Segunda parte
La crisis de 2001
CAPÍTULO 5
De marzo a julio
I. De la promesa de renovación institucional a la salvación de la economía
López Murphy: cambio de alianzas y radicalización de la apuesta fiscal
El momento más peligroso para un régimen es cuando intenta reformarse a sí mismo.
Alexis de Tocqueville
Cuando estalló en febrero de 2001 la crisis de la economía turca en la Argentina se encendieron las alarmas y se agravó el panorama anterior. Desde el inicio del gobierno de la Alianza reactivar y sanear la economía había sido el principal objetivo pero sin embargo a más de un año de gestión todavía la misma continuaba estancada y sin respuesta alguna. José Luis Machinea había sido escogido como uno de los principales ejes articuladores por el cual debería pasar el proyecto aliancista al ser el responsable tanto de apuntalar el crecimiento económico como de ganar la tranquilidad en los mercados que le permitieran al país ser menos vulnerable en términos financieros, ordenando a su vez la situación externa y fiscal, pero aun con quince meses de gobierno a cuestas tenía poco o casi nada que ofrecer en términos de resultados: no había logrado conquistar la confianza de los inversores a pesar de haber prometido la más estricta austeridad fiscal, los cuatro ajustes estatales que aplicó durante el primer año de gestión de la Alianza –con los consabidos costos políticos que implicaron para el gobierno– no parecieron efectivos ni tampoco pudo reactivar la economía aun cuando recibió el espaldarazo del FMI y parte de los fondos del denominado blindaje de diciembre de 2000. De igual modo, a pesar de haber realizado una altisonante moratoria fiscal, en junio la recaudación solo aumentó durante dos trimestres para comenzar el 2001 con un nivel de déficit público todavía más grave que el de años anteriores (gráfico 2.3). La desocupación no disminuyó, sino que aumentó y las perspectivas para el futuro parecieron comenzar a derrumbarse. Bajo este panorama, todas las oportunidades y apuestas habían terminado por volverse estériles, cuando no negativas, ya que se habían invertido esfuerzos, tiempo, capital político y el aliento inicial en una conducción económica que una vez más, al comenzar 2001, estaba dejando al gobierno sin recursos, al país más vulnerable y endeudado, y a la masa crítica de votantes aliancistas sin nada que pudiera contentarlos, y con todas las ilusiones que la Alianza inicialmente había despertado ahogadas. Con todo ello, el cuadro de situación día a día parecía dirigirse barranca abajo, por lo que continuar por la misma senda resultaba problemático e incluso inútil. Más bien habría que actuar rápido para evitar que el estancamiento y la recesión no mudaran en una depresión y crisis, que finalmente terminaran por hundir totalmente a la economía y hacer estallar como su corolario a la convertibilidad. Un medio de prensa comentó cómo se encontraban las expectativas al comenzar marzo y las perspectivas que se tejían para el resto del año:
La demora para que la economía se reactive se está convirtiendo en una pesadilla para el Gobierno. En el Gabinete queda poco del optimismo que reinaba hacia fines de enero por el Blindaje y algunos empresarios sostienen que el clima de negocios en la Argentina no logra recuperarse. […] Esa misma sensación habría encontrado eco en algunas consultoras formadoras de opinión, como FIEL, donde se habría discutido la conveniencia de revisar hacia la baja el último pronóstico de crecimiento del PBI. Y tres de las diez compañías líderes ordenaron nuevos estudios sobre pautas de crecimiento para 2001. ‘El escenario es serio y el futuro, difícil’, le plantearon, sin eufemismos, los timoneles de algunas de las empresas top del país en la reunión que tuvieron con el Presidente [De la Rúa], el martes en Olivos (Clarín 02/03/2001).
Ante este escenario y teniendo en vistas las elecciones legislativas de octubre y el temor a que se agravara la situación, convirtiéndose la misma en una galopante crisis económica, De la Rúa dio por concluida la gestión de Machinea el viernes 2 de marzo de 2001. Los candidatos a reemplazarlo fueron tres: el jefe de Gabinete Chrystian Colombo, Domingo Cavallo y Ricardo López Murphy. El primero de ellos era quién registraba sin dudas el mayor consenso por parte de los dos máximos líderes partidarios, Alfonsín y Álvarez. Por el lado del presidente de la UCR, porque si bien no era un entusiasta de los planes de Colombo, este candidato lucía como la opción menos conflictiva frente a las otras: Alfonsín desde hacía meses que estaba batallando contra el ingreso de Cavallo al gabinete por considerarlo un “giro a la derecha”, ubicando a la figura de López Murphy en un espectro similar. Por parte de Álvarez, porque alguien tan ortodoxo en materia económica como López Murphy resultaba indigerible para el Frepaso. El partido ya había acompañado al gobierno con cuatro ajustes hasta entonces –implicándole dichos ajustes la ruptura con media docena de sus legisladores, cuadros, su identidad de centroizquierda y el final de las ilusiones sobre aplicar políticas de mejora social– por lo que tolerar a un fanático de los recortes como López Murphy era pedir demasiado. Ante esto, si bien Álvarez había promovido abiertamente que Cavallo fuera el reemplazante de Machinea durante varias oportunidades en 2000, la lectura de la situación volvía a ello un imposible (al menos temporalmente) dada la alta resistencia por parte de Alfonsín. En consecuencia, era más bien promotor ahora de que Cavallo no se hiciera cargo del Ministerio de Economía, sino del Banco Central, terminando igualmente en una situación similar a la de Alfonsín: si bien no existía una estima por Colombo, parecía el candidato más viable de todos. Por lo que Colombo, de este modo, podría volverse una fácil figura de consenso en la Alianza: por un lado, era un hombre muy ligado a De la Rúa y a sus ideas económicas, y por otro porque no revestía resistencias insalvables por parte de ningún sector o partido. Por ello el grueso de los medios de prensa lo auguraban como el casi seguro reemplazante de Machinea al comenzar marzo (Clarín 03/03/2001, La Nación 02/03/2001, Ámbito Financiero 02/03/2001, Página 12 02/03/2001).
