El niño filósofo
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El niño filósofo

Cómo enseñar a los niños a pensar por sí mismos

Jordi Nomen

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El niño filósofo

Cómo enseñar a los niños a pensar por sí mismos

Jordi Nomen

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La herramienta ideal para que familias y educadores desarrollen la inteligencia filosófica de los niñosLos niños tienen una extraordinaria capacidad de asombro y una curiosidad prácticamente ilimitada, dos cualidades que los convierten en pequeños grandes filósofos. El niño filósofo es una herramienta clave, tanto en casa como en la escuela, para potenciar esta inteligencia filosófica que les permitirá desenvolverse como ciudadanos activos y comprometidos.El libro está organizado en dos partes: la primera parte nos invita a considerar los beneficios que la educación filosófica puede conllevar en el desarrollo intelectual, personal y social de los niños. La segunda parte plantea doce grandes preguntas, legado de doce importantes pensadores de la tradición occidental, y propone ejercicios prácticos para que familias y educadores puedan abordarlas con los niños desde la crítica, el diálogo, el juego y la creatividad.Mmm...¿Debemos actuar con la cabeza o con el corazón?Platón¿Cómo podemos decidir lo que está bien?Aristóteles¿El placer debe ser el fin último de nuestros actos?Epicuro¿Debemos tener miedo a la muerte?Séneca¿Cómo se puede conseguir la alegría?Spinoza¿Es importante tener buenos amigos?Montaigne¿Para qué sirve la educación?Rousseau¿Qué debemos hacer?Kant¿Hay que ser creativo para vivir?Nietzsche¿Hay que opinar sobre todo?Wittgenstein¿Qué es la maldad?Arendt¿Es más importante tener o ser?Fromm

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Información

Editorial
Arpa
Año
2018
ISBN
9788416601905




1

¿Quién fue Ma­tthew Li­p­man?


