
- 345 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Desde hace décadas el fenómeno del chamanismo suscita un enorme interés entre la comunidad científica y el público no especializado. A partir de los años setenta también comenzó a difundirse un neochamanismo occidental popular, normalmente ligado a los movimientos de crecimiento personal.El presente libro es una revisión acutalizada de los conceptos básicos del fenómeno, notablemente de la figura del chamán y de los fenómenos mentales, culturales, terpéuticos y cognitivos que se esconden bajo este arquetipo. También es una crítica lúcida, acerada y no exente de ironía sobre algunas versiones del neochamanismo y sobre el supermercado de creencias en el que se ha convertido la moderna sociedad occidental.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788472459274Edición
1APÉNDICE PRIMERO
Brujería medieval española en el Ecuador del siglo XX. Una forma fosilizada de chamanismo37
El presente texto, añadido al libro en forma de apéndice, es fruto de una cata etnográfica realizada por el autor entre los habitantes del pueblo andino de Mira al noroeste de Ecuador. Las interesantes características diferenciales –culturales y raciales– de los habitantes de Mira invitan a incluir este texto aquí para contrastar lo que se relata sobre el chamanismo tradicional en las páginas anteriores con las mujeres de Mira. La peculiaridad más importante de las tradiciones exclusivas de Mira es la existencia inmemorial de brujas voladoras. Las mujeres voladoras de este pueblo andino siguen unos patrones muy similares a las prácticas brujeriles españolas de muy avanzada la Edad Media.
I
La visita etnográfica a Mira se realizó en septiembre de 1992. Mira es un pueblecito de unos 1.500 habitantes, situado en un elevado y aislado lugar de los Andes ecuatorianos septentrionales, dentro de la provincia de Carchi, a más de 3.000 metros de altitud y a unas cinco horas en coche desde Quito a través de carreteras destartaladas y de páramos andinos, calurosos y secos. Se halla en medio de extensas salinas desérticas, en una de las cuencas interandinas más duras y desoladas que hay entre la zona de Esmeraldas (en el litoral Pacífico) y la ciudad de Ibarra –en el interior.
Mira fue un centro de muy difícil acceso hasta que, en la década de los años ochenta, se construyó la carretera asfaltada que llega hasta el pueblo. Cerca de Mira pasa el río con el mismo nombre que desemboca en el Pacífico, aunque no se trata de un río caudaloso como los que desaguan hacia la vertiente atlántica de los Andes y riegan la selva amazónica.
El aspecto físico del pueblo y sus alrededores, a simple vista, es el de un lugar de secano, poco habitado y escasamente concurrido (en la provincia hay una densidad de población de aproximadamente dos habitantes por kilómetro cuadrado), con un fuerte sol cayendo vertical sobre las calles mireñas de paredes muy blanqueadas.
Al llegar a Mira, encuentro un grupo de hombres tocados con sombreros negros de ala bastante ancha y parados en un banco de una plaza silenciosa, con un pequeño surtidor en un extremo. Todo parece dormido y hay muy pocos comercios. El impacto es fuerte: uno se siente transportado a cualquier antiguo pueblecito castellano o extremeño. La impresión es mayor al tener en cuenta durante horas que hay que recorrer la minúscula carretera que conduce hasta Mira, atravesando pueblecitos profundamente andinos de total arraigambre quechua: los habitantes hablan quechua y en pocos casos entienden el castellano, aparecen tocados con los típicos cubrecabezas en forma de capucha tejida a mano, el biotipo es andino, las casas son de colores ocres y construidas con adobe. En Mira cambia el paisaje humano y urbanístico.
