Victoria Woodhull
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Victoria Woodhull

Visionaria, sufragista, y primera mujer candidata a la Presidencia de los EE.UU

  1. 356 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Victoria Woodhull

Visionaria, sufragista, y primera mujer candidata a la Presidencia de los EE.UU

Descripción del libro

"El libro mantiene el foco en su heroína, y reconoce que la historia de Victoria es también amena y que ella tenía un instinto natural para el espectáculo", New York Times.
"La fascinante biografía de Victoria Woodhull documenta las extaordinadas medidas que esta feminista radical tomó para cambiar su vida y la sociedad de la época" ,  Francine Prose (Elle).
Pocas mujeres han sido tan sorprendentes, tan fascinantes y perseverantes…Victoria Claflin Woodhull, más tarde conocida como Victoria Woodhull Martin (1838–1927), fue una líder del movimiento por el sufragio femenino.

En 1872, se convirtió en la 1ª mujer en presentar su candidatura para la presidencia de los Estados Unidos. Además de su labor como activista a favor de los derechos de las mujeres y de las reformas laborales, apoyaba el amor libre, que para ella significaba tener libertad para casarse, divorciarse y tener hijos sin la interferencia del gobierno.
Pasó dos veces de la pobreza a la riqueza y luego de unirse al movimiento espiritualista, hizo una fortuna como corredora de bolsa en Nueva York. Aunque la autoría de varios de sus artículos está en disputa (algunos de sus escritos y discursos fueron colaboraciones entre ella, sus ayudantes y su segundo esposo, el coronel James Blood), su rol como representante de los movimientos sociales por el voto femenino y demás causas a favor de los sectores desfavorecidos fue muy poderoso.

Junto con su hermana, fue la 1ª mujer que operó una financiera en Wall Street, y ambas fueron de las primeras mujeres que fundaron un periódico, Woodhull & Claflin's Weekly, que comenzó a publicarse en 1870. En su etapa política más activa, adquirió notoriedad como la 1ª mujer que presentó su candidatura para la presidencia de los EE.UU, como representante del partido Equal Rights, que abogaba por el sufragio femenino y la igualdad de derechos. Días antes de las elecciones, fue acusada de obscenidad por haber publicado un artículo sobre el supuesto romance adúltero entre el prominente ministro Henry Ward Beecher y Elizabeth Tilton y arrestada, lo que sumó una gran cobertura mediática a su candidatura.
Generaciones después, muchas de estas reformas han sido implementadas y algunas de sus ideas y sugerencias aún están en debate.

Por primera vez al español, esta biografía reveladora.

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Información

Editorial
Casiopea
Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788494848209

CAPÍTULO III

Después de lanzar su firma bursátil, su periódico, y su carrera política, Victoria escandalizó aún más a la sociedad cortándose el pelo y haciendo que su ropa se ajustara a su cuerpo a la perfección. En la imagen, Victoria Woodhull lee su argumento a favor del voto de la mujer, sobre la base de las enmiendas constitucionales Decimocuarta y Decimoquinta a la Constitución durante una visita al Comité Judicial de la Cámara de Representantes, Washington D. C., enero de 1871. (Getty Images)
Tan pronto como eleven un ídolo, puede estar seguro de que lo arrojarán para romperlo en mil pedazos
Charles Dickens