Ma­tthew Li­p­man na­ció en Vi­ne­land, Nueva Jer­sey, el 24 de ago­sto de 1923 y mu­rió en West Oran­ge, Nueva Jer­sey, el 26 de di­ciem­bre de 2010. Fue el fi­ló­so­fo y edu­ca­dor esta­do­u­ni­den­se crea­dor del pro­gra­ma Phi­lo­so­phy for Chil­dren. Este pro­yec­to pre­ten­de acer­car la fi­lo­so­fía a los ni­ños me­dian­te una se­rie de no­ve­las fi­lo­só­fi­cas que per­miten a ni­ños y ni­ñas de di­fe­ren­tes eda­des rea­li­zar diá­lo­gos fi­lo­só­fi­cos en torno a los te­mas que les sor­pren­den en su vida co­ti­dia­na des­de su pro­pia ad­mi­ra­ción y cu­rio­si­dad.
Po­si­ble­men­te este sea uno de los acier­tos más re­levan­tes del pro­yec­to de Li­p­man: situar los pro­ble­mas y re­tos fi­lo­só­fi­cos en el te­rreno de la co­ti­dia­ni­dad de los ni­ños y re­con­st­ruir el abor­da­je que ha­cen estos ni­ños para afron­tar­los.
Li­p­man, re­fle­xio­nan­do so­bre sus ex­pe­rien­cias como pro­fe­sor de Fi­lo­so­fía con estu­dian­tes univer­sita­rios, y en el mar­co de los mo­vi­mien­tos po­líti­cos que se pro­du­je­ron en los cam­pus univer­sita­rios esta­do­u­ni­den­ses en los años ses­en­ta del si­glo pa­sa­do, lle­gó a la con­clusión de que ha­bía que apren­der a pen­sar críti­ca­men­te, pre­gun­tar­se so­bre cuestio­nes fi­lo­só­fi­cas y for­mar jui­cios ra­zo­na­bles, y que todo esto se de­bía al­can­zar en la es­cue­la por­que, si no, ya se­ría de­ma­sia­do tar­de. Sus re­fle­xio­nes so­bre la ne­ce­si­dad de ha­cer fi­lo­so­fía con los ni­ños lo lleva­ron, en 1969, a po­ner­se en con­tac­to con la Fun­da­ción Na­cio­nal para las Hu­ma­ni­da­des, para crear una lec­tu­ra fi­lo­só­fi­ca, en for­ma de re­la­to, para ni­ños de 11 o 12 años. Se tra­ta­ba de El des­cu­bri­mien­to de Ha­rry, que Li­p­man pu­bli­có en 1988 (Ma­drid, Ed. de la To­rre). En 1971, para eva­luar la for­ta­leza del texto y los be­ne­fi­cios que po­dían de­rivar­se de ha­cer lle­gar la fi­lo­so­fía a los ni­ños, pi­dió una beca para rea­li­zar un estu­dio de un año con alum­na­do de quin­to de pri­ma­ria (11 o 12 años) de es­cue­las pú­bli­cas de Mon­tclair, Nueva Jer­sey. La eva­lua­ción de los resul­ta­dos mo­st­ró que los be­ne­fi­cios de ha­cer fi­lo­so­fía se veían re­fle­ja­dos en to­das las de­más áreas de co­no­ci­mien­to.
En 1974 creó, jun­to con Ann Mar­ga­ret Sharp, el In­stitute for the Ad­van­ce­ment of Phi­lo­so­phy for Chil­dren (IAPC). El Mon­tclair Sta­te Co­lle­ge le ofre­ció esta­ble­cer en su cam­pus la sede del IAPC. De 1974 a 1980, am­bos se de­di­ca­ron a es­cri­bir más na­rra­cio­nes para di­fe­ren­tes nive­les y áreas y los ma­nua­les para el pro­fe­so­ra­do a fin de ex­pli­car cómo ha­bía que im­ple­men­tar el pro­yec­to. Cada nivel re­co­gía un ám­bito di­fe­ren­te de la fi­lo­so­fía: na­tu­ra­leza, len­gua­je, ló­gi­ca, éti­ca... Para eva­luar­lo re­ci­bie­ron una beca de la Fun­da­ción Ro­cke­fe­ller, el ser­vi­cio Testing Edu­ca­tio­nal, que, con Li­p­man como in­vesti­ga­dor prin­ci­pal, llevó a cabo diver­sas in­vesti­ga­cio­nes (una de las cua­les im­pli­ca­ba a casi cin­co mil estu­dian­tes du­ran­te un pe­rio­do de un año).
Ob­via­men­te, tam­bién ha­bía que pre­pa­rar a los ma­est­ros, dado que llevar a cabo el pro­yec­to no im­pli­ca­ba ne­ce­sa­ria­men­te te­ner co­no­ci­mien­tos pro­fun­dos de fi­lo­so­fía, sino más bien una de­ter­mi­na­da ma­ne­ra de pro­ce­der y un per­fil de pen­sa­dor fi­lo­só­fi­ca­men­te ac­tivo. Por ello Li­p­man co­men­zó a ofre­cer se­mi­na­rios de una se­ma­na en univer­si­da­des como Rut­gers, Har­vard, Yale, Illi­nois, Fordham y Mi­chi­gan Sta­te. A fi­na­les de 1980 se ter­mi­na­ron y pu­bli­ca­ron cua­tro pro­gra­mas para la en­se­ñan­za me­dia y se­cun­da­ria. A El des­cu­bri­mien­to de Ha­rry se aña­die­ron los si­guien­tes li­bros, to­dos de auto­ría de Li­p­man y pu­bli­ca­dos en 1988: el ma­nual para el pro­fe­so­ra­do In­vesti­ga­ción fi­lo­só­fi­ca, Lisa e In­vesti­ga­ción éti­ca (Ma­drid, Ed. de la To­rre), di­ri­gi­dos a estu­dian­tes de no­veno gra­do. Tam­bién Suki y Es­cri­bir, cómo y por qué (Bue­nos Ai­res, Ma­nan­tial, 2000) para dé­ci­mo gra­do, y Mark (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 1989) e In­vesti­ga­ción so­cial (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 1990) para estu­dian­tes de un­dé­ci­mo gra­do. Ade­más, Li­p­man y Sharp es­cri­bie­ron so­bre las ba­ses teó­ri­cas de la fi­lo­so­fía a nivel es­co­lar en sus obras de 1978 Gro­wing up with Phi­lo­so­phy y Fi­lo­so­fía en la es­cue­la. En 1980 se ce­rró el cu­rrí­cu­lum con tres pro­gra­mas para la es­cue­la ele­men­tal: Nous (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 2000) y Po­ner nuest­ros pen­sa­mien­tos en or­den (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 1992) para los gra­dos 3 y 4, y tam­bién Kio y Guss (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 1993). Ade­más, Asom­brán­do­se ante el mun­do (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 1989) para los mis­mos nive­les, y Pi­xie (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 2014) para el gra­do K2 (en Esta­dos Uni­dos). En 1986 el pro­yec­to Li­p­man de fi­lo­so­fía para la es­cue­la ele­men­tal fue re­co­no­ci­do como un pro­yec­to edu­ca­cio­nal de mé­rito por el De­par­ta­men­to de Edu­ca­ción de Esta­dos Uni­dos, que des­de en­ton­ces sub­ven­cio­na su di­fusión. En 1988 apa­re­ció una nueva pro­puesta teó­ri­ca de Li­p­man: La fi­lo­so­fía en el aula (Ma­drid, Ed. de la To­rre, 2000).
Phi­lo­so­phy for Chil­dren se con­vir­tió en un mo­vi­mien­to en todo el país y se or­ga­niza­ron ta­lle­res en to­dos los esta­dos a través de la Red Na­cio­nal de Di­fusión del De­par­ta­men­to de Edu­ca­ción. El mo­vi­mien­to tam­bién se exten­dió por todo el mun­do, con or­ga­niza­cio­nes lo­ca­les y na­cio­na­les en más de cua­ren­ta paí­ses y aso­cia­cio­nes re­gio­na­les en Eu­ro­pa, Amé­ri­ca La­ti­na y Ocea­nía. Li­p­man fun­dó la revista Thi­nking. The Jo­ur­nal of Phi­lo­so­phy for Chil­dren en 1979, de la que fue di­rec­tor en las pri­me­ras eta­pas y po­ste­rior­men­te for­mó par­te de su con­se­jo editor. En Ca­ta­lu­ña, su ta­rea si­gue con el es­fuer­zo del Gru­po Iref (In­stituto de In­vesti­ga­ción para la En­se­ñan­za de la Fi­lo­so­fía). Ma­ttew Li­p­man es, pues, el crea­dor del pro­yec­to Fi­lo­so­fía 3/18:

El pro­yec­to Fi­lo­so­fía 3/18 es un cu­rrí­cu­lum am­plio y siste­má­ti­co que tie­ne como ob­je­tivo re­for­zar las ha­bi­li­da­des del pen­sa­mien­to de los estu­dian­tes, par­tien­do de la fi­lo­so­fía como dis­ci­pli­na fun­da­men­tal.
Con­siste en un con­jun­to de pro­gra­mas que, apli­ca­dos des­de los 3 a los 18 años, for­ta­le­cen la ca­pa­ci­dad re­fle­xiva. Se tra­ta de un pro­yec­to que con­cre­ta el deseo ge­ne­ral de en­se­ñar a pen­sar y pre­ten­de de­sa­rro­llar las ha­bi­li­da­des cog­nitivas de los estu­dian­tes, ayu­dán­do­los a com­pren­der las ma­te­rias de estu­dio, a ha­cer­los más con­s­cien­tes de la ri­queza del ba­ga­je in­te­lec­tual he­re­da­do y a pre­pa­rar­los en la ra­zo­na­bi­li­dad para la par­ti­ci­pa­ción en un mun­do de­mo­crá­ti­co.
La fi­lo­so­fía, como dis­ci­pli­na hu­ma­nísti­ca más ade­cua­da, es el me­dio y el fin para que a través de su con­te­ni­do y de su méto­do per­mita al estu­dian­te re­fle­xio­nar so­bre aque­llos te­mas que, la­ten­tes en to­das las ma­te­rias, no son tra­ta­dos en la es­cue­la.
La tra­di­ción fi­lo­só­fi­ca ha tra­ba­ja­do siem­pre un cuer­po es­pe­cí­fi­co de con­cep­tos que han sido con­si­de­ra­dos im­por­tan­tes para la vida hu­ma­na o re­levan­tes para el co­no­ci­mien­to hu­ma­no. Ejem­plos de estos con­cep­tos pue­den ser: justi­cia, ver­dad, bon­dad, be­lleza, mun­do, iden­ti­dad per­so­nal, tiem­po, amistad, li­ber­tad y co­mu­ni­dad.
m. li­p­man, Fi­lo­so­fía en la es­cue­la
Tra­du­ci­do de dom.cat/zx7