Por la historia sabemos que antiguamente Mira fue lugar de paso obligado entre la costa pacífica de Esmeraldas –punto al cual llegaban los barcos con mercancías y esclavos provenientes de Europa y de África– y el camino que iba hasta Quito. Es decir, por Mira –o cerca de este centro– transitaban las mercancías que llegaban y que se marchaban de esta parte del continente Sudamericano. Este trayecto recorrido a pie, desde el punto más cercano de las costa del Pacífico hasta Quito, debió durar entre 20 y 30 días. Otro dato importante se refiere a que el pueblo de Mira está situado en el punto central de un triángulo formado por tres antiguas minas de sal –elemento que no abunda en los altos Andes y que era básico en la tradición brujeril española.
Cerca de este pueblo, a diez kilómetros aproximadamente en dirección al interior y al otro lado de las primeras montañas, creció otro asentamiento humano hoy conocido por el nombre de Chota. Está tan aislado como Mira. Este pueblo, Chota, se halla habitado por negros de tipología física totalmente centroafricana sin ningún rasgo de mulatismo ni de mestizaje con indígenas andinos. En Chota, por ejemplo, las mujeres altas y esbeltas acostumbran a llevar los paquetes y fardos cargados encima de la cabeza, al estilo del África negra. Esta habilidad se pone a prueba una vez al año durante la Fiesta de la Botella, en la cual se realiza un concurso que consiste en llevar una frágil botella sostenida sobre la cabeza. En los demás pueblos andinos, de tradición quechua, nadie carga ningún fardo sobre la cabeza.
Actualmente no queda ningún rastro de la antigua vía pedestre Esmeraldas-Mira-Quito, pero los negros ecuatorianos se hallan agrupados tan sólo en la zona litoral de Esmeraldas, por lo que es verosímil suponer que los actuales habitantes de Chota fueron, en su origen, un grupo de esclavos que huyeron del centro portuario de Esmeraldas y vinieron a instalarse en este lugar interior, de difícil acceso y, en todo caso, suficientemente alejado de Esmeraldas y de la capital, Quito. En resumen, el lugar donde creció Chota y Mira debió constituir un bastión seguro y a la vez cercano a las vías de tránsito.
El principal centro urbano y comercial hacia el que se dirigen en la actualidad los habitantes de Mira es el pueblo de Ibarra, de unos 25.000 habitantes. Mira estaba a un día y medio andando de Ibarra antes de la reciente llegada de los automóviles, que aquí siguen siendo escasos. No obstante, se decía y se sigue afirmando que las noticias llegaban y llegan a Mira la misma noche en que suceden las cosas, evento que se atribuía, y que se sigue atribuyendo, a las brujas voladoras.
El pueblo de Mira está lleno de niños y adultos con ojos claros, piel muy blanca, nariz aguileña y biotipo esbelto, hecho que, ya a simple vista, los diferencia de los habitantes de los pueblos de alrededor: individuos quechuas o mestizos que tienen la piel mucho más oscura, con facciones producto de un claro mestizaje en el que predomina la sangre quechua (nariz de forma carnosa, plana y de gran tamaño respecto al resto de la cara, grosor de los labios, altura corporal de 1,5-1,6 metros, piel olivácea, etc.). Otro elemento que diferencia a los mireños de sus vecinos más inmediatos consiste en las largas y puntiagudas patillas que suelen dejarse crecer los hombres, y en un delgado bigote que adorna su labio superior. Los indígenas andinos son casi barbilampiños, por lo que no pueden dejarse crecer ni el bigote ni las patillas: carecen de pelo facial. Por otro lado, las parejas de Mira suelen tener un máximo de dos o tres hijos, también a diferencia de los mestizos y quechuas vecinos que fácilmente forman familias numerosas de cinco a diez hijos.
Los habitantes de los pueblos vecinos a Mira afirman que los mireños tienen mucho dinero en comparación con ellos. En efecto, después de una breve observación en este sentido se constata que de este pequeño pueblo ha salido, tanto a lo largo de la historia como en la actualidad, un porcentaje sorprendentemente alto de dignatarios, hombres de negocios y políticos sobresalientes que se han afincado en Ibarra, Tulcán, Esmeraldas o en Quito. En la actualidad, hay un índice más elevado de jóvenes mireños que están estudiando en las universidades de Quito que de cualquier otro pueblo de los alrededores (San Isidro, El Ángel).
