PRIMERA PARTE
SUBALTERNIDAD SOCIAL E INSURGENTE, 2005-2010
LOS GRUPOS SUBALTERNOS EN COLOMBIA
ANDRÉS DHUJIÁH AGUILAR*
DANIEL ALEJANDRO CERÓN**
En el presente capítulo se aborda el concepto de condición subalterna, con la motivación puntual que tiene el grupo Presidencialismo y Participación de avanzar en la explicación y comprensión de la historia social y política de los grupos y clases subalternas. Por este motivo, el análisis del bienio 2009-2010 está también orientado por esa pretensión.
De acuerdo con ello, en la primera parte exponemos el contexto histórico de excepcionalidad y crisis orgánica sobre el cual la praxis subalterna ha tenido que desenvolverse; en segundo lugar, realizamos algunas acotaciones sobre la situación contemporánea del ser político y sobre la teoría crítica de la democracia para; en tercer lugar, hacer una lectura de la praxis subalterna de acuerdo con los hechos registrados en la matriz de subalternidad; matriz que constituye la base empírica de nuestro ejercicio investigativo. Por último, enunciamos las líneas que quedan abiertas de cara a futuras investigaciones.
LA COYUNTURA Y EL MOVIMIENTO ORGÁNICO, 2009-2010
En Colombia, los años 2009 y 2010 se caracterizaron por una constante movilización de diversos grupos subalternos, sectores sociales y políticos específicos que proponían alternativas en oposición a las políticas y al gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. Esta posición también se vio reflejada en la praxis de los grupos alzados en armas –las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL)– quienes, muy a pesar de los reveses militares que sufrieron después de la entrada en vigor del Plan Colombia, mantuvieron para el periodo en cuestión su propuesta política y la defendieron por la vía de las armas; un síntoma de que la solución política al conflicto armado no parecía estar cercana en la baraja de opciones del gobierno de la Seguridad Democrática ni de los grupos insurgentes.
La situación esbozada reflejaba una tensión de fuerzas que en términos de gobernabilidad y de gobernanza era verdaderamente crítica. Incluso, cuando la oposición al Gobierno y al orden político, social y económico que este último representaba, se desplegaba por todos los medios posibles, poco importaba que esos medios fuesen ilegales, legales y “no legales”1. Se trataba entonces de una situación difícil en la que la disputa por la hegemonía no podía, de ningún modo, resolverse democráticamente; de manera contraria a toda democracia, se desenvolvía bajo los términos de un régimen de excepcionalidad.
De acuerdo con lo anterior, dos serían los procesos asumidos en nuestro análisis. El primero de ellos consistiría en describir, a nivel histórico-estructural, la configuración de los grupos y de las clases observadas en el bienio 2009-2010, al nivel específico de la región política, el modo en que esos grupos y esas clases se constituyeron como causa y como efecto de la tensión que caracteriza a la lucha por la hegemonía. El segundo consistiría en comprender qué papel jugó esa configuración en el periodo comprendido entre los años 2009 y 2010; de ahí que nuestra mirada se sitúe en lo que consideramos como el devenir de un movimiento orgánico y por lo tanto, en el modo en que dicha configuración de los grupos y de las clases puede ser interpretada como una manifestación específica de la crisis orgánica que en Colombia dio inicio durante la década de los cuarenta del siglo XX.
En los tres acápites que siguen, esbozamos el contexto histórico-político a partir del cual nuestro análisis del bienio 2009-2010 va a desarrollarse. En esta introducción nos encargamos entonces de señalar, en primer lugar, la oposición de los subalternos como el punto de vista del análisis político bajo la premisa de que nuestro ejercicio se inscribe en una posición contrahegemónica. En segundo lugar, expondremos el modo en que el régimen excepcional de la Seguridad Democrática supuso una continuidad del bipartidismo, pero bajo los términos de una ruptura interna del bloque en el poder. En tercer lugar, propondremos una lectura de la crisis del bloque histórico como contexto en el que (según el análisis gramsciano de las situaciones y correlaciones de fuerza), la praxis subalterna se vio forzada a reconfigurarse. Todo ello con el objetivo de dejar en claro la posición asumida por el análisis, el contexto histórico-político en el que se enmarca el fenómeno que es objeto de estudio, así como el punto de vista que desea entrever las alternativas sociopolíticas que se abren para la praxis subalterna.