WASHINGTON D. C., ENERO DE 1871

«Exactamente a la hora prevista, Mrs. Woodhull se hallaba en su asiento en la sala del comité, a la espera de la llegada del cuerpo legislativo que se había mostrado dispuesto a escuchar lo que tuviese que decir respecto a por qué no deberían concedérsele todos los «privilegios e inmunidades de la ciudadanía» —publicaba The Press of Philadelphia. «Los miembros del poder judicial tomaron asiento con parsimonia. A las diez y media, podía verse a Mr. Bingham en su silla, con las manos cruzadas tras su cabeza y su expresivo rostro, radiante de virilidad. En el lado opuesto de la mesa, el juez Loughbridge de Iowa, apoyaba el mentón sobre una mano, sus ojos brillaban de expectación. Loughbridge era el único plenamente comprometido con el movimiento, pero, tratándose de un hombre soltero, puede asumir cualquier efecto de su postura. Mr. Cook de Illinois y Mr. Eldridge de Wisconsin, se hallaban en sus lugares. Como el tiempo no esperaba a los miembros rezagados y la mañana transcurría, Mr. Bingham le indicó a Mrs. Woodhull que podía proceder. La sala en aquel momento apenas contaba con asistentes, en su mayoría eran mujeres y partidarios del movimiento, casi todos venidos de estados diferentes».
El 11 de enero de 1871, Victoria Woodhull volvía a hacer historia al convertirse en la primera mujer en dirigirse al comité del Congreso, pese a no haber una gran representación de legisladores en él, para dar fe de ello. Victoria había tomado a las reformistas por sorpresa. Estas se habían reunido en Washington aquella semana para su convención anual, con el único propósito de «que el Congreso, y por extensión el país, se diesen cuenta de la necesidad de una decimosexta enmienda a la Constitución». Pero Victoria y Tennie habían estado en Washington desde finales de diciembre «tirando diligentemente de los cables», como publicó un periódico. Se habían unido a las legiones femeninas de los grupos de presión que cada invierno multiplicaban la población de Washington sin notificarlo ni consultarlo con las líderes del movimiento sufragista. Cuando, el 9 de enero, las sufragistas leyeron en un diario que Victoria iba a comparecer ante el comité y que ellas iban a ser eclipsadas «por la siempre independiente bróker», se reunieron con urgencia para planear una estrategia.
Isabella Beecher Hooker, se hallaba en el Capitolio cuando supo del golpe de efecto de Victoria. «Estaba atónita. Nunca antes había oído hablar de Mrs. Woodhull», declararía más tarde. «Fui a ver a Mrs. Susan B. Anthony y se lo dije». Ambas deliberaron durante tres horas sobre cómo proceder, de cara a la siguiente aparición de Victoria. Anthony era partidaria de asistir al comité como oyente, sin embargo Mrs. Hooker, que había organizado la convención de mujeres con dinero prestado por su marido, no estaba de acuerdo. Pese a que esta proclamó no haber oído hablar de Victoria antes de aquel enero de 1871, resulta poco probable. La familia Hooker estaba íntimamente ligada al contingente de Nueva Inglaterra por los derechos de la mujer, el cual desconfiaba de Woodhull, desaprobaba sus actividades, tanto personales como profesionales, y cuestionaba sus «antecedentes». Hooker era la renegada de la familia Beecher, pero no deseaba enfrentarse abiertamente a sus hermanas mayores al aceptar de forma manifiesta a tan cuestionable mujer. Ella y Anthony finalmente acordaron «dar con Woodhull y averiguar todo lo posible sobre ella».
Ambas reformistas se vieron con Victoria y hablaron sobre su discurso durante horas; aun así, Hooker no estaba segura de querer mostrarle tanto apoyo asistiendo a la audiencia. En aquel momento, el senador de Kansas, Samuel Clarke Pomeroy, intercedió. Hooker se hospedaba en su residencia y este le manifestó a ella y a Anthony que sus recelos resultaban contraproducentes. «Esto no es política. Los hombres jamás podrían trabajar en ningún partido si siempre investigasen los antecedentes de sus miembros y asociados —afirmó—. Si vais a luchar, debéis aceptar toda la ayuda que os brinden».