II
La primera entrevista realizada durante nuestra visita a Mira es a B.P., una mujer que tiene entre 75 y 80 años. Su aspecto, aparentemente inequívoco, es el de una mujer del campo español castellano o extremeño. Viste totalmente de negro, excepto la pañoleta que le cubre el pelo y que anuda por detrás de la nuca dejando caer las puntas. Describe con detalle los pañolones con flecos largos que llevaban las mujeres de antes (se refiere a las mujeres adultas en su juventud, hasta 1930-1940). Se trata de prendas de vestir, usadas para cubrirse la cabeza, que son típicas de la España central y meridional pero no de los pueblos andinos.
La abuela de B.P. le explicaba muchas historias de brujas que se subían a la viga de la casa, pronunciaban el encantamiento “¡Con Dios y María!” y se echaban a volar. Esta fórmula es idéntica o muy parecida a la que hallamos registrada en diversos textos españoles como, por ejemplo, el encantamiento recogido por Cirac en documentos de 1590 que rezan: «Vamos de viga en viga en la ira de Santa María» (Cirac, 1942, 190). También es casi idéntica a las alusiones a vuelos mágicos que constan en algunos procesos de la justicia episcopal de Zaragoza de los siglos XVI y XVII, estudiados por María Tausiet en su memoria de licenciatura (comentado por A. Gari en comunicación personal; y en Gari, 1992, 18). Asimismo, es una fórmula oral similar a las que aparecen en las causas contra las presuntas brujas españolas Catalina García e Isabel Garay, en referencia a sus vuelos. Según testimonios, estas mujeres podían desaparecer de la cama por la noche y regresar sin que se oyeran ruidos de puertas. Sobre Isabel Garay hubo testimonios que, en una ocasión, afirmaron haberla hallado desnuda y desfallecida a la entrada de su casa a las dos de la madrugada, mientras que en otras ocasiones se la vio llegar como un torbellino en una oleada de aire (Tausiet, 1990, 92-94).
Según afirma B.P. y otras personas entrevistadas más tarde, las mujeres voladoras de Mira siempre se vestían con faldas blancas, muy almidonadas y tiesas para poder volar mejor. Luego añadió detalles de diversas historias de vecinos que se burlaban de las mujeres voladoras y de las brujas, por lo que “acabaron convertidos en una mula o en un gallo”. Este comentario resulta muy indicador: las mulas tienen un extraño e importante papel en las tradiciones de Mira. De hecho, la existencia de este animal híbrido, por sí solo, ya es un elemento que relaciona la extraña comunidad mireña con las tradiciones y origen español. Las mulas fueron llevadas a América por los colonos, y al tratarse de animales estériles nacidos del cruce de un asno y una yegua o viceversa, no pudieron difundirse por el continente (como sucedió con los caballos), quedando en manos de los castellanos y extremeños que colonizaron América. Por otro lado, en las cordilleras andinas, tradicionalmente se han utilizado otros animales, de la familia de los camélidos, como medio de carga.
Otro hecho sorprendente es que en Mira se utiliza literalmente el término “bruja” para referirse a las también llamadas “mujeres voladoras”, pero aquí la palabra bruja carece de la connotación marginal, pecaminosa, temerosa y peyorativa que tiene el término en España y en todo el Viejo Mundo. Se trata de mujeres que, tradicionalmente, nunca han hecho daño y tan sólo se distinguían de las demás por sus conocimientos para volar. Incluso se les atribuyen connotaciones beneficiosas para la comunidad: traían noticias de lejos mucho antes de que llegaran por tierra, podían viajar para visitar a sus novios o amantes por la noche aunque estuvieran lejos, avisaban de agresiones y otros peligros antes de que llegaran… Por otro lado, en Mira nunca se menciona al diablo o a Satanás al hablar de los vuelos y actividades de las brujas. Según el doctor A. Gari,38 estas peculiaridades, y otras que cito más adelante, podrían estar relacionadas con el hecho cierto de que las mujeres de Mira se desenvuelven en una sociedad mucho menos patriarcal que la de los pueblos de su entorno.