Pro­fun­di­ce­mos, aho­ra, si os pa­re­ce, en al­gu­nos as­pec­tos del pen­sa­mien­to de Li­p­man para aña­dir la di­men­sión fi­lo­só­fi­ca a la edu­ca­ción. Quizás po­dría­mos em­pezar con una pre­gun­ta: ¿por qué, a me­di­da que nos ha­ce­mos ma­yo­res, per­de­mos la ca­pa­ci­dad de ad­mi­rar­nos? Pa­re­ce que sea una pér­di­da de tiem­po y aca­ba­mos acep­tan­do que lo que pasa tie­ne que pa­sar y lo que ha pa­sa­do no me­re­ce la pena en­ten­der­lo. Lo peor es que los ni­ños que nos ro­dean nos to­man como mo­de­lo y ha­cen suya la pa­sivi­dad que mo­st­ra­mos. Los enig­mas y la ma­gia están pre­sen­tes en el mun­do, en cada una de las pre­gun­tas que los ni­ños y ni­ñas se ha­cen al­re­de­dor de por qué el mun­do es como es o, in­cluso, de por qué el mun­do es. Cada mo­men­to es una oca­sión para en­ten­der y para juz­gar, cada in­stan­te pro­po­ne una pre­gun­ta que mueve la cu­rio­si­dad de los más pe­que­ños. A me­nu­do, sin em­bar­go, los adul­tos esta­mos tan ata­rea­dos que no te­ne­mos tiem­po de ex­plo­rar estas pre­gun­tas que po­drían ser la se­mi­lla del pen­sa­mien­to críti­co de nuest­ros hi­jos, de nuest­ros alum­nos. En el me­jor de los ca­sos, da­mos una res­puesta di­rec­ta que cie­rra el cam­po de la ad­mi­ra­ción. Pero, cuan­do no en­ten­de­mos algo, cuan­do hay un cier­to ma­le­star di­fuso que nos ani­ma a que­rer sa­ber res­puestas, apa­re­ce la ma­gia. Lo inex­pli­ca­ble es ma­ravi­llo­so y ad­mi­ra­ble. El hom­bre es una cria­tu­ra miste­rio­sa que vive en un mun­do aún más miste­rio­so (como dice Li­p­man en su pro­gra­ma Nous). Pa­re­ce que los adul­tos he­mos ol­vi­da­do esta pre­mi­sa que re­gía nuest­ra vida cuan­do éra­mos ni­ños y tra­tá­ba­mos de en­ten­...

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