CAPÍTULO IV
LUZ VERDE PARA EL“INFIERNO VERDE”
“Nosotros creemos que esta tierra (Chaco) con sus diferentes
ventajas y favorecido por su clima suave puede servir para el
asentamiento,siempre y cuando se establezca el ferrocarril para
comunicarse con el puerto sobre el río Paraguay. Un areal grande de
tierras vírgenes espera aquí la cultivación de la mano del hombre …“
Paraguay / Chaco Tierra de patria,
librito de la Intercontinental Company
Winnipeg, 1921
Los delegados menonitas con McRoberts
Varios escritos de aquel tiempo, especialmente el diario del miembro de la delegación Bernhard Töws, nos permiten echar un vistazo a aquel viaje inusual.
En la tarde del 11 de febrero de 1921 un grupo salió con el ferrocarril de Winnipeg a Nueva York. Los dos delegados de Saskatchewan habían llegado hasta allí de antemano. Aquella mañana del 11 de febrero de 1921, la congregación de los Chortitzer de la Reserva Oriental había organizado una fiesta de despedida, que tuvo lugar en la iglesia de Grünthal. Se quería no solamente que estos hombres tuvieran un viaje exitoso, sino que a través de la protección y la conducción divinas vuelvan sanos y salvos a casa de un viaje largo a una región totalmente desconocida. Querían entrar en un desierto que por ley de la naturaleza pertenecía a los indígenas.
Después de la llegada de los dos de Saskatchewan salió el grupo, menos Bernhard Töws, a la tarde de Winnipeg con el ferrocarril rumbo a Nueva York. Bernhard Töws se quedó varios días en Winnipeg por no estar en orden sus documentos. Él había vivido poco tiempo en los Estados Unidos después de la muerte de su primera esposa, casándose en segundas nupcias y adquiriendo la ciudadanía estadounidense. Después de su regreso a Manitoba no se había arreglado su ciudadanía canadiense. Por eso pudo acoplarse a los delegados recién algunos días más tarde.
En Nueva York se fue enseguida a la oficina de McRoberts, donde no encontró solamente a los cinco delegados, sino también al Anciano Aaron Zacharias. Conversaron por lo menos una hora con McRoberts, ya que a él le debían todo lo que se había emprendido en el ‘asunto paraguayo’. Luego se fueron al Hotel Keller. Para la noche McRoberts les invitó a su casa, donde conocieron también a su señora esposa y a su hermana. Les contó cómo había entrado en su emprendimiento. Su esposa le había convencido por el asunto de los menonitas. Ella fue autora de canciones cristianas. Le entregó a los visitantes un libro con la colección de canciones, editada por ella.
Durante la cena el delegado Bernhard Töws se sentó al lado del General McRoberts. Este se había ocupado personalmente de que Bernhard Töws recibiera la nacionalidad canadiense para poder recibir también los documentos para el viaje.
Töws y Dörksen habían llegado de Rusia a América como personas adultas y hablaban el ruso. McRoberts llegó a viajar por Rusia y se acordó de los cantos rusos. Algunos de los delegados conocían canciones en ruso y cantaron para sus anfitriones una canción en este idioma. También presentaron algunas canciones en la lengua alemana.
Mucho se habló de la importante misión a Sudamérica para investigar una regió inhóspita. Ya cerca de la medianoche McRoberts los llevó de vuelta al hotel. El siguiente día, el 22 de febrero visitaron la gigantesca ciudad de Nueva York con sus diferentes espectaculares sitios de belleza y sus rasgacielos. Era el cumpleaños de Washington y todos los negocios estaban cerrados.
Viaje por el océano y estadía en Buenos Aires
El 23 de febrero los delegados subieron al barco ‘Vauban’ de la empresa Lamport & Holt. A la tardecita se puso en movimiento el palacio nadante dirigiéndose al alta mar. De a poco se perdió la extensa Skyline de Nueva York, donde el rasgacielos más altos estaba llegando a la mitad de la altura de los que hoy en día allí existen. Se encontraban ya en alta mar, cuando les llegó un telegrama de un amigo americano, preocupado por ellos y deseándoles expresamente un buen viaje lleno de éxitos. Era Alvin Solberg, vendedor de inmuebles de Minneápolis del estado de Minnesota. Este hombre se hizo miembro de la ‘Intercontinental Company’ cuando la emigración a Paraguay se convirtió en realidad.