Entre los relatos más comunes que se cuentan en Mira, hay el de que cuando alguien veía volar de noche una bruja por encima de su casa (los vuelos siempre eran nocturnos), al día siguiente podía reconocer quién era porque la voladora indefectiblemente venía a pedir sal a la casa que había sobrevolado y desde donde la habían visto. En este sentido, si se quiere hacer caer a la mujer voladora, la tradición mireña cuenta que hay que tumbarse en el suelo con los brazos en cruz y las brujas caen al pasar volando por encima.
Las voladoras eran otras. Eran las que se asentaban en los hornos. Porque antes, la boca del horno estaba fuera de la casa […]. Cuando bajaban así de noche, dizque venían y asentaban así en el horno. Dizque decían: «¡Ya viene esta voladora!», comentaban los mayorcitos. Pero enseguida salía uno de ellos para decirle: «Mañana vendrás por sal». Entonces ahí le conocían quién era.
Venían volando con un vestido blanco, bien almidonado, que sonaba “como ir volando”.
–¿Volaban con escoba?
–Ahí, sí no.
–¿Practicaban otras costumbres las voladoras?
–Más antes han sabido preparar un tardón, una bebida especial. No era como el actual tardón. Entonces gente que venía a visitar o las autoridades que venían por las inspecciones, lo primero que les ofrecían era el tardón […]. Entonces con eso habían esos comentarios de que con eso los hacen “mano de plátano” y “gallos”. Entonces por ahí viene ese comentario sobre las brujas. Los hombres iban a tomar, se propasaban, perdían el conocimiento y les hacían creer que les hacían “mano de plátano”, les convertían en “gallos” y en “mulas” ¿no?. Y se convencían porque perdían el conocimiento.
–¿Por qué hacían caer a las voladoras poniéndose de brazos en cruz en el suelo?
-No sé porque será […]. Ellas decían: «Nosotras no venimos por mal. No le hacemos mal a nadie. ¿Cómo me va a hacer caer pues? Por aquí ando no más. Conociendo tierras no más. Sabiendo qué dicen por esas ciudades». […] Uno que la hizo caer me contó que le dijo a una voladora: «Conociendo tierras… pues dame enseñando. ¡Yo quiero volar!». Dizque le dijo de curioso. La bruja le dijo: «Bueno, vendrás para enseñarte». Le hizo ver que era en serio. Dizque le dijo: «Verás, mi ropa te has de poner… pero has de volar como yo». Bueno, va pues a la cuestión. Palidote. Le han untado un ungüento por las ancas y por las ingles. Dizque le dijo: «Ve a tales horas… o no has de ir. Vos se-guirásme. Me pongo la ropa y nos vamos». Él recogió la ropa, bien planchada, que era una ropa blanca. La bruja le dijo: «Parémonos aquí en este borde alto. Vos atrás y yo adelante. Pero te paras [te pones de pie] y has de decir como yo digo. Has de decir tres veces lo que voy a decir yo: ¡Sin Dios ni Santa María, de viga en viga, uh….!». Ella se fue. Él dizque dijo: «Con Dios y Santa María». Y ¡pum!, se cayó. Él, no quería de veras ¡sólo para saber cómo era! Las que volaban eran mujeres, iban lejos, lejos… El hombre devolvió la ropa: «He de decir que me enredé en la ropa y me caí, pues».
–Y de ahí ¿traían noticias?
