que crees con convicción, se hace realidad».
En el Nuevo Testamento, Jesús dice: «Según vuestra fe, así os sea hecho». El Antiguo Testamento expone: «Pues como piensa dentro de sí, así es él». El profesor William James de Harvard escribió en 1895: «Cree que merece la pena vivir la vida y esa creencia ayudará a crear el hecho».
El hecho es que, no crees lo que ves, sino que ves lo que ya crees. Tus creencias profundamente arraigadas distorsionan tu visión del mundo y te hacen ver las cosas no como son, sino como tú eres.
Las peores creencias son las creencias que te limitan. Son creencias que has ido desarrollando a lo largo de tu vida, generalmente falsas, que hacen que creas que estás limitado de alguna manera. Tus creencias negativas enseguida se convierten en formas habituales de pensar. A lo mejor crees que no eres inteligente o creativo, que no tienes personalidad o que careces de la habilidad para hablar en público, para ganarte un gran sueldo, para perder peso o para conseguir tus objetivos. Por culpa de estas creencias que te limitan, estás continuamente menospreciándote. Abandonas fácilmente tus objetivos y, aún peor, le dices a la gente que te rodea que careces de ciertas cualidades o habilidades. Tus creencias, entonces, se convierten en tus realidades: «No eres lo que crees que eres, sino lo que piensas que eres».
Para desarrollar los hábitos millonarios, uno de los pasos más importantes que puedes dar es desafiar a estas creencias que te limitan. Empieza este proceso imaginándote que no tienes ninguna limitación. Cuando desarrolles tu mente hasta el punto de creer que puedes hacer cualquier cosa que te propongas, encontrarás la manera de hacer realidad esta creencia; y por consiguiente, tu vida entera cambiará.
Como veremos más adelante, las creencias son las rutinas más difíciles de cambiar, pero la buena noticia es que todas las creencias se aprenden. Todo lo que se puede aprender se puede desaprender. Desarrollarás las creencias de valentía, confianza y persistencia que necesitas para obtener grandes éxitos, reprogramando tu subconsciente de una forma específica.

Las profecías que tienden a cumplirse

La siguiente ley que descubrí fue la ley de las expectativas. Esta ley dice: «Cualquier cosa que esperes con confianza, se convierte en una profecía que tiende a cumplirse». En otras palabras: no obtienes necesariamente lo que quieres, sino lo que esperas.
Si esperas con confianza que algo ocurra, esta expectativa tiene un efecto poderoso en tu actitud y en tu personalidad. Cuanto más confíes en tus expectativas, más probabilidades tienes de hacer y decir las cosas que son coherentes con lo que esperas que ocurra. En consecuencia, aumentas enormemente las posibilidades de conseguir exactamente lo que estás esperando obtener.
Una característica maravillosa de las exp...

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