La oposición política de los subalternos
Si admitimos de entrada que lo que hemos señalado como una situación crítica –signando con ello un momento de la crisis orgánica– permite interpretar que la segunda mitad del segundo período presidencial de Álvaro Uribe Vélez supuso la existencia de una “doble contradicción” en el proceso de objetivación del proyecto político de la Seguridad Democrática, debemos admitir también que las contradicciones internas del bloque en el poder y la oposición, que frente a este plantearon y siguen planteado los grupos y clases subalternas, son, en última instancia, la evidencia de que las alternativas políticas, económicas, sociales y culturales que son planteadas de cara al futuro del país por las comunidades, los pueblos y las ciudadanías de Colombia fueron y siguen siendo distintas y muy variadas.
Pero lo más importante de constatar de la oposición subalterna al régimen excepcional de la Seguridad Democrática, es precisamente que esa oposición se ha presentado como alternativa radical frente a la ratio gubernatoria que orienta a las políticas públicas desarrolladas bajo el régimen presidencial y parapresidencial de la Seguridad Democrática. En particular, que esa oposición ha sido radical respecto de la política pública de guerra (el antiterrorismo) (Herrera Zgaib, 2011). Lo que ha estado en la base de la oposición subalterna ha sido el reclamo histórico por una democracia con justicia social, así como la denuncia de que el régimen político de excepcionalidad había terminado por deshumanizar las relaciones sociales al interior de la polis.
Ahora bien, la oposición subalterna frente al régimen de la Seguridad Democrática tuvo durante los años que precedieron al período que es objeto de estudio, varias características:
1.Que los grupos y las clases subalternas que tenían la vocación de soberanía –que es lo mismo que decir que poseían la intención de detentar el poder del Estado– se encontraban en ese momento en una situación en la que, siendo gobernados y no gobernantes, se les imponía como un imperativo de la razón política el llegar a sustituir el régimen de excepcionalidad por un Estado mucho más democrático. Aunque con sus propios matices, tal fue el caso de los partidos políticos de izquierda y de las insurgencias a quienes, de cualquier manera, la situación de subalternidad les obligaba a jugar las reglas ya instituidas por el régimen.
2.Que los grupos y clases subalternas que no pretendían ejercer la dirección del Estado, pero que se declaraban en oposición a las políticas del Gobierno, se enfrentaban a la disyuntiva de ceñirse a lo ya dispuesto por la ratio gubernatoria o asumir una posición de resistencia frente al proyecto hegemónico; dado el carácter vinculante que las decisiones adoptadas en el marco del Estado-nación tienen respecto a las poblaciones y a los territorios que estas últimas habitan. La oposición subalterna se encontraba entonces en una situación de ambivalencia estructural: por un lado, la sumisión sin reparos, por otro, la resistencia abierta y, con ello, su sometimiento a la estigmatización ideológica.
3.Que los grupos y clases subalternas con vocación de autonomía –que es lo mismo que decir que poseían la intención de consolidar sus propios procesos–, no tenían en absoluto la pretensión de tomar las riendas del Estado, por el contrario, buscaban construir un tejido social lo suficientemente sólido como para hacer de la emancipación política (o la autoconciencia) y de la liberación social (o la autogestión), realidades concretas ahí en donde la comunidad habitaba un territorio, ahí en donde un pueblo actualizaba sus propias tradiciones, en fin, ahí en donde una ciudadanía reclamaba para sí lo que por derecho le correspondía. Sin embargo, en este complejo proceso de autonomización del proceso político, los grupos y clases subalternas debían enfrentar no solo la persecución política, sino también la violencia del Estado representada por el despliegue excepcional de las fuerzas militares y paramilitares en el país.
