Optimista por excelencia
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Optimista por excelencia

Claves para sobreponerte al mundo negativo de hoy

  1. 288 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Optimista por excelencia

Claves para sobreponerte al mundo negativo de hoy

Descripción del libro

"Si quieres vivir en este mundo difícil, conservando la fe y el optimismo, este libro es para ti". —Norman Vincent Peale

Muchos de los males del mundo moderno tienden a debilitarnos sin que ni siquiera nos demos cuenta. Con tanta violencia, dolor y destrucción sin sentido, necesitamos de toda nuestra fuerza interior para superar el cinismo y el estrés de nuestra sociedad actual y así mantener intacta nuestra esperanza en el futuro. Con la guía cuidadosa del Dr. Peale, lograrás una actitud que te acerque a la felicidad aprendiendo a:

*Conquistar tus miedos
*Liberarte de sentimientos de culpabilidad
*Vivir bien y prosperar a nivel personal y profesional
*Ser físicamente saludable y de forma natural
*Mantener el entusiasmo incluso en circunstancias difíciles
*Abordar los problemas con confianza y creatividad
*Aprovechar el poder de la oración

Preguntas frecuentes

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9781607385486
Edición
1
Categoría
Éxito personal
UNO
Procura tener lo que se necesita
Enfrentémoslo, para vivir en este mundo en particular tienes que ser fuerte. Sin fuerza, terminarás aplastado o al menos estropeado. Si esta afirmación te parece un poco sombría, recuerda todas las cosas que le suceden al ser humano: dolor, enfermedad, frustración, accidentes, decepción, fracasos, juegos dobles, por nombrar unos pocos.
Una cualidad que todos debemos aprender a desarrollar es la de tener lo que se necesita para enfrentar todo tipo de inconvenientes. Si no has tenido que enfrentarlos, en algún momento te tocará. Si no desarrollas algo de verdadera resistencia interna, cualquier eventualidad te golpeará y te sacudirá. Así que démosle una mirada a las fuentes de fuerza que tú y yo necesitamos.
Lo primero es desarrollar tenacidad interior. Para tener la mentalidad de optimista empedernido, esta es una cualidad prioritaria. De hecho, en este mundo hay dos clases de mentalidad: la débil y la fuerte. Quienes tienen mentalidad débil no saben soportar adversidades, ni críticas, pues estas los reducen con rapidez. Los hieren y lastiman mucho. Los problemas y los obstáculos los espantan. La adversidad y la oposición los abruman. ¡Estos son los pobres miserables de mente débil!
Pero también están los de mentalidad fuerte. Al igual que cualquier otra persona, a ellos tampoco les gusta la crítica, pero saben cómo recibirla y manejarla. Con cuidado, ellos extraen de las críticas todos los conocimientos que estas contienen y se deshacen de lo que no les sirve.
Los problemas y los obstáculos solo sirven para desafiarlos y no les avergüenza la adversidad, ni la oposición. Las impresionantes e inspiradoras personas con mentalidad fuerte son todas unos personajes. Se han fortalecido en el interior. Tienen lo que se necesita.
Mira muy al fondo de tu interior y en tu personalidad encontrarás cierta fortaleza que el Creador puso dentro de ti cuando te creó. Él sabía muy bien lo que ibas a enfrentar en esta vida y te hizo igual a eso, a todo eso. De hecho, eres más fuerte de lo que crees. Si no has ejercitado tus “músculos” espirituales, por naturaleza, si no se usan, se ablandan, como cualquier músculo. A medida que reactives tu fortaleza básica mediante el uso, esta se desarrollará y se fortalecerá aún más.
He escuchado que Frank Leahy, quien fue entrenador en Notre Dame y creador de varios equipos estelares de fútbol americano, escribió un letrero con letras gigantes en los vestidores. Era lo último que veían los jugadores al salir al campo de juego. Decía: “Cuando la marcha se haga difícil, deja que la dificultad se marche”. Escribe ese pensamiento con letras grandes en tu conciencia y, sin duda, la fortaleza que hay en ti empezará a fluir y seguirá haciéndolo cuando las circunstancias se hagan difíciles.
