
- 96 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Ho'oponopono. Una palabra milagrosa que en los últimos años se ha ido extendiendo por el mundo a una velocidad sorprendente. Un arte propio de la cultura polinesia asentada en Hawaii, destinado a resolver y sanar los conflictos familiares, así como a borrar las memorias, creencias y emociones en las cuales estamos atrapados.
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Información
Capítulo 1
La Tierra es una escuela
Recordar quiénes somos es lo único que salvará a nuestra especie.
Nos dijeron que Dios está afuera.
La religión nos ha dicho que somos malos y pecadores y que al cielo sólo se llega si te lo mereces.
Pero tú eres Dios. Nuestra alma es Dios.
No estamos separados de Dios.
Nuestra alma es parte de un gran espíritu.
Dios no es un hombre, ni una mujer.
Dios es conocimiento, Dios es todo.
Toda experiencia es una oportunidad de aprendizaje.
No hay errores, no hay pecados: vinimos aquí para aprender.
La vida, en la Tierra, es una escuela.
Kiesha Crowther
La Tierra es una escuela donde venimos a aprender, y el recorrido de la vida, nuestra historia, es el testimonio de ese aprendizaje.
Aprendemos a pasar del defecto a la virtud, del error al acierto, a transformar la ignorancia en sabiduría, el egoísmo en amor, la dependencia en libertad y la crueldad, que nos separa, en unidad.
Evolucionar es aprender. Se aprende si se vive, si se saborea la existencia sin dejar nada fuera. De modo que hay que vivirlo todo para aprenderlo todo.
Además, hay que vivir intensamente lo que la vida nos ofrece. Nos hemos acostumbrado a vivir las cosas a medias: media tristeza, medio enojo… y por ese camino nos hemos vuelto mediocres emocionales.
Pero para que los sucesos se hagan experiencia, es necesario aprehender con plenitud la vida, ya que lo que no se vive en su totalidad no se aprende y lo que no se aprende se repite.
El secreto consiste en zambullirse en la experiencia que la vida nos propone, sin temor alguno, sin discutir con ella y sin dudar de los caminos por los cuales nos lleva.
Se aprende tanteando, probando; no hay otra manera. Al mismo tiempo, incluso, sin permitir que las interferencias de los otros nos alejen del auténtico sendero de nuestra alma.
La Tierra es un espacio de posibilidades, y para aprender hay que habitarla, hacerla propia. Sentir que sus mares, ríos, montañas, bosques y desiertos están dentro de cada uno de nosotros, que somos la Tierra, que somos sus hijos.
Está poblada de vida, y para aprender hay que hacer del otro un prójimo. Sentir que cada ser vivo se halla ligado y forma parte de cada uno de nosotros.
Aprender es hacer de la Tierra un hogar, de la vida una sociedad, de la sociedad una comunidad y de la comunidad una hermandad.
Sin embargo, ningún aprendizaje es individual; cada vez que aprendo, todos y todo aprenden. El telar de la vida teje los múltiples hilos que la integran en una totalidad solidaria y plural. Esto hace que la evolución no se reduzca a una cuestión personal, sino que siempre sea coevolución.
DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA VIVIR
EN LA TIERRA COMO UN HOGAR Y APRENDER LO QUE LA VIDA SE PROPONE ENSEÑARME.
LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.

La Tierra es una escuela donde venimos aprender.
Hay que escuchar la voz de la Tierra y tejer una relación familiar con el mundo.
Hay que escuchar la voz de la Tierra y tejer una relación familiar con el mundo.
Capítulo 2
El océano nos une
Lo que sabemos es una gota de agua,
lo que ignoramos, el océano.
Isaac Newton
Qué inapropiado llamar Tierra a este planeta, cuando es evidente que debería llamarse Océano.
Arthur C. Clarke
Los continentales observamos el océano como un mundo que nos separa de otros espacios continentales. En cambio, para las culturas oceánicas este coloso es un puente que une isla con isla, tierra con tierra, culturas con culturas, hombres con hombres.
Aquí tenemos un ejemplo de cómo las creencias conforman percepciones y una misma cosa es para algunos obstáculo y para otros, un facilitador.
El paso del alma de la unidad del espíritu a la dualidad de la encarnación nos enfrenta ante el hecho de la separatividad. Pero este dato duro es un dato de la personalidad, una necesidad de afirmación del Yo. Para el alma la separatividad no existe.
Imaginemos ahora que el alma es un gran océano. Si abrimos la vida para dejar fluir los sentires del alma, el resultado sería la unidad, la supresión de las fronteras. De manera que es la resistencia de la personalidad a dejarse guiar por el alma lo que genera que el océano sea visto como una barrera, en lugar de la formidable conexión que representa.