A partir de estas tres situaciones de fuerza en las que los grupos y clases subalternas se encontraban, podemos identificar como rasgo común el hecho de que la oposición subalterna tuvo que producirse en condiciones adversas: en el marco de un Gobierno autoritario, y bajo la presión de tener que hacer visibles, de una u otra manera, sus aspiraciones al Gobierno, sus posiciones de resistencia o sus iniciativas de autonomía.
Nuestra comprensión de las situaciones esbozadas incorpora ciertas nociones, conceptos y categorías extraídas –no sin la particularidad de nuestra interpretación provisional– de los estudios gramscianos. Por supuesto, el punto nodal de la interlocución con este género de estudios descansa, ante todo, en el debate sobre el significado de la subalternidad. A propósito del sentido que se le puede dar a esa palabra, Massimo Modonesi nos ofrece una definición sintética:
Gramsci conceptualizó la subalternidad como experiencia de la subordinación, expresada por la tensión entre la aceptación/incorporación y el rechazo/autonomización de las relaciones de dominación y materializada en una disposición a actuar como clase que combina espontaneidad y conciencia. (Modonesi, 2012a, p. 11)
He ahí por qué los proyectos políticos de los grupos y clases subalternas –en tanto ejercieron una oposición que buscaba la construcción de alternativas frente al régimen excepcional de la Seguridad Democrática durante el bienio 2009-2010– no pueden ser comprendidos sino a partir de la condición subalterna que los constituye como tales. Por lo tanto, a partir de la ambivalencia y la simultaneidad de su aceptación y rechazo frente al régimen de dominación presidencial y parapresidencial.
A propósito de esto, en una nota titulada “Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios metódicos” Antonio Gramsci, señalaba las seis fases que el historiador debía observar para poder describir el tránsito de la condición subalterna hasta el estadio que el intelectual italiano reconocía como de autonomía integral2 y decía que:
La lista de esas fases debe precisarse todavía con fases intermedias y combinaciones de varias fases. El historiador debe observar y justificar la línea de desarrollo hacia la autonomía integral desde las fases más primitivas, y tiene que observar toda manifestación del ‘espíritu de escisión’ soreliano. (Gramsci, 1981, p. 360)
En efecto, desde las “fases primitivas” consideradas como dependencia de la sociedad civil, respecto de aquello que ya se encuentra contenido en el interior del Estado ampliado a la “autonomía integral”, como posicionamiento de los grupos y clases subalternos en la dirección de la sociedad y del Estado (superando así su condición de subalternidad). El análisis histórico de los grupos y clases subalternas debía poder ofrecer una división exhaustiva de las fuerzas en disputa por la hegemonía, es decir, por la dirección intelectual y moral de la sociedad.
Para dar continuidad a esta caracterización de la lucha por la hegemonía, ubicaremos en un nivel histórico-político la configuración de los grupos y clases que representan a las fuerzas en colisión durante el bienio que es objeto de nuestro estudio (2009-2010). De entrada, es necesario indicar que la existencia de los grupos y clases subalternas en Colombia, en cuanto se extiende más allá del periodo considerado, representa una condición estructural en la producción histórica de la subjetividad proletaria, campesina, indígena, insurgente, etc. Se trata de una determinación orgánica.
Baste recordar (como prueba su persistencia) la subjetividad militar de la insurgencia constituida y reconstituida durante los últimos cincuenta años; o la existencia de movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos, que situados en oposición al Estado corporativo y al régimen de la república señorial hacendataria, estudiado por Fernando Guillén Martínez, han animado el movimiento dialéctico en la subjetivación de los subalternos.
Sin embargo, en este sentido no solo la subalternidad armada representada por organizaciones insurgentes como las FARC-EP o el ELN tendría protagonismo en lo que llamamos oposición subalterna, sino también la emergencia de un partido político como el Polo ...