Quizás el mundo fue hecho como es, lleno de problemas y dificultades, para hacer que esta cualidad de la fortaleza surgiera en nosotros, los seres humanos. ¿Qué intenta hacer el Dios Todopoderoso con nosotros? Debe haber algún propósito; de lo contrario, entonces la vida sería un gran chiste sombrío y nada divertido. Me pregunto si su propósito no es hacer personas fuertes y controladas, que sepan enfrentar la vida en la Tierra de tan buena manera, que merezcan la vida eterna. Si ese no es su propósito, ¿por qué, entonces nos creó a su imagen? Sin duda, lo hizo con la expectativa de que, al final, lográramos ser como Él. Esto, además de ser bondadosos y amorosos, también significa ser fuertes, verdaderamente fuertes.
Una forma de cultivar tu cualidad potencial de resistencia interior es aferrándote a una imagen mental en la que te visualizas poseyéndola. Practica “verte” a ti mismo, no como alguien débil, indeciso y vacilante, sino fuerte, controlado y con propósito. Recuerda que tiendes a convertirte en aquello que visualizas.
Para ayudarte a visualizarte en términos de este fuerte patrón mental, sugiero el uso diario de la siguiente afirmación: “Dios me hizo fuerte. Me veo como lo que en realidad soy: fuerte. Con la ayuda de Dios, no soy débil; soy fuerte. Tengo lo que se necesita. Gracias Dios por mi fuerza”.
Sigue diciendo esto, creyéndolo. Sigue practicándolo también y, en su debido momento, tu mente consciente aceptará como una realidad lo que estás afirmando. La fuerza que se irá estableciendo firmemente en tu subconsciente se convertirá en la característica determinante de tu personalidad. Porque tú eres lo que tu mente subconsciente realmente piensa que eres.
Una mujer normal, de mediana edad, vino a mí para una consulta. Su esposo permaneció fuera de mi oficina, porque ella quería hablar a solas conmigo.
“Nuestro hijo de 17 años fue arrestado por el robo de un automóvil”, explicó ella, “y también está en otros problemas. Yo conozco los hechos, pero su padre todavía no. He tenido miedo de decírselo. Verá, él no sabe tomar cosas como esta tan bien como yo, así que he tenido que enfrentarlo todo yo sola. Quiero que me ayude con mi esposo para que esta situación no lo destroce”.
No pude evitar admirar a esta fuerte mujer. Quizás había consentido demasiado a su esposo haciendo que él, de hecho, fuera algo así como un bebé mayor al cual satisfacer, basada en algún profundo instinto maternal. Lo cierto es que, sin duda, ella tenía lo que se necesitaba para enfrentar un problema familiar bastante difícil. Con admiración, le pregunté: ‘¿De dónde obtiene su fuerza?’. Usted es todo un personaje”.
“Bueno”, respondió, “somos personas pobres. Hemos tenido que luchar y ser austeros. Parece que todo siempre lo hemos obtenido con dificultad. Nos ha ido bien, pero nunca hemos tenido mucho; y en mi niñez, fui criada en un hogar similar”. Su pequeño relato, sin ninguna muestra de queja o amargura, me impresionó. Luego, continuó: “No tardé en darme cuenta de que Jack (su esposo) era un hombre muy agradable, pero sin muchas habilidades, ni ambiciones. Así que me hice cargo de la familia. Tuve que ser fuerte y, con la ayudad de Dios, he vivido fortalecida. Solo tomé la decisión de ser fuerte, y eso es todo”.
Bueno, eso puede ser todo, pero créeme, eso es bastante. Sin duda, ella era una optimista empedernida. Ten claro esto: la verdadera fuerza está en ti, lo sepas o no. Es más, en tu interior tienes toda la fuerza que necesitarás para manejar todo lo que debas enfrentar.
Cuando este concepto fundamental de fuerza inherente está firmemente arraigado en tu patrón de pensamientos, tienes la capacidad para enfrentar cualquier circunstancia sin desmoronarte y sin importar lo difícil o crítica que esta sea. Y cuando en el fondo de tu mente sabes que tienes lo que se necesita, no estás tan nervioso, tenso o temeroso respecto a afrontar asuntos difíciles. Por el contrario, tienes una tranquila y firme sensación de capacidad y padeces de muchas menos dudas con respecto a tu habilidad para enfrentar situaciones complicadas.
He visto cómo esta fortaleza se desarrolla en algunas personas derrotadas, así que sé lo que nuestro método para desarrollar fuerza puede lograr. Tomemos, por ejemplo, este difícil caso.