Esto no supone que no encierre huracanes, grandes olas o peligros al cruzar sus aguas. Pero si se entrega el timón de nuestro barco al alma, seguramente se arribará al puerto donde deseamos anclar, que no siempre es en el cual el ego anhela varar. Hay que tener presente que los intereses del Alma y de la Personalidad son contrapuestos. El alma quiere aprender, la personalidad se resiste a los cambios que esta tarea implica.
Debemos, entonces, aprender a navegar, y sólo se aprende navegando. Todos somos navegantes en el mismo océano. Todos compartimos el mismo destino y entre todos timoneamos la nave de la evolución. Las gotas de agua del océano son las que en su unión hacen el todo, pero ese todo es algo superior a cada una de sus partes.
De modo que no me es indiferente que a ti te vaya bien o te vaya mal. Necesito que seas dichoso, que la vida te colme de dones. Si a ti te va bien, a mí, tu espejo, también me va bien. Si tú te retrasas, yo me retraso. Si tú sufres, yo sufro. Si tú te enfermas, yo estoy enfermo. Si tú sanas, yo sano.
Todos somos uno, todos somos uno, todos somos uno.
Uno somos todos, uno somos todos, uno somos todos.
DIVINIDAD, LIMPIA EN MÍ CUALQUIER OBSTÁCULO QUE ME IMPIDA SER UNO CON TODOS.
LO SIENTO. PERDÓNAME. GRACIAS. TE AMO.

El océano es lo que nos une.
Es lo que cobija los mil hilos del telar de la vida.
Es lo que cobija los mil hilos del telar de la vida.
Capítulo 3
Lo real y la realidad
¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido.
Juan Rulfo
El horizonte está en los ojos y no en la realidad.
Ángel Ganivet
Lo que se considera ceguera del destino es, en realidad, miopía propia.
William Faulkner
Muchas concepciones, espirituales y filosóficas, consideran que el mundo que percibimos es una ilusión de nuestra mente. Pero, ¿es realmente así?
En verdad, hay que diferenciar dos términos: real y realidad. Lo real es aquello que no puede ponerse en palabras y la realidad lo manifiesta de modo simbólico o imaginario.
Tal como desde el Tao se viene afirmando, lo real no es del orden del ser o del no ser, sino de lo no realizado. Si pudiera manifestarse como tal, dejaría de ser real.
De modo que la conciencia y el inconsciente intentan llenar la laguna de lo no capturable de forma directa por la percepción, con creencias, cosmovisiones y dogmas que el Yo toma como la auténtica verdad.
Pero lo cierto es que mi percepción del mundo, de mí y de los otros, es el producto de un proceso inconsciente de proyección. Veo al mundo, a mí y a los otros, no tal como son sino de acuerdo con el cristal de mi pasado. Así, mi memoria condiciona mi percepción de las cosas y la realidad es, en suma, la realidad de mi memoria.
Esta memoria no sólo es el fruto de mi pasado personal, de los sucesos de mi historia, sino de lo que en ella confluye del ayer familiar, ancestral, arquetípico y de vidas pasadas. Todo aquello que no se ha trasmutado en experiencia —personal y no personal, individual y colectiva— que queda pendiente sin digerir, creencias y emociones, co...
Índice
- Cubierta
- Contratapa
- Biografía de la autora
- Portada
- Índice
- Agradecimientos
- Prólogo
- Introducción
- Capítulo 1. La Tierra es una escuela
- Capítulo 2. El océano nos une
- Capítulo 3. Lo real y la realidad
- Capítulo 4. Simplicidad: estar centrado en una sola cosa
- Capítulo 5. Libertad: seguir el camino del alma
- Capítulo 6. Responsabilidad: lo que de ti hay en mí
- Capítulo 7. Alma y personalidad
- Capítulo 8. Somos transeúntes: Ulises
- Capítulo 9. La trampa del afán de perfección: Ícaro
- Capítulo 10. La presencia del pasado: creencias y emociones
- Capítulo 11. La sombra: Teseo y el laberinto
- Capítulo 12. ¿Quién soy yo?: Edipo
- Capítulo 13. El viaje de la vida: Jasón y el Vellocino de Oro
- Capítulo 14. Somos espejos: nos miramos unos en los otros
- Capítulo 15. El amor es testimonio y no palabras
- Capítulo 16. La llave de las puertas de la personalidad
- Capítulo 17. Intención, improvisación y contacto
- Capítulo 18. La memoria del sufrimiento
- Capítulo 19. Los gestos de amor, armonía y placer
- Capítulo 20. El ho’oponopono está en ti
- Capítulo 21. Palabras mágicas y milagros cotidianos
- Epílogo
- Referencias bibliográficas
- Para contactarse con Lili Bosnic
- Créditos
- Otros títulos de esta editorial