–Sí, claro. ¡Qué novedades había! Y ahí decían: en tal parte tal cosa, y en tal parte tal otra cosa. Eso contaban mis papás. Nosotros, ver, ya no. (Resumen de una entrevista a un hombre mireño, de unos sesenta años.)
Narraciones como la que antecede, repito, podrían estar sacadas de cualquier relato de brujas españolas medievales, pero proviene de Mira a finales del siglo XX. La tradición afirma la existencia de mujeres voladoras que han sobrevivido hasta la actualidad. En el texto anterior aparece el comentario muy importante: «Le han untado un ungüento por las ancas y por las ingles». Se trata de una indicación casi definitiva sobre la supervivencia de la brujería europea en este colectivo marginal. En ninguna otra tradición de brujas ni chamánica quechua o mestiza se han utilizado ungüentos enteógenos o visionarios. Se sabe de la existencia, en el mundo andino, de brebajes psicotropos de consumo oral pero no de mixturas que se absorban vía epidérmica, tal vez con excepción del jugo crudo de Brugmansias pero no se prepara en forma de ungüento sino que se friega la sabia líquida directamente sobre la piel. Los ungüentos constituyen una técnica y una práctica propios de la brujería europea.
Es muy probable que haya mireños/as que tengan más conocimientos sobre el tema, pero que no han querido comentarlos a un desconocido. Los habitantes de Mira mantienen una actitud muy cerrada hacia los visitantes (de los que ven muy pocos a lo largo del año) y especialmente en referencia al tema de las brujas y las mujeres voladoras. A pesar de estar con un guía que cuenta con amistad entre ellos, cuando el autor les ha interrogado sobre las brujas de Mira, la respuesta más habitual ha sido un quiebro de la mirada hacia otra parte y la frase: «No sé que sería ello».
III. Aspectos lingüísticos de Mi...
Índice
- SUMARIO
- PROEMIO DE LECTURA NECESARIA
- PRIMERA PARTE:LOS CHAMANISMOS COMO VÍA DE ADAPTACIÓN
- I. UN PUNTO DE PARTIDA
- II. FACTORES QUE DEFINEN LA CONSCIENCIA
- III. ESCOLLOS EN LA CONCEPCIÓN OCCIDENTAL DE LOS CHAMANISMOS
- IV. CHAMANISMO Y RELIGIÓN
- V. LA CUNA DEL CHAMANISMO
- VI. MOTIVACIÓN CHAMÁNICA Y SANACIÓN
- VII. PRINCIPALES ASPECTOS COGNITIVOS DE LOS CHAMANISMOS
- VIII. SOBRE LAS METÁFORAS
- IX. LAS CONSCIENCIAS Y SU PROYECCIÓN EN LA CULTURA
- SEGUNDA PARTE:NEOCHAMANISMO OCCIDENTAL, ENTEÓGENOS Y PSEUDOCONOCIMIENTO
- I. EL NUEVO MERCADO DE LAS CREENCIAS
- II. CHAMANES CAMALEÓNICOS
- III. LA MODERNA SUBJETIVIDAD
- IV. ORALIDAD Y CHAMANISMOS
- V. EL CHAMÁN, GENIO Y FIGURA…
- VI. UN POCO DE TODO Y CASI DE NADA
- VII. LA ESENCIA COMO SISTEMA ABIERTO
- VIII. CHAMANISMO, INTERNET Y ALGUNAS SUGERENCIAS
- TERCERA PARTE:CURACIÓN, CHAMANISMO Y MODIFICACIÓN DE LA CONSCIENCIA
- I. ALGUNOS ASPECTOS UNIVERSALES
- II. DESINTEGRACIÓN, AUTO-ORGANIZACIÓN Y CURACIÓN CHAMÁNICA
- III. EL SER HUMANO COMO SISTEMA ABIERTO
- APÉNDICE PRIMERO
- APÉNDICE SEGUNDO
- BIBLIOGRAFÍA