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ESCENA IV: DESCENSO AL HADES
(Sobre un fondo de mar abierto y una playa con árboles oscuros, Gilgamesh entra en escena por el costado izquierdo, con túnica, sandalias, un collar en el cuello, anillo en el dedo, un zurrón en la espalda y armado con un cuchillo. En el costado derecho hay una puerta con cerrojo).
Gilgamesh: Nel mezzo del cammin di nostra vita, mi ritrovai per una selva oscura…
Ya es hora de pasar de las palabras a la acción. Ahí está la puerta de entrada al mundo inferior, con su cerrojo. Debo iniciar de inmediato la prueba para poder lograr vida inmortal. ¡Que Ishtar me dé su fuerza!
(Con el cuchillo rompe el cerrojo y abre la puerta. Sale por ella, gruñendo, una pantera humana. Gilgamesh retrocede asustado y cae al suelo).
Pantera: ¡Atrevido mortal! ¡Quien entra por esta puerta, rompiendo su sello, nunca más volverá a la vida! Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate. ¡Esta es la puerta del Hades!
Gilgamesh: ¡Fiera infernal! No has de frustrar mi hazaña. Mi decisión está tomada y tú no me dejas ya otra alternativa. He de cruzar el dintel de la desesperación si quiero seguir manteniendo viva mi esperanza. ¡Apártate de mi camino!
(Se levanta y con el cuchillo enfrenta a la pantera).
Pantera: Nadie que cruce esta puerta podrá volver jamás a ser el mismo. ¡Despójate, pues, ahora del collar que ostentas como príncipe, dejando atrás dignidades pasadas, para unirte a la igualdad que a todos les confiere el mismo polvo!
(La pantera le arranca bruscamente el collar. Gilgamesh cruza la puerta y, seguido por la pantera, desaparece del escenario por el lado derecho. Luego, reaparece por la izquierda y se enfrenta a una nueva puerta con cerrojo).
Gilgamesh: He penetrado en el torbellino de la muerte y no puedo ya echarme para atrás ni evadir sus peligros. La miraré de frente, cara a cara, sin rehuir su semblante, para que, así, renuncie también ella a poseerme en sus dominios. (Ve la puerta). ¡La segunda puerta, con su cerrojo! ¿Cuál podrá ser ahora el desafío? Pero será mejor sacudir los temores con la acción inmediata, sin dejar que, por pensar demasiado, me amilane.
(Con el cuchillo rompe el cerrojo y abre la puerta que está al costado derecho del escenario. Entra por ella y reaparece por el fondo. Por la izquierda sale Minos, monstruo con cola, que lleva una balanza en su mano).
Minos: ¡Oh tú, que vienes al doloroso hospicio! Osaste penetrar en la segunda estancia, rompiendo su cerrojo. Pero ahora cayó también sobre ti una nueva losa. Este es el lugar del pesaje para todo culpable. El fiel de la balanza señalará la cuantía de tu castigo. Viviste en el desenfreno propio de príncipes y ahora deberás descender bruscamente del pedestal, para lamer el polvo. ¡Entrégame tu anillo, signo de autoridad, puesto que en adelante serás esclavo de la nada!
(Le arrebata el anillo del dedo).
Gilgamesh: ¡Minos, demonio del juicio despiadado! ¿Qué mortal podrá escapar de tu condena? ¿Delicta, quis intelligit? Somos seres de barro y tú nos exiges pureza cristalina. Pero ¿es la muerte un castigo adecuado? ¿Cómo el placer, en vida, podría ser considerado una culpable caída en tentación? ¡Si la vida se mueve por principio de placer! ¡Eres tramposo, Minos! Suscitas en nosotros las apetencias insaciables del deseo, para luego esperarnos, agazapado, en tu infernal refugio, y pesar, vengativo, nuestros actos, que buscaban diversión únicamente para huir de la angustia.
Minos: No hay dolor más grande que acordarse de los tiempos felices, en la miseria. ¡Y llegaron para ti los tiempos de miseria, Gilgamesh! Las noches transcurridas en borracheras, mimado por las caricias de tus cortesanas, mientras al mismo tiempo imponías la cruel tiranía a tus pobres súbditos, hacen que ahora el fiel de la balanza incline bruscamente el platillo hacia el justo castigo.
Gilgamesh: ¿Y qué macabra relación puede existir entre lo que un hombre mortal haya podido hacer mientras vivía, y su fatal destino? ¿Podrá acaso afectar en algo a los eternos dioses lo que una hoja que se lleva el viento haga o no haga durante su fugaz vida?
Minos: ¡Mío es el juicio y no de un vulgar mortal, llamado únicamente a ser reo!
Gilgamesh: ¡Es un juicio injusto, por arbitrario! Tener mayor poder debería darte un deber aún mayor de compasión. No he de quedarme aquí a cumplir tu sentencia. ¡Seguiré mi camino y enfrentaré a los dioses que, prepotentes, sembraron la enemistad de los humanos, condenándolos sólo por haber nacido!
(Gilgamesh sale, corriendo, por el costado derecho).
Minos: ¡Pobre mortal estúpido! Vas a caer de nuevo, ineludiblemente, en mis redes.
Y tendrás que cumplir, con creces, la sentencia.
(Minos sale del escenario por el fondo. Aparece Gilgamesh por el
costado izquierdo. Hay una nueva puerta con cerrojo en el extremo
derecho del escenario).
Gilgamesh: El desafío aumenta a medida que, por el camino, voy dejando a poderes diabólicos sangrando con la herida de mi desacato. No me queda sino mirar hacia delante y olvidar el pasado que me acecha. (Ve la puerta). ¡Otra puerta que abrir! ¿A qué nuevo misterio me enfrentará? ¿Podré seguir luchando y no sucumbir al desaliento? Llevo ya tres largas noches sin dormir y el sueño me atormenta. ¿Cuánto más resistiré tan larga vigilia? Mas debo romper el cerrojo de esta tercera puerta hacia el infierno, si quiero retornar a nueva vida.
(Rompe el cerrojo con el cuchillo y abre la puerta. Un perro con figura humana se le abalanza con furia).
Cancerbero: ¡Cave canem!
Gilgamesh: ¡Demonio cancerbero! ¡No vas a detenerme con tus ladridos! Voy a llegar al final de mi aventura y no habrá perro alguno que pueda impedírmelo. ¡Déjame libre el paso! Habiendo superado ya el juicio de Minos, ¿qué otra instancia podría quedarme aún por vencer?
Cancerbero: La arrogancia te engaña, Gilgamesh. Pues las puertas que abres se van cerrando de nuevo a tus espaldas y vuelve...