En el segundo día del viaje en alta mar subieron las olas a raíz de un fuerte viento. El barco se movió fuertemente y varios delegados se enfermaron mareados. El viaje por mar de Nueva York hasta Buenos Aires duró 18 días. Durante el viaje no hicieron ninguna parada. El viaje además no fue tedioso. El movimiento y la vida en el barco fue divertido. Se pudo observar muchas cosas, desde el paso de las olas durante los fuertes vientos y los peces que se mostraban en la superficie del agua. Muy maravillados se quedaron con los peces voladores, que con ímpetu salían del agua y en forma de arco volaban por sobre el agua. Una vez un pez volador se cayó en el barco, por más que la superficie del barco estaba bien alta. El barco mismo le parecía al los hombres como un palacio nadante. Tenían la impresión de estar en una pequeña ciudad.
Los delegados viajaban en segunda clase. Podían pasar a tercera clase, pero no a la primera. Entre los más de cien pasajeros había gente muy diferente. También magos se anunciaron. Querían tener clientes. Un brasilero había estado en Chicago y había comprado perros de la raza Bulldog. Pagó 750 dolares por un perro. Los perros los tenía consigo. Otro sudamericano, con el cual se conocieron, sacó aparatos llamativos para beber de sus enseres y les mostró cómo se tomaba el té en Sudamérica. Eran los hoy muy conocidos objetos para tomar tereré: la bombilla y la guampa. Y la maleza verde y cortada era la yerba. Le mostraba a los admirados canadienses cómo uno se servía de ella y cómo se succionaba el té sudamericano. Tenía mucha yerba en un recipiente, vertía un poco de agua sobre la yerba y succionaba el elemento amargo a través de un cañito de ocho pulgadas. Para los delegados era una pequeña introducción a su visita al Paraguay.
El 6 de marzo cruzaron el Ecuador. Este pasaje se festejó ostensiblemente, por más que a los delegados les parecía extraña la forma cómo se manifestaba la festividad. A la noche alcanzaron Pernambuco (hoy Recife). Allí escucharon muchas novedades de todo el mundo. Sucesos de los últimos días, que les informó un reportero de una radio local. En alta mar se tenía solamente comunicación radiofónica con aquellos barcos que pasaban por la misma ruta oceánica.
Constantemente se encontraron con barcos o se adelantaron a barcos más lentos, especialmente barcos de carga. También el clima trajo cambios divertidos en el trajín diario del viaje en alta mar. Una vez el mar con el oleaje turbulento y la otra el silencio absoluto por la ausencia del viento, como si yaciera como un espejo plano. De vez en cuando aparecían fuertes tormentas tropicales.
En la noche del 10 de marzo entraron suavemente en la hermosa bahía de Río de Janeiro, bordeada de luces brillantes. Tenían tiempo hasta el 12 de marzo para observar la hermosa ciudad portuaria de Sudamérica y la bahía más linda del mundo. La oportunidad fue aprovechada al máximo. Una perspectiva impresionante sobre la ciudad tropical la tenían desde una elevación, de un alto cerro corcovado de 700 metros. En el jardín botánico admiraron la infinita variedad del mundo de las plantas. Había una planta que cuando se la tocaba sus hojas se cerraban hacia arriba. Era una planta sensible (mimosa púdica). En el Chaco existen plantas parecidas. Gigantescas nenúfares habían ahí, la Victoria amazónica, que llegaba a tener un diámetro de dos metros. Uno de estos delegados escribió de noche en su cuaderno de apuntes: “Cuando uno ve tantas flores y plantas diferentes y la cordillera, pensando lo que se podría ver durante todo el año, entonces uno tiene que pararse, pensar y exclamar: ¡Señor, qué de maravillas has preparado todo!”
En la calle admiraban a las mujeres que sobre la cabeza balanceaban grandes canastos llenos de frutas. Pensaban que de repente podría caer uno de estos recipientes llenos. Durante su permanencia no lo habían observado. El canasto se mantuvo siempre en equilibrio y también en el caso de que se sentara o se levantara con él. Era una extraña manera de transporte, opinaban los delegados.
En la tarde del 12 de marzo el barco salió de la hermosa bahía de Río de Janeiro rumbo a alta mar. Las máquinas del buque a vapor desarrollaban 7.1 caballos de fuerza. Los delegados visitaron el lugar de las máquinas, dejándose explicar algunas que otras cosas sobre las mismas. El conductor del barco pasó con los delegados por una cámara frigorífica, donde el hielo colgaba de la pared. Ahí se sintieron más en casa que bajo el sol tropical.