Tras aquella reprimenda, ambas decidieron asistir a la audiencia, pero con intención de hablar también. Cuando se dirigieron a la sala del comité manifestando su interés en ser oídas respecto a la cuestión del voto, les prometieron que testificarían tras el discurso de Mrs. Woodhull. The Press of Philadelphia describió la escena que tuvo lugar en la mañana del 11 de enero de 1871: «Al frente se encontraba Mrs. Beecher Hooker, con sus rizos recogidos con precisión ortodoxa y las plumas azules contrastando con su piel rosada. Su elegante chaqueta estaba adornada por perlas color acero. […] Susan B. Anthony se hallaba junto a ella, enfundada en un vestido de seda negra, con una sobrefalda de terciopelo y un corpiño. Unas gafas descansaban sobre su nariz y la luchadora por los derechos de la mujer mostraba ese aspecto anhelante y esperanzado de quien lleva centrado medio siglo en una sola idea. A continuación entraron Paulina Davis, con el rostro enmarcado por un cabello blanco como la nieve y Mrs. Josepine S. Griffing, la dama más noble sobre la faz de la tierra. La reverenda Olympia Brown escudriñó con curiosidad a los integrantes de la firma de Wall Street, ya que dos de sus miembros se hallaban presentes. Ambas socias iban vestidas de igual manera y se dirigieron la una a la otra empleando la expresión “hermana”. Llevaban un “traje de negocios” consistente en una tela azul marino recogida en la falda. El corpiño o chaqueta era similar al frac masculino, pero los altísimos sombreros de cono encarnaban el triunfo de tan pintoresco atuendo, confiriéndoles un aspecto de forajidas, y el escaso cabello que asomaba por debajo, reducía cualquier alusión femenina que pudiera poseer la floreciente “firma”».
Uno de los periodistas presentes quedó especialmente cautivado por Tennie: «Es joven, bella, interesante y ágil como un ave tanto en su movimiento como en su discurso. El contorno de su rostro es igual al de un muchacho, y su cabello corto y coronado por un peculiar sombrero masculino le confiere la apariencia de un joven inquieto, presto a cualquier travesura. Pero su voz posee una tonalidad suave» —escribió The Evening Star en la primera página de su artículo—. «Cualquier movimiento brusco de su tez o de sus manos, podría parecer poco femenino en cualquier otra persona, pero en Tennie C. Claflin confiere verdadero encanto a su conversación y un énfasis a su discurso que hacen de ella una joven irresistible. Los congresistas reunidos en torno a la mesa del comité, —aquellos a favor de conceder a las mujeres el derecho de ser escuchadas—, se mostraban igualmente divertidos con su presencia. Las mujeres no eran algo nuevo en Washington. Desde la Guerra Civil, las habían utilizado como grupos de presión, en parte por no poder deshacerse de ellas tan rudamente como de los hombres y porque, al fallar los sobornos, siempre se podía recurrir a la seducción. Pero la imagen de un grupo tan formal reunido ante el Comité Judicial de la Cámara resultaba diferente. Según un periodista, «Eldridge, de Wisconsin, […] parecía tomarse aquello como un chiste, y siguió sonriendo como si tratara de insuflar ánimos a las mujeres y a su labor».
Para cuando Victoria estuvo lista para dirigirse al comité, algunos legisladores más habían llegado elevando el número a ocho, incluyendo a Ben Butler. Victoria se levantó, y se quitó el sombrero dejándolo sobre la mesa. Se disculpó por anticipado por cualquier posible vacilación, pretextando ser aquel, el primer discurso que pronunciaba. Procedió a leer su petición, en su mayor parte redactada por Butler, refiriéndose a sí misma en tercera persona como: «nacida en el Estado de Ohio, mayor de veintiún años, residente en el estado de Nueva York desde hacía tres años, y ciudadana de los Estados Unidos, tal y como declaraba el decimocuarto artículo de enmiendas a la Constitución de los Estados Unidos. A continuación expuso lo siguiente:
«Que, desde la aprobación del decimoquinto artículo de enmiendas a la Constitución, ni el estado de Nueva York ni ningún otro estado ni territorio había aprobado una ley que restringiera el derecho al voto de ningún ciudadano de Estados Unidos por razón de sexo o de raza».
«Que, sin embargo, se denegaba el derecho al voto a las ciudadanas de los Estados Unidos por medio de las leyes electorales promulgadas antes de la aprobación del decimoquinto artículo, las cuales resultaban contrarias a la Constitución en su versión enmendada, y por lo tanto nulas y sin efecto; pero que, siendo ejecutadas por dichos estados y territorios, hacían inoperativa la Constitución en lo referente al derecho al voto de las mujeres».
«Y que mientras el sexto artículo, sección segunda, declaraba que “Esta Constitución, y las leyes de los Estados Unidos dictadas en virtud de la misma, y todos los tratados celebrados o que se celebren bajo la autoridad de los Estados Unidos, serán la suprema ley del país y los jueces de cada Estado estarán obligados a observarlas, no obstante lo dispuesto en la Constitución o las leyes de cualquier Estado”».