Una mañana, temprano, entré al café del hotel en una gran ciudad. Al mirar por todas partes, vi a un hombre sentado a solas en una esquina y observé que tenía su cabeza inclinada sobre sus manos; además, sus codos descansaban sobre la mesa. Su imagen daba la impresión de ansiedad y cansancio; pensé que quizás estaba orando. Luego, me ocupé con mi desayuno y me absorbió la lectura del periódico de esa mañana, así que no volví a pensar en él.
Poco después, escuché mi nombre y, al levantar la mirada, vi al mismo hombre de pie ante mí con una mirada de sorpresa. “¡Me va a maldecir!”, dijo.
“¿Cómo puede ser eso?” Pregunté. “¿Por qué está pidiendo que lo maldigan?”.
Se tiró al asiento que estaba a mi lado y dijo: “Quizá las oraciones sí son respondidas. Estoy pasando por un momento muy difícil y estaba sentado allá, tratando de comer algo de desayuno y con el deseo de decirles a todos que se vayan al i____. Luego, pensé en orar. Yo sí oro... algunas veces. Así que dije: ‘Dios, ayúdame’. Por favor envíame algo de ayuda y hazlo pronto’. No sé qué lo trajo a usted acá, pero sé algo: usted es la respuesta a esta oración que acabo de hacer”.
“Bueno, seamos directos”, respondí, “sin duda creo en la dirección de Dios, y si Dios quiere usarme para ayudarlo, tenga por seguro que lo haré con gusto. Pero, por favor, no piense que hago milagros”. Accedí a encontrarme con él más tarde ese mismo día para conocer sus problemas y ver qué hacer para ayudarle.
“No puedo soportarlo todo yo solo”, dijo desesperado cuando nos encontramos durante una hora a las 5:00 de la tarde. “Es demasiado. De hecho, siento que voy a explotar. No puedo soportar la situación, eso es todo. Estoy que me reviento bajo esta tensión. No vale la pena. Sencillamente, no la vale”. Se dejó caer sobre una silla, lanzó el directorio telefónico contra la pared y de nuevo insistió con vehemencia en mandar todo al lugar caliente que hay debajo de la tierra.
“Prosiga”, le dije. “Dígamelo todo y enviaré a traer más directorios telefónicos para que se los lance a esa pared, si así lo desea”.
El pobre hombre sonrió y se calmó un poco, pero era evidente que estaba en un gran conflicto y muy nervioso. A medida que hablaba, vi que estaba lleno de culpa y frustración. “Verá”, continuó, “he tenido esta gran ambición toda mi vida, una urgencia por ir a lugares donde pueda ser el mejor de todos. ¿A dónde llegué con eso? Seguro, he ganado dinero, pero en su terminología religiosa, ‘he perdido mi alma’. Sí, eso es. He perdido mi alma. Eso es exactamente.
Fui un chico pobre de la zona pobre de la ciudad. Solía ver a los pomposos banqueros, abogados y comerciantes conduciendo sus grandes autos y pasando tiempo en el club campestre. Los odiaba y, aunque no lo crea, todavía los odio... esos pesados idiotas. Pero a pesar de eso, quería unirme a ellos, tener lo que ellos tenían... autos, membresías a clubes y todas esas cosas. De hecho, quería ser un pez gordo como ellos... un pesado, pomposo pez gordo como ellos. Así que comencé a hacer todas las bajezas que algunos de ellos hacen, y créame que hablo en serio cuando digo bajezas.
Y ya estoy hastiado. Estoy harto de todo”.
Vaya historia la que descargó, y descargar es la palabra. Puse mis pies en el umbral de la ventana y escuché, presté atención a la dura realidad de los suburbios, en un estilo que superaba con creces la habilidad descriptiva de nuestros desagradables novelistas. Sin duda, ellos no estuvieron allá con esos extremadamente desagradables habitantes del barrio de los peces gordos.
“¡Vaya! usted debió ser escritor. Podría empuñar una audaz pluma, y no estoy hablando de una remota posibilidad”.
Sin percibirlo, yo estaba adoptando su propio estilo picante. Era obvio que algo atormentaba a aquel hombre y que, fuera lo que fuera, iba más allá del hastío. De hecho, estaba desnudando su alma. Y eso siempre es impresionante.
Cuando tratas con un hombre rudo, de puños cerrados, no le das respuestas suaves, insípidas y carentes de energía. Esa franque...

Índice

  1. portadilla
  2. portada
  3. creditos
  4. contenido
  5. dedicatoria
  6. unas palabras para el lector
  7. capitulo 1
  8. capitulo 2
  9. capitulo 3
  10. capitulo 4
  11. capitulo 5
  12. capitulo 6
  13. capitulo 7
  14. capitulo 8
  15. capitulo 9
  16. capitulo 10
  17. capitulo 11