La siguiente estación fue Montevideo. Se quedaron algunas horas para seguir el viaje a Buenos Aires. Allí llegaron el 17 de marzo, y fueron recibidos por Fred Engen, que desde ese momento sería su acompañante y el conductor de la expedición al interior del Chaco. Se hospedaron en el hotel Wilson.
En Buenos Aires se quedaron hasta el 27 de marzo. Comenzaron con la planificación de la expedición al Chaco. Hablaron con los Casado, que en esta ciudad tenían su oficina central. Los delegados no desaprovecharon la visita a la ciudad. Buenos Aires era en aquel entonces una metrópoli. En las calles rodaban muchos autos. Muchos se servían de los tranvías, pero también de los carros tirados por caballos, cachapés, más otros vehículos tirados por animales. En un momento sucedió un accidente de tránsito lesionándose levemente uno de los delegados y Engen. Después de recibir primeros auxilios volvieron al hotel.
En Argentina los delegados se interesaron en ver lo que se hacía en la agricultura y la ganadería alrededor de Buenos Aires. Salieron para observarlo. Ganado, caballos y ovejas ofrecían un buen aspecto. Había muchos de estos. Lo que les parecía extraño fueron los alambrados. Los postes fijados en la tierra estaban unos cuatro metros distante uno del otro. Estos mantenían los hilos de alambre estirados con los así llamados balancines, instalados verticalmente entre los postes. Los depósitos y los establos eran supuestamente menos importantes que en Canadá. Aquí se cultivaba también el trigo.
El 22 de marzo la delegación conjuntamente con Fred Engen se ocupó de la preparación de una solicitud escrita para la compra de tierras de los Casados, indicando también el objetivo de la compra de tierras. Además se encargaron de hacer una presentación al gobierno de Paraguay para expresarle su deseo de una colonización menonita en el Paraguay.
Para la noche se había planificado una conversación con los señores de la empresa Casado. Los Casado, especialmente el jefe, Don José Casado, mostraban gran interés en el poblamiento de la zona del Chaco central que les pertenecía. Agradable fue la coincidencia que Don José hablaba fluidamente alemán. El había estudiado algunos años en Alemania (Berlín) y dos años en Suiza. Había vivido durante 22 años en el Paraguay y conocía muy bien el Chaco. Sus conocimientos se referían solamente a la ribera del río Paraguay. La oficina de la empresa Casado estaba en Buenos Aires, hacia donde Don José viajaba de vez en cuando.
Don José Casado le llamó la atención a los delegados haciéndoles ver que la región del Chaco que Fred Engen había recomendado para la colonización, era inhóspita, un terreno natural virgen, diferente a una región habitada y civilizada. Considaraba que en esta región se podría cultivar trigo, pero exigiría cierto tiempo para realizarlo. Además dijo que no se debería empezar con el trigo, primero habría que probar otros cultivos autóctonos como la mandioca. Habría que comenzar enseguida con la ganadería, porque para esta actividad la tierra era apropiada. Más tarde habría suficiente tiempo para experimentar con el cultivo del trigo.
Contó a los delegados que su padre había introducido el cultivo del trigo en la Argentina y que había sido premiado por tal hecho por el gobierno argentino. También hablaba de‘porotos negros’, que seguramente iban a resultar muy bien, para hacer aceite de motor para los aviones. Los llamó tártago (Rizinus). Hablaba de 60 pulgadas de lluvia por año en el Chaco (1.400 mm). Que hacia el interior se reducía la cantidad de lluvia, posiblemente no lo sabía. Lo que había observaba en el Chaco debería ser para todo el Chaco. Hoy sabemos que no siempre es así.
El 25 de marzo era viernes santo. Era un día lluvioso. Los delegados admiraron el ambiente tranquilo en la ciudad en este día.“¿La lluvia obstaculiza tanto el transito?”, se preguntaban. “No”, fue la respuesta, “el viernes santo es un día importante, santo, que festejamos todos en silencio.” Ni un taxi se asomaba. Los mozos de hotel dijeron:“Ellos no son devotos, ellos están de huelga.” Los delegados realizaron juntos una devocional de viernes santo.
El sábado visitaron el zoológico. También allí había algunas sorpresas que observar.
El domingo de pascuas a las 9 de la mañana se los llevó del hotel al puerto. Posiblemente no parecía bien salir justamente una mañana de pascuas. No les quedaba tiempo para dedicarse según su costumbre a las contemplaciones y reflexiones de pascuas. Porque el plan de viaje debió ser cumplido. No todos los días s...