Sin embargo, a pesar de que la figura de Colombo permitía continuar con cierto nivel de consenso entre los líderes partidarios de la coalición y De la Rúa, respetando el esquema de la troika básica, el presidente pateó el tablero y se inclinó por un camino distinto frente a ellos. Es decir, frente a la opción de sostener la débil situación de equilibrio que todavía se daba entre presidente y partidos como hasta entonces, De la Rúa prefirió minimizar dichas alianzas partidarias y radicalizar su apuesta individual al convocar sin consultas y contra toda resistencia a López Murphy como ministro de Economía, en un acto que con toda certeza despertaría todavía nuevos conflictos y quiebres en la Alianza. En efecto, López Murphy era sin dudas el referente económico e ideológico con el cual De la Rúa mejor acordaba dentro del radicalismo, siendo una persona cercana a las ideas del presidente, conservadoras en lo político y neoliberales en lo económico. Por ello mismo De la Rúa desde el comienzo de la Alianza había coqueteado con ponerlo al frente del área económica pero distintas desavenencias lo habían impedido: primero porque López Murphy, por esas mismas posiciones ideológicas y concepciones económicas con las que tanto acordaba De la Rúa, habían sido las mismas por las cuales dentro de la UCR el alfonsinismo históricamente se había enfrentado a aquel (Álvarez & Solá: 114, 2002; Novaro, 2009: 107; Zícari, 2014d: 115), como también y por lo mismo, había sido duramente cuestionado y rechazado por Graciela Fernández Meijide y el Frepaso durante la interna aliancista de 1998 (Clarín 30/10/1998); además –y finalmente– porque prácticamente López Murphy se autoimpugnó como candidato a ministro de Economía cuando en plena campaña electoral en 1999, y a seis meses de las elecciones presidenciales, dijo que de triunfar la Alianza una de las primeras medidas del gobierno debería ser bajar todos los salarios del país un 10% (Clarín 15/04/1999), lo cual llevó a De la Rúa a admitir públicamente que de imponerse como presidente, López Murphy nunca sería su ministro de Economía (Clarín 16/04/1999). Sin embargo, las cosas habían cambiado ya radicalmente desde el comienzo de la Alianza a la coyuntura inicial de 2001: Álvarez y el presidente estaban en una situación de enfrentamiento cada vez más cercana a la ruptura, por lo que el primero ya no podría ser escuchado igual que antes –además, las críticas de esos días al discurso presidencial de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso no habían hecho que la distancia entre uno y otro aminore, sino que crezca (Clarín 03/03/2001) –, mientras que el Frepaso estaba en plena crisis interna y en una posición de suma debilidad, debatiendo permanentemente si seguir acompañando al gobierno o romper totalmente con él, sin poder ser considerado ahora un socio pleno de la coalición como antes sino uno en retirada. En suma, la nueva relación de fuerzas no admitía que ni Álvarez ni el Frepaso tuvieran el peso originario en la coalición sino que ahora, si decidían finalmente no romper, se los relegaba a tomar como única actitud el camino de la subordinación. Con vistas al radicalismo ocurría lo mismo: De la Rúa con Machinea ya le había dado la oportunidad al cuadro que más apoyo contaba dentro del partido, pero el tiempo de este indefectiblemente se había agotado. En consecuencia, ahora eran los hombres de la UCR los que tendrían que darle una oportunidad a otro cuadro radical como López Murphy, antes de que la situación se agravara todavía más y se tuviera que convocar a Cavallo como sobrevolaba en el contexto, siendo este además un referente extra partidario que despertaría todavía más resistencias que aquel. Como tituló el diario Ámbito Financiero en su portada tras la nueva designación: “López Murphy ministro de Economía: la última chance antes de Cavallo” (Ámbito Financiero 05/03/2001).
En todos los casos, más allá de los partidos, la coyuntura o los lazos de buena voluntad que todavía pudieran aflorar, la modificación de los esquemas iniciales de poder debía tomarse como un hecho dentro de la Alianza, por lo que De la Rúa tenía derecho ahora a una mayor cuota de libertad para actuar, estando sus socios en repliegue. Además, según el diagnóstico que se intentaba esgrimir desde la presidencia, era imperioso admitir que si la situación económica era cada vez más grave, era entonces igualmente imperioso admitir que un hombre extremo como López Murphy era por tanto lo que esta realmente demandaba. Por último y con todo, con esta nueva designación se podría conquistar también un gabinete más homogéneo y delarruísta que el inicial y que le permitiera al presidente reafirmar su autoridad institucional, ganar mayor autonomía y reducir así su dependencia de las estructuras partidarias que no controlaba y siempre había considerado un estorbo (tanto la UCR como el Frepaso), pasando con ello de un consenso negociado a otro de concesiones unilaterales para con los partidos socios y en el cual era la verticalidad más que...