«Y considerando que no se hace ninguna distinción entre ciudadanos en la Constitución por razón de sexo, y que el decimocuarto artículo de enmiendas estipula que “Ningún Estado podrá dictar ni dar efecto a cualquier ley que limite los privilegios o la inmunidad de los ciudadanos de los Estados Unidos […] ni negar a cualquier persona acogida bajo su jurisdicción la misma protección de las leyes”, y puesto que el Congreso tiene el poder de dictar las leyes que permitan aplicar los poderes conferidos por la Constitución, así como para regir o alterar las regulaciones relativas a la celebración de elecciones a Senador y miembro de la Cámara de Representantes, y especialmente para hacer cumplir las disposiciones del decimocuarto artículo; y considerando que dichas leyes electorales niegan y limitan el derecho de los ciudadanos a votar por razón de sexo, resulta un agravio a su autor y a otras muchas personas, ciudadanas de los Estados Unidos, que son mujeres; Por todo ello, se pide respetuosamente a sus señorías someter dichas leyes a la sabiduría del Congreso para que se nos permita disfrutar del derecho recogido en la Constitución en lo que respecta al voto, sin discriminación por razón de sexo, lo que esta oradora les agradecerá siempre».
A continuación, Victoria hizo una ligera inclinación y obsequió la comité con una de sus sonrisas.
Durante la exposición, la tía Susan, como se conocía a Anthony entre las más jóvenes de la causa feminista, había permanecido sentada detrás de Victoria, sonriendo amablemente y marcando las pausas con un movimiento de dedos, como si dirigiera el discurso. Cuando Victoria se sentó, tomó la palabra para manifestar que en el invierno anterior, y pese a haberse apresurado todo lo que permitía el ferrocarril desde Kansas, no había logrado presentar a tiempo la petición ante el comisión, pero se sentía satisfecha de que «Wall Street» hubiese hablado. Las palabras de Anthony, uno de los pilares del movimiento por los derechos de la mujer, fueron un respaldo público a Victoria y una señal de que era bienvenida a la causa.
«Se pronunciaron otros discursos —escribió el New York Herald—, pero Woodhull había cautivado al comité y estos resultaron innecesarios». La secretaria de la convención de mujeres afirmó: «Mrs. Woodhull habló con un poder y un efecto maravilloso».
Al concluir la audiencia, algunas mujeres, emocionadas por lo que habían presenciado, se acercaron a los congresistas para defender sus causas por separado: «Mr. Cook de Illinois, que se había mostrado distante durante el acto, fue abordado por varias de ellas y quedó arrinconado en una esquina, donde lo acribillaron con sus peticiones. El general Butler fue blanco de numerosas sonrisas y el juez Loughbridge de Iowa, se convirtió en el principal objeto de atención». El comité anunció que informaría de su decisión —favorable en opinión de Anthony— el viernes por la noche, tras lo cual las mujeres abandonaron el Capitolio con aire triunfante.
Aquella tarde, el Lincoln Hall de Washington D. C., estaba casi al completo al dar comienzo la convención por los derechos de la mujer. Se respiraba emoción en el aire debido a que, tras años de trabajo a la sombra del Capitolio, las mujeres tenían al fin un asiento en la mesa. En palabras de la secretaria, Mrs. Josephine Griffing, el discurso de Woodhull había variado el foco del movimiento, dejando de ser un queja sobre «los aciertos de los hombres y las equivocaciones de las mujeres» para convertirse en una cuestión de simple justicia ante la ley. Se había elevado el argumento.
La multitud estaba ansiosa por ver a la nueva mensajera. Pese a su timidez en el escenario, Victoria intrigaba al añadir un toque de peligro y la posibilidad de un escándalo a la causa feminista. Isabella Beecher Hooker abrió la asamblea tras lo cual, presentó a Mrs. Woodhull a la nueva audiencia de admiradoras. A Victoria le aterrorizaba la perspectiva de hablar en público y precisó del brazo de Hooker al aproximarse al escenario. Su voz tembló al disculparse una vez más por su torpeza como oradora. «Aunque parecería que su experiencia en Wall Street habría preparado a Victoria para enfrentarse a lo peor, —escribió uno de los periodistas presentes—, lo cierto es que el corazón de Victoria latió con fuerza y la sangre llegó y se esfumó de sus mejillas como la fortuna sube y baja por el “cambio”. Mrs. Woodhull releyó su petición, después de lo cual volvió a tomar asiento».
La frágil y temblorosa oradora que se había dirigido a la audiencia acababa de convertirse en el gran impulso que venían necesi...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. DEDICATORIA
  6. EPÍGRAFE
  7. PRÓLOGO
  8. CAPÍTULO I
  9. CAPÍTULO II
  10. CAPÍTULO III
  11. CAPÍTULO IV
  12. CAPÍTULO V
  13. PLATAFORMA DEL PARTIDO COSMOPOLÍTICO
  14. BIBLIOGRAFÍA
  15. AGRADECIMIENTOS
  16. NOTAS
  17. Ediciones Casiopea